Gloria Steinem y el tsunami del feminismo
Montserrat Muñoz – Edición 498
A lo largo de su vida, la periodista y activista estadounidense ha desafiado convenciones, abrazado la diversidad y luchado incansablemente por la igualdad de género, dejando una huella indeleble en la historia mundial del movimiento por los derechos de las mujeres
El panorama para las mujeres en México ha experimentado una metamorfosis trascendental en las últimas décadas. En un país donde la mitad de la matrícula universitaria está conformada por mujeres y más de cinco millones de personas se identifican abiertamente como parte de la comunidad LGBTIQ+, y en el que el 2023 marcó un hito con la despenalización del aborto, el horizonte político augura un cambio aún más radical: la muy probable llegada de una mujer a la presidencia en 2024.
Que las mujeres puedan tener el reconocimiento y garantía de sus derechos políticos, sexuales, reproductivos, económicos y laborales es algo que habría resultado impensable hace apenas unos años. Y es una lucha que está todavía lejos de terminar: incluso hoy en día no son pocos los lugares en el mundo donde la mujer queda reducida a la categoría de objeto o posesión. En el mejor de los casos, es simplemente considerada como inferior al hombre.
Detrás de los logros alcanzados se esconde un tejido intrincado de lucha, dolor y esperanza, urdido por millones de mujeres cuyas voces resonaron, y aún resuenan, en la denuncia de la inequidad y en la exigencia de derechos. En esta batalla, una figura destaca: Gloria Steinem, periodista y activista estadounidense, cuyo nombre reverbera en las páginas de la historia feminista.
Con casi seis décadas de activismo a cuestas, Steinem ha desafiado incansablemente la supremacía masculina y blanca, confrontando las estructuras de poder arraigadas en la sociedad. Cerca de cumplir 90 años de edad, se erige como un personaje casi legendario, venerado por algunos y cuestionado por tantos otros, pero indiscutiblemente relevante en el discurso feminista contemporáneo.
Gloria Steinem se autodenomina como una feminista radical, que entiende que la discriminación contra las mujeres es resultado y raíz de otras violencias y de su normalización. Pero, “básicamente, se trata de igualdad y de tener el poder de elegir. Las etiquetas suelen ser sólo una cuestión de énfasis”, comentó en entrevista para The Washington Post.
El comienzo de una revolucionaria
No hubo un único momento definitorio para que Steinem se convirtiera en feminista. Como a muchas y muchos les pasa, el feminismo llegó a ella como resultado de sus experiencias y de las reflexiones que se desprenden de sucesos específicos.
Durante las primeras dos décadas de su vida, el feminismo que conocieron ella y el resto del mundo fue el protagonizado por las sufragistas, mujeres que lucharon por reivindicar su derecho a ejercer el voto.
Estudió gobierno en el Smith College, en Massachusetts, Estados Unidos, tras lo cual se fue a la India con una beca durante un par de años, no sin antes hacer escala en Londres para practicarse un aborto —lo que, por cierto, era ilegal en aquel entonces—. Más tarde explicaría que ese momento influyó en su decisión de acercarse al feminismo.
En 1960 llegó a Nueva York a probar suerte como periodista. Ahí colaboró con diversas revistas, como Esquire, New York Magazine, Cosmopolitan y Show. Para esta última escribió en 1963 un reportaje sobre el acoso sexual y la explotación que vivían las conejitas de Playboy, condiciones que experimentó en carne propia tras algunas semanas de trabajar en una franquicia de esa revista “para caballeros” en Nueva York, bajo una identidad falsa.
Este trabajo le dio notoriedad como periodista y la enseñó a entender su militancia desde su oficio, así como a comprender sus potencialidades y diferencias.
Una revolución sexual, racial y social
Hay que considerar que Steinem ha estado presente en tres de las —hasta ahora— cuatro olas feministas. Si la primera ola luchó por los derechos políticos de las mujeres, la segunda lo hizo por sus derechos sexuales y la liberación femenina.
Con el movimiento por los derechos civiles como trasfondo, la periodista se hizo consciente de que la igualdad de género está intrínsecamente interconectada con la justicia social. Esto la ayudó a definir un enfoque integral del feminismo. En el camino, el activismo de Steinem encontró aliados en otros movimientos, como los liderados por una incipiente comunidad LGBTIQ+, además del de los nativos estadounidenses y el que exigía el fin de la guerra de Vietnam.
En 1969 escribió su famoso ensayo “After Black Power, Women’s Liberation” (“Después del poder negro, la liberación de las mujeres”) para la New York Magazine, que recogía sus pensares en torno a la interseccionalidad. Ése fue uno de los diferenciadores de la segunda ola: potenció al feminismo al incluir también a las mujeres negras como protagonistas e impulsoras de la lucha, cosa que no había sucedido en el movimiento sufragista.
El antirracismo se convirtió, casi de inmediato, en una premisa igual de importante para Steinem, quien, con la experiencia de haber vivido en la India, entendía que la discriminación y la opresión de género se recrudecían por factores como la raza, la clase y el contexto de los países en desarrollo.
Es famosa la fotografía de Steinem con Dorothy Pitman Hughes, activista negra y gran amiga, con quien se alió para fundar en 1971 la Women’s Action Alliance, entidad desde la que impulsaron la Agenda Nacional de la Mujer para promover los derechos de las mujeres.
A finales de ese mismo año, la dupla fundó también la revista Ms., considerada la primera publicación periódica creada y dirigida exclusivamente por mujeres. La revista se alejó de los artículos acerca de tendencias de belleza y de los consejos para facilitar las tareas domésticas y apostó, en cambio, por aquellos temas que permanecían como tabúes, a pesar de estar en boca de todos: aborto, discriminación laboral, violencia de género, acoso sexual y lesbianismo.
Ms. facilitó que el discurso feminista alcanzara a otros sectores de la sociedad, aprovechando el enfoque periodístico de la plataforma y legitimando, de paso, a un movimiento que los medios de comunicación desestimaban constantemente. Fue, en voces de sus autoras, “convertir el movimiento feminista en una revista”.
El innato nomadismo de Gloria —pasó su infancia viajando y acompañando a sus padres mientras vendían antigüedades por todo el país— le fue útil para acompañar campañas presidenciales que comulgaran la agenda feminista, así como para organizar mítines, recaudar fondos, dar conferencias y protestar por la causa feminista en toda ciudad donde pusiera pie, convirtiéndose así en la figura más conocida del movimiento.
Como resultado de todo esto, Steinem se volvió famosa. Se convirtió en la cara bonita del feminismo, aquella a la que el sistema podía permitirse dar cierta legitimidad, porque, a pesar de ser mujer, era blanca, educada y atractiva. Esta última etiqueta, característica del sistema heteropatriarcal, permitió a la feminista contribuir a consolidar un movimiento que sigue vigente y en constante renovación.
“Antes del feminismo yo era bonita; sólo después del feminismo fui ‘hermosa’. ¡Las pocas expectativas que la gente tenía respecto a cómo se debían ver las feministas me encumbraron!”, ha declarado al respecto una divertida Gloria.
Así como su belleza fue su boleto para el reconocimiento público, tanto de ella misma como del movimiento, también fue uno de sus más grandes obstáculos. Y es que, para muchos, era un contrasentido que una mujer bonita fuese feminista, cuando el juego patriarcal estaba hecho para que alguien en su posición lo disfrutara lo más posible, o al menos tanto como una mujer pudiese. Es decir, que si una mujer era capaz de conseguirse un marido, no tenía por qué preocuparse por pedir igualdad de derechos.
Por eso mismo, el hecho de que Gloria apareciera en una manifestación con una minifalda, o que usara un vestido con un escote revelador en algún evento, más aún cuando iba de la mano de sus parejas, descolocaba tanto a simpatizantes como a críticos.
Las propias feministas cuestionaban que el foco mediático estuviera sobre la imagen de Steinem —apodada “la pin-up de los intelectuales” por la revista Esquire—, dejando de lado las audaces ideas y exigencias del movimiento.
Cuando la perfección del personaje parecía contravenir la humanidad y la vulnerabilidad de la persona, muchos predijeron el fracaso y muerte del feminismo. Ante ello, Gloria ha señalado que no es posible ser un modelo a seguir si no se muestran las propias equivocaciones y fragilidades cotidianas. “Porque entonces lo único que provocas es que las otras personas sientan que no pueden lograrlo”, comentó alguna vez al respecto para Los Ángeles Times.
Más que feminismo, igualdad
Pero la muerte del feminismo no llegaría. Si bien las mujeres de los años ochenta bajaron el volumen y se retiraron de las calles pensando que sus predecesoras ya se habían ocupado del tema, hacia mediados de los noventa surgieron nuevos desafíos y las convenciones sociales volvieron a maniatar a las mujeres.
La tercera ola surgió para exigir la igualdad de género en la esfera laboral, donde el espíritu fue de denuncia contra el sexismo vivido diariamente. A diferencia de la segunda, en la que se priorizaba un frente unido, esta etapa puso énfasis en los discursos diferenciados dentro del movimiento: se habló de ecofeminismo, transfeminismo y otras corrientes. También se abraza la feminidad y el instinto materno, dando pie a que las mujeres elijan cómo vivir.
Desde las escenas musical y literaria se presentaron figuras que abanderaron esta etapa del movimiento, como Riot Grrrl y las Spice Girls. Estos grupos “girrl” combinaban la cultura punk con la política y el feminismo.También influyó el juicio de la abogada Anita Hill, quien testificó contra el nominado a la Corte Suprema de Estados Unidos, Clarence Thomas, por acoso sexual.
Una breve pausa y, años después, el mundo está trepado en la cuarta ola feminista, que pone la violencia de género al centro del debate. Esta vez, la globalización es herramienta clave del feminismo: por primera vez se escucha de paros internacionales, de manifestaciones cuyos participantes se cuentan por cientos de miles y de agendas compartidas entre grupos de distintos países, escalando además al mundo digital como escenario esencial desde donde plantear la necesidad de igualdad.
El movimiento #MeToo estalló en 2017 y dio pie a que miles de mujeres de todo el mundo denunciaran en las redes sociales digitales sus experiencias de acoso sexual.
Esta cuarta ola retoma también las demandas que no han sido satisfechas o que han enfrentado reveses a lo largo de los años: tal es el caso de la revocación del derecho al aborto en Estados Unidos, en 2022, luego de 50 años de contar con este derecho constitucional. En este contexto, el feminismo se encuentra en un punto crítico, y el papel de Gloria Steinem es tanto recordatorio como inspiración para las generaciones actuales y venideras.
Al abordar los desafíos contemporáneos, Steinem aboga por una respuesta colectiva. Su legado invita a la colaboración intergeneracional, conectando los logros pasados con las luchas presentes.
Pese a que tanto mujeres como hombres han ido tomando cada vez más conciencia respecto a la creciente desigualdad entre géneros, la lucha por erradicarla aún encuentra resistencias arraigadas.
Reconocen una vida dedicada al activismo
Gloria Steinem retomó la escritura y aprovechó las letras como otro canal para continuar con la lucha feminista a la que ha dedicado toda su vida. A la fecha, tiene ocho títulos publicados.
A lo largo de su vida, ha recibido reconocimientos y distinciones por su trabajo a favor de los derechos de las mujeres, por lo que también ha sido considerada una de las mujeres más influyentes del mundo en numerosas ocasiones. Cuenta con diversos títulos honorarios, entre los que destacan un doctorado honoris causa por la Universidad de Harvard y el primer doctorado en Justicia Humana concedido por el Simmons College.
Ha sido reconocida con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2021 y con la Medalla Ceres de las Naciones Unidas y recibió de manos del entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, la Medalla Presidencial de la Libertad.
También ha obtenido premios por su labor periodística, como el Penney-Missouri Journalism Award, el Women’s Sports Journalism Award y el Lifetime Achievement in Journalism Award, otorgado por la Sociedad de Periodistas Profesionales.
Recibió también el National Gay Rights Advocates Award y el Eleanor Roosevelt Val-Kill Medal Award, además de que fue incluida en el National Women’s Hall of Fame y en la Universidad Rutgers una cátedra en torno a los estudios feministas lleva su nombre.
Hollywood también le ha rendido homenaje, tomándola como inspiración para hacer películas, documentales y series sobre su vida. Ha incursionado como productora ejecutiva y participado en documentales y, ocasionalmente, en la actuación, con breves cameos en diferentes series populares. En Nueva York, el 31 de marzo de 2019 fue proclamado como el Día de Gloria Steinem.
En sus trabajos periodísticos, y posteriormente en sus libros, la autora ha hecho evidente su militancia. Asuntos como la igualdad salarial y la legalización del aborto, así como la erradicación del maltrato femenil y de la mutilación genital femenina, son algunos de los que la incitan a subir el volumen de su voz.
El feminismo ya no es sólo una, dos o tres olas. Ya es un océano entero y está inundando al mundo. “El progreso que hemos logrado no es suficiente. Pero ser vieja tiene sus ventajas: tengo un papel que desempeñar en el movimiento diciendo: ‘Aquí es cuando era peor’”, declaró Steinem a The New York Times en 2020.
Gloria Steinem sigue siendo una figura influyente en el feminismo contemporáneo, conectando con nuevas generaciones a través de su activismo en redes sociales y su participación en movimientos como #MeToo. Continuará surfeando las olas del feminismo por la vida que le quede, al lado de los nuevos rostros del activismo a favor de las mujeres, porque, aunque ha habido avances, “no son los suficientes”.
Steinem permanece como un referente, pero ella misma se aleja de la etiqueta de ícono. Para ella, no existen: hay feministas que son más o menos reconocidas, y no por ello más o menos icónicas. Son, todas, sólo feministas.
2 comentarios
el aborto no es un derecho de la mujer , el derecho mas importante es la vida del ser que tiene en su vientre y que es el ser mas indefenso no podemos elogiar ni premiar a ninguna persona que no defienda el primer derecho de todo ser humano que es la vida , no estoy en nada de acuerdo en este tipo de feminismo
ME DA TRISTEZA QUE UNA UNIVERSIDAD CATOLICA DE LA CUAL FUI EGRESADO AL IGUAL QUE TAMBIEN ESTUDIE EN EL INSTITUTO DE CIENCIAS DE IMPORTANCIA Y PUBLIQUE ESTE TIPO DE ARTICULOS QUE EN NADA FAVORECE LOS VALORES Y PRINCIPIOS QUE DEBEMOS LLEVAR COMO SERS HUMANOS ME INDIGNA SER PARTE Y FORMADO EN SUS INTITUCIONES EDUCATICAS,