La era de Swift: Cuando el pop se vuelve político

Foto: Aldara Zarraoa / GETTY IMAGES EUROPE / Getty Images vía AFP.

La era de Swift: Cuando el pop se vuelve político

– Edición 505

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Es una de las estrellas más exitosas de este tiempo. Y de todos los tiempos. Pero, también, una voz que ha incidido directamente en los rumbos de la sociedad, en razón de la influencia que tiene sobre la conciencia cívica de sus seguidores. Y no parece que vaya a detenerse pronto

Sería fácil escribir sobre Taylor Swift desde una perspectiva que únicamente hable de su trayectoria como música. Podríamos ocuparnos de sus éxitos y de la cantidad de discos que ha vendido, de sus Grammys y de las parejas famosas que ha tenido. Podríamos replicar lo que dicen las revistas de chismes, o enfocarnos en las acciones de la artista que la han convertido en una de las personas más influyentes de la actualidad, acciones por medio de las cuales quizá convenga darnos una oportunidad de entender mejor el mundo en que vivimos. Pero, para desarrollar este artículo, mejor echaré mano de otras perspectivas. Mi reto en estas páginas será analizar la trascendencia que ha tenido la artista más allá del ámbito musical y cómo el mundo del arte ha participado como otro agente político en nuestra realidad.

Algunos creemos que el hecho de hacer arte es, en sí mismo, un acto político. Sin embargo, es interesante observar cómo, en ciertos momentos de la historia, el arte ha asumido un papel activo con el propósito principal de influir en la opinión pública. Podemos hablar, por ejemplo, de los murales posrevolucionarios de Diego Rivera y José Clemente Orozco, creados con el objetivo de visibilizar y educar al público acerca de las luchas indígenas, obreras y de clase. Otro ejemplo clarísimo, aunque un poco más lejano, sería el de La libertad guiando al pueblo (1830), de Delacroix: una obra que abiertamente se usó como propaganda y que retrata los tres ideales con los que se rige la nación francesa: libertad, fraternidad e igualdad.

En contraste con estos momentos en que arte y política comulgan, hay otros en los que prefieren mirar cada uno para su lado. Basta con observar las obras de Monet, Renoir y Degas: obras que se alejan por completo de la denuncia y prefieren enfocarse en la estética, la luz, los paisajes. O podemos observar, en años más recientes, las obras de Damien Hirst y Jeff Koons, vueltas productos de lujo; el mensaje político queda en segundo plano y se da prioridad al espectáculo y a la provocación.

El mundo del arte siempre ha mostrado seguir este patrón: cuando se ha dado un momento de comunión entre el arte y la política, vendrá después otro en el que buscarán distanciarse, hasta que ocurra de nuevo un encuentro. Y el caso con Taylor Swift es que ha atravesado ya por ambos momentos del ciclo interminable: en los inicios de su carrera se mantuvo al margen del contexto político; sin embargo, conforme ha pasado el tiempo, se ha convertido en una de las personas más influyentes en la opinión pública estadounidense.

Foto: Sarah Yenesel / EFE/ EPA

Desde la intimidad…

Desde el principio, Taylor Swift se estableció como un referente por su capacidad para contar historias. Surgió como El nacimiento de Venus, de Botticelli, pintura que finge inocencia para romper con preceptos establecidos en la época. Así que uno de los principales puntos de identificación que ha construido Swift con sus fans tiene que ver con la autorrevelación, en la medida en que la artista ha desnudado su vida personal y convertido sus anécdotas en ecos del lenguaje colectivo. Al modo de la Venus de Botticelli, el arte de Swift surge de la exposición de su propia intimidad.

Se podría argumentar que, a diferencia de lo que se aprecia en el cuadro de Botticelli, el éxito de la artista no ha dependido del virtuosismo técnico —aunque el talento de la cantante y compositora es innegable—, y creo que esa sería una afirmación justa si pensamos en músicos contemporáneos como el inglés Jacob Collier o la jazzista japonesa Hiromi Uehara, cuyo reconocimiento se basa sobre todo en su virtuosismo.  Sin embargo, ninguno de ellos ha conseguido influir tanto en la cultura y la opinión pública como lo ha hecho la estadounidense. Entonces, ¿qué la hace tan especial?

Taylor Swift lanzó su carrera en 2006, con su álbum homónimo Taylor Swift. Un álbum de country-pop con el que marcó el inicio de una experimentación sonora y de géneros que no ha dejado de evolucionar hasta la fecha. Desde entonces, ha construido una de las bases de fans más grandes del mundo. Como muchos artistas de distintas disciplinas activos en los años 2000, Swift optó al principio por mantenerse al margen de la política, y más bien se dedicó a posicionar su música mediante la consolidación de un personaje que la retrataba como “humana”, y no como un ídolo inalcanzable para sus seguidores.

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Sin embargo, esa postura que intentaba mantener al mundo del entretenimiento al margen de la realidad social y política no pudo sostenerse por mucho tiempo. Pronto, el público comenzó a exigir que artistas y creadores hicieran uso de su influencia para posicionarse ante determinados problemas de la actualidad. No todos lo hicieron, y cuando tuvo lugar la elección presidencial de 2016 en Estados Unidos, Swift fue muy criticada por guardar silencio, en vista de que para entonces ya era una de las figuras más populares de la escena internacional. Pero tomemos 2010 como punto de partida para analizar el contexto: pensemos en la Primavera Árabe, cuando varios países creyeron encontrar la libertad gracias a la movilización de las masas que propició el auge de las redes sociales; la crisis de refugiados que poco después se vivió en Europa repercutió en todo el mundo avivando movimientos nacionalistas e intensificando la tensión en materia de políticas migratorias. Pensemos en la llegada a la presidencia de Donald Trump, y más tarde en la de Jair Bolsonaro, en Brasil. Y pensemos en todos los movimientos sociales que fueron sucediéndose desde entonces, como Black Lives Matter, a favor de los derechos fundamentales de la población negra en Estados Unidos; el #MeToo, para protestar ante las distintas formas de violencia contra las mujeres; la lucha por la libertad y el disfrute de todos los derechos de la comunidad LGBT+; la resistencia ante las consecuencias para la población de los desastres ocasionados por el mercado financiero; las alarmas del cambio climático (por ejemplo las que hizo sonar Greta Thunberg); la lucha por la educación en Chile y en otros países…

El mundo, que no sabía ya de qué manera protestar, exigió al arte hacerse cargo de la realidad compartida. Comenzaron a surgir obras que se volvieron emblemáticas y que, una vez más, marcaron un momento histórico en el que el arte y la política se miran fijamente. Por ejemplo, en 2017 el chino Ai Weiwei montó una instalación en la Galería Nacional de Praga, que más tarde viajaría a espacios de todo el mundo: Law of Journey consistía en una balsa inflable casi del tamaño de todo el espacio de exhibición (70 metros de largo), con 258 muñecos sin rostro a bordo. Con una obra, el artista logró conmocionar al mundo visibilizando la migración forzada, la pérdida de identidad que sufren las personas en esa situación y, en conjunto con el documental Human Flow, cuestionó nuestra indiferencia y nuestra complicidad con el problema.

Foto: Instagram

… a la arena política

En 2018, por primera vez Taylor Swift alzó la voz públicamente respecto a problemas sociales y políticos, lo que imprimió un giro importante a su carrera. A través de una publicación de Instagram, apoyó a los candidatos demócratas de Tennessee para la Cámara de Representantes. También se posicionó a favor de los derechos de la comunidad LGBT+, la equidad de género y en contra del racismo sistémico.

Esa toma de postura encendió una chispa que la llevaría un año después a lanzar una campaña pública solicitando la aprobación de la Equality Act, que buscaba modificar la ley de derechos civiles de 1964 para agregar de manera explícita la orientación sexual y la identidad de género como categorías protegidas frente a la discriminación en escenarios de empleo, educación, vivienda, servicios públicos, etcétera. La campaña de la cantante incluía una carta abierta al Senado y una petición para presionar al gobierno de Trump; con más de 800 mil firmas, es una las iniciativas de su tipo que más apoyo han recibido.

Ese mismo año (2019), Taylor Swift lanzó Lover, un álbum donde comenzó a reflejar de manera más abierta sus posturas políticas en sus letras y videos musicales. De este trabajo surgió “You Need to Calm Down”, una canción que incluye frases como “shade never made anybody less gay” (“despreciar nunca hizo a nadie menos gay”) y que, además, le valió el premio a Mejor Video del Año en los Video Music Awards organizados por MTV. Al subir al escenario a dar su discurso de agradecimiento, aprovechó para remarcar su posición a favor de la igualdad de derechos y habló acerca de la campaña para la que recabó firmas. Otras canciones del álbum que vehiculan su discurso son “The Man” o “Miss Americana and The Heartbreak Prince”: con la primera, plantea la pregunta de cómo sería tratada si fuera hombre y compara acciones por las que sería aplaudida en lugar de criticada; con la segunda cuenta una historia de adolescentes aparentemente ficcional, pero que critica el clima político de Estados Unidos en la administración de Trump.

Fotograma del video de la canción “The Man”.

Tras el asesinato del ciudadano estadounidense George Floyd a manos de la policía de Mineápolis en 2020, el movimiento Black Lives Matter volvió a tomar fuerza, y luego de las marchas en protesta por la brutalidad policiaca, comenzaron a proliferar murales en varias ciudades de Estados Unidos, donde se plasmaban nombres de personas afroamericanas asesinadas por la policía y que fueron invisibilizadas a lo largo de la historia. El responsable de estos murales fue el artista Mario Remedios García, quien tituló su acción Say Their Names. La iniciativa fue replicada en distintas partes del mundo.

Es difícil olvidar las medidas que tomó Trump contra las distintas manifestaciones que tenían lugar en las calles y en las redes sociales. En un tuit, el presidente retomó la frase célebre (y no por las razones correctas) “When the looting starts, the shooting starts” (“Cuando empiezan los saqueos, empiezan los tiroteos”): una frase que originalmente dijo el jefe de la policía de Miami Walter E. Headley en 1967, en un contexto aparentemente más racista que el actual. Varios de los museos más importantes del mundo se posicionaron contra de esta forma de actuar de Trump, y artistas y ciudadanos presionaron a los museos para ir más allá de lo simbólico e incluir más trabajos de artistas afroamericanos en sus exposiciones. Taylor Swift contestó al tuit del presidente criticando su mensaje y afirmando que los ciudadanos estadounidenses lo harían salir del poder en las siguientes elecciones. En 2020, la cantante pidió públicamente que se retiraran las estatuas confederadas que fungían como símbolos de la represión racial y el supremacismo blanco.

Para este momento, el ímpetu político de Swift ya era evidente, y su activismo se había convertido en parte esencial de su presencia en redes y medios. En las elecciones de 2020, Swift evitó cometer el mismo error que en las elecciones pasadas y alzó la voz instando a los votantes a formar parte del Partido Demócrata. Se pronunció abiertamente a favor de la fórmula integrada por Joe Biden y Kamala Harris. En parte gracias a ella se registró el mayor número de votantes en la historia de Estados Unidos, y Biden ganó la presidencia con la mayor cantidad de votos populares registrados para un candidato. En las últimas elecciones, en 2024,  la influencia del apoyo que dio Swift a Kamala Harris fue tan significativa que el Partido Demócrata decidió aprovechar la imagen de la artista para su campaña en anuncios y vallas publicitarias, mientras que la campaña de Trump se dedicó a generar críticas y merchandising que parodiaba el estilo de la cantautora.

Foto: Instagram

Pero la influencia de Taylor Swift no ha roto récords solamente en los ámbitos musicales o políticos, pues también otras industrias, como la deportiva, se han visto beneficiadas por su apoyo. Debido a la relación amorosa de la artista con el jugador de la NFL Travis Kelce, se creó una fusión entre los grupos de fans de ambos personajes: los aficionados al futbol americano comenzaron a hablar de Swift, y el público del deporte ganó más espectadores. Curiosamente, el Super Bowl de 2023 registró un aumento significativo en su audiencia, especialmente entre mujeres jóvenes.

Lo que más llama la atención de Swift, a mi parecer, es la inteligencia con la que se ha hecho crecer de manera integral. Aunque hay que recordar que tampoco ha sido perfecta. En los últimos dos años ha sido objeto de muchas críticas a causa de las contradicciones entre su activismo social y el descuido de sus hábitos que dañan el medioambiente. Figuras reconocidas en el activismo ecológico, como Greta Thunberg, han expresado su preocupación por el uso excesivo de jets privados por parte de celebridades, entre ellas Taylor Swift. De hecho, en 2022, ocupó el primer lugar en la lista de artistas con mayores emisiones de CO2 generadas por vuelos privados, según un informe de la agencia británica Yard. En respuesta a las críticas, Swift, junto con su equipo legal, decidió vender uno de sus dos jets.

Durante este mismo periodo, de 2023 a 2025, Swift se ha hecho acreedora a más galardones por sus logros: entre otros, la revista Times la nombró Persona del Año en 2023, por su activismo social y por el impacto cultural que ha tenido gracias a su capacidad de conectar con audiencias globales. Ese mismo año lanzó la reedición de su álbum 1989, otro de los seis discos que ha buscado regrabar, ya que al firmar por primera vez con la disquera Big Machine Records a los 15 años, aceptó términos que eran estándar en la industria, pero por los cuales los derechos de los másters originales de sus canciones pertenecían al productor de la disquera. Cuando el entonces productor Scott Borchetta tomó la decisión de vender la empresa a Scooter Braun, la traspasó con todo y los derechos de la música de Swift, sin darle siquiera la oportunidad de comprar sus propios másters. Al regrabarlo, pudo recuperar los derechos sobre su material original e incluir nuevo. 1989 (Taylor’s Version) se convirtió en el disco en formato vinilo más vendido del año. The Eras Tour fue el fenómeno cultural que marcó 2024: con más de 140 fechas en todo el mundo, Swift convirtió esta gira en la más exitosa de la historia. Aprovechó, además, para sacar un documental que recabó más de 260 millones de dólares en taquilla.

Foto: Carlos Álvarez / GETTY IMAGES EUROPE / Getty Images vía AFP.

El compromiso del éxito

Un artista plástico que, a mi parecer, ha marcado un precedente para otros creadores —por su talento, pero también por su capacidad para vincular el activismo con su práctica artística— es el danés Olafur Eliasson, que fusiona la arquitectura y el arte para explorar formas de hacer tangibles para nosotros, los espectadores, asuntos que podrían parecer abstractos como el cambio climático, la percepción sensorial y la relación entre el entorno y lo humano. Eliasson creó un laboratorio donde emplea a arquitectos, ingenieros, artistas y científicos para crear piezas con diferentes formatos y soluciones prácticas para problemas reales. Un ejemplo de esto es el proyecto Little Sun: una iniciativa que distribuye pequeñas lámparas solares, desarrolladas en su estudio, con el objetivo de llevar luz sostenible a comunidades que no tienen acceso a electricidad. Hay una idea del artista contemporáneo que ha repetido en varias ocasiones y que, me parece, debería convertirse en mantra de los creadores: “El arte no debe ser una forma de escape, sino de compromiso”.

Hasta la fecha, Swift cuenta con 11 álbumes originales, cuatro discos regrabados (dos por regrabar) y tres álbumes en vivo. Ha colocado más de 250 canciones en el Billboard Hot 100, incluidos múltiples debuts en el número uno. Ha vendido más de 200 millones de discos a escala mundial y es la artista femenina más escuchada en Spotify. A esto se suman sus 14 premios Grammy (entre ellos, cuatro Álbum del Año) y el hecho de haber sido la primera mujer en ocupar por segunda vez consecutiva el #1 del Billboard Hot 100. Cada cifra no sólo confirma su éxito comercial, sino también su impacto cultural como una de las voces más influyentes de nuestra época.

En Alemania, participantes en una manifestación contra las nuevas fronteras en Europa y la cooperación con la extrema derecha llevan un cartel con la inscripción: “El hombre más pequeño que jamás haya existido”, con una foto del candidato de la Unión Merz, en referencia a una canción de Taylor Swift. Foto: Bernd Wöstneck / DPA / DPA Picture-Alliance vía AFP.

Pero ya no es sólo una estrella del pop. Es una figura que encarna el pulso de su época: una voz que se proyecta más allá de los escenarios para resonar en las discusiones acerca del poder, la igualdad de género, la justicia social y la defensa del medioambiente. Su trayectoria, desde la neutralidad política hasta convertirse en una de las voces más influyentes del activismo pop contemporáneo, ilustra cómo el entretenimiento puede dejar de ser evasión para convertirse en espejo, en megáfono, en resistencia.

Swift ha sabido conjugar talento, estrategia y conciencia social para hablar de lo que incomoda. Y lo ha hecho con un estilo que mezcla lo íntimo con lo colectivo, lo poético con lo político. Así como otras figuras que han sabido usar su arte para incomodar, inspirar o cuestionar, Swift redefine lo que significa ser artista hoy. No basta con llenar estadios o romper récords: se trata de asumir que tener una plataforma es también tener una responsabilidad.

Esta es la era de Swift: cuando el pop se vuelve político.

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MAGIS, año LXI, No. 505, mayo-junio de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de mayo de 2025.

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