La conciencia del cuerpo: Richard Serra
Dolores Garnica – Edición 423
En su obra, Serra obliga a quien la observa a caminar para asomarse por pasillos imprevistos, por espacios anchos, estrechos, altos y bajos; es una experiencia que transforma el metal en arte.
En 1981, miles de personas que querían cruzar la Foley Square de Nueva York tenían que rodear los 40 metros de una muralla de acero de 3.5 metros de alto. Durante cuatro años, miles de personas se quejaron ante el ayuntamiento de La Gran Manzana. En 1985, los quejumbrosos ganaron mediante un plebiscito. En 1989, cientos de trabajadores desplazaron el Tilted Arc de Richard Serra y lo convirtieron en chatarra.
La leyenda ya había cobrado forma desde el minimalismo hasta el Land Art del artista estadunidense que en 2010 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Desde los años sesenta, Richard Serra estaba ya presente en muchas de las galerías y los museos más importantes del planeta. Según los expertos, es suya la última gran renovación de la escultura estadunidense, y las corrientes, escuelas y movimientos de la vanguardia le quedan apretados.
Peso, masa y gravedad como escultura: los elementos que hacen que Richard Serra fije su mirada sobre la interacción del espectador con la obra de arte; quizá por eso su cambio del minimalismo al Land Art y hasta los Site Works: los artistas que a partir de los años cincuenta sacaron el arte del museo y lo llevaron a espacios públicos, desde Fluxus hasta Daniel Buren. Los Site Works nacen del contexto físico donde estarán situados, hacen del escenario parte de la pieza y la escultura misma significa una intervención, algo que transforma el lugar. Eso pasó con Tilted Arc, pero además —y en eso se basa la última obra de Serra— confronta al espectador con su propio cuerpo, le recuerda que él también es peso, masa y gravedad y lo desafía a rodear una muralla, a no encontrar la salida en un laberinto, a sentir miedo debajo de una gran placa equilibrista sobre un delgadísimo trozo de metal, o simplemente a no poder cruzar la sala de una galería.
En 1969, el artista creó One Ton Prop (House of Cards), cuatro placas de metal de 122 por 122 centímetros, apoyadas unas sobre otras en delicadísimo equilibrio. De 1976 a 1977 creó Terminal en Bochum, Alemania, altas placas que causan confusión y peligro debido también a su equilibrio. A partir de 1972 intervino alevosamente en el paisaje intentando convertirlo en escultura y transformar la escultura en paisaje. En Shift, en Toronto, el artista dejó una colina de metal con seis muros de igual longitud que cambia con las estaciones del año. En 1990 instaló Afangar en Islandia, nueve pares de columnas de basalto negro de más de cuatro metros de alto, pieza que toma dos horas recorrer y que durante el verano funciona como descanso para las aves.
De 1994 a 1997 levantó su gigantesca La materia del tiempo, tres hojas perpendiculares que recrean una curva en el Museo Guggenheim de Bilbao, y que después fue completándose como una gran instalación que crece y crece en acero oxidado: un juego para el artista y para el espectador que se transforma inesperadamente cuando el visitante recorre y rodea la pieza, creando movimiento. En su obra, Serra obliga a quien la observa a caminar para asomarse por pasillos imprevistos, por espacios anchos, estrechos, altos y bajos; es una experiencia que transforma el metal en arte, pero que también devuelve algo de la conciencia física que se nos olvida. Nos obliga a sabernos materia. m
En internet
:: La galería de Richard Serra
:: Biografía, entrevistas y videos
:: Entrevista
:: Sobre la retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York
Para leer
:: Richard Serra, de María de los Ángeles Layuno Rosas (Nerea, San Sebastián, 2001).
:: Richard Serra Sculpture: Forty Years, de Kynaston McShine (The Museum of Modern Art, Nueva York, 2007).