Javier Santaolalla: el triunfo de la curiosidad

Foto: Paula Islas / FIL Guadalajara.

Javier Santaolalla: el triunfo de la curiosidad

– Edición 499

Foto: Paula Islas / FIL Guadalajara

Su amor por la física y su dedicación profesional lo llevaron a compartir una aventura científica que pasó a la historia de la humanidad. Pero algo le hacía falta. Hoy es la cara de una generación de divulgadores del conocimiento a los que todo el mundo llama “rockstars de la ciencia”

Si tecleas “rockstar de la ciencia” en internet, descubrirás un problema de originalidad: todos los medios de comunicación han usado alguna vez esa fórmula para hablar de gente como el español Javier Santaolalla. Hay una explicación: Santaolalla es, posiblemente, el más famoso divulgador de temas científicos en el mundo hispanoparlante. Pero además podría representar a todas las personas que, en el oficio de divulgador de la ciencia, se han convertido en ídolos de masas gracias a su audaz uso de las redes sociales para informar, educar y entretener con temas de todo tipo. Los redactores subrayan que estos profesionales son como influencers, pero en bonito: les celebran cómo logran explicar la ciencia de forma sencilla y entretenida —con lo cual nos recuerdan que estamos malacostumbrados a que la ciencia aburra—. Santaolalla llena foros de cientos y miles de personas a las que mantiene atentas con un humor coloquial, sin esfuerzos didácticos excesivos, sino más bien con desenfado. Niños y adultos salen de sus shows educados, pero contentos.

Ese “pero” es importante. Ante el carisma y la gracia de los divulgadores de la ciencia de internet, que recuerdan el encanto de ídolos del siglo pasado, como el fallecido Carl Sagan y su fascinante forma de narrar en la serie televisiva Cosmos, parece como si la ciencia hubiera conquistado por fin el terreno de la eficiencia y la simpatía, y hoy fuera normal discutir que la escuela se equivocó durante siglos y nos ahuyentó de espacios educativos valiosos y accesibles.

Sin embargo, esta generación de divulgadores demuestra que puede alojar a verdaderas estrellas. De impacto masivo, como estrellas de verdad. Los récords de Santaolalla: uno solo de sus canales en YouTube, Date un Vlog,1 tiene 3.75 millones de suscriptores. En el definitivo entorno de TikTok llega a 4.7 millones de seguidores. Una minucia frente a la élite de esa red social, como la adolescente Charli D’Amelio, cuyo talento es bailar, con más de 150 millones de seguidores. Pero compárese a Santaolalla con los 5.6 millones de seguidores del popular Neil DeGrasse Tyson, físico estadounidense y narrador del remake de Cosmos en el siglo XXI.

Estamos, pues, ante un auténtico rockstar en español. O como él diría en sus videos: “Science, bitch!”.

Foto: @jasantaolalla

El ingeniero de la Gran Canaria

Digamos que organizamos una conferencia para que unas 500 personas, sobre todo jóvenes, se informen acerca de la materia oscura y la antimateria: ya podemos ir previendo el fracaso del evento en cuestión.

Pero el 3 de diciembre de 2023, en el último día de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el salón Enrique González Martínez se llenó, y decenas de personas tuvieron que mirar la conferencia transmitida en vivo en algunas pantallas repartidas en otros puntos de Expo Guadalajara. Cuando el presentador anunció a Javier Santaolalla se alzaron primero los celulares y luego los gritos. De chamarra negra, con su famosa sonrisa francota, Javier recorrió el pasillo para chocar manos en todas las filas y regaló un set de primeros chistes, incluyendo aquel de que en ningún lugar lo reciben con tanto cariño como en Guadalajara (aplausos), y que eso lo dice en todas las ciudades (risas), pero que sólo aquí es verdad (más risas).

Hora y media después no lo dejaban irse. Y eso fue una noche tranquila. Un par de años antes, también en la FIL, fue la estrella del foro Mil jóvenes con… Se cuenta que es uno de los pocos casos en que han tenido que abrir las paredes móviles del auditorio Juan Rulfo porque la gente no cabía.

Aunque hoy hace espectaculares entradas al ritmo de “Highway to Hell”, de AC/DC, Javier Santaolalla Camino fue un adolescente bastante común. Decidió estudiar Ingeniería en Telecomunicaciones y todo iba bien hasta que, según cuenta, a los 21 años de edad descubrió el libro clave Breve historia del tiempo, de Stephen Hawking, y la vida le cambió. O, como diría en sus videos: ¡puuugh!, flipó y le explotó la cabeza.

Javier Santaolalla de estudiante, con su padre. Foto: @jasantaolalla

En 2024 cumplirá 43 años de edad y recién se mudó a Ciudad de México. Los viajes también son parte de su vida. Nació en 1982 en la ciudad española de Burgos, pero creció en la isla Gran Canaria, en donde obtuvo el acento que lo distingue en sus videos. Allá entró a la universidad, pero el encuentro con la física lo hizo irse a Madrid; se graduó en ambas licenciaturas, hizo una maestría en Física y se lanzó a un sitio de extraordinaria relevancia: el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CERN), en Suiza, en donde colaboró mientras obtenía el grado de doctor en Física de Partículas. Le tocó estar en el CERN nada menos que durante los años en que iba a identificarse ahí al bosón de Higgs, una partícula fundamental para entender al universo.

Una prueba excelente del talento de Santaolalla consiste en que un ciudadano de a pie intente entender qué es el dichoso bosón de Higgs: de seguro tendrá que recurrir a uno de sus videos, y aun así se requiere paciencia. En lugar de dar una clase, Santaolalla lleva un pastel de cumpleaños del bosón de Higgs porque graba el video en un aniversario de aquel descubrimiento. Luego cuenta cómo el científico Peter Higgs pasó años anticipando en sus publicaciones la existencia de una partícula escurridiza que completaría las dudas legadas por Isaac Newton y Albert Einstein, y Santaolalla hace el relato como si nos invitara a compartir un misterio policiaco. Y luego presume, campechano y jovial, cómo uno de los artículos clave para la confirmación de la existencia de esa partícula lo firma él mismo, entre muchos autores.

Van menos de tres minutos y queremos saber más.

Santaolalla, de hecho, conoció al recién fallecido Peter Higgs (1929-2024), cuyo nombre sirvió para bautizar a esa partícula que los medios llamaron “la partícula de Dios”. En los años de su doctorado todo hizo que su amor por la física se consolidara: era un investigador de talla internacional, se había involucrado con el experimento más grande de la historia, su vocación había hallado el mejor camino posible y de verdad entendía lo que estaba estudiando.

Y entonces se fue a contar chistes a los bares.

Science, bitch!

Para pensar al dichoso bosón

Las partículas elementales de la naturaleza entera no son los átomos, sino que en realidad las hay de dos tipos: o son fermiones o son bosones, y la interacción entre esos dos tipos genera todo lo demás. La existencia entera. El descubrimiento del bosón de Higgs en 2012 es trascendental porque resuelve siglos de preguntas acerca de la naturaleza de la masa, aunque sigue reservando misterios a la gente de ciencia. De todas maneras, echa luz sobre cosas que Isaac Newton en el siglo XVII y Einstein en el XX, más miles de mentes geniales en el camino, no alcanzaron a explicar.

Javier Santaolalla no sólo colaboró, como decenas de otras personas, en la histórica presentación oficial del bosón de Higgs, sino que además ha intentado explicar su relevancia en varios libros sobre ciencia que son muy fáciles de conseguir. De todos, el más popular podría ser ¿Qué hace un bosón como tú en un Big Bang como éste?, que la editorial Océano difunde en América Latina desde la primera edición a cargo de la española La Esfera de los Libros.

El científico que no era aburrido

El respetable doctor Santaolalla decidió que necesitaba relajarse, así que probó suerte en el stand up y armó un repertorio de bromas sobre ciencia. Durante poco más de un año se caló en el arte de enfrentar públicos difíciles y sacarle risas a la gente más seria, ante auditorios de diez personas que en nada se parecen a sus foros de cientos o miles de fans de hoy. Y supo que su vocación no estaba completa: amaba la física, pero hacer divulgación completaba su amor.

Un buen chiste es, sobre todo, una historia bien contada. Lo entendió y hoy lo hace evidente en sus estrategias para aligerar, sin simplificar, temas complejos. A lo largo de sus cientos de videos, cortos y largos, ha explicado misterios sobre el espacio-tiempo, la energía y la masa, sirviéndose de los personajes de Marvel, de Dragon Ball Z o de las canciones de Shakira. Coyunturas en la cultura popular, como el éxito de la película Oppenheimer, le dan materia interminable, que aborda con histrionismo cómico en explicaciones veloces ilustradas con animaciones o memes. Por ejemplo, para demostrar que eso que creímos que era vacío sí está ocupado: “El espacio vacío se parece mucho al oxxo, donde hay de todo. Lo que Einstein y otros descubrieron es que a este OXXO de la materia se puede ir a comprar partículas con el dinero del cosmos: la energía”.

Sus videos de TikTok son capsulitas que justifican la adicción al escroleo infinito. Comienza con una pregunta exagerada que le permite desmontar trivialidades. ¿Importa que Rick Sanchez, protagonista de Rick y Morty, habite en la Tierra número 137? Pues sí. ¿Cómo? ¡Vamos allá! Y uno escucha a Javier que celebra cómo la ciencia —inacabada, falible, dispuesta a meter la pata cuando está bien hecha de veras— siempre gana. ¿Existe el sistema de tres estrellas que da pretexto a la serie de Netflix El problema de los tres cuerpos? Entre coloquialismos mexicanos, Santaolalla dice que ¡sí!, y es cercanísimo (en distancias cósmicas) a la Tierra.

Integrantes del colectivo Big Van Ciencia. Foto: Gilberto Torres / FIL Guadalajara

Más o menos un año después de que el mundo descubriera el bosón de Higgs, Santaolalla empezó a aparecer en programas de televisión y vlogs en donde sacaban provecho de su habilidad escénica y su dominio de la física. Hasta que le ofrecieron un espacio, y se unió al colectivo de divulgadores Big Van Ciencia…, y abrió el primero de varios canales en YouTube, Date un Voltio.

En una década de redes sociales, en la que se hartó del algoritmo de YouTube y el tóxico Twitter, Santaolalla ha tenido cualquier cantidad de espacios. La fama llegó poco a poco, con seis libros publicados y números estratosféricos en sus plataformas —llegó a acumular 10 millones de seguidores entre sus diferentes canales—, pero sobre todo con sus apariciones en público: las plataformas digitales hacen ídolos.

Él parece algo como un rockstar zen: parece abordar con tranquilidad su condición de persona pública. La cosa cambia cuando se emociona y se revela su pasión: su auténtica fascinación por haber descubierto algo que es más que una vocación. Y de eso, con la apariencia de franqueza que sólo pueden exhibir las personas que son de veras francas, habla a cada rato, en medio de tanta entrevista sobre teorías cuánticas: dice que él es feliz.

Ciencia de las democracias

¿De qué esperamos que hable un científico de verdad?

Santaolalla habla de cuán divertido resulta dejar que la curiosidad gobierne nuestras vidas, sobre todo de jóvenes, porque de la curiosidad valiente vinieron todos los grandes descubrimientos científicos conforme el mismo principio por el que un niño pequeño aprende a caminar.

Habla, también, de la escuela, con una particular diplomacia: aclara siempre que no se atrevería a indicarle a un profesor cómo hacer su trabajo, pero sugiere que el aula necesita transformarse y que quizás en el acercamiento lúdico halle una pista: “Hay que lanzar los problemas como retos, no como pequeños suplicios, y buscando siempre el sentido de aprender cada cosa”.

Últimamente, sus seguidores han podido observar cómo el cacareo de la desinformación y la seudociencia lo hacen enojar (“¡Me dio cáncer de oído!”, dijo ante unos videos virales conspiranoicos), pues resultan sus supervillanos naturales: un par de videos terraplanistas puede que mueva a risa, pero una campaña organizada de terraplanismo es una cosa que obliga a generar miradas críticas:

Javier Santaolalla en la FIL Guadalajara. Foto: Rafael del Río / FIL Guadalajara

“Nuestro sistema democrático imperfecto da o intenta dar valor al individuo. De manera que la dirección que toman nuestras sociedades va a estar determinada por aquello a lo que estos individuos den importancia. Algo de lo que intentarán aprovecharse diferentes poderes, manipulando y engañando a la población. Los sistemas democráticos son una trampa porque, para que funcionen bien, necesitan una ciudadanía libre, no manipulada. Educada”.

Adora internet, pero no desperdicia ocasión de ser crítico con este invento que, según escuchó definir a alguien más, es la mayor biblioteca del mundo, pero no tiene bibliotecario. En alguna entrevista plantea que, sin embargo, saluda el escepticismo de quienes, en la seudociencia, hacen preguntas como un mecanismo de curiosidad que carece de método y es por lo tanto chapucero, pero al que todos somos susceptibles: “De alguna forma, todos somos terraplanistas de otras cosas. Nadie es objetivo, distorsionamos la realidad para entenderla según nuestros intereses. Nuestra naturaleza nos lleva al sesgo”.

Pero, luego de tanta cosa seria, termina siempre las conferencias con la confesión de amable hermano mayor acerca de cómo lo alegra “el brillo en los ojos de las personas que quieren saber”, pasión que, afirma, es muy difícil conseguir con otros aspectos de la vida. “Veo Javieres en todos ustedes”, le dice a la gente, mientras vuelve a contar la historia de cuando era joven y descubrió el libro de Stephen Hawking.

Foto: Natalia Fregoso / FIL Guadalajara

La curiosidad es el tótem de su discurso, porque le sirve para explicar la ciencia y, digamos, el impulso de trascendencia en cada persona: “Quiero que me recuerden como una persona feliz”, ha dicho en conversaciones con medios. “Me gustaría sentir que he conseguido que los jóvenes se levanten del sofá, dejen de ver la televisión y vayan a vivir la vida. Más allá de que sean físicos, doctores y que descubran partículas, ojalá cada persona pueda descubrirse a sí misma”.

Y ya entrados en optimistas existencialismos, insiste en que el camino para descubrirse a sí mismo es como el método científico, ni más ni menos: hay que observar con atención, hacer experimentos numerosos, cometer errores sin miedo e ir compartiendo los logros, porque no hay ciencia sin diálogo ni colaboración.

Le han preguntado decenas de veces cuál de las preguntas sin respuesta de la ciencia lo emociona más. Y entonces describe el Modelo Estándar de la física de partículas, una teoría que describe la estructura de la materia y del vacío y que sabemos falible, pero nadie tiene claro por qué. ¿Cómo abordar este desafiante aparato de pensamiento? Con la carcajada dispuesta: un buen día, alguna joven física o un joven físico hallarán el error que nadie más vio en el Modelo, y dejará a todos sus ilustres predecesores pensando: “¿Pero cómo no se me ocurrió antes?”.

Santaloalla durante el encuentro Mil jóvenes con… Foto: Natalia Fregoso / FIL Guadalajara

Santaolalla pide pensar en que no importa quién será el siguiente Gran Nombre de la ciencia. Lo que lo divierte es la siguiente gran pregunta, la siguiente gran provocación. Por eso le importa subrayar que La Ciencia no es obra exclusiva de mentes geniales como las de su admirado Michael Faraday, o el gigantesco Einstein o el brillante Higgs: si alguien desea convertirse en el siguiente Stephen Hawking, quizás olvida que ese genio trabajó después de que lo hicieran miles y miles de personas dedicadas la ciencia.

Pero estábamos hablando de una estrella de rock, que merece auditorios llenos, y AC/DC como música de fondo, y fans enardecidos que presuman en TikTok que fueron a verlo. Éstos son los días de Santaolalla y uno se pregunta, en medio de tanto comentario amable que le dejan en redes sociales, cuántas personas se volverán científicas gracias a él, como quizá otras lo hicieron emocionadas por el entrañable ejemplo de Carl Sagan. Santaolalla quizá se ría de la idea y agradezca, diplomático, sonriente y satisfecho de que, en la vida, descubrió lo que él quería hacer.

Science, bitch!

Ciencia de TikTok

Con sus 4.7 millones de seguidores en TikTok, Santaolalla es un caso extraordinario para las cuentas de divulgación de la ciencia en español, y se codea en la misma liga con el popular físico estadounidense Neil DeGrasse Tyson, que llega a 5.6 millones de seguidores en este imperio de los videos cortos.

También “virales” son el divertido ingeniero Bill Nye, The Science Guy, con 9.9 millones, o la fascinante cuenta del Institute of Human Anatomy, un organismo privado de Estados Unidos que llega a 10.7 millones de seguidores gracias a sus videos de disecciones y plastinaciones de interés médico (y que pueden no ser recomendables para personas muy sensibles).

Ésta es una lista de otras populares cuentas de divulgación de la ciencia en español:

:: @Sciencewithana. La ingeniera química Ana Laura Pacheco, ídola de El Rosario, Sinaloa, enseña a distinguir fluidos no newtonianos y hacer experimentos en casa con una sonrisa enorme y sin esconder los errores de sus videos. 3.3 millones de seguidores.

:: @polli.padilla. 2.9 millones de seguidores respaldan el campechano tono con el que esta bióloga mexicana desvela falsos videos virales de animalitos extraños y explica la verdad sobre los que sí existen.

:: @preguntalealbiologo. Este proyecto de divulgación está encabezado por la mexicana Dulce Díaz y le pone drama y emoción a explicaciones de biología. 2.3 millones de seguidores.

:: @biojairzinho. “Fíjate en este extraño animal que grabaron estas personas”, comenzará este joven biólogo mexicano, que te presenta animales que no existen, y otros que sí, sacados de videos virales. Ya lleva 2.1 millones de seguidores.

:: @katvoltage.mx. La joven ingeniera Katya Echazarreta, quien creció en Estados Unidos, fue la primera mujer mexicana en el espacio y ahora promueve campamentos para adolescentes que serán futuros astronautas. 1.8 millones de seguidores.

:: @terepaneque. Esta astrónoma chilena es experta en la explicación sencilla y profunda: después de ver sus videos cualquiera entiende por qué los agujeros negros son tan importantes y por qué no podemos tomarles fotos así como así. 785 mil seguidores.

::@ladyscience. Los impresionantes videos de la española Teresa Armandis, laureada doctora en Biomedicina, aprovechan los trends de la red social para explicar, por ejemplo, cómo se ve al microscopio un coágulo menstrual. 741 mil seguidores.

::@paleo.andrea. La chilena Andrea Yévenes no sólo ayuda a entender las diferentes épocas de los dinosaurios, sino que hasta explica de dónde vinieron los gatos. Y creó los “dinorraps”. 643 mil seguidores.

2 comentarios

  1. La comercialización de la educación a golpe del Tik Tok no conduce a la formación de estructuras críticas del pensamiento sino que lo reduce a operaciones simples y crea esquemas cognitivos que no generan nuevos conocimientos sino repeticiones de lo mismo. Por que no Magis discute más aprendizajes significativos y no a rock stars de la banalidad educativa?

    1. Te invitó a ver su contenido antes de crear una opinión solo por el artículo. Sus videos y tiktoks son increíbles y te explica de un manera tán ligera y entendible temas que suelen ser complicados y enredados. Precisamente el artículo resalta como él dentro de tanto contenido de repetición, cómo dices, él logra salirse de ese algoritmo y darle una vuelta al típico sistema de aprendizaje.

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