“Hay campesinos para rato, es la historia de la humanidad”: Paulo Petersen

Petersen afirma que hay que quitar el poder a las trasnacionales. Fotos: Roberto Ornelas

“Hay campesinos para rato, es la historia de la humanidad”: Paulo Petersen

– Edición 443

Petersen afirma que hay que quitar el poder a las trasnacionales.

En tiempos de cambio climático y convulsiones políticas, la recuperación de modelos de vida campesina a escala modesta es una respuesta factible y plausible a estos desafíos. Sin embargo, el cambio implica una revolución política (la recuperación de la autonomía del campesinado) y una económica y ecológica: quitar el poder a las trasnacionales y restaurar los antiguos mercados locales, lo que baja la huella ecológica alimentaria.

El campesino es el actor rebelde de la historia. Perseguido por todos los modelos de desarrollo y estigmatizado por todas las ideologías, fue el “pagano” [del latín paganus: “habitante del campo”, “rústico”] denunciado por los cristianos de Roma, impacientes por su resistencia a la evangelización y, luego, paradójicamente, fue el protagonista de las contrarrevoluciones de los chuanes (Francia) o cristera (México).

Campesinos son los siervos sometidos por los grandes señores medievales o los kulaks sacrificados en la búsqueda del “hombre nuevo soviético”; la carne de cañón de la revolución maoísta o los rancheros libertarios del movimiento zapatista en Morelos; los aborígenes indomables de las llanuras americanas o las tribus en resistencia del África subsahariana.

Casi media humanidad, aún hoy, luego de tres siglos de tentativas de incorporación a los sistemas centralizados y burocráticos, sigue anclada de algún modo en la vida campesina, aunque al calor de políticas paternalistas y clientelares que a cambio de sometimiento le regalan el último escalón en la pirámide social. Dejar de ser campesino es la regla del éxito, parece ser el mensaje.

Pero el campesino se aferra. Paulo Petersen, brasileño, experto en agricultura familiar, estuvo en el ITESO para participar en el Foro de Soberanía Alimentaria, organizado por la Licenciatura en Nutrición, y concedió esta entrevista a MAGIS en la que aborda los entretelones políticos y económicos de este rescate de la figura del hombre del campo, lo que nos hace tocar temas como la autonomía, la autogestión, la seguridad y la soberanía alimentarias, el enfrentamiento a monopolios —las gigantes multinacionales— y el cambio climático.

 

Año de la agricultura familiar

La FAO designó este 2014 como el año de la Agricultura Familiar. ¿De qué hablamos cuando nos referimos a la agricultura familiar y cuál es su importancia para que este mundo funcione?

Pienso que la declaración de FAO es una gran conquista política por parte de la sociedad civil […] porque es un reconocimiento de que la agricultura familiar tiene especificidades, en relación con la agricultura en general […] no olvidemos que con la agricultura familiar se genera más volumen y se alimenta a muchas más personas que con la agricultura industrial.

¿Cómo están los datos para darnos una idea de todo esto?

Esto es un problema porque es muy difícil definirlo, lo que es y lo que no es la agricultura familiar […] primero se piensa que dos quintas partes de la población mundial son agricultores campesinos —que tienen su agricultura—, por lo menos hablamos de 1.3 mil millones de personas, como 550 millones de unidades familiares y, además, este inciso va en unidades familiares porque muchos campesinos no producen en unidades familiares, hay espacios más colectivos.

Por ejemplo, las comunidades indígenas…

Las comunidades indígenas, por supuesto. Es muy difícil ser precisos, pero las grandes cifras estimativas son de 550 millones de establecimientos y dos quintas partes de la población mundial que aún trabajan la tierra; esto es muy significativo porque esas dos quintas partes son responsables de la producción de 60 o 70 por ciento de la alimentación.

¿Con toda la precariedad en la que trabajan?

Exactamente, una de las grandes características que tiene el campesinado es la capacidad de lucha; de luchar en plan micro y luchar en plan macro. Luchar en plan micro es luchar con las fuerzas de segregación, porque siempre todas las teorías socioeconómicas dicen que los campesinados van a desaparecer, porque no tienen la capacidad de sobrevivir en un mundo capitalista, en un mundo de economía de mercado, cuando dos quintas partes de la población están en esa situación y no se ponen a pensar en que sobreviven precariamente porque a eso las someten, no porque ése sea su deseo. Muchas veces no tienen el espacio, no hay espacio físico ni ideológico ni reconocimientos; las políticas públicas en general apoyan a los grandes agronegocios, no a los campesinos.

O sea, “si no son productivos, no los apoyo, aunque sean millones”, dicen los gobiernos…

Exactamente, tenemos el ejemplo de Brasil hace 20 años, cuando empezamos con las políticas de agricultura familiar. Una de las personas que concibieron esto fue el actual presidente de la FAO, que nació en Brasil […] los datos revelaban que el gobierno apoyaba a los agricultores consolidados y a los que estaban en transición para su consolidación, mientras los demás no tenían espacio. Estamos hablando de que en Brasil había cuatro millones y medio de unidades familiares y como 60 por ciento fuera; de hecho, lo que pasó fue que las políticas públicas que en realidad buscaban llevar hacia la agricultura industrial a las unidades en transición, en vez de políticas públicas específicas de agricultura familiar entre 1996 y 2006, hubo un respaldo a poquísima concentración de gente […] Como 60 o 70 por ciento de lo producido por la agricultura familiar proviene de 6 por ciento de las unidades, lo que revela un proceso de concentración, una mala concepción de las políticas. Esto se deriva de la idea de que los agricultores deben participar en los mercados, en los grandes mercados, y no comprenden que los campesinos tienen muchas formas de economías, mercantiles o no mercantiles, incluso no agrícolas, que no forman parte de su presupuesto familiar.

Además de que, en términos económicos, la agricultura tiene cada vez menos valor…

Por supuesto, pero hay que recordar que esta gente tiene una capacidad productiva, por área, muy alta. Es una agricultura que tiene una característica: es artesanal. Es un trabajo donde el trabajador toma la decisión de lo que se hace, trabajo intelectual y trabajo mecánico van juntos; es diferente a una agricultura capitalista, en la que el trabajo intelectual es del que contrata y el trabajo del contratado es sólo mecánico. La agricultura campesina junta las dos cosas y esto permite una característica muy importante en relación con la naturaleza, que es ajustar, ajustes finos, con pequeños cambios de clima, de precios de mercado; tiene capacidad, flexibilidad, maleabilidad.

Agricultura Paulo Petersen 

Cambio climático

Y está el tema ambiental, la agricultura industrial y sus costos…

La economía campesina es un sistema económico y ecológico, porque también la naturaleza trabaja, y el trabajo de la naturaleza y el trabajo del ser humano juntos producen riqueza. Pero para que la naturaleza trabaje para el ser humano, el ser humano le devuelve a la naturaleza, entonces este equilibrio de coproducción es parte de la agricultura. La agricultura industrial no trabaja junto con la naturaleza, porque no está basada en los ciclos, en los flujos, en los energéticos, en los nutrientes que ésta tiene y, como resultado, hay un efecto de desequilibrio. Así, por ejemplo, en el caso de las malezas o las plagas que son nada más síntomas de un desequilibrio; la naturaleza siempre busca el equilibrio y responde con su antídoto, que es la plaga o la maleza, una forma de restablecer la reproducción biológica, pero nosotros lo vemos como un problema y atacamos las plagas con los plaguicidas y de ese modo vamos más al desequilibrio. Entonces se hace una relación de competencia entre el trabajo humano y la naturaleza, lo que no es el trabajo campesino. Dicho de forma más clara: la lógica campesina es una lógica de comprender los sitios, los ciclos, la forma en que la naturaleza trabaja, para tener un ideal de desequilibrio, porque siempre con la agricultura causamos una interferencia: para que los sistemas aumenten su productividad biológica es necesaria la interferencia y provocas un desequilibrio, y buscas mantener ese desequilibrio humano a cierto nivel con el trabajo. Pero si provocas un desequilibrio muy grande, la naturaleza reacciona, es una cosa muy sutil, pero son las capacidades de todas las poblaciones agrícolas de la historia, de encontrar su equilibrio, y las que no encontraron su equilibrio, provocaron colapsos…

Los ganaderos de la Sierra Madre acusan a los campesinos wixaritari [huicholes] de holgazanería por dejar tierras ociosas. ¿No tienen razón?

Eso que hacen los indígenas es rotar las tierras, el barbecho, y es una práctica que siempre debe existir. Lo interesante en la historia es que muchas civilizaciones que trabajaban con este tipo de rotación, en la medida en que la población creció y no fue más posible mantenerla, encontraron otras formas de recuperar la fertilidad. Uno de los esquemas es la integración entre la producción animal y la producción vegetal, que se hagan ciclos de producción entre el organismo, la biomasa, otros que consumen la biomasa, entonces cada vez se va intensificando el uso del espacio de forma sustentada, y muchas poblaciones consiguieron aumentar la población usando los mismos recursos en forma sustentable. Si la presión demográfica es mayor, tienes dos opciones: una, innovación tecnológica para mantener las capacidades sin promover una degradación ambiental, o procurar otras áreas, pero muchas veces no las tienen y deben ajustarse a lo que tienen.

¿La agricultura familiar es un modelo que puede ajustarse para la conservación de bosques y selvas?

Sí, ahí entra el tema de la agroecología. Es posible promover agroecosistemas bastante interesantes; una agricultura sedentaria, sin avanzar más sobre los bosques, porque ya hay área suficiente, abierta, para producir alimentos. Pero muchas veces la agricultura familiar se convierte en una lógica empresarial, y la lógica empresarial tiene una característica, que es la necesidad permanente de aumentar su producción, porque los márgenes de ganancia son cada vez menores. Entonces se obliga a la ola expansiva de la agricultura. No hay que confundir la cantidad de producción con la ganancia, porque en general son agricultores que tienen alta productividad, pero una ganancia muy pequeña porque los costos de producción son cada vez mayores.

Pero cuando el agricultor ve que uno de sus nichos de producción tiene menos rendimiento, busca diversificarse para estar menos expuesto y el bosque es una oportunidad, ¿no?

Así es, por supuesto, y el uso económico de los bosques es parte de la historia de la humanidad en los sistemas agroforestales. Las investigaciones demuestran que, comparando los dos tipos de agricultura, las productividades son muy equivalentes, y que en los países del Tercer Mundo tiende a ser mayor lo que produce la familiar sobre las industriales o la agricultura muy tecnificada con dependencia de insumos químicos. La conclusión es que sí es posible alimentar a nueve mil millones de personas hasta el año 2050 sin necesidad de devastar los bosques. Esto es posible con el conocimiento que se tiene; la cuestión principal es el modo en que el espacio agrario está dividido, porque hay una concentración brutal de activos ambientales en el mundo, y se ve cada vez más, y una lógica empresarial e industrial que necesita de más tierra en un sistema no sustentable depende de devastar los recursos forestales.

En tiempos de cambio climático van a ocurrir cosas con la tierra; es claro que disminuirán las tierras fértiles, un desafío que no habíamos vivido como humanidad…

Y una de las características de la agricultura industrial, precisamente, es su alta vulnerabilidad ante las situaciones climáticas. En cambio, los sistemas campesinos, por su sistema de biodiversidad, tienen más maleabilidad, más flexibilidad, son sistemas que se adaptan a variaciones del clima, del mercado. Los monocultivos tienen el problema de que se trata de plantas condicionadas para alta productividad, en condiciones ambientales óptimas, y si no tienen esas condiciones, la productividad baja. Con la inversión alta en fertilizantes, en semillas, en máquinas, te llega una sequía y entonces, además de no producir, estás endeudado… El fenómeno cada vez más recurrente en la agricultura convencional es un fenómeno económico, ecológico, y el tema del cambio climático es clave hoy para buscar un cambio de modelo.

Entrevista Paulo Petersen

Autonomía necesaria

¿Cómo convencer al propio campesino de que depender de ese sistema lo hace más frágil, menos capaz de responder adecuadamente al desafío de la supervivencia?

Sí, yo pienso que es un problema. Con los márgenes de maniobra de los campesinos, que son cada vez menos, y las políticas públicas que lo orillan a seguir el camino de la agricultura empresarial, y cuando dejan de funcionar los mercados locales, el campesino tiene que recurrir a mercados lejanos. Es la lógica del agronegocio. No es solamente una decisión del campesino, pues la lógica campesina es la de siempre mantener un grado de autonomía. Ésta es la palabra clave para entender al campesinado.

Una autonomía que es problemática para los políticos, para el Estado; tener gente que piense de forma distinta y que resuelva las cosas sin depender de los grandes poderes.

Sí, la cosa es que tanto los teóricos liberales como los de línea marxista durante mucho tiempo han dicho que los campesinos deben desaparecer, porque no hay espacio en el capitalismo para ellos. O se integra a los mercados o sale. Y eso involucra también una cuestión de poder, porque este nicho de autonomía es una autonomía técnica, política, de vida, al margen del capital, y ahí está el gran pecado del campesinado contra el capitalismo…

Incluso del capitalismo de Estado, porque la historia soviética fue una persecución de campesinos…

Por supuesto, la Unión Soviética destrozó también a su campesinado, fue una gran tontería; donde la gente no tiene autonomía, no tiene capacidad de poner su inteligencia para ejecutar sus proyectos de vida de forma independiente, entonces es cuestión política seria, porque aun cuando el campesinado genera un conjunto de beneficios a la sociedad, parece oponerse a la forma en que funcionan los estados.

¿Mantener la autonomía hubiera sido una buena política para combatir la pobreza, el hambre, en las naciones emergentes?

Así es, este avance de la lógica capitalista en el campo es responsable de este tipo de tragedias que vivimos en las sociedades hoy en día. Muchos de los problemas de nuestra sociedad son de origen rural. Un mundo que tiene un campesinado fuerte, activo culturalmente, tiene una distribución demográfica más equilibrada y una mejor relación con la naturaleza. Estamos hablando de la necesidad de una democratización de los sistemas alimentarios, y para democratizar hay que construir autonomías por encima de los grandes intereses —hay que ver el costo ambiental brutal que tiene no consumir los productos que se generan en el mercado local—, sin olvidar toda esa economía tejida al margen del mercado, que resuelve muchos problemas de las poblaciones.

Entonces, el cambio climático va a colapsar con más facilidad esa economía global, gigante, mecanizada, mientras los modelos campesinos van a seguir existiendo…

Para nuestra suerte. Y promover esos modelos de agricultura campesina termina siendo una buena respuesta de adaptación a los cambios que vienen. Hay campesinos para rato, es la historia del hombre. m.

MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

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