“La gente normal ya está usando software libre”: Jon «Maddog» Hall
José Miguel Tomasena – Edición 442
Jon Maddog Hall ha trabajado como programador en varias compañías. Es un entusiasta promotor del software libre y fundó Linux Internacional, una organización de divulgación y promoción de los sistemas de código libre. En esta entrevista, habla sobre las implicaciones que tiene el software en un mundo en el que todo pasa por los sistemas de cómputo.
Cuando la entrevista está por comenzar y le toman las primeras fotos, Jon Maddog Hall se da cuenta de que lleva el logo del principal patrocinador del Campus Party 2014 en la camiseta. Entonces interrumpe la conversación, sube a su cuarto de hotel y vuelve tres minutos más tarde luciendo una camisa del Project Cauã, plataforma de emprendimiento social basado en hardware y software libres que preside en Brasil. “Así está mejor”, bromea. “Me da mucho gusto que las empresas patrocinen este tipo de eventos, pero no necesitan publicidad”.
Maddog —Perro Rabioso—, como le gusta que le llamen desde que sus alumnos lo apodaron así, ha trabajado como programador en varias compañías. Después de conocer a Linus Torvalds, el creador del kernel de Linux, se convirtió en un entusiasta promotor del software libre y fundó Linux Internacional, una organización de divulgación y promoción de los sistemas de código libre.
En esta entrevista, Maddog habla sobre las implicaciones que tiene el software en un mundo en el que todo pasa por los sistemas de cómputo, desde nuestros celulares y computadoras personales hasta el control de vuelos o de las armas nucleares; sobre las implicaciones éticas, culturales y filosóficas del software libre; sobre la gestión del talento en red; sobre modelos de negocio y educación.
Comencemos por lo básico: ¿Qué es el software libre o de código abierto?
Empecemos con código abierto. Cuando compras un producto de Microsoft, o de otra compañía, sólo estás comprando los binarios que quieres en tu computadora. En realidad no puedes cambiar nada del software, no puedes ver cómo funciona, de modo que estás amarrado con la configuración que viene del fabricante. Y si tienes algún problema, tienes que esperar a que el desarrollador te dé la solución. El problema es que el desarrollador a veces quiebra y tú te quedas varado, o sigue en el negocio pero pierde interés en esa versión específica de software y decide que debes actualizar a la versión más reciente, que quizá no te interesa. No quieres las funciones nuevas, estás contento con el viejo, hace lo que debe hacer y no quieres actualizar. Podrías quedarte con tu software y seguir usándolo para siempre pero, en primer lugar, en el mundo de internet, en el que hay gente intentando entrar a los sistemas y en el que de vez en cuando encontramos alguna falla de seguridad, sin el respaldo de la compañía desarrolladora eres vulnerable. El segundo problema es que, si compras hardware nuevo y quieres seguir usando tu software viejo, éste no funciona. Supongamos que para tu laboratorio o tu oficina compras una nueva computadora, con un nuevo sistema operativo, y tus viejos programas no funcionan. En estos casos, estás a merced del desarrollador. El software no te pertenece, incluso cuando lo compraste. Tienes una licencia que te autoriza su uso durante cierto tiempo en cierta computadora, pero eso es todo. Aunque ya pagaste por él, estás obligado a tirarlo a la basura y a comprarles una nueva copia, y muchas veces eso es muy caro. Estas cosas son las que suceden con el software privativo.
Entonces viene el concepto contrario: “código abierto”. Decimos: “Vamos a darte el código del programa, para que lo cambies si lo necesitas. Quizá tendrás que pagar por el software, pero podrías adaptarlo, actualizarlo”.
Ahora, había piezas de software de código abierto, como el Berkeley Software Distribution de la Universidad de California, en las que su licencia no impedía que alguien tomara el código, lo manipulara y se lo diera a alguien más. Así es que Richard Stallman, que empezó la Fundación para el Software Libre, dijo: “Esto está mal. Si tomaste el software de manera libre, los demás deberían tener los mismos derechos que tú, sin importar qué hayas hecho con él. Sólo porque añadiste o modificaste algo, no tienes el derecho de restringir la libertad de otros”. Y así nacieron las reglas de las licencias públicas de GNU, las famosas cuatro libertades del software libre: “Libertad para usar el software según tus necesidades, libertad para tener acceso al código fuente, libertad para cambiar el código fuente para lo que necesites y libertad para redistribuir esos cambios a cualquiera que lo necesite”. Lo único que no puedes hacer es restringir las libertades de otros. Eso es el software libre.
Como se ve, no se prohíbe que la gente cobre por el software. De hecho, deberíamos promover que la gente lo haga.
¿Cuáles son los modelos de negocio del software libre?
Hay muchos. El más grande es el modelo de servicio, que consiste en cobrar los servicios que requiere el software. Tengo un amigo que tomó una pieza de software privativo… la compañía que lo tenía cobraba miles de dólares por licencia y estaban vendiendo tres o cuatro copias al trimestre o al mes, en realidad no sé exactamente, pero era muy poco. Mi amigo propuso a la compañía: “¿Saben? Estoy pensando hacer completamente libre y abierto este software. Sólo darlo”. Mi amigo se había dado cuenta de que 60 por ciento de la gente que compraba el productocompraba también cursos, servicios de mantenimiento, de actualización, porque el software era muy robusto y bien desarrollado, y la gente necesitaba aprender a usarlo, así es que compraban los servicios. ¿Qué pasaría si lo hiciera libre? Entonces lo liberó y de repente había dos mil personas al mes que descargaban el software y 60 por ciento compraba servicios. Hizo más dinero que nunca. Puedes verlo como el modelo de los celulares. Regala tantos aparatos como puedas, cuando en realidad haces dinero vendiendo las aplicaciones. O el modelo Google contra el modelo Apple. Los dos son modelos de negocio viables, pero el de Android es considerado para un mercado abierto. Hay otro modelo, que es dar una parte del software, construir una comunidad alrededor de él, y luego vender otras funcionalidades extra, sobre todo a compañías grandes. Otro amigo lo hizo así. Bajó los costos de suministros, aumentó su volumen, bajó los costos de venta de 36 por ciento a 5 por ciento, y era una decisión estrictamente comercial. Su corazón no albergaba ningún deseo de compartir las glorias del código abierto a todos. Fue una decisión de negocios e hizo más dinero que nunca.
¿Qué principios éticos y filosóficos están detrás?
Si hablaras con Richard Stallman sobre los principios éticos de esto, diría que compartir es bueno, dar es bueno. ¿Por qué deberíamos aferrarnos a nuestro código? Deberíamos compartirlo. Diría que no hay propiedad intelectual, y mucho menos en este caso, porque cuando compartes sólo estás dando una copia y sigues teniendo el software original, no hay pérdida. Ésa es su filosofía. La mía tiende a ser ligeramente diferente. Yo coincido con muchas de las cosas que ha dicho, pero sí creo que existe algo llamado propiedad intelectual. Creo que un autor debe tener el derecho a decidir qué sucede con las cosas que han salido de su mente, pero si te estás basando en lo que otro hizo y que tiene una licencia abierta gpl, entonces debes seguir esas reglas. Tienes derecho de rechazar ese código, a no basarte en él, pero cuando miras la sociedad de hoy, mucho de lo que tenemos está basado en lo que aprendimos de otros, en lo que nos dejaron los que vivieron antes.
Miro lo que internet está haciendo hoy y recuerdo dónde estaban las computadoras en 1969, cuando empecé… entonces necesitabas dos mil millones y medio de dólares para hacer algo con una computadora, y necesitabas una maestría o un doctorado sólo para tocarla, y estaban normalmente en Europa occidental o en Estados Unidos. Y si no eras de uno de estos países y no hablabas una de las cinco lenguas mayoritarias de la industria, buena suerte…
Hoy, el mundo es diferente: puedes comprar una computadora como la Raspberry Pi por 35 dólares, y de repente tenemos chicos de preparatoria en lugares como México, o Brasil o India, que tienen ideas que pueden desarrollar por sí mismos. Y estas computadoras tienen poder suficiente para hacer cualquier cosa. No sólo tenemos 50 grandes mentes pensando en los problemas de la ciencia computacional; tenemos a cientos de miles ayudando. Ésta es una de las cosas que me atrae del software libre o de código abierto: en una compañía privativa la gente termina escondida detrás de las puertas, nunca verás sus nombres. Pero en el software libre puedes ver la lista de la gente que está contribuyendo, puedes enviarles un correo, o emergerán solos como la crema que flota en la leche. Así, cuando Mark Shuttleworth quería comenzar Ubuntu [una popular distribución de Linux], tomó la lista de desarrolladores del proyecto Debian y pasó nueve meses en la Antártica estudiando quién tenía las mejores ideas, quién sabía colaborar, y luego regresó y dijo: “Te quiero a ti, y a ti y a ti. Vengan a trabajar conmigo a Ubuntu”. No hubo buscadores de talentos ni entrevistas. Él sabía quién era quién.
No soy tan ingenuo como para creer que los nuevos Albert Einstein de la computación saldrán de Estados Unidos. Podrían venir de Cambridge, en Inglaterra, o de Brasil, o incluso de lugares tan improbables como Helsinki, Finlandia. Pero vendrán, y yo quiero encontrarlos, quiero verlos. Hace poco conocí a un joven en un Campus Party en España. Tenía quince años y desde los doce había desarrollado su propia distribución de Linux. A los quince, su padre, que había trabajado 30 años para ibm en el campo de las computadoras, ya trabajaba para él. El muchacho finalmente se graduó de la preparatoria, va a entrar a la universidad y está muy bien, es un muchacho excelente, con gran personalidad, muy humilde.
¿Qué otras experiencias ha conocido, a través de sus viajes, sobre lo que el software libre puede hacer para empoderar a la gente?
Hace algunos años, los swahili, en África, querían tener un procesador de textos que funcionara en su lengua, porque todos los menús estaban en inglés, así que fueron con una compañía muy famosa que desarrolla Office y preguntaron: “¿Podría, por favor, dar soporte al swahili?”. Y la compañía respondió: “Bueno, no, porque el mercado es muy pequeño y no conviene a nuestra estrategia de negocios”. Así es que los swahili se acercaron con la gente de Open Office y les preguntaron: “¿Pueden hacer esto?”. Y la gente de Open Office les dijo: “Aquí está el código fuente. Háganlo”. En unos meses tradujeron todas las líneas de código y consiguieron un procesador de textos que funciona en su lengua. Ya no estamos en una situación en la que las computadoras sólo son usadas por los hablantes de las cinco lenguas mayoritarias, que hacen negocios de cierta manera.
¿Qué ventajas hay para la gente que tiene proyectos de emprendimiento?
Digamos que quieres iniciar un negocio. Necesitas diez computadoras, diez sistemas operativos, diez paquetes Office, y algunas otras cosas, como un software para edición de gráficos o de video. Es bastante caro, especialmente para una pequeña compañía que no tiene mucho dinero. Podrías piratear algún software, pero es ilegal, ¿no?, y podrías meterte en un problema…
No sé cuál sea el índice de software pirata en México; sé que en Brasil es de 84 por ciento y en Vietnam, 96. La gente me dice: “Eso está muy mal, están robando el software”. Yo digo: el vientamita promedio gana cuatro dólares al día y el Microsoft Office cuesta 400. Eso significa que debería trabajar cien días, sin gastar en comida, habitación o vestido, para poder comprar el brillante disco de plástico. Así es que si yo estuviera en su barco, probablemente me pondría un parche en el ojo y diría “Aghr, aghr, aghr” [Maddog hace el gesto de pirata con garfio en la mano], pero lo que yo les digo es que hay alternativas: aquí está el software, el código fuente. Es legal.
Hace varios años fui a Israel, que, como sabes, es un país muy dinámico tecnológicamente. “¿Dónde están sus compañías Linux?”, les pregunté, y ellos me dijeron: “Estamos esperando la carta de autorización”. “¿Qué?”. “La carta de autorización, tú sabes… si vas a hacer algo con Microsoft, les escribes, te presentas, y quizá te enviarán una carta de autorización que dice que eres el representante de Microsoft en Israel”. “Ok”, les dije. “Les tengo una mala noticia: nunca van a recibir esa carta, porque nadie puede dárselas, ni siquiera Linus Torvalds [fundador de Linux]. La buena noticia es que no necesitan ninguna carta. Adelante. Usen el software”.
¿Cuál es el papel de las universidades en la formación de desarrolladores?
Si usan productos de código cerrado para enseñar a los estudiantes, esos estudiantes aprenden a usar productos de código cerrado para resolver sus problemas. Pero no pueden comprender cómo es que ese software hace lo que hace. Con programas de código abierto puedes hacer las dos cosas: puedes mostrarles cómo usar un software para resolver el problema y cómo es que éste funciona. En las carreras de sistemas es muy positivo enseñar a los estudiantes a colaborar en proyectos reales. Cuando yo estudiaba, debía escribir mi sistema operativo en tarjetas perforadas y ese esfuerzo enorme no le sirvió a nadie. Pero hoy puedes tener estudiantes que estén trabajando en sistemas operativos reales, usados por millones de personas en todo el mundo. Hay más de 430 mil proyectos que los estudiantes pueden ver y decir: “Quiero aprender cómo funciona este programa de edición de video y usarlo y verlo [el código]”.
El argumento, sobre todo en software muy especializado como el que usan arquitectos, diseñadores, editores de video, etcétera, es que los programas privativos son mejores y tienen más funciones que los de código abierto. ¿Es verdad?
¿Y qué harían si Adobe quebrara y, de repente, no hubiera software? ¿Deberían regresar su título universitario porque ya no pueden usar los productos Adobe? No creo que deberíamos enseñar a los estudiantes cómo usar un paquete. Creo que deberíamos enseñarles a diseñar, usando Adobe como ejemplo, y usando Inkscape como ejemplo. Deberíamos enseñarles a administrar un negocio con el paquete de Office y con LibreOffice. Y luego los alumnos pueden descubrir qué es lo que tienen que hacer y cuál es la herramienta que soluciona mejor sus problemas. Mi educación de 1969 fue tan fundamental que hoy, cuarenta y cuatro o cuarenta y cinco años después, sigue siendo tan buena como entonces. Sí, he tenido que aprender cosas nuevas en el camino, he leído libros y estudiado otras cosas, pero podía entender lo que decían porque tenía esa educación previa. Si sólo enseñas a la gente a usar una caja negra, cuando sale algo nuevo, una caja diferente, está completamente perdida. Necesitamos enseñarles los fundamentos.
Una de las principales objeciones, sobre todo al sistema operativo, es que es muy difícil, que tienes que saber mucho, que los controladores de algunos componentes no funcionan. ¿Qué piensa de esto?
Cuando trato de convencer a la gente de que use software libre, siempre me encuentro con este tipo de preguntas. De hecho, con el tiempo me di cuenta de que siempre me hacían las mismas diez preguntas, aunque en el fondo no eran preguntas, sino objeciones. “No puedo usarlo por esto, por aquello”. Así es que di una plática titulada: “Diez razones por las que no puedo usar Linux y diez razones por las que esas razones son estupideces”. ¡Por Dios! Pones el DVD de instalación, sigues las instrucciones, tap, tap, tap, quince veces [hace el gesto de apretar reiteradamente la tecla Enter], y en casi todas las ocasiones se instala sin problemas. De hecho, se instala más rapidamente en servidores. Y se instalaría aún con más rapidez si no tuviéramos compañías como Nvidia o ATI, que siguen manteniendo cerrados sus controladores (drivers). Lo que está cambiando todo esto son los proyectos como Android, que usa el kernel de Linux y muchos de los controladores para estos dispositivos están siendo escritos para que puedan servir en tabletas, así es que muchos vendedores de hardware están abriendo y compartiendo el código de sus controladores. Si yo vendo el hardware, ¿qué más me da? Creo que la presión de los consumidores finalmente atraerá a las compañías renuentes.
¿Qué opina del modelo de Apple?
Apple hace un gran trabajo, pero tienes que ver su modelo. El modelo de Apple es: somos dueños de todo, desde la base. Somos dueños del hardware, del sistema operativo y, en otra escala, somos dueños de las aplicaciones: nosotros decimos exactamente cómo deben verse. La Mac dice en su guía de estilo: “Pon tu aplicación aquí, pero no será una aplicación de Apple hasta que sigas las reglas”. Al principio todos se quejaron y lloriquearon, hasta que finalmente salieron las primeras aplicaciones y parecía como si hubieran sido desarrolladas por la misma persona, aunque eran de compañías distintas. Aunque no sea muy fácil de usar al principio, es consistente; si aprendes a usar la primera aplicación, aprendiste todo lo demás. Linux, por el contrario, no es consistente. Eso es lo bueno de Apple. ¿Qué es lo malo? Que si quiero usar un aparato durante tres años, dependo de que Apple me dé soporte, y hay cosas que no va a soportar. Y cuando ellos deciden que este pedazo de hardware ya no es interesante, lo abandonan. Creo que estamos empezando a ver esto con los primeros iPhones.
¿Cómo ve la influencia del movimiento de software libre en otros campos, como cultura libre, diseño libre, Wikipedia?
Ha sido una sorpresa. Y seguimos sorprendiéndonos. Wikipedia fue probablemente la mayor sorpresa. La gente tenía esas enciclopedias de papel que costaban 400, 500 o mil dólares y que caducaban cada año, y de repente aparece este hombre [Jimmy Wales] y genera esta página en la que todos pueden contribuir. Y luego está Google Maps, que está muy bien y revolucionó una industria, pero alguien dice: “¿Saben? Google Maps está muy bien, pero no es realmente libre y abierto”, así es que empiezan Open Street Maps, y de hecho es buenísimo. Sí, estas cosas son muy sorprendentes.
En cuanto a la cultura, Lawrence Lessig, al idear las licencias creative commons, resolvió un problema que mucha gente no entendía. Dices: “¡Hey! Aquí hay una fotografía”, y te gustaría mucho usarla, pero el esfuerzo por encontrar al autor es enorme, y aun si lo encuentras y consigues comunicarte con él, no te va a dejar usarla a menos que le pagues. Alguno quizá diga: “¿Sabes? No me pagues, pero ponle mi nombre. Igual y me vuelvo un poco famoso y otras personas vienen a comprarme”. Sin embargo, la mayoría de las veces la gente dice: “Adelante”. No le importa si la usas. Si desde que publicas las fotos dices: éstas son las condiciones por las que puedes usarlas, las cosas se vuelven más fáciles. ¿Quieres usarla para un proyecto? Adelante. ¿Vas a venderla? Quiero un pedazo del pastel.
¿Qué le diría a las personas que piensan que el código abierto es para geeks, que la gente normal usa los sistemas tradicionales?
Odio decirte esto, pero la gente normal ya está usando software libre. Si usan Firefox o Chrome; si usan un router de Cisco o de Linksys; si usan la mayoría de las televisiones inteligentes de Samsung; si compran algo en eBay, e incluso en Amazon, que usa código privativo en la superficie, pero lo que está debajo es Linux, lo están usando. Si navegan por internet, ya están usando software libre. De hecho, incluso si usas IOS o OS X, lo estás haciendo. El señor Jobs pudo haber puesto betún dulce arriba, y pudieron haber hecho un gran trabajo desarrollando hardware, pero aun así, están usando software libre. m.