Las fronteras de la diversidad
JuanLizeth – Edición 435
El pensamiento contemporáneo ha superado la justificación biológica y el ilusorio vínculo de la anatomía con la preferencia y la orientación sexual del sujeto, aunque el límite siempre ha estado ahí: las fronteras son nuestros cuerpos.
Cada uno de nosotros transita y simultáneamente construye una vía en los terrenos de la identidad sexual. Para algunos hay un atajo que se llama “lo normal”. Otros, al desandar ese trayecto, emprenden una labor de arqueología. Pensadores, teóricos y filósofas del género examinan los dispositivos y los aparatos de producción de verdad que nos hacen topar con pared.
Hoy se habla de políticas de género, como si el término se hubiera acuñado en el campo político, cuando su origen es médico. La palabra, utilizada por el psiquiatra John Money en 1947, surgió para asignar un género a los bebés intersexuales basándose en su genitalidad, visualmente cuantificable y medible.
El pensamiento contemporáneo ha superado tal justificación biológica y el ilusorio vínculo de la anatomía con la preferencia y la orientación sexual del sujeto. Aunque el límite siempre ha estado ahí. Las fronteras son nuestros cuerpos: cuerpos enfermos, desviados, indescifrables, verdaderos o falsos; cuerpos vulnerables, estadística, consumidores. Un aparente éxodo de la idea de hombre/mujer como binomio único y necesario para la reproducción —y cuyo mecanismo es un discurso acerca de un orden natural en el que la persona se asume libremente— está resguardado por aspectos morales (para Deleuze y Guattari, la subjetividad opera a la altura de un yo que cree que porta una verdad sobre sí mismo y la defiende), pero sobre todo por motivos económicos: el éxito de la píldora anticonceptiva nos ha hecho consumidores, más que reproductores. Las pautas de la diferenciación sexual las establecen el mercado y los medios de comunicación, desplazando a la clínica. Factores culturales: se nos somete a una serie de requisitos, coreografías, códigos y usos específicos del cuerpo.
La migra performativa
John Austin indaga sobre la capacidad de ciertos enunciados de crear y modificar la realidad, de realizar lo que expresan, por ejemplo: “Los declaro marido y mujer”, o “Fue niña”. Son enunciados performativos, en el sentido de que norman nuestras identidades y comportamientos. Beatriz Preciado urge a una resistencia “antifarmacopornográfica”: la normalización mediática de las prácticas sexuales o pornografía, donde el consumo es el fármaco y el crédito para adquirirlo. Mientras que para la tijuanense Sayak Valencia, se trata de un capitalismo gore, de una “lógica colonial en donde las bestias siempre vamos a ser nosotros”.
“La medicina podría haber decidido que no existen dos sexos, sino cuatro, cinco, seis. Actualmente hay un debate médico sobre la existencia de una multiplicidad de variaciones morfológicas, genéticas, hormonales, que no pueden ser reducidas a la diferencia sexual”, dice Beatriz Preciado. ¿Por qué este tipo de estudios debería seguir distinguiendo? No existe la categoría de “literatura heterosexual”, pero sí la de “estudios de género”.
Es posible huir, mejor si es de la mano de David Bowie, quien se expone y complace en la necesidad que tenemos de interpretar a los cuerpos, configurarlos. Si por ello aludimos a una oferta más nutrida (transexual, transgénero, hermafrodita, andrógino, cisexual —aquellas personas cuya identidad de género concuerda con su género biológico—, bisexual, pansexual, asexual, heteroflexible…), no es porque la existencia se haya complicado, sino porque la estadística poblacional se convirtió en diversidad sexual. m.
Para leer
:: Manifiesto contrasexual, de Beatriz Preciado (Anagrama, 2011).
En la web
:: Conferencia “La muerte de la clínica”, de Beatriz Preciado.
:: “The Stars (Are Out Tonight)”, de David Bowie.