Interior para la libertad
Luis Orlando Pérez Jiménez – Edición 477
Para aproximarnos a ese interior, se necesita la actitud de Moisés ante la zarza que arde incesante y seductora; dejar que la realidad se muestre como es, sin adjetivos y hasta que se erice la piel
Si hay algo interior es porque existe lo exterior, lo de fuera, lo que se muestra y se puede tocar. En cambio, lo otro, eso que no se ve y que se experimenta, es lo que trataré de esbozar a partir de contemplar la vida que podemos llamar auténtica, libre, aquella que irradia belleza y atracción por simplemente ser. Seguramente lo has notado, hay una mística en esos seres humanos que parecen ser de otra tierra, otra distinta que está ahí y de la cual ellos son germen. Un algo indescifrable ahí dentro, que llamaremos interior.
Para aproximarnos a ese interior, se necesita la actitud de Moisés ante la zarza que arde incesante y seductora; dejar que la realidad se muestre como es, sin adjetivos y hasta que se erice la piel. La actitud de dejar que los colores del dolor que se han conquistado por años nos atrapen y así, en ese modo de estar, recibir, como eco que rebota en las rocas que habitan el mar, eso que estamos buscando nombrar. Y es que eso que quiero narrar, el interior, es siempre fruto del sufrimiento que es la vida.
Sin sufrimiento esta vida no tendría sentido. Y es que la vida es inestabilidad, es contradicción, lucha y abandono. Esto que es la vida acontece fácilmente en aquellos que han encontrado eso que desean desde dentro de sí mismos después de años de escuchar sus intuiciones, acrisolados por el ejercicio de ensayar y errar, de buscar y no encontrar. Entonces, eso, lo interior, es como una tierra, un punto de apoyo sólido a partir del cual se construye lo que no está afuera, y, al mismo tiempo, parte de él ya existe dentro.
Así, lo interior es semilla y raíz, por ello implica poner todo el cuerpo que somos en esa dirección: deseos, afectos, inteligencia y carne que se pudre y pasará al servicio de ese árbol que somos, en el que podrán descansar otros seres humanos. En su sombra se recuperaran los agobiados por el calor de la existencia y bajo él encontrarán, tal vez, el agua viva que acaba con cualquier sed de justicia y de verdad.
¿Por qué una vida humana es capaz de tanto? Porque ella, desde su interior, está anclada a la fuente de la existencia, eso que llamamos Dios amor y dador de todo lo que hay. Un Dios que se da porque es libre y por eso se entrega, porque quiere, porque querer es su forma de ser, su forma de liberar eso que creó y que sigue avivando. Atrévete a habitar el mundo desde tu interior y encontrarás la libertad de ser, eso te hará pleno y dichoso. Ya lo verás: ésa es la promesa.