La convicción y la humana condición

La convicción y la humana condición

– Edición 499

Imagen de la película Whiplash

Por medio de los desdichados a menudo se iluminan otros aspectos menos plausibles o más intangibles del fenómeno humano

El cine, en particular el cine estadounidense, ofrece abundantes historias en las que los protagonistas buscan un objetivo que, con convicción y tesón, casi siempre consiguen. Por lo general tienden a ser muy similares: parafraseando a Tolstoi, cabría decir que todas las películas que dan cuenta de la ruta que lleva al éxito —como sucede, por ejemplo, con las que se ocupan de asuntos deportivos— se parecen unas a otras; y, por predecibles, resultan igualmente tediosas. Ensalzan el convencimiento, que se traduce en disciplina y resiliencia, que tienen los protagonistas para superar los obstáculos y alcanzar la cima, para “hacer realidad sus sueños”, como dicta el ABC de la superación personal.

Pero cada película que aterriza en la desdicha, “lo es a su manera”. Y no hablamos de historias de fracaso: no es que los personajes desdichados carezcan de convicción, talento o ambición, o sean “viles perdedores”, pues pueden ser tan enjundiosos como los otros. Su desdicha puede explicarse, para empezar, porque en su ruta se atravesó el azar; para terminar, porque al alcanzar la meta descubren que ésta, en realidad, no tiene la menor importancia. A diferencia de los deportistas optimistas, que concentran su atención y su acción en un solo objetivo, por medio de los desdichados a menudo se iluminan otros aspectos menos plausibles o más intangibles del fenómeno humano. De ahí que las cintas de esta categoría terminan por ofrecer mayores variedad y riqueza (mayor profundidad), por ampliar el abanico de exploración de la humana condición.

Nostalgia (Nostalghia, 1983), de Andrei Tarkovski

Los personajes de Tarkovski viven angustiados por la pérdida de espiritualidad que perciben en la humanidad, por lo que con gran convicción realizan actos salvadores, sacrificios, que las personas sin fe consideran absurdos. En esta cinta, el “demente” Domenico se inmola después de ofrecer un discurso desesperado; el poeta Gorchakov debe mantener viva la flama de una vela que lleva de un lado a otro de un estanque. En las películas de Tarkovski, la convicción resulta tan emotiva y convincente, tan espiritual, que dan ganas de creer.

La princesa Mononoke (Mononoke-hime, 1997), de Hayao Miyazaki

La acción se ubica en el Japón medieval. San, la princesa del título, es una chamaca que combate del lado de los dioses del bosque a una colonia minera que daña la naturaleza. Ashitaka viaja buscando la cura para una maldición y constata que ambos bandos tienen algo a su favor. Busca mediar y detener los enfrentamientos, pero, más adelante, los acontecimientos lo ponen del lado de San, y pelean juntos. Para no variar con Miyazaki, el nexo entre ambos se fortalece con el amor, asunto que acaso demanda la mayor convicción.

Hannah Arendt (2012), de Margarethe von Trotta

Von Trotta recoge un episodio significativo en la vida de la filósofa del título: el juicio del nazi Adolf Eichmann. Conforme éste avanza, ella cae en la cuenta de que él no es un monstruo, sino un humano obediente. Desarrolla entonces el concepto “la banalidad del mal” que, dice, también atañe a algunos líderes judíos. Así lo consigna en las notas que envía al semanario The New Yorker, las cuales provocan indignación. A pesar de eso, Arendt sigue: para ella pensar es una convicción irrenunciable, aún más cuando se va a contracorriente.

Whiplash (2014), de Demian Chazelle

Andrew estudia en una prestigiosa escuela de jazz. Lo mueve la convicción de convertirse en un baterista memorable. De esta voluntad saca provecho un instructor quisquilloso y ventajoso. Andrew, que es una especie de experimento del maestro, se desvive por complacerlo, y en la ruta se extravía, pierde el gusto por la música… y la salud. Chazelle ofrece una reflexión agridulce sobre las consecuencias de hacer propias exigencias y metas, convicciones, que son ajenas, y que provocan un daño irremediable al empeñarse en ir más allá de los límites.

Taxi Teherán (2015), de Jafar Panahi

El relato se estructura por medio de los trayectos de un taxi que conduce el cineasta, y avanza gracias a la interacción con los pasajeros-personajes. Así da forma a una especie de mosaico social de Irán que resulta bastante elocuente. En la cinta quedan de manifiesto las convicciones que Panahi tiene como ciudadano y como cineasta: dar voz a los más desfavorecidos (niños y mujeres) y pronunciarse contra un régimen que desprecia las libertades individuales y que lo encarceló por “atentar contra la seguridad nacional”.

Para saber más
:: Nostalgia (discurso de Domenico, con subtítulos en español).
:: Nostalgia (escena final).
:: Andréi Tarkovski: la creencia en sí mismo.
:: Whiplash (cortometraje original subtitulado en el que se basa el largo).
:: Chazelle: ¿cómo escribí Whiplash? (subtítulos en inglés).
:: Hannah Arendt (película completa con subtítulos en español).
:: Elogio de Miyazaki, por John Lasseter (con subtítulos en español).

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