Hernán Casciari: por el placer de contar historias

Hernán Casciari: por el placer de contar historias

– Edición 506

Foto: Magdalena Siedlecki.

Este argentino ha construido una carrera gracias a su talento como narrador oral y su proyecto editorial autogestionado; el estreno de una serie de streaming acerca del infarto que le cambió la vida ahonda en una parte de su biografía, mezcla de ficción con intimidad y de su estilo que lo distancia de ciertas convenciones de la literatura

I

Hernán Casciari es un personaje que cuenta historias. No olvidemos ese dato. Es difícil escribirlo, y leerlo tampoco es suficiente para conocerlo. Hay que escucharlo y verlo hablar. Este contador de historias argentino lleva todo el siglo xxi convertido en un tipo al que identifica medio mundo y por supuesto que hay datos suyos que conocer. Aunque “datos” suena raro al hablar de alguien cuyo terreno son las mentiras más transparentes. ¿Quién cita datos sobre Ulises o sobre Aquiles? ¿Quién abre la conversación acerca de la guerra de Troya explicando, como en Wikipedia, en qué fecha exacta nacieron Helena o Héctor? Con Casciari lo que hay que hacer es buscarlo en video y darle play a uno de los espectáculos personales que consisten en él leyendo, convenciéndonos, cada vez, de que se emociona de veras. Y luego piensas si lo que cuenta no será mentira y entiendes que por lo menos debe de haber un poco de exageración. Actuación. El matiz del dramatismo.

Pero te saboreas el gustito del engaño, que no se llama así, sino ficción, y te sonríes y le das play al video siguiente.

Los escritores son otra cosa y los hacen posibles las editoriales. Casciari es un personaje que cuenta historias y a veces tienes que creer que no es de verdad. Más que hacerle un perfil, tienes que contar su historia. Si no, qué gracia tiene. Pierde todo el chiste.

Quieres ver a Messi pateando el balón, ¿verdad?, no grabando tutoriales sobre futbol.

Foto: Laia Palomeras / cooltivarte.com

II

Hernán Casciari es un señor con la cara medio hinchada y los ojos chiquitos, que sonríe cada vez que puede. Cuando llora o está a punto de llorar la voz se le quiebra, no crees que sea posible que alguien así tenga muecas útiles para el llanto. Es más bien el tipo de cara que sonríe. Las arrugas de alguien que se ríe mucho. El cabello despeinado y la barba canosa recortados como para enmarcar las carcajadas. Los labios fruncidos, alerta para que no se le escape el siguiente momento humorístico. Playera. Pantalones de mezclilla. Hábitos de podcáster que incluyen uso experto de los audífonos y una buena relación con la laptop para leer en voz alta los cuentos que ha de saberse ya de memoria. El hombre decidió un buen día renunciar a los modos y formas de la literatura convencional y fundó una comunidad editorial que empezó como revista y ahora es productora de películas, escuela y editora de libros: Orsai.1 Se volvió famoso porque retrató en un relato concreto toda la trascendencia generacional —en serio— de Lionel Messi; más famoso, porque Messi lloró al escuchar el cuento. En 2025, Disney+ estrenó una miniserie de seis capítulos acerca del susto que le cambió la vida a Casciari, El mejor infarto de mi vida, basado en su propio relato. Cuando cuenta una historia es más contundente que un predicador eclesial: te ataca con las palabras para que entiendas que el cuento se trata de él —casi siempre tratan de él y ha publicado unos mil—, pero en realidad se trata de ti y de quienes te rodean. Cuando termina de recitar, hasta el micrófono parece conmovido y todos pensamos lo mismo: ¿qué superpoder tiene, cómo le hace, este argentino?

Lo más divertido es que el hechizo tarda unos segunditos extra en romperse, no se va el encanto en voz del bonaerense que convierte en shes las yes: la shuvia que shueve. Así que cuando vuelve a hablar, entre sonrisas, sonríes tú también.

Cuando oyes una de sus historias no puedes dejar de escucharlo ni de mirarlo. Parece de ficción, pero es real. Sus arterias y las válvulas de su corazón son reales. Casi murió hace 10 años y el mundo confirmó que su miocardio está sujeto estrictamente a los mandatos de lo real.

Todo, sin embargo, puede volverse ficción.

III

Datos.

Hernán Casciari nació en 1971 en Mercedes, ciudad de la provincia argentina de Buenos Aires. A los 13 años le dieron una oportunidad como cronista de basquetbol en un periódico. Pasó la juventud haciendo intentos como periodista, pero naufragó hacia la literatura. Alguna vez ha dicho que en Mercedes hizo algo de “periodismo mentiroso” y que le parece que fue un ensayo para poder mentir luego en internet. En 2000 viajó a París para recibir un premio y conoció a la catalana Cristina, con quien tuvo una hija. Desde entonces probó suerte en los blogs y consiguió hacerlos muy exitosos; de uno brotó su primera novela, Más respeto, que soy tu madre.

Los blogs se convirtieron en centro de su trabajo como creador de literatura, aunque hoy en día la etiqueta “creador de contenido” es la que utilizan muchos para describirlo. Se embarcó en varios, algunos de ellos a base de personajes que ocultaban que eran ficticios. Empezó a colaborar con periódicos como El País, de España, y La Nación, de Argentina, y entre 2008 y 2009 su popularidad brincó al teatro con la adaptación de Más respeto, que soy tu madre.

Foto: Laia Palomeras / cooltivarte.com

En esas estaba cuando decidió que ya no quería hacer blogs para los periódicos ni libros para empresas ajenas y renunció para lanzar una comunidad que produciría una revista: Orsai nació en 2010 por el esfuerzo de Casciari y su amigo Christian Basilis, con la intención de que tuviera distribución mundial. Se volvió editorial y, además de los libros de otros autores, comenzó a publicar los nuevos títulos de Casciari —y luego los viejos, cuando recuperó los derechos—, y el proyecto disparó en pocos años su popularidad. Sobre todo cuando consiguieron entrevistar al gran Stephen Hawking, o cuando gente como Leila Guerriero o Juan Villoro publicó con ellos.

Llegó 2015 y vino el infarto. La historia es muy buena, sobre todo si la cuenta él mismo. La serie de Disney+ toma la anécdota y la pasa por un poco más de ficción. Allí presentan a un escritor fantasma, recién divorciado y con pésimos hábitos de salud, que en un viaje de trabajo conoce a un amor nuevo. En el hospedaje alquilado le revienta el corazón. Su pareja consigue pedir ayuda al matrimonio que les renta la casa, y este termina involucrado no sólo en la emergencia médica, sino en la transformación colectiva de vidas que supone aquel suceso. El protagonista entonces enfrenta el trastorno canónico que acaba de experimentar: adiós al cigarro, menos alcohol, más ganas de vivir intensamente lo que lo hace feliz.

En la vida real ocurrió lo mismo: 44 años, tabaquismo, el ataque que sobrevino en la sala de la casa rentada, los arrendadores convertidos en nuevos mejores amigos. Sí se había separado de la catalana Cristina y sólo querían que la joven hija de ambos no sufriera. Sí conoció a un nuevo amor y hoy él y Julieta tienen una niña. Julieta llegó a su vida en una de las apuestas que él jugaba con sus lectores a través de internet, durante la Copa América 2015. En el sitio web de Casciari, donde sus entradas de tipo blog terminan por convertirse en sus cuentos, te narra toda la historia. Puedes buscar los relatos con etiquetas, como “Julieta”, que tiene seis entradas.

Imagen de la serie El mejor infarto de mi vida.

Datos.

Casciari no se guarda nada. Cada momento de su vida supone una reflexión narrativa que va a la internet y pasa de allí a la radio o a los pódcasts. Una de sus obras de teatro incluye historias acerca de su familia y el elenco está integrado por su propia madre y otros parientes. Lo que pasa por sus textos es su intimidad y un poco la de los suyos, pero no por el gusto de exhibirlos, sino porque, al parecer, Casciari ejerce el derecho de contar lo que uno conoce más de cerca, que es la historia propia.

Así que hace teatro y hace pódcasts y habla de libros con su hija española en un canal de YouTube y hace eventos públicos de lectura y lo invitan a programas y conferencias y ted Talks de lo más diversas y en todas exhibe un estilo de narración oral que prefiere lo histriónico a lo literario: menos lectura y más interpretación del escritor cincuentón que abre su corazón al mundo. Como si todo fuera ocurriéndosele conforme habla, como si espontáneamente cambiara la historia que había anunciado, como si fuera incapaz de pensar en un acontecimiento sin organizarlo como un relato. Ese personaje de narratividad incontenible va con él a todas sus actividades públicas; si ves varios videos seguidos notas cómo trabaja con sus énfasis y sus repeticiones y hasta aprovecha algún error de dicción: puedes notar que ha ensayado. Conoce las mañas del remate emocionante, de la enumeración efectiva, de la repetición que conmueve.

Desde 2016 colabora con un programa de radio argentina que ha sido vital para su popularidad y puedes verlo en acción una y otra vez: es capaz hasta de escribir un relato en tiempo récord. ¿A qué colaborador de la radio le regalan 15, 20 minutos para leer, nada más, mientras los locutores se quedan respetuosamente en segundo plano para convertirse también en su público, atrapados en un bucle narrativo que ocurrió de repente? Eso es el encanto del personaje del Casciari lector: parece que lee sin estar leyendo.

Hernán y Nina Casciari en Zoom de Libros, la serie que hacen juntos.

IV

¿Qué hace falta para que los jóvenes del siglo XXI entiendan que con los populismos protoautoritarios no se juega? Quizás escuchar cómo cuenta Casciari, en el aniversario 40 del regreso de la democracia a Argentina, que cuando él era joven descubrió un viejo centro de tortura convertido en museo y allí entendió que los gobiernos desaparecen y matan gente y cambian historias para siempre.

¿Qué hace falta para que la funa más solemne de Twitter derive en un triunfo para el funado? Que Casciari diga en vivo que él no cree en la literatura, una buena cantidad de escritores denuncie que el tipo siempre fue un escritor de tercera y él salga a reírse junto con sus lectores. Página 12 lo contó a profundidad y parece un relato escrito por él mismo: evento detonador, cáustico insulto contra la alta literatura, controversia, crisis, clímax, catarsis, carcajada. Desde entonces, el hombre es capaz de decir que un próximo Nobel de Literatura saldrá pronto de TikTok.

¿Qué hace falta para convertir en semidiós a Lionel Messi, que ya es una leyenda? Que, tras ganar el Mundial de 2022, Casciari lea en la radio un relato que explica cómo la biografía del campeón sublima nada menos que la identidad argentina, sobre todo desde la experiencia de los emigrados a España que lo vieron crecer, y que la primera declaración pública de Messi tras alzar la Copa fuera la confesión de que Casciari lo hizo llorar con aquella histórica catártica de reconciliación y redención para los hijos del “corralito”.

Ilustración de Matías Tolsá publicada en revista Orsai, número 8.

V

En cada episodio de estos, en cada destripamiento de su intimidad en forma de entrada de blog o de relato, en cada escenificación de sus cuentos, lo que Casciari parece reivindicar no es para nada la literatura, sino el puro placer de contar historias. En 2017 le dijo a un medio que “la literatura es una porción pequeña de lo que verdaderamente importa […] La gente lee menos pero eso no significa que ya no quiera que le cuenten una historia […] capaz que lo que no quiere es leer”. Ahora, que da talleres en la escuela de literatura de Orsai, lo que promete es que el curso va a ser divertido, aunque luego no te conviertas en un escritor. Lo que importa es que cuentes lo tuyo.

Uno puede estar de acuerdo o no con Casciari, pero la trampa consiste en que él narra, también, esos sesudos debates: los convierte en cuentos pasados por la oralidad. En el videoblog Zoom de Libros, él y su hija charlan sobre Homero, Ilíada, de Alessandro Baricco, y lo primero que él le comenta es que el escritor italiano empezó su relectura de aquel clásico con charlas abiertas en un auditorio, antes de ponerse a escribir el libro.

Guardando las distancias, vale la pena recordar que el ciego más famoso de la historia no escribió nunca una línea, sino que se hizo popular porque iba cantando y contando sus relatos sobre los héroes aqueos y teucros. Al cabo de unos 20 años de narración oral habría cambiado La Ilíada y La Odisea tantas veces que él mismo no recordaría la historia original. La gente no se sentaría a escucharlo por documentar científicamente la ruina de Ilión, sino porque Homero contaba bonito.

Casciari no es Homero, pero la oralidad que ensaya el argentino es una tradición que se remonta por lo menos hasta el griego. Él la ha aderezado con la pirotecnia de su histrionismo. En el famoso texto que hizo llorar al campeón que no es griego, sino albiceleste, llega a decir, por ejemplo: “Esa es la razón por la que hace dos años la humanidad entera deseaba el triunfo de Messi”. ¿La humanidad entera? Para entonces te emocionaste tanto con la vehemencia de Casciari que le disculpas la hipérbole. Pero es que sin exageración no hay relato, porque sin drama no hay emoción auténtica. ¿Cómo van a ponerte atención los que escuchan tu cuento si tu cuento no es, para ti, al menos mientras estás recitándolo, el más hermoso del mundo?

En la serie de BBVA Aprendamos juntos cuenta cómo vio su vida venirse abajo la tarde de 1995 en que creyó que había atropellado a su sobrina. Dice que desde entonces no puede subirse al asiento del conductor de un auto. Afirma que rezó para que su cuñado lo matara a golpes porque él no iba a poder quitarse la vida. Propone que no sabemos quiénes somos hasta que estamos en medio de la tragedia. Idea tras idea tras idea le propone una analogía al público: “Sabemos que la desgracia, esa águila silenciosa, está sobrevolando el teatro”. Nadie se pregunta si la imagen es efectiva en términos literarios; tras la andanada de emociones, quieren seguir escuchándolo.

La oralidad conecta con el mito mediante la emoción. Leer en silencio es emocionante para ti, pero no para los demás; cuando lees en voz alta nos haces tus cómplices. Si Casciari escribe sobre los orígenes de Messi, la emoción va más allá de la idolatría por el futbol. Sin frivolidades, la cosa es que la oralidad puede conseguir lo mismo si la historia es una tragedia familiar o la tragedia de la dictadura.

Como todos los deudores de Homero, parece que Casciari prefiere leer a escribir. Sus videos suelen comenzar el cuento con un prólogo centrado en un detalle que luego estallará en anécdotas múltiples y estratégicamente volverán al comienzo. Tal vez le falta reconocer su deuda con el espectáculo recitado que hoy conmueve a su público con tanta facilidad. Podría empezar el siguiente cuento cantándolo, más que contándolo: “Canta, oh musa”, serían sus primeras palabras, y mostraría en escena cómo el relato seguirá su propio camino. Y luego al blog, y a la radio, y al teatro, y al cine, y a YouTube. Y a seguir riendo: no tiene cara de ser alguien que llore de veras.

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MAGIS, año LXI, No. 506, julio-agosto de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de julio de 2025.

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