Las marcas de 2020

Galina Akselrod-Golikova, 23, poses for a photograph by the gates to the courtyard of her apartment block in Moscow, Russia, December 14, 2020. In early 2020, Akselrod-Golikova was preparing to travel from Moscow to Italy for a marketing and PR job at the Venice biennale's Russian pavilion. She couldn't wait to start. The dream never happened: the whole event was postponed, the job disappeared and, instead of travelling abroad, she ended up isolated from her friends and family in an apartment in Moscow as a tough lockdown suddenly began in April. The shock upset her deeply. She fretted so much that she developed stress-induced health issues. In time though, she said she was relieved to have a chance to refocus her life and have time to think. She said she slowed down for the first time and put her energy into decorating the apartment where she lives with her boyfriend with stylish ornaments, antique furniture and flower arrangements. "This year was the first time I started to devote so much time to my home, to buying some little things, and to stay there and to think about my space and to express myself through it," she said. She has not rushed to get a new job, and with time to reflect she has realised that she wants to enrol for a masters degree in food studies in Rome next year. Despite the upheaval, Akselrod-Golikova believes that the pandemic has brought many positive things into her life, though she acknowledges it was easier for younger people to adjust quickly. "I've started to appreciate my time as a resource and to devote it to my family, to my friends and to spend more time with them, including getting to know my parents and friends in new ways," she said. REUTERS/Maxim Shemetov SEARCH "GEN-Z COVID-19" FOR THIS STORY. SEARCH "WIDER IMAGE" FOR ALL STORIES - RC2JTK9AYKFK

Las marcas de 2020

– Edición 482

Fotos del equipo de Reuters

Reuters reunió los perfiles de diez jóvenes alrededor del mundo para saber cómo el coronavirus afectó las vidas de diferentes jóvenes de la Generación Z

La vida que se enfocaba en la escuela, el deporte o, incluso, en asistir a conciertos de K-pop, se desvaneció de la noche a la mañana para los integrantes de la generación Z con la llegada de la pandemia. Se ha hablado mucho de los adultos mayores en riesgo por la covid-19, pero los nacidos entre finales de los noventa y poco después de 2010 vieron su mundo de cabeza durante 2020.

Reuters reunió los perfiles de diez jóvenes alrededor del mundo para saber cómo el coronavirus afectó sus vidas. Recluidos en sus habitaciones, muchas veces forzados a convivir con sus padres, algunos pasaron de ser estudiantes, atletas o empleados, a cuidar a familiares enfermos y hacer cualquier cosa para llevar dinero a sus casas. Una adolescente incluso se convirtió en madre. Nada volvió a ser como antes.

Al mirar hacia adelante, estos jóvenes temen que la crisis causada por la pandemia les afecte más que lo que sus predecesores, los millennials, sufrieron por la crisis económica de 2008-2009. Más allá del perjuicio inmediato causado a la educación y al empleo, están las marcas que este tiempo habrá dejado en sus carreras e incluso en su bienestar emocional.  .

Moscú, Rusia
A principios de 2020, Galina Akselrod Golikova, de 23 años, se estaba preparando para viajar de Moscú a Italia, a fin de trabajar en el marketing y las relaciones públicas del pabellón ruso de la Bienal de Venecia. No podía esperar para empezar. El sueño nunca se cumplió: todo el evento se pospuso, el trabajo desapareció y, en lugar de viajar al extranjero, terminó aislada de sus amigos y sus familiares en un apartamento en Moscú cuando, repentinamente, comenzó un duro encierro en abril. El cambio la trastornó profundamente. Estaba tan preocupada que desarrolló problemas de salud inducidos por el estrés. Sin embargo, con el tiempo se sintió aliviada de tener la oportunidad de reenfocar su vida. No se ha apresurado a conseguir un nuevo trabajo y, con tiempo para reflexionar, se ha dado cuenta de que quiere matricularse en una maestría en Estudios Alimentarios, en Roma, el próximo año. Rusia se ha resistido a imponer un segundo bloqueo, para suavizar el golpe económico de la pandemia. El desempleo durante la crisis de salud alcanzó un máximo de 6.4 por ciento en agosto, y los jóvenes representaron 22 por ciento de ese total. A pesar de la conmoción, Akselrod Golikova cree que la pandemia ha traído muchas cosas positivas a su vida, aunque reconoce que fue más fácil para los más jóvenes adaptarse con rapidez. “Empecé a apreciar mi tiempo como un recurso y a dedicarlo a mi familia, a mis amigos y a pasar más tiempo con ellos, incluso llegué a conocer a mis padres y a mis amigos de nuevas formas”, asegura.
McFarland, California
Valeria Murguía estaba terminando su tercer año en la Universidad de California, en Fresno, donde estudiaba Comunicación y tenía un trabajo de tiempo parcial en el centro de salud del campus, cuando llegó el golpe de la pandemia. De repente, las clases fueron en línea y su modesto ingreso se evaporó. Vivir en Fresno —una ciudad de rápido crecimiento, donde el costo de la vivienda ha ido incrementándose— se volvió demasiado caro, así que en unas cuantas semanas, Valeria se vio de regreso en la casa de sus padres, en el pequeño pueblo granjero de McFarland. Se concentró en el estudio, así como en el desarrollo de habilidades que necesitará luego de graduarse: creación de sitios web, diseño gráfico y planeación de eventos. También tuvo que trabajar con sus padres, ambos inmigrantes procedentes de México, cosechando uvas en los viñedos del valle central de California. A sus 21 años, acaba de graduarse en mayo para enfrentar un reducido mercado laboral. Aun cuando el negocio de la publicidad perdió relativamente menos empleos que otros sectores, no ha habido un crecimiento significativo en el número de oportunidades. Sin embargo, Valeria es optimista: “En realidad, me mantengo positiva, porque si empiezo a ver las cosas negativas, sólo voy a estar dándoles vueltas en mi cabeza, y no quiero terminar ahí”.
Crema, Italia
A principios de 2020, Elisa Dossena había cumplido 23 años y estaba por comenzar una maestría en una de las universidades más prestigiosas de Italia. Pero entonces su país se convirtió en el primero en Europa en ser golpeado por la covid-19. Los planes de Elisa quedaron en suspenso y debió ponerse al frente de su hogar, directamente afectado por la enfermedad, en una población ubicada a 50 kilómetros del epicentro de la pandemia, en la región de Lombardía. “Tuve que hacerme cargo de la casa y de las necesidades de todos, porque mi madre estaba ocupada cuidando a mi padre enfermo y a mi abuela, ayudando a mi prima con sus padres enfermos…”. Luego del prolongado confinamiento, Elisa pudo ver de nuevo a sus amigos. Pero el miedo constante a contraer la enfermedad se cernía como una nube negra sobre todos ellos, cancelando la cultura de abrazos y besos por la que los italianos son famosos. Ahora estudia remotamente un posgrado en Administración y espera encontrar un poco de normalidad en 2021. “Confío en que la gente pueda salir de sus casas libremente. Que sea posible ir por un café con los amigos al bar. Que sea posible volver a los pupitres de las escuelas, a los lugares de trabajo, a la universidad. No pido mucho, pero espero que así sea”.
Sao Paulo, Brasil
João Vitor Cavalcante, de 19 años, había entrenado duro a lo largo de 2019 para su incipiente carrera como ciclista profesional. Pensó que 2020 sería su mejor año. Pero la pandemia cambió ese sueño, lo que lo llevó a aceptar un trabajo en un taller de reparación de automóviles y a renunciar a sus planes en el ciclismo. “El ciclismo no es fácil, es cruel, aunque disfruté de esa crueldad”, afirma. “Ahora ya no quiero vivir de eso. En cambio, quiero vivir para hacerlo”. Alrededor de 23 por ciento de los brasileños de entre 15 y 29 años buscó nuevas formas de recuperar los ingresos perdidos durante la pandemia. Cerca de 60 por ciento se inscribió en programas gubernamentales de asistencia, que entregaban más de la mitad del salario mínimo de Brasil a cualquier ciudadano sin un trabajo formal.
Para Cavalcante no había otra opción. Sus padres se vieron obligados a cerrar la tienda de ropa familiar durante los primeros meses de la pandemia, y su patrocinador lo abandonó cuando se cancelaron las competencias de ciclismo. Su tío, consciente de las limitaciones económicas, le pidió que trabajara en su taller de reparación de automóviles. “Él fue mi salvación”, dice Cavalcante. “De no haber aceptado ese trabajo, no habría tenido nada. Un año antes tenía un futuro en el ciclismo, pero ese tiempo ha pasado”. Quiere volver a competir en 2021, pero sólo como aficionado. “Para 2021, espero que las cosas vuelvan a la normalidad y que la gente pueda volver a ver a sus amigos y familiares, y que valoren su cariño”.
Nairobi, Kenya
Mientras pudo hacerlo, la adolescente Jackline Bosibori usó pants holgados para que su madre no descubriera su estado. No quería dar más problemas a su familia. “De haber estado en la escuela, tal vez no habría quedado embarazada”, recuerda, ahora que tiene 17 años. Para Jackline, quien dio a luz en noviembre pasado, el cierre de la escuela definió el 2020. Muchos defensores de derechos humanos en Kenya temen que los embarazos en adolescentes se hayan incrementado al verse forzadas a permanecer en casa. El presidente de ese país ordenó en julio una investigación para conocer el número de casos de abuso sexual, incluido el estupro, reportados durante el confinamiento. “Siento que no progresé en nada durante este año”, se lamenta Jackline. “Si hubiera estado en la escuela, habría podido alcanzar mis metas”. Las escuelas en Kenya han permanecido cerradas desde marzo de 2020. Jackline quiere regresar, pero teme no poder hacerlo debido a los gastos: “Mi mamá perdió su trabajo, no tenemos ingresos. 2020 fue un mal año para mí, pero también fue bueno. Fue malo porque quedé embarazada repentinamente. Pero fue un buen año porque me trajo a mi niña y ella está muy bien”.
Wuhan, China
Xiong Feng, de 22 años, es el único profesor de voguing en Wuhan. Se trata de una forma de baile muy estilizada que se popularizó en las comunidades de homosexuales y transexuales de Estados Unidos a fines de los años ochenta. El repentino cierre de Wuhan, la noche del 23 de enero de 2020, que aislaría a la ciudad del resto de China durante 76 días, llegó mucho antes de que otros países comenzaran a sentir el dolor de la pandemia. Como otros integrantes de la generación z en Wuhan, Xiong vio su vida envuelta en la confusión. La pandemia le impidió seguir trabajando y el confinamiento lo privó de mantener amistades en un tiempo formativo de su vida. “Creo que he perdido algunos amigos. Las relaciones se desvanecieron porque no nos pusimos en contacto durante la epidemia”, se lamenta.
Ahora la ciudad ha vuelto en gran medida a la normalidad, después de que no se reportaran casos desde mayo de 2020, gracias a los controles estrictos. El panorama económico es quizá mejor que en otros lugares, al grado en que China se perfila para ser la única economía que crezca durante 2021. De cara al futuro, Xiong espera seguir siendo pionero en la creciente escena de baile lgbt+ en su ciudad. Su clase ha atraído cada vez a más estudiantes, ya que luego del encierro, la gente se ha volcado hacia las actividades recreativas.
Como epicentro de la pandemia de covid-19, Wuhan sufrió un profundo trauma durante el primer trimestre de 2020. Pero Xiong afirma que la experiencia trajo consigo importantes lecciones para los jóvenes en China y en todos lados: “Creo que en el mundo debería haber más paz y amor, y que la gente no debería pelear más”.
París, Francia
Sola en su pequeño estudio de París, impedida para salir del país y ver a su novio, aislada de sus amigos e insegura sobre su futuro, Solene Tissot sintió que el peso de la pandemia se acumulaba en su interior. “Repentinamente te sientes abrumada por todo esto. Sofocada”, dice la joven de 19 años, quien se mudó a la capital francesa hace dos años para estudiar en el Instituto de Estudios Políticos de París, y ahora está viendo a un psicólogo. Le han diagnosticado depresión y trastorno de ansiedad, condiciones que, según ella, fueron causadas por la soledad debida a los confinamientos. Estas restricciones han afectado la salud mental de la juventud francesa. Entre septiembre y noviembre de 2020, cuando se impuso un nuevo bloqueo en Francia, la proporción de personas de 18 a 24 años con depresión aumentó de 11 a 21 por ciento, según la autoridad sanitaria francesa. Las medidas sanitarias a menudo hacen que sea ilegal que visite a sus amigos. No ha visto a sus abuelos en un año. Tissot ya no asiste a clases presenciales porque su universidad las canceló. Necesita hacer una pasantía, y está batallando para encontrar una empresa que opere a distancia para poder cumplir con ese requisito de su carrera. Para 2021 tenía previsto hacer un año de estudios en Líbano, donde vive su novio, pero no está claro si las restricciones para viajar lo permitirán. Una vez que se gradúe, le resultará difícil encontrar trabajo. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, 22 por ciento de los franceses de entre 15 a 24 años no trabajaba ni estudiaba en el tercer trimestre de este año. “Espero que podamos regresar a una vida un poco más normal, y poder ver a mis amigos sin que sea ilegal ir a sus casas”.
El Cairo, Egipto
Abdullah El-Berry, periodista deportivo en formación de 22 años, inició el año 2020 pensando que la vida sería dura. Una grave lesión en la rodilla había hecho que requiriera fisioterapia diaria, para lo cual debía invertir tres horas de traslado a El Cairo desde su casa, en la ciudad del delta de Shebin al-Qanatir. Después de la pandemia no pudo continuar con la fisioterapia porque los hospitales de Egipto estaban saturados de pacientes. Tampoco pudo asistir a su muy esperada ceremonia de graduación. El hecho de que las actividades deportivas quedaran suspendidas ocasionó que le fuera casi imposible hacer su trabajo. Y sus viajes diarios al trabajo se vieron trastornados por los toques de queda nocturnos. Cree que 2021 será aún más duro. El joven graduado teme que tendrá dificultades para encontrar un trabajo adecuado. “Muchas personas perdieron sus trabajos debido al coronavirus y la crisis económica. Definitivamente nos afectará a todos”. La población de Egipto ha crecido con rapidez, y poco más de la mitad de sus 102 millones de habitantes tiene menos de 25 años, según datos de la onu. En el primer trimestre de 2020, la tasa de desempleo para los jóvenes de entre 15 a 19 años se situó en 19.7 por ciento, y para los de entre 20 a 24 en 13.9 por ciento. En el caso de las mujeres de entre 20 a 24 años, era de casi 50 por ciento. Berry cree que el distanciamiento social y el uso de cubrebocas seguirán controlando las vidas en 2021, y que, debido a ello, los jóvenes de su generación serán menos propensos a viajar y explorar nuevas oportunidades. Su lista de deseos para 2021 incluye avanzar en su carrera y reanudar el trabajo en un canal de YouTube que abandonó debido a sus estudios y al coronavirus.
Cheonan, Corea del Sur
Lee Ga-Hyeon tiene un gran deseo para 2021: escapar por fin de su recámara, en una ciudad a 100 kilómetros de Seúl, e ir a un concierto en vivo de sus ídolos pop. “bts es como una vitamina para mí, pero el coronavirus me privó de ella y eso me puso realmente furiosa”, dice la joven de 17 años en su recámara decorada con fotografías y muñecos de BTS, e incluso una colcha con el rostro de Jin, uno de los miembros de la banda. La pandemia obligó a bts a cancelar una gira mundial en 2020. La educación a distancia ha hecho las cosas aún más difíciles para quienes se preparan para el examen anual de ingreso a la universidad, un rito de paso visto como un evento definitivo para los surcoreanos. El examen fue pospuesto en 2020, luego de que lo realizara casi medio millón de candidatos, sentados durante ocho horas, con cubrebocas y en escritorios divididos por pantallas. Lee espera hacerlo durante 2021, cuando ya no haya coronavirus. “El año antepasado pasé mucho tiempo conversando con mis amigos, cara a cara, durante los recesos o en la hora de la comida. Pero todo este año no he podido hacerlo”, dice Lee. “Me he dado cuenta de lo precioso que era aquel tiempo”.
Diepkloof, Sudáfrica
Cuando la esgrimista sudafricana Nomvula Mbatha resultó ganadora en un torneo nacional de sable femenino en 2019, su camino a los Juegos Olímpicos parecía despejado a través del Campeonato Africano en Egipto, programado para abril de 2020. Entonces llegó la covid-19. Todas las competencias quedaron suspendidas y un estricto confinamiento, a finales de marzo, frenó el entrenamiento de la deportista de 23 años y de su equipo. “La pandemia ha sido desastrosa para nosotros”, dice Mbatha en su casa de Diepkloof, al suroeste de Johannesburgo. “Básicamente, ya no pudimos hacer nada. Este año ha quedado cancelado en nuestras vidas”. Aunque las competencias ya se han reanudado, Mbatha, quien ocupa el primer lugar en su categoría, con 17 medallas de oro, enfrenta enormes dificultades para reunir fondos a fin de asistir a eventos internacionales que le aseguren un lugar en Tokio 2021. Mientras las autoridades sudafricanas buscan reactivar la economía, Mbatha está enfocada en el próximo Campeonato Africano. Sin embargo, un aumento reciente en el número de casos de infecciones ha provocado nuevas restricciones. “¿Y si volvemos al encierro?”, se pregunta la esgrimista. “No tengo nada previsto para 2021. No tengo nada, porque estoy asustada”.

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