Karl Bushby: Hacia el horizonte
Alejandro Zamora – Edición 476
Los horizontes se expanden enormemente para aquellos que eligen la vida de trotamundos. Tras más de 20 años de caminata alrededor de la Tierra, este hombre se prepara para concluir su épico viaje. La aventura y la exploración le han dado sentido a su vida, pero también es cierto que regresa a casa con más preguntas que respuestas. Ahora, según él, su mayor aventura está por comenzar
Karl Bushby pronto regresará a casa. Hace 21 años dejó Inglaterra y desde entonces no ha vuelto a poner pie en su país natal. Un día de 1998 tomó un vuelo hacia Chile y al bajarse del avión, así, sin más, comenzó lo que ahora es su proyecto de vida: recorrer a pie la ruta ininterrumpida más larga de la historia. Su plan original era realizar la hazaña en 12 años, caminar desde Sudamérica hasta la Gran Bretaña, pero intrigas políticas, la crisis financiera, trámites burocráticos y las fuerzas de la naturaleza se han cruzado en su camino y lo han obligado a detener su marcha continuamente. Debido a la pandemia provocada por el virus SARS-COV-2, su viaje ha quedado suspendido una vez más. Por un lado, está ansioso de que el mundo sea nuevamente un lugar más transitable y estima que en tan sólo dos años pueda decir con orgullo “Misión cumplida”. Por otro, está habituado a las pruebas de resistencia: en las últimas dos décadas se ha hecho a la idea de que, paso a paso, algún día llegará hasta Inglaterra. Ya desde el inicio, Bushby había soñado con algo extraordinario, pero no imaginaba en qué medida su viaje iba a convertirse en la auténtica odisea de un hombre que busca regresar a casa, y que incluso espera ir más lejos.
Un aventurero privado de aventuras
De momento Karl se encuentra en Melaque, una playa de San Patricio, en el estado de Jalisco, donde ha formado una especie de base en los últimos años, lo más parecido a un hogar que tiene luego de tanto tiempo en el camino. En plena época de confinamiento mantiene su mente ocupada en otros proyectos y no baja la guardia. Incluso considera que las últimas semanas han sido productivas, pues ha podido concentrarse en aSIMETRIC, una organización cuyo objetivo es promover la curiosidad científica entre los más jóvenes. Su día a día consiste en responder correos, revisar presentaciones en su computadora, sostener entrevistas por videoconferencia y trabajar en algunas simulaciones de vuelo: “Nunca me aburro. Tengo una larga lista de cosas que necesito hacer. Ahora, básicamente tengo un trabajo de oficina como el presidente y fundador de esta ONG. No puedo caminar, entonces cambio de enfoque”. Todo lo anterior suena alentador, aunque hay una imagen inquietante que es difícil de ignorar: hoy en día, Karl Bushby es un aventurero privado de aventuras.
Esta entrevista se realizó en dos momentos de 2020, en los meses de enero y de mayo. A inicios del año, Karl estaba en espera de recibir una visa para entrar a Irán y así continuar su viaje; cinco meses después, el mundo parece otro. No sólo no ha recibido la visa, sino que, además, los efectos de la pandemia y la situación mundial han puesto en entredicho el fundamento de su profesión: la movilidad. “No se puede viajar, tampoco hay visas. Tenemos que esperar hasta que las fronteras abran nuevamente. No es un proceso fácil, porque la visa para entrar a Irán es extremadamente difícil de conseguir para alguien como yo, que tiene un pasaporte británico. Durante el invierno, de noviembre a enero, el problema era la situación geopolítica y el hecho de que Estados Unidos estuviera al borde de la guerra con Irán. Eso era el mayor obstáculo entonces. No pudimos obtener la visa, o siquiera hablar con alguien para que nos escuchara. Y tan pronto como empezamos a contactar a alguien en Irán, el covid-19 apareció. Ha sido como un golpe tras otro”.
Este año el futuro parece más incierto de lo habitual. Mientras los especialistas hablan de fenómenos como la “nueva normalidad”, la posibilidad de rebrotes, el distanciamiento social, el desempleo y la caída de la economía, Karl se oye confiado y considera que, más allá del cierre de fronteras, su aventura no se verá afectada drásticamente: “Para mí no es tan grave. El covid-19 no me afecta como a muchas otras personas. No pierdo un trabajo y todavía me queda algo de dinero por ahí. Estoy básicamente separado de la sociedad, la mayor parte del tiempo estoy solo en el camino”.
Además, a lo largo de su recorrido ha aprendido a lidiar con la incertidumbre de no saber cuándo volverá a caminar: “Ha pasado en varias ocasiones. La primera vez, justo después de haber cruzado el estrecho de Bering. Luego estuvo la crisis financiera, fue algo grande. Eso ocurrió en 2008, cuando perdimos a los patrocinadores. Terminé varado dos años aquí en México. También, desde luego, estuvo la prohibición de visa [por parte de Rusia] en 2013, esa vez tuvimos que atravesar Estados Unidos hasta la embajada [un viaje documentado por NatGeo].Ha habido todo tipo de obstáculos. En Rusia sólo podíamos caminar durante el invierno y pasábamos el verano esperando poder reanudar la marcha”.
“Ya casi todo está explorado. Los únicos exploradores que quedan son aquellos que estudian las profundidades del mar y del espacio”
Vida y camino de un trotamundos
Aunque aparenta menos años, Karl acaba de cumplir 51. Su físico no es propiamente el de un atleta. Tiene más bien uno de esos cuerpos robustos que uno pensaría ideales para sobrevivir a la tundra y a la selva. No se ve a sí mismo como un explorador, sino más bien como un aventurero: “Ya casi todo está explorado. Los únicos exploradores que quedan son aquellos que estudian las profundidades del mar y del espacio”. Quizás uno de sus rasgos más distintivos sea la rapidez con la que suele convertirse en el centro de atención de cualquier reunión. La gente quiere escucharlo. Y, aunque está dispuesto a compartir sus experiencias, le encanta también charlar largo y tendido sobre la sociedad, la ciencia y el espacio.
Los sucesos recientes que han marcado la historia de la humanidad son su fascinación. No hace mucho conoció a un hombre que vivió en El Cairo durante la Primavera Árabe, y de inmediato le dedicó toda su atención. Y de la misma manera en que se interesa por los asuntos internacionales, también sigue de cerca los últimos acontecimientos que ocurren en el espacio. Le gusta pensar que la humanidad llegará a ser una raza interplanetaria: “Yo ya estaré muy viejo para eso, pero tu generación verá cosas grandiosas”, comenta luego de admitir que, de haber nacido dos siglos más tarde, le habría gustado aventurarse al cinturón de asteroides: “Probablemente ésa sea nuestra frontera para entonces”.
En una misma noche, Karl Bushby te puede contar cómo, al cruzar la zona más caliente de Colombia, se hizo pasar por un vagabundo para no llamar la atención de las FARC y, más tarde, cuando escucha que alguien pone una canción de Soda Stereo, te confiesa que esa música lo transporta a los primeros años de su viaje. Y mientras se come una orden de tacos de cabeza en un puesto callejero, te muestra en su teléfono los avances del videojuego Flight Simulator 2020, que está próximo a salir. Karl ha estado aquí y allá. Se siente lo suficientemente confiado en este planeta como para soltar frases así de contundentes: “He visto lo peor y lo mejor de la humanidad”.
Proveniente de una familia de arraigada tradición militar, Karl pensó que estaba predestinado a convertirse en soldado. Fue así como a los 16 años inició su formación y durante una década sirvió en el Tercer Batallón del Regimiento de Paracaidistas del Ejército Británico. En 1996, los fatídicos enfrentamientos contra el Ejército Republicano Irlandés le cambiaron la vida. Tras sufrir frustraciones constantes, luego de pasar por un divorcio y con la ansiedad de quien piensa que su destino está incompleto, dio un golpe de timón y renunció al ejército. El plan no estaba del todo claro, pero en ese momento le sobraba ambición. Su padre lo ayudó a enfocarse y juntos trazaron una línea absurdamente larga en un mapa. Con determinación militar abandonó su casa de Hull, Inglaterra, y con 500 libras en el bolsillo, a finales de 1998, se subió al avión. En apenas unos meses dejó atrás su carrera, su país y a su pequeño hijo, Adam.
La ruta que ha mantenido a Karl Bushby ocupado consta de 58 mil kilómetros: inicia en Punta Arenas, en la Patagonia chilena, termina en Inglaterray lleva por nombre Goliath Expedition. Se trata de una caminata por 24 países, un mar congelado, seis desiertos y siete cadenas montañosas. “Un plan bastante malo, grande y estúpido, lo suficiente como para llamar la atención de todos”, comenta en el prólogo de su libro Giant Steps, donde narra los primeros años de su trayecto. Debido a las prolongadas interrupciones, se permite a sí mismo abandonar temporalmente su posición en el viaje. Por eso, aunque físicamente está en las costas del Pacífico mexicano, en el mapa de la Goliath Expedition su ubicación está en Asia Central, en la frontera de Turkmenistán con Irán, adonde regresará una vez que el panorama mundial sea más favorable.
En el imaginario de Karl, así es como luce alguien que día a día se esfuerza por cumplir su sueño. Sabe que en algún momento dará su último paso.
El mundo a pie
No conforme con la dificultad de la misión, Karl Bushby se impuso dos reglas que le dieron a su viaje dimensión épica: “Uno. No puedo usar ninguna forma de transporte para avanzar”. Con esto se refiere al uso de medios convencionales como autobuses, carros, aviones o barcos. Además de caminar, puede nadar, deslizarse en trineo o andar a camello, como lo intentó en Mongolia, desde donde trató de llegar hasta Europa en una caravana, un proyecto que fracasó. “Dos. Sólo caminando es que puedo llegar a casa”, aunque puede ser que cambie de opinión en el último instante: “Una vez que llegue a Inglaterra soy capaz de tomar un tren hasta mi casa sólo para molestar a todos”, bromea.
Seguirle el paso a este trotamundos exige más fuerza de voluntad que velocidad: “Es cuestión de rutina, pero también depende de en qué parte del mundo te encuentres”. Suele levantarse temprano, a veces antes de que salga el sol. Normalmente camina durante siete horas, con una pausa al medio día. A eso de las cinco de la tarde se detiene y empieza a buscar un lugar para colocar la tienda de campaña. Un buen día es aquel en el que logra recorrer 30 kilómetros y se va a dormir con poco dolor en el cuerpo. Un mal día, en cambio, “es cuando no logras esos 30 kilómetros, y te duele todo”. Su equipaje está conformado por varias cámaras, una computadora portátil, baterías, discos duros, paneles solares, un sistema de geolocalización, accesorios y ropa para acampar. Gran parte de este material está actualmente al otro lado del mundo: “Tengo como 10 mil dólares en equipo esperándome en un jardín de Turkmenistán, junto a unas cabras. Ha estado ahí por varios meses. Estoy algo preocupado. Sería terrible si lo perdiéramos”.
Para transportar el exceso de equipaje se ayuda de una carretilla llamada La Bestia. En realidad, se trata de La Bestia ii, una versión mejorada del diseño original. La primera carretilla no llegó muy lejos, y en lugar de armar una nueva, Karl se hizo de un burro en Perú; después lo cambió por un caballo en Ecuador, y más tarde se dio cuenta de que prefería viajar solo. Fue hasta que llegó a Nicaragua cuando La Bestia volvió a la acción, de la mano de un grupo de jóvenes estudiantes que la construyeron para él. Desde entonces, La Bestia se ha comportado como un animal de carga todoterreno. A veces la empuja, pero por lo general es Karl quien lleva la delantera y tira de La Bestia como si de ello dependiera el éxito de la misión. En el imaginario de Karl, así es como luce alguien que día a día se esfuerza por cumplir su sueño. Sabe que en algún momento dará su último paso, aunque reconoce que entre más pronto llegue, mejor: “Me estoy haciendo viejo, no se está volviendo más fácil. Lo empiezo a resentir. Hace 10, 20 años, estaba en mucho mejor condición, y un día de viaje no representaba tanto esfuerzo. Es momento de terminar con esto”.
“Saltar” de Alaska a Siberia
Contra todo pronóstico, aún vive para contarlo. Y como sucede con los grandes relatos de viaje, eventualmente esas historias se convierten en historia misma. El momento cumbre de la expedición tuvo lugar en marzo de 2006, cuando Karl, acompañado por el aventurero francés Dimitri Kieffer, cruzó el estrecho de Bering, la extensión de agua que separa a Asia de América. Durante 14 días, y a lo largo de 240 kilómetros, caminaron (y por momentos flotaron) de Alaska hasta Siberia a través de aguas congeladas, una hazaña que hasta ese momento parecía imposible de realizarse a pie. A pesar del frío extremo y de la marea que empujaba el hielo quebradizo que pisaban, fueron los primeros hombres en lograrlo.
Luego de adentrarse en territorio ruso, la celebración no duró mucho. Karl no lo sabía, pero su visado no estaba en regla, lo cual levantó sospechas en el Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa (la antigua kgb). Mientras su situación se esclarecía, estuvieron detenidos 57 días. Y en medio de un escándalo mediático internacional, Román Abramóvich, entonces gobernador de Chukotka (el distrito ruso que colinda con el estrecho de Bering) y también dueño del club de futbol inglés Chelsea, intercedió a favor de los aventureros. El cruce histórico, así como su preparación y su desafortunado desenlace, captaron la atención de la BBC, que produjo un documental para relatar esa etapa de la aventura.
Luego de este episodio sucedió un cambio dentro de Karl. Aunque la Gran Bretaña aún era una isla a la distancia, por primera vez sintió que se estaba acercando. Antes de eso, completar el viaje parecía un sueño tan lejano que no valía la pena reparar demasiado en ello. Pero ahora que las cosas eran distintas, un pensamiento comenzó a inquietarlo: ¿qué iba a ser de él cuando llegara a casa?
Exploración y aventura: necesidades humanas
La vida de Karl adquiere otro matiz una vez que se plantea la gran pregunta: “¿Por qué hago este viaje?”. “Creo que simplemente se trata de un reto”, inicia una explicación en la que, además de involucrar su pasión por los horizontes, está su pasado militar: “Los paracaidistas hacen todo caminando. Todo gira en torno a la distancia y la resistencia. Eventualmente comencé a observar mapas y soñaba con realizar viajes de larga distancia, a pie”. Pero a medida que la conversación avanza, Karl deja de hablar de sí mismo y comienza a abordar la cuestión desde una perspectiva mucho más amplia y que hace referencia a la expansión humana: “Si necesitas hacer la pregunta, realmente no vas a entender la respuesta. Porque es algo que está dentro de nosotros, es parte de nuestra biología. Queremos salir y explorar. Es un sistema de supervivencia que opera de la misma manera que el de un diente de león. Sus semillas vuelan con el viento, de forma aleatoria. Aterrizan en algún lugar, germinan, el proceso continúa. Nuestro deseo, nuestra necesidad de exploración y aventura; es un mecanismo simple”.
Cuando comencé a viajar, comencé a ver el mundo, crecí y dejé de ver naciones. No soy el patriota que era antes. Ahora veo nuestro lugar en una imagen más grande, más global
La reflexión, incluso, da para más. La exploración y la aventura cambian radicalmente la forma en la que percibimos el mundo. En cuanto se toca este tema, Karl menciona el llamado efecto perspectiva, un fenómeno que describe el cambio de conciencia que afecta a los astronautas que han visto la Tierra desde el espacio y que les hace ver la vida con otros ojos: “Sucede algo así con la gente que viaja por el mundo. Es como un efecto perspectiva más pequeño. Y para mí funciona así. Yo tenía una mirada muy limitada cuando era un soldado, era muy nacionalista: ¡Muere por la reina y por el país! Todo lo externo era una amenaza. Ésa era mi vida. Cuando comencé a viajar, comencé a ver el mundo, crecí y dejé de ver naciones. No soy el patriota que era antes. Ya no creo que Inglaterra sea un lugar especial. Ahora veo nuestro lugar en una imagen más grande, más global, y comencé a ver a la gente como parte de la especie humana”.
Este cambio de perspectiva ha traído nuevos aires a la misión de Karl, quien desde hace ya varios años prepara el terreno de lo que vendrá cuando el viaje concluya. Pero, ¿qué se puede esperar de alguien que prácticamente le ha dado la vuelta al mundo y luego dice con toda franqueza: “Mi aventura más grande apenas comienza”? De vuelta en Inglaterra planea consolidar aSIMETRIC, su ONG, y fomentar entre los niños el gusto por disciplinas como la aeronáutica y la tecnología aeroespacial. De ninguna manera esto significa la renuncia de Karl a la aventura; simplemente quiere decir que lleva sus sueños a otra parte: de la tierra al espacio. “No estoy calificado para esto. No soy la persona que debería estar en una universidad hablando de programas aeroespaciales. No tengo la capacitación suficiente para hacerlo. Pero aun así decidí que eso no me iba a detener y lo resolvería a lo largo del camino”, afirma, más entusiasmado que nervioso.
El punto de quiebre sucedió en 2007, durante una crisis internacional. En ese entonces Karl se hallaba en Siberia, y Rusia justo acababa de plantar su bandera en las profundidades del Polo Norte. Un hecho que movilizó al resto de las naciones que comparten el Ártico: “El único sonido que podía escuchar era el de esas aeronaves de vigilancia marítima que se dirigían al Ártico como parte de este drama que se desarrollaba. Y estaba pensando en todo eso, y dije: ‘Mierda, la humanidad tiene que dejarse de tonterías. No es posible que haya un conflicto sólo porque el hielo esté retrocediendo y ahora existan más aguas abiertas y todos van a comenzar a pelear por pasajes, fronteras, recursos que pudieran estar disponibles, como, por ejemplo, el petróleo’. Todo era muy deprimente, y eso me impulsó a involucrarme”.
Desde entonces aumentó su interés por el futuro de la humanidad. “¿Hacia dónde vamos como especie?”, se pregunta muchas veces a lo largo de la entrevista. Está convencido de que “99.99 por ciento de la gente es buena. Puedo contar con los dedos de la mano la cantidad de personas malas con las que me he topado en el mundo”. Sin embargo, está asombrado por la poca importancia que se le da a la ciencia en las sociedades modernas, principalmente en países desarrollados como Estados Unidos, donde le parece que ciertas comunidades escépticas se vuelven cada vez más notorias, llámense antivacunas, terraplanistas, conspiranoicos o aquellos que simplemente niegan el cambio climático: “Este grupo de personas parece sospechar cada vez más de la ciencia, no entiende la ciencia, no entiende el método científico. Y eso asusta bastante. Esa desconexión puede ser un gran problema en el futuro, considerando que nuestra sociedad está construida con base en la ciencia y depende de ella”.
Preocupaciones como ésta fueron la base para crear un proyecto educativo y lúdico en el que, mediante simuladores, los niños puedan jugar a ser astronautas o a realizar sus propias misiones en el fondo del océano: “Exploración y aventura es algo que todos los niños entienden de alguna manera. Podemos hacer más y mejor para promoverlo, y si lo hacemos, será de gran utilidad para la sociedad. Nos llevará lejos. Creo que los aventureros alrededor del mundo tienen un papel importante. A veces pienso en la NASA, por ejemplo, y me parece que tratan de desempeñar ese rol, de inspirar a exploradores y aventureros, y lo hacen desde un ángulo académico. Pero también existimos exploradores y aventureros, como yo, con grandes historias y gran pasión, que podemos inspirar desde otra parte. También tenemos algo que aportar”.
Mientras la Goliath Expedition se acerca a su final, aSIMETRIC se perfila a todas luces como el proyecto que mantendrá ocupado a Karl en los próximos años. “Así lo veo: yo me encuentro en mi pequeña aventura como individuo y ahora estoy apuntando hacia la aventura de la humanidad, como especie. Estoy cambiando de enfoque. ¿Por qué hago lo que hago? ¿Por qué me dirijo hacia esos horizontes? ¿Por qué le he dedicado 21 años a esto? ¿Qué significa, no sólo para mí, sino para nuestra especie? Quiero ser parte de esa aventura más grande. Quiero hacer lo que me toca. Si puedo inspirar a los niños a ser parte de eso, genial. Aunque sea sólo un poco, eso le dará sentido a mi vida. Todos los seres humanos tienen un significado y un propósito, dos de las fuerzas más poderosas que existen. Pero significado y propósito pueden ser destruir a tus vecinos, o servir a tu dios, lo que me parece de poca utilidad. Si podemos hacer que los más jóvenes encuentren significado y propósito en expandir los horizontes y llevar la vida, no únicamente la humanidad, sino llevar la vida a otros lugares del universo, eso es un significado y un propósito fantásticos”. .