Las suposiciones que llegamos a hacernos acerca del porvenir son por lo general desmedidas y se fundan más en nuestros temores o en nuestros deseos que en expectativas realistas. Pero nos gusta hacer todo lo posible por conocerel futuro
El futuro, cuando lo imaginamos, nos entusiasma o nos intimida; cuando nos alcanza (¿o lo alcanzamos?), nos decepciona. Así como nada es más falso que creer que todo tiempo pasado fue mejor, tampoco es cierto que el futuro siempre traiga consigo las maravillas que nos ilusionaban ni que cumpla con las calamidades que nos amedrentaban —hasta ahora más o menos nos las hemos ingeniado para eludir estas últimas, aunque, como vamos, quién sabe si seguiremos lográndolo.
Las suposiciones que llegamos a hacernos acerca del porvenir son por lo general desmedidas, se fundan más en nuestros temores o en nuestros deseos que en expectativas realistas. Y los auténticos profetas escasean porque, por más certeros que logren ser, sus pronósticos nunca están lo suficientemente acordes con nuestros deseos. No obstante, nunca renunciamos a avizorar lo que vendrá, y aunque queramos que los coches vuelen, tampoco nunca sabemos muy bien para qué. m.