La epopeya zapatista por la vida
Jesús Estrada Cortés – Edición 497
Al cumplirse 40 años de la fundación del EZLN y 30 años de su levantamiento, el zapatismo reorganiza su autonomía para enfrentar “la tormenta” y “heredar vida”. Transcurrido todo este tiempo, y ante los numerosos cambios en México y el mundo, el movimiento se mantiene como una fuerza transformadora que resuena a través de generaciones y geografías
“Son como nosotros”, le respondió Rosa a su hija Rocío, una joven de 12 años, cuando le preguntó quiénes eran esos hombres y mujeres con el rostro cubierto que veía en los noticieros en una pequeña televisión en blanco y negro en los primeros días de 1994. “Mi mamá tampoco sabía, me imagino que como México entero, no sabíamos de qué se trataba. Pero me sigue impactando su respuesta inmediata, que ellos éramos nosotros”, cuenta 30 años después Rocío Moreno, comunera indígena de Mezcala, al hacer memoria del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), un momento histórico a escala planetaria que fue para muchas personas una inspiración, una ruptura, una sublevación contra el mundo que las elites querían imponer sobre la humanidad. A 40 años de su fundación y 30 años de lucha pública, el zapatismo es el movimiento, la revolución o la epopeya “desde abajo” que más tiempo se ha mantenido vigente, con ideas que siguen resonando a través de generaciones y geografías y que enfrenta nuevas y viejas amenazas con imaginación, congruencia y una sorpresiva reorganización.
A lo largo de tres décadas, el zapatismo nos ha retado a revolucionar nuestras propias ideas sobre la revolución, desde el cuestionamiento a la toma del poder. Lo suyo no se trata de imponer una visión del mundo o de las formas de cambiarlo, sino de escuchar y acompañar a otros, otras, “otroas”, para construir un mundo diverso, “donde quepan muchos mundos”. El subcomandante insurgente Moisés escribió en abril de 2023: “La vocación zapatista, si alguien nos apura a una definición lacónica, es, entonces, ‘ser buena semilla’. No pretendemos heredar a las próximas generaciones una concepción del mundo. No heredarles nuestras miserias, nuestros rencores, nuestros dolores, nuestras fobias, ni nuestras filias. Tampoco que sean un espejo con una imagen más o menos aproximada de lo que supongamos bueno o malo. Lo que queremos es heredar vida”.
¿Por qué es necesario hacer memoria del levantamiento zapatista? Vale la pena hacer una pausa, en el aniversario 40 de su fundación, a 30 años de su insurrección y luego de 20 años de construcción de autonomía zapatista, para hacer un ejercicio de memoria, escuchar cómo sus ideas han resonado y prepararnos para resistir la tormenta que se cierne sobre ellos en las montañas de Chiapas y sobre el resto de la humanidad. Porque la lucha por la vida no tiene fronteras.
Un mundo donde quepan muchos mundos
¿Qué efectos tuvo aquel acontecimiento? Muchos. Para Luis Hernández Navarro, un veterano periodista y coordinador de la sección de Opinión en La Jornada, el zapatismo “es una epopeya, lo digo en el más amplio sentido de la palabra, no solamente nacional, sino internacional”, que no ha sucumbido al corporativismo ni a prácticas clientelares “y sigue siendo una referencia también para otros movimientos y experiencias en otras partes del mundo que ven en esto un laboratorio de una otra política, desde abajo; que ven un horizonte distinto en donde la política no se reduce al mundo de la disputa por la representación”. En opinión de Raúl Zibechi, activista y escritor uruguayo, se trata de una revolución “distinta a otras revoluciones, con avances importantísimos en el terreno de la organización, de la salud, de la educación, de los cultivos sin químicos” y se mantiene “porque no ha derivado en un poder autoritario, jerárquico sobre los pueblos”. Incluso, “para darnos cuenta de la talla de esta revolución, hay que pensar: ¿dónde estaban las otras revoluciones que hicieron historia, como la rusa o la francesa, 30 años después?”.
Para Rocío Moreno, uno de los grandes aportes del zapatismo es invitarnos “a reflexionar y discutir sobre si vamos a seguir organizándonos para tomar el poder, para tomar el Estado para hacer otros Estados, o si en realidad comenzamos a crear lo que ellos han dicho: un mundo donde quepan muchos mundos. Para mí, esa frase significa múltiples gobiernos que puedan representar a los distintos grupos sociales; eso significa quebrar totalmente con la idea de los Estados-nación, o la de este sistema capitalista”. Recuerda que en aquellos primeros días de enero de 1994 “había mucha expectación a nivel nacional, porque mucha gente, más allá de los pueblos originarios, se vio reflejada” en aquellos rostros anónimos que irrumpieron desde la Selva Lacandona exigiendo democracia, justicia y libertad.
Se trata de transformaciones, reflexiones, ideas que han resonado con fuerza, en especial en las comunidades indígenas, golpeadas por más de 500 años de discriminación, explotación y despojos, pero también en el resto de la población que está desencantada, violentada o marginada por los horrores de las múltiples cabezas de la hidra capitalista.
Hace 20 años, el 10 de noviembre de 2003 se publicó un mensaje del subcomandante insurgente Marcos por el arranque de la campaña “EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra”, donde explicaba que la historia que celebraban no era sólo la del EZLN, sino también la de “miles de pueblos indígenas rebeldes” e incluso más allá, la de “miles de hombres, mujeres, niños y ancianos de México y el mundo. La historia que empezamos a celebrar hoy es también la historia de todos ellos y ellas. Las palabras que ahora escribo y digo van dirigidas a todas esas personas que, sin formar filas en el EZLN, comparten, viven y luchan con nosotros por una idea: la construcción de un mundo donde quepan todos los mundos”.
Historia de una “conspiración masiva”
En aquel mensaje, Marcos relata la historia del EZLN, que antes del inicio de la guerra, en 1994, tuvo siete etapas. “La primera de ellas es cuando se seleccionó a quienes formarían parte del EZLN. Esto fue alrededor de 1982. Se organizaban prácticas de uno o dos meses en la selva, y en ellas se evaluaba el desempeño de los asistentes para ver quién podía ‘dar el ancho’. La segunda etapa es la que llamamos de ‘implantación’, es decir, la fundación propiamente dicha del EZLN”. Fue un grupo formado por seis personas insurgentes, cinco hombres y una mujer; tres eran mestizos y tres indígenas, algunos provenientes de otros puntos de México, quienes una noche en la profundidad de la Selva Lacandona instalaron sus hamacas, prendieron una hoguera y “a su luz, el mando escribe en su diario de campaña algo así como: ‘17 de noviembre de 1983. Tantos metros sobre el nivel del mar. Lluvioso. Montamos campamento. Sin novedad’”. En la parte superior izquierda de la hoja en la que se escribe, aparece el nombre que le han puesto a esa primera estación de un viaje que todos saben muy largo. No ha habido ninguna ceremonia especial, pero ese día y a esa hora se ha fundado el Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.
Marcos detalla lo que fue la tercera etapa, en la que él mismo llegó a la Selva Lacandona, en 1984, donde ese pequeño grupo ahora de nueve personas se dedicaba a tareas de supervivencia, conocimiento del territorio y estudios tanto de estrategia y táctica militar como de historia. En la cuarta etapa “se hicieron los primeros contactos con los pueblos de la zona. Primero se hablaba con uno y ese uno hablaba con su familia. De la familia se pasaba al poblado. Del poblado a la región. Así, poco a poco, nuestra presencia se convirtió en un secreto a voces y en una conspiración masiva. En esta etapa, que corre paralela en tiempo a la tercera, el EZLN ya no era lo que habíamos pensado cuando llegamos. Para entonces ya habíamos sido derrotados por las comunidades indígenas y, producto de esa derrota, el EZLN empezó a crecer geométricamente y hacerse ‘muy otro’”.
“La quinta etapa es la del crecimiento explosivo del EZLN. Debido a las condiciones políticas y sociales, crecimos más allá de la Selva Lacandona […] La sexta es la de la votación de la guerra y los preparativos, incluida la llamada ‘Batalla de la Corralchén’ en mayo de 1993, cuando tuvimos los primeros combates con el ejército federal”. La séptima etapa fue la víspera del levantamiento armado del 1 de enero de 1994, cuando se desplegaron más de 4 mil 500 combatientes en primera línea de fuego, mientras otros 2 mil quedaban en la reserva. “La madrugada del 31 de diciembre de 1993 confirmé la orden de ataque, la fecha y la hora. En resumen: el EZLN atacaría simultáneamente cuatro cabeceras municipales y otras tres más ‘al paso’, reduciría a las tropas policiacas y militares en esas plazas, y marcharía después a atacar dos grandes cuarteles del ejército federal”.
En diez años, aquel núcleo original de seis personas creció hasta tener miles de combatientes que se fueron organizando disciplinadamente en la clandestinidad de la selva. Pero en Chiapas, a mediados de los años ochenta, ya circulaban rumores de un grupo armado, recuerda el periodista Luis Hernández Navarro, quien viajaba a ese estado desde 1976 para trabajar con comunidades indígenas, cafetaleros y maestros. En su opinión, hay varios elementos que se deben considerar para entender el surgimiento y el crecimiento del EZLN. “Primero, a Chiapas no llegó la Revolución Mexicana, no es una exageración”; antes del levantamiento “gobernaba un sistema regional de dominio en manos de la famosa familia chiapaneca que venía del mundo de las fincas, un mundo de una enorme explotación que involucraba hasta el derecho de pernada (que el patrón podía disponer sexualmente de las hijas y mujeres de los mozos) o cortarles las orejas a los peones”.
Hernández Navarro también destaca el proceso de migración de gente “a la conquista de la selva, que sólo pueden realizar sobre la base de un enorme espíritu comunitario, con disciplina, etcétera. Otro elemento importante es el trabajo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, encabezada por Samuel Ruiz, una diócesis enorme donde es muy difícil administrar los sacramentos, que impulsa un proceso de formación de cuadros indígenas de diáconos que se convierten en dirigentes sociales ligados a este mismo proceso comunitario, y finalmente se desprende de lo que fue el Congreso Indígena” de 1974 por los 500 años de Fray Bartolomé de las Casas, “de ahí surge una gran cantidad de organizaciones campesinas” que se dedican a la lucha por la tierra y por la seguridad de las comunidades lacandonas.
De manera que, antes incluso de la llegada del “núcleo original” del EZLN, que provenía de las Fuerzas de Liberación Nacional (grupo insurgente que surgió en Monterrey, en 1969), en Chiapas ya había “cuadros formados, comunidades políticas” experimentadas; “entonces, el paso a la lucha verdadera, como le llamaban, se da más o menos de manera natural” debido a “todos los agravios que se habían vivido en el mundo de las fincas y los finqueros y los esfuerzos de la conquista de la selva como tal. Creo que esto explica este rápido crecimiento” del EZLN antes del levantamiento, opina Luis Hernández.
El periodista también destacó la importancia del contexto nacional contra el que se levantó el EZLN, en particular la inminente entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el 1 de enero de 1994. “Pero creo que la gota que derrama el vaso es la reforma del Artículo 24 constitucional, que cancela la opción del reparto agrario”. Esa reforma, aprobada en enero de 1992, fue una de las medidas neoliberales impuestas en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, y resultó una de las más devastadoras para las comunidades rurales e indígenas, al abrir la puerta para que las tierras de los ejidos y comunidades agrarias salieran de la propiedad social para entrar al ámbito de la propiedad privada y así poder ser vendidas y compradas, lo que generó un intensivo ciclo de despojos cuyos efectos vemos hoy en las grandes extensiones de la agroindustrias, de la minería o de los megaproyectos.
La irrupción pública de aquellos miles de zapatistas que tomaron San Cristóbal de las Casas y más cabeceras municipales en los primeros días de 1994, no sólo les arruinó a Salinas y a los demás partidos políticos y a los empresarios la fiesta que tenían preparada por la llegada de la supuesta “modernidad” comercial, sino también a muchos otros que más allá de México celebraban el supuesto “fin de la historia” y el triunfo capitalista mundial tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética. El alzamiento zapatista habría de inspirar desde entonces a movimientos sociales y de izquierda del mundo para luchar contra el neoliberalismo.
El gobierno federal respondió al levantamiento del 1 de enero de 1994 enviando a casi 70 mil elementos de las Fuerzas Armadas a Chiapas. La sociedad mexicana, identificada con las demandas zapatistas, se movilizó exigiendo detener la guerra, y a los 12 días de conflicto armado se declaró un alto al fuego. El 16 de febrero iniciaron las primeras conversaciones entre el EZLN y el gobierno, que terminaron con la firma, en 1996, de los Acuerdos de San Andrés sobre el “Derecho y Cultura Indígena”, que comprometían al Estado a reconocer constitucionalmente a los pueblos indígenas y su autonomía.
Mientras se realizaban esos diálogos, el EZLN retomó el llamado a la sociedad civil en su Tercera Declaración de la Selva Lacandona para crear un frente nacional opositor. También llamó a celebrar el Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo (1996) y a crear una nueva fuerza política nacional cuyos integrantes no desempeñarían cargos de elección popular o puestos gubernamentales, porque “no aspiraría a la toma del poder”: el Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN), cuyo programa, descrito en la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, es de lucha “contra el sistema de partido de Estado, en aras de un nuevo constituyente y una nueva Constitución Política y a favor de la justicia, la libertad y la democracia en todo y no sólo en lo electoral”. Aquí se inscribe uno de los principios más importantes el zapatismo: el “mandar obedeciendo”.
Con esos diálogos también se avanzó en la creación del Congreso Nacional Indígena (CNI), el 12 de octubre de 1996, “planteándose ser la casa de todos los pueblos indígenas, es decir, un espacio donde los pueblos originarios encontráramos el espacio de reflexión y solidaridad para fortalecer nuestras luchas de resistencia y rebeldía, con nuestras propias formas de organización, de representación y toma de decisiones”. El cni se rige por siete principios: servir y no servirse, construir y no destruir, representar y no suplantar, convencer y no vencer, obedecer y no mandar, bajar y no subir y proponer y no imponer.
Sin embargo, el gobierno federal, ahora encabezado por Ernesto Zedillo, continuó su asedio militar contra el EZLN —en diciembre de 1997 se produjo la masacre de 45 indígenas en Acteal, a manos de paramilitares— e incumplió con los Acuerdos de San Andrés. Uno de los mayores quiebres ocurrió en abril de 2001, cuando los diputados del pri, el pan, el prd y el Partido Verde Ecologista aprobaron un proyecto de ley contrario a lo que se había acordado en San Andrés, una contrarreforma que constituyó una traición al EZLN y a todos los pueblos indígenas y grupos de la sociedad civil que participaron en los diálogos. Los zapatistas y más comunidades indígenas respondieron avanzando en sus procesos de autonomía.
La autonomía en el centro de la resistencia
El filósofo jesuita David Velasco Yáñez, SJ (1952-2023), quien fue profesor e investigador en el iteso, acompañó al zapatismo durante varios años y documentó parte de su historia. En 2004 escribió un artículo titulado “El efecto zapatista, algunas tesis aproximativas”, donde explica que “hay un momento en el que los zapatistas no piden tanto el apoyo a sus demandas, cuanto que la gente se organice en sus centros de trabajo, en las escuelas y en los barrios. La Quinta Declaración de la Selva Lacandona (1995) es, posiblemente, el momento clave en este llamamiento ‘al pueblo de México’ para que modifique su manera de hacer política, para que se entienda que los zapatistas no luchan por el poder, no pelean ningún cargo, sino que defienden una manera de hacer política en la que se reivindica la autonomía, no sólo la de los pueblos indios, sino la de las organizaciones que se dé la gente en defensa de sus intereses y para realizar sus mejores propósitos de democracia, justicia y libertad” (Renglones, enero-abril de 2004).
Por su parte, Gustavo Esteva, activista, escritor, fundador de la Universidad de la Tierra en Oaxaca y quien también acompañó durante años al EZLN, señaló que, tras la traición a los Acuerdos de San Andrés, “los pueblos zapatistas aprendieron que ninguna muestra de dignidad podía venir desde arriba. Su decisión colectiva fue entonces prepararse y organizarse para mejorar las condiciones de vida en el territorio recuperado en 1994”, y a partir de 2001 se enfocaron“ en construir de forma autónoma escuelas, levantar centros de salud y clínicas, organizar trabajos colectivos en el área de la producción y la comunicación, así como a recrear sus propias normas y sistema de justicia, designando responsables de áreas y tareas a partir del servir y no servirse. Con su ejemplo han demostrado que es posible organizar a la sociedad de forma distinta a la del Estado moderno, del sistema económico capitalista o socialista centralizado. Sin embargo, nunca han buscado imponerse como modelo, sino que siempre han promovido que cada grupo, cada pueblo, busque sus respuestas a su modo, desde abajo”. (“Mandar obedeciendo en territorio zapatista”, de Gustavo Esteva, Diana Iztu Gutiérrez Luna e Irene Ragazzini, América Latina en Movimiento, julio de 2014).
Rocío Moreno, doctora en Ciencias Sociales, coincide en que “la autonomía es fundamental para poder mantener en nuestros términos nuestro territorio y nuestra cultura”, y ese mensaje resonó con fuerza en Mezcala, en la ribera del Lago de Chapala, comunidad que mantiene una lucha en defensa de su territorio. La comunera explica cómo después de aquella primera impresión que tuvo del EZLN en 1994, cuando ella tenía 12 años, la información sobre el zapatismo llegó a Mezcala por un comunero llamado Adelo Robles, en la segunda mitad de los años noventa y, luego, en 2002, “tuvimos el primer contacto con gente del fzln”.
En esos años se creó el Colectivo Mezcala, donde estudiaban al zapatismo y comenzaron a involucrarse en la lucha por su comunidad y la de otros pueblos. En 2004, Moreno y otros integrantes del colectivo viajaron a territorios zapatistas en Chiapas. En 2006, Mezcala fue sede el Foro Nacional en Defensa de la Madre Tierra, convocado por el cni, y desde esa instancia comprendieron que la lucha contra el racismo y el despojo de territorio era algo amplio “que nos correspondía a todos los pueblos originarios de México”; también que, desde entonces “ya estamos hablando de autonomía, ahora ya estamos hablando de gobiernos tradicionales, de la toma de decisiones por medio de asambleas comunitarias, de trabajos comunitarios, de conocer nuestra historia; todo esto, desde mi punto de vista, fue lo que obtuvimos al acercarnos a caminar junto con el zapatismo y el cni”, explica Rocío Moreno, quien ya en 2018 fue integrante del Concejo Indígena de Gobierno, instancia del cni que lanzó la candidatura independiente de María de Jesús Patricio a la presidencia de la República para organizar a la sociedad dede abajo y desmontar al sistema capitalista.
De Chiapas hasta Rojava
Otro momento importante para la resonancia de las ideas zapatistas ocurrió en 2005, con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, donde el EZLN se dirigió a “los indígenas, obreros, campesinos, maestros, estudiantes, amas de casa, colonos, pequeños propietarios, pequeños comerciantes, microempresarios, jubilados, discapacitados, religiosos y religiosas, científicos, artistas, intelectuales, jóvenes, mujeres, ancianos, homosexuales y lesbianas, niños y niñas, para que, de manera individual o colectiva, participen directamente con los zapatistas en esta campaña nacional para la construcción de otra forma de hacer política, de un programa de lucha nacional y de izquierda, y por una nueva Constitución”. Al año siguiente, el EZLN lanzó La Otra Campaña, como la práctica de la Sexta Declaración: delegaciones zapatistas recorrieron el país, encontrándose y relacionándose con un amplio abanico del México agraviado por el capitalismo neoliberal y la exclusión social.
En 2021, los zapatistas emprendieron otra iniciativa de encuentros, pero ahora internacional, a partir de la Declaración por la Vida: un viaje por Europa en el verano de ese año, con el objetivo de unirse con otros colectivos, sujetos, organizaciones y movimientos anticapitalistas, en una lucha sin fronteras en contra de “la violencia contra las mujeres; la persecución y desprecio a los diferentes en su identidad afectiva, emocional, sexual; el aniquilamiento de la niñez; el genocidio contra los originarios; el racismo; el militarismo; la explotación; el despojo; la destrucción de la naturaleza”.
Más allá de México, el levantamiento zapatista representó una “inyección de ánimo y alegría” para sujetos, pueblos u organizaciones de izquierda en geografías lejanas. Raúl Zibechi, escritor y activista uruguayo con una larga trayectoria en América Latina, opina que “el zapatismo ha hecho una revolución. ¿Qué es una revolución? Es un cambio de régimen. Entonces, en las regiones donde está implantado el zapatismo hubo un cambio de régimen, en los hacendados las tierras fueron tomadas por los pueblos organizados, y en esos espacios que tomaron se instaló una nueva sociedad, el comienzo de una nueva sociedad. Entonces tiene todas las características de una revolución”, diferente de todas las demás experiencias revolucionarias que buscaban la toma del poder, como la rusa, la francesa o la de Nicaragua, y por eso “el zapatismo se mantiene en pie” 30 años después, “porque no ha derivado en un poder autoritario, jerárquico sobre los pueblos”.
En este sentido, Zibechi destaca que “la revolución no puede consistir en estancarse en el poder estatal. Revolucionalizar la sociedad requiere cambios, yo no te digo todos los días, pero sí un proceso ininterrumpido de transformaciones en todos los terrenos. Cuando estuvimos en la Escuelita Zapatista, hace 10 años, pudimos ver todos los cambios que había habido en todos los aspectos de la vida” de las comunidades zapatistas.
El escritor uruguayo descarta que el zapatismo haya influido en otros procesos autonómicos que se desarrollan en el mundo, pues “quien más está influyendo es el neoliberalismo con su destrucción de la vida. Pero, sin duda, todos los procesos conocen en mayor o menor medida al zapatismo, y es un punto de referencia, pero no es para imitarlo”; más bien, observa “ciertas confluencias de procesos” autonómicos, y así “hay procesos que tienen relación intensa con el zapatismo: el mapuche en Chile, el nasa de Colombia y los kurdos de Rojava, que están en la frontera de Siria y Turquía”.
Reorganización frente a la tormenta
Desde las últimas semanas de 2023, el EZLN ha anunciando una reorganización interna. El 2 de noviembre publicaron el comunicado “Tercera Parte: Dení”, donde el ahora capitán Marcos hace un repaso por la “tormenta” que “ya tenemos encima”, no sólo los pueblos indígenas, sino toda la humanidad. Una expresión de esa tormenta es la devastación de la Madre Tierra, que “está como inconformada, como protestando, pues está lo más peor: el monstruo, la hidra, el capitalismo, que está como loco robando y destruyendo”. En esa tormenta también aparece “el Crimen Desorganizado, que son los mismos malos gobiernos, de todos los partidos políticos, que se esconden y se pelean por el dinero. Este Crimen Desorganizado es el principal traficante de drogas y personas; el que se queda con la mayor parte de los apoyos federales; el que secuestra, asesina, desaparece; el que hace negocio con la ayuda humanitaria; el que extorsiona, amenaza y cobra derecho de piso con impuestos que son para que un candidato o candidata digan que ahora sí van a cambiar las cosas, que ahora sí se van a portar bien”.
Como contexto de este proceso está el recrudecimiento de la violencia. En septiembre de 2021, el EZLN denunció que Chiapas está “al borde de la guerra civil” y acusó al gobierno de Rutilio Escandón de tener una alianza con el narcotráfico que provoca “que las comunidades originarias se vean obligadas a formar grupos de autodefensa, porque el gobierno nada hace para preservar la vida, la libertad y los bienes de los pobladores. El gobierno de Chiapas no sólo solapa a las bandas de narcotraficantes, también alienta, promueve y financia a grupos paramilitares”. El EZLN emitió otro comunicado en febrero de 2022 denunciando una serie de ataques represivos en contra de los pueblos originarios en diferentes puntos del país y haciendo responsable al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su proceso de militarización.
El 24 de junio de 2023, el cni también denunció en un comunicado una serie de ataques paramilitares en contra de bases de apoyo zapatistas. “Si bien estas agresiones forman parte de una estrategia de guerra paramilitar contra el movimiento zapatista que data de 1994, ahora se enmarcan en un contexto de creciente violencia, fomentado por la crisis económica en la que los pueblos no zapatistas viven; sin más recursos, dependientes y subordinados a las prebendas de programas sociales como Sembrando Vida. Pueblos no zapatistas se ven en la necesidad de intercambiar dinero por hectáreas de tierra, lo que ha llevado a organizaciones paramilitares como la orcao [Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo] a realizar más de 100 ataques de 2019 a la fecha, con el fin de despojar territorios”. Por separado, en septiembre de 2023, la diócesis de San Cristóbal de las Casas advirtió en un comunicado que “los grupos delincuenciales se han apoderado de nuestro territorio y nos encontramos en estado de sitio, bajo psicosis social, con narcobloqueos, que usan como barrera humana”.
En el comunicado “Dení” del 2 de noviembre de 2023, el EZLN advierte que “ya tenemos encima la tormenta. La misma de la que advertimos hace casi 10 años. Lo primero que vemos es que la destrucción viene más rápido. Lo que pensamos que pasaría dentro de 10 años, ya está aquí […] en todos estos últimos años, nos hemos estado preparando para esta oscuridad. 10 años llevamos preparándonos para estos días de dolor y de pena para quienes somos todos los colores que somos de la tierra. 10 años revisando autocríticamente lo que hacemos y lo que no hacemos, lo que decimos y callamos, lo que pensamos y miramos. Nos hemos preparado a pesar de traiciones, calumnias, mentiras, paramilitares, cercos informativos, desprecios, rencores y ataques de quienes nos reprochan no obedecerlos”.
Dos días después, en el comunicado “Varias muertes necesarias”, el EZLN anunció que “después de un largo y profundo análisis crítico y autocrítico, y de consultar a todos los pueblos zapatistas, se decidió la desaparición de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) y las Juntas de Buen Gobierno […] se mantienen los Caracoles, pero permanecerán cerrados al exterior hasta nuevo aviso”. Ahí también anunciaron “una celebración con motivo de los 30 años del inicio de la guerra contra el olvido. Esto en los meses de diciembre del 2023 y enero del 2024. Están invitadas todas las personas que firmaron la ‘Declaración por la Vida’. Sin embargo, es nuestro deber, al mismo tiempo que se les invita, desalentarles. Contrario a lo que informa y desinforma la prensa oficialista, autodenominada cool-progre-buena-ondita, las principales ciudades del suroriental estado mexicano de Chiapas están en un completo caos. Las presidencias municipales están ocupadas por lo que nosotros llamamos ‘sicarios legales’ o ‘Crimen Desorganizado’. Hay bloqueos, asaltos, secuestros, cobro de piso, reclutamiento forzado, balaceras. Esto es efecto del padrinazgo del gobierno del estado y la disputa por los cargos que está en proceso”.
El 12 de noviembre, el EZLN anunció “la Nueva Estructura de la Autonomía Zapatista”, cuya base principal “es el Gobierno Autónomo Local, GAL. Hay un GAL en cada comunidad donde habitan bases de apoyo zapatistas. Los GAL zapatistas son el núcleo de toda la autonomía. Son coordinados por los agentes y comisariados autónomos y están sujetos a la asamblea del pueblo, ranchería, comunidad, paraje, barrio, ejido, colonia, o como se autonombre cada población. Cada GAL controla sus recursos autónomos organizativos (como escuelas y clínicas) y la relación con pueblos hermanos no-zapatistas vecinos. […] Entonces, si antes había unas decenas de MAREZ, o sea de Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, ahora hay miles de GAL zapatistas”.
Además, según “sus necesidades, problemas y avances, varios GAL se convocan en Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas, CGAZ, y aquí se discuten y se toman acuerdos sobre asuntos que interesan a los GAL convocantes. Cuando así lo determinen, el Colectivo de Gobiernos Autónomos convoca a asamblea de las autoridades de cada comunidad. Aquí se proponen, discuten y se aprueban o rechazan los planes y necesidades de Salud, Educación, Agroecología, Justicia, Comercio, y las que se vayan necesitando. A nivel de CGAZ están los coordinadores de cada área. No son autoridades. Su trabajo es que se cumplan los trabajos que piden los GAL o que se ven necesarios para la vida comunitaria. […] Cada región o CGAZ tiene sus directivos, que son los que convocan a asambleas si hay algún problema urgente o que afecta a varias comunidades. Es decir, que donde antes había 12 Juntas de Buen Gobierno, ahora habrá centenares”.
Después “siguen las Asambleas de Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas, ACGAZ. Que son lo que antes se conocía como Zonas. Pero no tienen autoridad, sino que dependen de los CGAZ. Y los CGAZ dependen de los GAL. La ACGAZ convoca y preside las asambleas de zona, cuando sean necesarias según las peticiones de GAL y CGAZ. Tienen su sede en los Caracoles, pero se mueven entre las regiones. O sea que son móviles, según las demandas de atención de los pueblos. […] Las zonas (ACGAZ) y las regiones (CGAZ) están mandadas por los pueblos, deben rendir cuentas a los pueblos y buscar la forma de cumplir con sus necesidades en Salud, Educación, Justicia, Alimentación y las que se presenten por emergencias ocasionadas por desastres naturales, pandemias, crímenes, invasiones, guerras, y las demás desgracias que depare el sistema capitalista”.
Esta reorganización busca “aumentar la defensa y seguridad de los poblados y de la Madre Tierra en caso de agresiones, ataques, epidemias, invasión de empresas depredadoras de la naturaleza, ocupaciones militares parciales o totales, catástrofes naturales y guerras nucleares. Nos hemos preparado para que sobrevivan nuestros pueblos, incluso aislados unos de otros. Entendemos que tengan problemas para asimilar esto. Y que, durante un tiempo, van a batallar en entenderlo. A nosotros nos tomó 10 años pensarlo, y de esos 10 años, tres en prepararlo para su práctica”.
Al final de ese comunicado, el subcomandante insurgente Moisés señala: “Desde hace 30 años, nuestra lucha es por la vida. Seguramente hemos cometido muchos errores en todos estos años. De seguro haremos más en los siguientes 120 años. Pero no nos rendiremos, no cambiaremos de camino, no nos venderemos. Siempre estaremos revisando con mirada crítica nuestra lucha, sus tiempos y modos. Siempre estarán nuestra mirada, nuestro oído, nuestra cabeza y nuestro corazón, dispuestos a aprender de otros que, aunque diferentes en muchas cosas, tienen nuestras mismas preocupaciones y semejantes anhelos de democracia, libertad y justicia. Y siempre buscaremos lo mejor para nuestros pueblos y para las comunidades hermanas. Somos, pues, zapatistas”.
Relevos y quiebres generacionales
El EZLN se ha mantenido vital gracias a la fuerza y la rebeldía de la juventud, tanto la que vive en sus territorios, como también los jóvenes de otras geografías hasta donde resuena el zapatismo. A 30 años del levantamiento, se puede apreciar un contraste entre el avance del relevo generacional dentro de las comunidades zapatistas, donde ya han florecido cuatro generaciones rebeldes, y los retos que enfrentan los chavos en los demás lugares de un mundo capitalista y violento que está provocando un peligroso quiebre.
Rocío Moreno, doctora en Ciencias Sociales y comunera de la comunidad coca de Mezcala, recuerda que la última vez que estuvo en Chiapas fue el 1 de enero de 2020, en un aniversario del alzamiento. “Me impactó ver a tantos milicianos jóvenes, que han crecido en el zapatismo y que nacieron incluso ya en otra realidad. Cuando sus papás, las autoridades comunitarias, narran lo que ellos vivían con los finqueros, con los hacendados, había una discriminación profunda por ser indígena […] a ellos no les ha tocado vivir la realidad que vivieron sus papás”. Pero lo más interesante es “cómo estas comunidades están involucrando a las nuevas generaciones, porque ahí es donde comienzan los grandes retos de las organizaciones, cómo se va a renovar el sentido de la lucha, cómo se va a renovar el zapatismo en las nuevas generaciones y creo que eso, en gran medida, lo han tenido muy claro desde su alzamiento, porque cuando salieron no solamente fueron los hombres y las mujeres de estos pueblos, sino también fueron las distintas generaciones que siguieron al propio EZLN”.
Por su parte, Raúl Zibechi, escritor y activista uruguayo, afirma que “una de las cosas más hermosas del zapatismo son los relevos generacionales”, recordando la imagen de la marcha que realizó el EZLN en marzo de 2022 en contra de todas las guerras capitalistas del mundo. “Veías a una generación nueva de mujeres y de varones, vestidos de otra forma, digamos, de forma urbana, con sus mochilas, con sus tenis, y son jóvenes modernos que contrastan vivamente con aquel ejército del 1 de enero del 94, cuando algunos iban descalzos o con calzado precario, y aquí se les nota mucho mejor alimentados”.
Luis Hernández Navarro, periodista y editor de Opinión en La Jornada, señala que “a partir 1999 [los zapatistas] se hacen cargo de su propio sistema de educación; creo que una de las razones por las que indígenas chiapanecos se suman al EZLN es por su enorme deseo de saber, de conocer, y el zapatismo les da un horizonte tremendo en ese terreno y hay una actividad permanente de formación. Lo vemos en los distintos eventos públicos que realizan, donde los jóvenes están. Es algo que solamente puede hacerse realidad a partir de este proceso de recambio generacional tan intenso, y lo vemos también en sus expresiones artísticas, en la cantidad de festivales artísticos que han realizado con una diversidad de expresiones musicales, dancísticas, etcétera, completamente alejadas de cualquier nostalgia folclorizante”.
Más allá de los territorios zapatistas, Hernández Navarro recuerda que cuando se produjo el levantamiento de 1994, “hubo un enorme acercamiento de sectores de la juventud que vieron en el zapatismo una referencia para sus luchas, después de lo que había sido la caída del muro de Berlín y de la desesperanza, y viajaron a Chiapas, hicieron campamentos. La izquierda mexicana de aquellos años se refería a ellos con un enorme desprecio como los ‘aretudos’, porque llevaban sus tatuajes, sus aretes, y no era el perfil del militante de izquierda clásico de aquellos años. Pero aquellos ‘aretudos’ que ellos veían por arriba del hombro, acabaron siendo quienes jugaron un papel fundamental en las protestas en contra de la globalización neoliberal, en todo el movimiento altermundista; ellos desempeñaron un papel central inspirados, como lo decían, en el zapatismo”.
Pero, actualmente, la situación es más compleja. Rocío Moreno recuerda que en 1994, la sociedad civil mexicana cobijó la lucha del EZLN y “eso hizo de alguna manera que se ampliara el movimiento zapatista. Pero en este momento, cuando hay una guerra abierta hacia la sociedad civil, muchos jóvenes están colocando sus sueños y anhelos en otros espacios totalmente contrarios a lo que pudiera ser el zapatismo, como, por ejemplo, el crimen organizado, las redes sociales, el individualismo ya cada vez más marcado en las sociedades actuales”. Por eso, opina “que estamos en un momento con muy poca esperanza: el balance, el escenario de hoy comparado con el de hace 30 años es devastador, porque el Estado, el crimen organizado y los grandes capitalistas han avanzado de manera abrumadora y la gente no tiene mucho control”, lo que está “provocando un silencio y desarticulación profunda en nuestra sociedad”. Raúl Zibechi advierte que hoy “estamos ante quiebres generacionales muy profundos que están marcando muy negativamente a nuestras sociedades”, debido al “capitalismo, el consumismo, las redes sociales, el inmediatismo de todas las relaciones humanas: estamos ante procesos que prácticamente se fijan en el día a día, no hay una perspectiva histórica y esto es muy grave, primero porque hay cortes de la memoria, los jóvenes no leen, no buscan literatura, no escuchan a los mayores, más bien les tienen recelo, entonces eso es lo que explica que venga gente como [Javier] Milei y como [Jair] Bolsonaro. Hay un quiebre generacional en las sociedades occidentales muy profundo que pone en jaque a esas mismas sociedades”.