La transformación que podemos esperar
Omar García – Edición 466
Ante la llegada de un régimen inédito en México, cuatro especialistas repasan las propuestas e ideas de Andrés Manuel López Obrador. Todos coinciden en que la seguridad deberá ser prioridad. Pero, ¿qué pasa con las víctimas? ¿Cuál será el costo de la agenda social y la pacificación? ¿Habrá amnistía? ¿Qué puede esperarse del peso específico que Morena tendrá en la reconfiguración política del país?
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no había ganado una elección desde hace 18 años. Y nunca lo había hecho con tanta holgura. En 1988, en su primera elección para intentar ser gobernador de Tabasco, apenas alcanzó dos de cada 10 votos, contra un apabullante 78 por ciento para el PRI. Nadie imaginó lo que conseguiría tres décadas después: un partido político nuevo, Morena, que él administra como propio; la mayoría de las dos cámaras del Congreso de la Unión y, también, ser el portador de la banda presidencial.
Si en 2000 había conseguido 37 por ciento de los votos para ser jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, en 2006 se enfrentó al sistema que encarnó el panista Felipe Calderón. Tras esa contienda electoral, emergería un AMLO que algunos calificarían como mesiánico, al proclamarse a sí mismo como presidente legítimo luego de haber sido derrotado por menos de un punto porcentual.
Seis años después, en 2012, Enrique Peña Nieto hizo regresar al Partido Revolucionario Institucional a Los Pinos. Del tamaño de su triunfo sería también su derrota. Con 19 millones de votos y 38 por ciento de las preferencias electorales, el todavía hoy presidente utilizó su cargo para ir minando su reputación en un sexenio marcado por la corrupción, la ineficacia y la violencia.
Después de tres elecciones presidenciales, El Peje se llevó 53 de cada 100 sufragios en la jornada del pasado 1 de julio. Más de 30 millones de personas le dieron un triunfo abrumador que sólo algunas encuestadoras previeron. Pero ni analistas ni periodistas, y mucho menos sus contrincantes, pronosticaron que el más viejo de los candidatos conquistaría a las generaciones más jóvenes, a los urbanistas y hasta a algunos empresarios.
Las instituciones a las que mandó al diablo fueron las mismas que ahora esperan encumbrarlo. Han pasado cuatro meses de la elección. Se acabaron las promesas, los debates y las campañas. Con el paso de los días, es tiempo de tocar la realidad y conocer quién es el verdadero Andrés Manuel.
Foto: Reuters
En este trabajo, cuatro analistas revisan sus promesas en torno a cuatro grandes asuntos. Con respecto a la seguridad, el académico Alejandro Hope analiza las principales ideas y sugiere que, antes de hablar de amnistía, es necesario fortalecer a las policías. Además, cree que el tiempo perdido en esta etapa de transición se debe a las contradicciones de los principales liderazgos más importantes dentro de Morena.
Alejandro Anaya Muñoz, académico del ITESO y quien coordina la Maestría en Derechos Humanos y Paz, hace un recorrido de las promesas que ha hecho el presidente electo en su campaña electoral y afirma que, aunque será muy difícil que se cumpla todo durante los seis años de gobierno, por lo menos hay un techo mínimo que debería cumplir en el corto plazo.
Por su parte, el analista Enrique Toussaint habla acerca de la nueva configuración política que le permitió a Morena llevarse la mayoría en el Congreso de la Unión. De acuerdo con sus previsiones, el partido de Andrés Manuel López Obrador tiene la posibilidad de colocarse en las preferencias electorales de una generación que va de los 18 a los 45 años de edad.
Por último, el economista Ignacio Román Morales vaticina una lucha interna en el equipo más cercano del próximo presidente. Por un lado, una política social que requerirá recursos y, por otro, un sector empresarial que podría pelear por sus privilegios ante un presidente que un día ofrece equidad y otro día demuestra que su compromiso también está con el Consejo Coordinador Empresarial.
Fortalecer instituciones antes de la amnistía
En febrero de 2018, a escasos días de comenzar la campaña electoral, el especialista en cuestiones de seguridad Alejandro Hope escribió lo siguiente en el libro ¿Y ahora qué? México ante el 2018:
“En México no hay policía. Hay policías, de todos sabores, de todos colores, para todos los gustos. Hay policía federal, estatal, municipal. Hay policía preventiva y policía ministerial, judicial o de investigación. Hay policía de tránsito. Hay policía turística. Hay policía bancaria, comercial, industrial y auxiliar. Hay policía acreditable y, suponemos, no acreditable. Hay policía de mando único, la cual no debe confundirse con la policía de mando unificado ni con una policía única”.
Hope dedica otros tres párrafos a hablar de las distintas policías que existen en el país, distribuidas en mil 800 corporaciones. Su recomendación se basa en tres propuestas: reconstruir la Secretaría Federal de Seguridad Pública; dar un carácter consultivo y vinculante al Consejo Nacional de Seguridad Pública y crear un cuerpo nacional de policía que concentre las labores administrativas de reclutamiento y formación.
Poco después de esa publicación, el especialista conformó una de las mesas de asesores de quien fuera la candidata independiente Margarita Zavala. Luego de ver las tendencias electorales, la candidata desistió de sus intenciones y Hope continuó con sus análisis en revistas y periódicos.
A tres meses de las elecciones, MAGIS lo consultó para platicar acerca de las estrategias de seguridad que instrumentará el gobierno federal. Respecto a los foros de consulta a las víctimas tiene pocas esperanzas. No cree que la propuesta de la amnistía funcione. Tampoco le otorga el beneficio de la duda a la nueva Secretaría de Gobernación, en manos de Olga Sánchez Cordero, porque la estructura orgánica planteada por el nuevo gobierno le restará peso político en el gabinete.
“Escuchar a las víctimas sí puede servir para visibilizar sus casos y que tengan contacto con la autoridad, eso me parece muy bien. Pero para formular política pública no estoy muy seguro de que vayan a funcionar. Más bien creo que el resultado es catártico. Lo que está sirviendo, quizá, sea para ponerle límites a la amnistía”.
Detrás de la línea telefónica, Alejandro habla con seguridad de que la amnistía será una ilusión. “No podemos esperar nada de la amnistía, no va a haber tal cosa. A ver, que lo intenten. Esa propuesta se va a caer”.
De acuerdo con una encuesta publicada por El Financiero en septiembre pasado, 77 por ciento de los mexicanos se opone a una amnistía, aunque sólo contemple la liberación para delincuentes menores.
“Hay pocas cosas en que las personas están en contra de las propuestas de Andrés Manuel, y ésta es una de ellas… hay un rechazo muy importante de la población. No creo que estén muy seguros de caminar en esa dirección. Buscarán algo parecido, porque hay salidas posibles con el Nuevo Sistema de Justicia Penal”.
Foto: Reuters
Hope es de quienes creen que el equipo de AMLO tiene todo para dinamitar la popularidad del tabasqueño: “Creo que esto puede ser el equivalente de lo que fue la reforma fiscal para Fox en 2001. De ese tamaño de complejidad y de ese tamaño de riesgo político. Porque, además, no tenemos claridad de cuál es el objetivo en foco. Puede ser un acto de justicia para ciertas personas, pero no resuelve el problema de seguridad”.
Y mucho de ese capital político que hoy tiene Morena se va a ir desmoronando poco a poco. Alfonso Durazo, quien “no sabe mucho de técnicas de seguridad, pero es un hombre leal al presidente”, tendrá un peso importante en el gabinete. Tanto, que podría desplazar el discurso incluyente de quien será la titular de la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.
La solución, para este especialista con estudios doctorales en la Universidad de Princeton, está en robustecer las policías. Y específicamente la Policía Federal, porque hay otras propuestas que se van a ir desinflando con el paso de los días. Por ejemplo, la Guardia Nacional no tendrá un mando único.
“Se necesitan por lo menos 10 años para hacer un cambio administrativo de ese tamaño. Si es que lo quieren hacer bien. Pero, si no, pueden hacer lo que hizo Peña Nieto con la Gendarmería, una corporación al interior de la policía, que no funciona”.
Si existe una constante en Andrés Manuel López Obrador son las contradicciones. Un día puede declarar que la corrupción en el país se debe a los políticos, y mañana puede responsabilizar a los empresarios y llamarlos “la mafia del poder”. Pero, en el rubro de la seguridad, las contradicciones también son parte del montaje mediático del que él es protagonista.
La anunciada desaparición del Estado Mayor Presidencial (EMP) tendrá repercusiones desde la madrugada del primero de diciembre. “En cuanto al Estado Mayor Presidencial… no sé quién vaya a cubrir sus tareas, porque el EMP no sólo protege al presidente, también resguarda las instalaciones de Presidencia, facilita la logística y las giras presidenciales, garantiza la seguridad del presidente y hace las labores de contrainteligencia para que no lo espíen, protege a diplomáticos extranjeros en territorio nacional… la ayudantía, dirigida por un restaurantero (Daniel Asaft, empresario gastronómico de origen libanés), no creo que tenga las capacidades para cubrir todas esas funciones. ¿Quién va a hacer ese trabajo? No sé, porque la paradoja es que seguirá teniendo las mismas funciones, pero no se llamará Estado Mayor Presidencial. Esta propuesta vulnera la seguridad del presidente y no lo quieren ver”.
La propuesta de Alejandro Hope se mantiene desde febrero: la solución pasa por fortalecer las instituciones de Seguridad Pública, para que el Ejército comience una retirada paulatina. “En lo que hay que ir trabajando es en la construcción de capacidades. Hay un déficit de Estado, y entonces lo que debemos construir son policías, fiscalías, sistemas penitenciarios que funcionen, un nuevo sistema de administración de justicia, hay que construir todos los eslabones de la cadena. Puede haber acciones efectivas en el corto plazo, puede haber programas puntuales de reducción de violencia, todo eso funciona con rapidez, pero lo que tienes que ir haciendo en el mediano y el largo plazos es legitimar al Estado, fortaleciendo las capacidades, tener un mayor espectro del territorio, y todo eso toma tiempo”.
Ante la ineficacia de un Estado que ha sido rebasado, la sociedad civil ha debido organizarse para buscar a sus seres queridos. En la imagen, tomada en 2014, María Román toma un descanso durante una búsqueda en una colina en las afueras de Iguala, México. Su hijo Marco Antonio Méndez Román desapareció en abril de 2013. Foto: AP / Eduardo Verdugo
La paz requiere justicia y la justicia, verdad
¿Cómo se puede serenar a un país en el que ha habido cerca de 300 mil muertes en 12 años de guerra soterrada? Quizás el error más grave que ha cometido el equipo de Andrés Manuel López Obrador es pedir a las víctimas que perdonen a sus verdugos a cambio de una promesa que no llega: la justicia.
Alejandro Anaya Muñoz, coordinador de la Maestría en Derechos Humanos y Paz del ITESO, sostiene que el tratamiento a las víctimas no ha sido el adecuado por parte del equipo de transición. Luego de repasar las propuestas electorales más significativas de AMLO en materia de derechos humanos, que van desde la amnistía hasta la investigación del caso Ayotzinapa, las señales que ha enviado el equipo más cercano del nuevo presidente no son del todo convincentes.
Para el especialista, hay por lo menos una serie de condiciones mínimas que deberían estar instrumentando ya desde distintas áreas y frentes. Por ejemplo, Morena ya tendría que estar discutiendo en el Congreso de la Unión la reforma a la Ley de Seguridad Interior, que permite a las Fuerzas Armadas ejercer labores de seguridad pública.
“El silencio de Andrés Manuel, lo que me dice, es que en los grupos internos y cercanos al presidente hay posturas encontradas. Sánchez Cordero y [Alejandro] Encinas con una postura y, por el otro lado, Ebrard se percibe menos crítico y va a tener un puesto importante. La clave está en quiénes han sido anunciados como los secretarios de Marina y de la Defensa… porque Durazo no está por eliminar la Ley de Seguridad Interior, porque a él le conviene el acompañamiento del Ejército y de la Marina, mientras ven qué va a pasar con la Policía Federal”.
Sobre los foros, Anaya Muñoz menciona que no les ha ido bien. Apenas el pasado 7 de octubre se anunció que estos encuentros con las víctimas serían suspendidos para comenzar a recolectar la información. En menos de una semana, una nueva contradicción: los foros podrían ser reanudados para atender estados como Tamaulipas y Sinaloa.
“La reparación es la solución al tratamiento con las víctimas. La justicia es la madre de todas las reparaciones. Cuando tú hablas de repararle el daño a una mamá que perdió a su hijo, porque nunca lo encontró o murió, estás hablando de la posibilidad de justicia o, cuando menos, de verdad y memoria”.
La justicia y la pacificación serán transicionales. Pensar que la pacificación depende de la llegada de un nuevo inquilino a Palacio Nacional podría ser ingenuo. “No puede haber justicia sin verdad, pero sí puede haber verdad sin justicia. Puede haber un proceso de búsqueda de la verdad, para saber qué pasó, dónde están, dónde los enterraron, dónde desaparecieron los cuerpos”.
Si la percepción que se tiene de la amnistía fue producto de una mala estrategia de comunicación, o si se trató de un concepto mal explicado en campaña, Anaya Muñoz sugiere que las víctimas sean las que decidan el grado de justicia que buscan. “Una de las condiciones de la justicia de transición es conocer la verdad sin que nadie sea castigado penalmente. Y la experiencia internacional nos dice que muchas de las víctimas se confortan con la verdad. Lo que no debemos perder de vista es que se requiere todo: la justicia, la verdad y la memoria”.
Otra de las cartas que podría jugar el Gobierno federal para tratar de apaciguar al país sería hablar de indemnizaciones, “que es una política muy complicada y cara. No hay dinero que alcance. Y eso es lo único que han intentado hacer, pero lo hacen mal a través de la comisión de víctimas”.
En todo caso, lo primero que debe ocurrir es que el Estado reconozca que hubo violaciones graves de derechos humanos por parte del Estado mismo.
“El Estado tiene que pedir perdón, tiene que reconocer que les falló a las víctimas, que les falló en su obligación de proteger y respetar. Muchas de las víctimas no son directas del Estado, sino de criminales. Pero el Estado falló en su responsabilidad de proteger a las personas en ese tipo de dinámicas. En muchos otros casos, sí fue el Estado el que funcionó como agente del crimen organizado”.
Para el académico, el sexenio no puede concluir sin concretar cinco propuestas básicas: reformar la Ley de Seguridad Interior; avanzar en el desarrollo de una policía civil con capacidades suficientes y controles en la protección de derechos humanos; establecer una política fuerte, incluyente, amplia y eficiente de reparación a las víctimas; reformar el modelo de la Procuraduría General de la República y permitir comisiones de la verdad con participación de la comunidad internacional.
El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, con los integrantes de la fracción parlamentaria de Morena en la Cámara de Diputados. Foto: lopezobrador.org.mx
Morena, el nuevo gigante político
El domingo 1 de julio, la vida política del país sufrió un cambio como no lo había vivido en 30 años. Para el maestrante en ciencias políticas y analista Enrique Toussaint, vivimos una reconfiguración del vehículo nacionalista de nuestro país. Después de su programa radiofónico matutino, el comunicador no tarda en explicar sus dichos:
“Yo siempre he dicho que hay pocos instrumentos tan poderosos como adueñarse de la Nación como discurso político, y si algo le dio tanto al discurso priista durante 70 años fue eso: haberse apropiado de la Revolución, de la Nación y de buena parte de los símbolos identitarios de este país: Juárez, la Independencia, incluso la bandera dentro de su logo”.
Andrés Manuel López Obrador ha puesto a Juárez y a Lázaro Cárdenas como dos personajes que lo acompañan siempre y en todo lugar. Como dos alguaciles de sus palabras. La elección la ganó mucho antes de la jornada electoral, cuando se adueñó de ese nacionalismo.
Después de tres meses en que algunas de las propuestas del tabasqueño se han desmoronado, Toussaint dice que no está decepcionado, porque, para estarlo, “tienes que albergar altísimas expectativas. Yo no creo que un partido político, por más mayoría que tenga, pueda resolver los problemas en un corto plazo”.
El juego político no sólo va acompañado de puestos gubernamentales. “Siempre he creído que la autonomía de lo político es relativamente pequeña. Siempre existen otras fuerzas, como la económica, la cultural, la social, que pesan muchísimo y que le quitan margen de maniobra y le restan posibilidades a un gobierno”.
Si Andrés Manuel López Obrador es astuto, dice Toussaint, será un presidente de equilibrios. Al estilo de Luiz Inácio Lula da Silva, uno de los presidentes de Brasil con mayor popularidad de las últimas décadas. El juego del próximo presidente será el equilibrismo: señales de ruptura política, económica y social acompañadas con gestos de estabilidad.
“Al interior del gabinete, yo veo dos almas muy marcadas: un alma liberal conservadora que mantendrá el statu quo; es decir, liberal porque les gusta la economía libre, conservadora porque les gusta el statu quo, y gente relacionada con el empresariado, como Alfonso Romo o Esteban Moctezuma, que es un alma de gabinete, el alma de la estabilidad”. Y otra alma que es más “rupturista”, continúa Toussaint, “que es minoría dentro del gabinete. Veo ahí a Gerardo Esquivel (Subsecretario de Egresos), por ejemplo. Andrés Manuel, mientras tenga mucho capital político, va a ser eficaz mediador entre esas dos almas. Pero lo que va a definir su proyecto político es cuál de las dos almas se impone; si se impone la más ‘rupturista’, creo que las bases de Morena y el elector promedio de Andrés Manuel estarán más contentos, porque querrá decir que hay un alejamiento del actual modelo económico, de la forma en que se ejercen las finanzas públicas”.
En este mismo sentido, el economista Ignacio Román Morales afirma que las señales que ha mandado el equipo de transición hacen pensar que no habrá un cambio en el viraje de las políticas económicas del país, porque, si bien es cierto que AMLO ha propuesto una política social más incluyente y amplia, las preguntas sobre la cantidad de dinero que tendrá que recaudar siguen sin responderse.
“Yo quisiera ejemplificarlo así: uno de los elementos de la Cuarta Transformación fue decir que debería separarse el poder político del económico. De hecho, los principales conflictos que tuvo fueron con el Consejo Coordinador Empresarial. A partir de eso, apareció la imagen de luna de miel con el empresariado. Cuando se le preguntó a Alfonso Romo, quien será el coordinador de gabinete, él dijo que no hay ruptura con el poder económico, porque en realidad hay un franco matrimonio con el empresariado”.
Román Morales sostiene que el peso de los resultados electorales lleva a pensar a más de alguno que AMLO podría aprovechar ese bono democrático para hacer cambios más profundos.
“Indicaría que tiene la sartén por el mango. Pero ese poder no es del todo suyo. Eso no quiere decir que vaya a hacer cambios, porque existe un contrapeso real inmensamente fuerte, y ese contrapeso se llama Consejo Coordinador Empresarial”.
Imagen de Andrés Manuel López Obrador en reunión con el Consejo Coordinador Empresarial. Foto: adnpolítico
Se trata del órgano cúpula que aglutina a los más grandes empresarios de México. Y concentra a la Coparmex, la Canacintra, la Concanaco, los principales líderes bancarios, de la industria de seguros, así como a los grandes empresarios agrícolas y al Consejo Mexicano de Negocios.
“Esto significa que si se generase una lucha frontal entre López Obrador y los empresarios, vendría una situación económica muy difícil. Y eso se debe a que México es extraordinariamente dependiente de las divisas y del sector financiero”.
Del otro lado está la gran mayoría de los mexicanos. Los que llenaron las urnas y mostraron su peso electoral en una jornada en que la rabia le ganó al miedo. “Y esas personas sí esperan cambios de fondo. López Obrador no puede seguir las inercias, porque el riesgo es gigantesco. Y el próximo gobierno está entre la espada y la pared”.
En esta entrevista, realizada un par de semanas antes de conocer el Proyecto de Presupuesto de Egresos para 2019, el investigador del ITESO vaticina que la política económica se mantendrá sin grandes cambios. Aunque habrá más recursos para el gasto social, aún falta conocer el mecanismo de recaudación fiscal y la política tributaria que generen mayor disposición de recursos económicos para la nueva administración.
Una de las posibles “trampas” que prevé el experto es que la Comisión Nacional de Salarios Mínimos siga aumentando el salario para un sector muy pequeño de la población, mientras que a la inmensa mayoría sólo se le otorgue una proporción parecida a la inflación reportada por el Banco de México. Una sociedad que seguirá limitada en su poder adquisitivo.
En cuanto al programa de aprendices que se prometió en campaña, otra de las líneas por indagar es si tal capacitación no será más bien “mano de obra subsidiada” para los grandes empresarios, mientras que los jóvenes con niveles de escolaridad más alta seguirán sufriendo las contrataciones precarias y los esquemas laborales por outsourcing.
México tiene uno de los periodos de transición más largos del mundo. Entre el día de la elección y la toma de protesta del presidente transcurren cinco meses. Ese tiempo podría usarse para comenzar a instrumentar proyectos y a desarrollaer programas; sin embargo, ha servido más bien para ir revelando las contradicciones del equipo más cercano de AMLO. Pese a haber pasado 12 años en campaña, Andrés Manuel López Obrador no tiene todo resuelto. El asunto de la seguridad será prioritario, pero quedan pendientes de resolver muchas otras preguntas. Los avatares de la llamada Cuarta Transformación no son pocos.