La muerte sale por el oriente
Sonia Madrigal – Edición 508

Esta serie fotográfica no es sólo una intervención sustentada en tres ejes: es también un importante esfuerzo de reapropiación del espacio público que expone algunos escenarios donde han sido abandonados los cuerpos sin vida de niñas y mujeres
Las posibilidades interpretativas de los espejos son infinitas; conocemos sus usos, sus mitos, y reconocemos su presencia en la cotidianidad donde su principal función es la de reflejar a quien se coloca enfrente, pero también reverbera lo que no está. Originaria de Nezahualcóyotl, ciudad donde vive y trabaja, Sonia Madrigal estampa la realidad sociocultural en Estado de México, una de las entidades federativas con mayor número de asesinatos de mujeres y que desde 2015 fue declarada en alerta de violencia de género por la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.
La muerte sale por el oriente (2014) no es sólo una intervención sustentada en tres ejes —fotografía documental, intervención del territorio y mapeo colaborativo—: es también un importante esfuerzo de reapropiación del espacio público que expone algunos escenarios donde han sido abandonados los cuerpos sin vida de niñas y mujeres. En 2006, María Concepción Pérez, estudiante de la Universidad Pedagógica Nacional y madre de una niña de ocho años de edad, fue encontrada sin vida envuelta en una cobija a escasos pasos de la casa de los padres de Sonia.
Para las mujeres que habitan en Estado de México, los feminicidios nunca son únicamente la nota de algún diario o la noticia del momento en voz de algún presentador de televisión: son sucesos palpables que ocurren a diario en su entorno conocido, dentro de las casas que ubican a la perfección, en los terrenos secos y abandonados por donde transitan todos los días con temor de convertirse en fantasmas. Es en estos terrenos, en los caminos que bordean ríos de aguas negras y baldíos cubiertos de basura, en las locaciones donde los feminicidas abandonan los cuerpos, donde Sonia coloca la silueta de una mujer en lámina de espejo, un torso erguido que refleja el paisaje desolado cubierto de maleza. Al mirar de frente esta silueta sabemos qué es aquello a lo que le damos la espalda, el reflejo de los paisajes desolados, el entorno urbano desordenado y fragmentado por la megalopolización de la Zona Metropolitana de Ciudad de México.
El proyecto, que tomó su nombre de uno de los capítulos del libro Las muertas del Estado: feminicidios durante la administración mexiquense de Enrique Peña Nieto, escrito por Eduardo Loza y Humberto Padgett (2014), también se manifiesta sutilmente en contra del desfile de imágenes amarillistas que aparecen en las portadas de los periódicos o circulan en las redes sociales y contribuyen a normalizar la violencia extrema al amparar la dominación masculina sobre el cuerpo y la libertad de las mujeres —el tipo de publicaciones que en vez de denuncia se convierten en advertencia—. Es a través del espejo que Sonia nos invita a mirar lo que hay dentro y, por ende, lo que hay fuera; a explorar y cuestionar el entorno, los contextos cultural y social en los que ocurren los feminicidios.
Texto: Karla Gasca Macías*
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* Publicado originalmente en “Feminicidio en México y el arte que combate al olvido”, en Entretextos, vol. 2, núm. 31, 2019.






