Francesca Albanese: decir genocidio
David Miklos – Edición 508

A poco más de dos años del inicio de la más reciente guerra en Palestina, casi 70 mil personas han sido asesinadas, y se calcula que más de 80 por ciento de los palestinos muertos son civiles. El creciente llamado de la comunidad internacional, si bien tardío, hace eco de voces como la de la abogada italiana, Relatora Especial para las Naciones Unidas sobre la Situación de los Derechos Humanos en esa región
El 29 de diciembre de 2023, Sudáfrica presentó un caso ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en virtud de la Convención del Genocidio de 1948, titulado Aplicación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio en la Franja de Gaza (Sudáfrica contra Israel). El caso ingresó a tribunales los días 11 y 12 de enero de 2024; los cargos, de acuerdo con la presentación, se refieren a “el contexto más amplio de la conducta de Israel hacia los palestinos durante sus 75 años de apartheid, sus 56 años de ocupación beligerante del territorio palestino y su bloqueo de Gaza de 16 años”.
El conflicto armado entre Israel y Palestina, renovado y recrudecido a partir del ataque coordinado de Hamás del 7 de octubre de 2023, que incluyó el asesinato de civiles y el secuestro de rehenes, escaló rápidamente y fue el equipo legal sudafricano el primer actor internacional de peso en cuestionar si lo que ocurrió a partir de ese momento devino en el inicio de un genocidio por parte de Israel.
La demanda sudafricana fue suscrita por 39 Estados y organizaciones internacionales, entre los que se cuentan varias naciones latinoamericanas: Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, México, Venezuela y Chile, cuyo presidente, Gabriel Boric, ha sido uno de los líderes mundiales más vocales y lúcidos al respecto. Casi una docena de países se opuso a la demanda: Australia, Austria, Alemania, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Hungría, Italia, Paraguay, Reino Unido y República Checa. Seis países decidieron ubicarse en la neutralidad. Israel declaró su rechazo a las acusaciones diciendo que le provocaban asco y que eran parte de una cooperación con los terroristas, a los que tachó de “herederos de los nazis”, que buscaban destruirlo, además de que los cargos carecían de sustento tanto legal como factual.
Un par de meses después, el 25 de marzo de 2024, la abogada, académica y activista italiana Francesca Albanese, Relatora Especial sobre la Situación de los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados desde 1967, cuyo mandato fue designado por el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, presentó un cuarto informe que concluía que, al analizar las pautas de la violencia y las políticas de Israel en su asalto a Gaza, “hay motivos razonables para creer que el umbral a partir del cual puede decirse que Israel ha cometido genocidio ya se ha alcanzado”.

Una voz incómoda
Para ese entonces, la llamada guerra entre Israel y Palestina ya llevaba poco más de cinco meses en curso, tras los cuales, siguiendo el informe de Albanese, “Israel ha destruido Gaza. Más de 30 mil palestinos han resultado muertos, entre ellos más de 13 mil niños. A más de 12 mil se les da por muertos y 71 mil han sido heridos; muchos de ellos tienen mutilaciones que han dado un vuelco a sus vidas. De las zonas de viviendas, 70 por ciento ha quedado destruido. De la población, 80 por ciento se ha visto forzado a desplazarse. Miles de familias han perdido a sus seres queridos o han sido aniquiladas. Muchas no han podido enterrar y llorar a sus parientes, y se han visto obligadas a dejar sus cuerpos descomponiéndose en las casas, en la calle o bajo los escombros. Miles de personas han sido detenidas y sometidas sistemáticamente a graves malos tratos. El trauma colectivo, de incalculables dimensiones, se revivirá durante las generaciones venideras”.
Voz incómoda, la de Albanese se sumó a la de Sudáfrica, mucho antes de que otros académicos y expertos en el tema, así como organismos internacionales diversos y líderes mundiales, reconocieran lo que estaba ocurriendo: una avanzada que, como puede verse hoy, tenía razón.
Fue durante su 49° periodo de sesiones, llevado a cabo en marzo de 2022, que el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas designó a Albanese como la primera Relatora Especial sobre la Situación de los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados desde 1967, y su función dio inicio el 1 de mayo de ese año.
Sucesora de siete relatores especiales previos, todos varones, electos desde que el puesto fuera fundado en 1993, Albanese presentó un primer informe el 21 de septiembre siguiente, durante el 77 periodo de sesiones de la Asamblea General de la onu, como parte del tema 68, inciso c, del Programa de Promoción y Protección de los Derechos Humanos: “Situaciones de los derechos humanos e informes de Relatores y Representantes Especiales”.
De acuerdo con la propia ONU, el mandato de la Relatora Especial se deriva de la resolución de 1993 del Comité de Derechos Humanos, en donde, y en resumen, se le pide:
- Investigar las violaciones por parte de Israel de los principios y fundamentos del derecho internacional, del derecho internacional humanitario y del Convenio de Ginebra relativo a la protección de personas civiles en tiempo de guerra, de 12 de agosto de 1949, en los territorios palestinos ocupados por Israel desde 1967.
- Recibir comunicaciones, oír a los testigos y utilizar las modalidades de procedimiento que considere necesarias para su mandato.
- Informar, con sus conclusiones y recomendaciones, a la Comisión de Derechos Humanos en sus futuras sesiones, hasta el fin de la ocupación israelí de esos territorios.
Como podrá leerse a continuación, Albanese tiene el perfil idóneo para llevar a cabo el mandato como Relatora Especial, tanto por su visión histórica como por su acertada lectura del presente.

Vocación, memoria y justicia
Nacida en Ariano Irpino, el municipio más grande de Campania, una de las regiones administrativas de Italia, el 30 de marzo de 1977, Albanese estudió Derecho en la Universidad de Pisa y una maestría en Leyes, concentrada en derechos humanos, en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. En 2020 publicó, en mancuerna con Lex Takkenberg, Palestinian Refugees in International Law, con el sello de la Oxford University Press, fruto de su experiencia tanto académica como profesional. Y en 2023 colaboró con Christian Elia para el libro J’accuse, editado por la editorial milanesa Fuoriscena (“Yo acuso”, a partir de la célebre carta de Émile Zola al presidente francés Félix Faure, en relación con el caso Dreyfus), en donde explica en detalle lo que ocurría en Gaza hasta entonces, a partir de sus investigaciones y reportes.
Además de lo anterior, Albanese es doctoranda de la Facultad de Derecho de la Universidad de Ámsterdam, en donde estudia el derecho internacional de los refugiados; becaria afiliada en el Instituto para el Estudio de la Migración Internacional de la Universidad de Georgetown; investigadora en el Instituto Internacional de Estudios Sociales de la Universidad Erasmus de Róterdam, así como la asesora principal sobre migración y desplazamiento forzado en la organización Renacimiento Árabe para la Democracia y el Desarrollo (ARDD, por sus siglas en inglés), en donde fundó la Red Global sobre la Cuestión Palestina.
En su cuarto informe como Relatora Especial, además de lo ya citado, Albanese concluye que “los dirigentes ejecutivos y militares de Israel y los soldados israelíes han distorsionado intencionadamente los principios del jus in bello, subvirtiendo sus funciones de protección en un intento de legitimar la violencia genocida contra el pueblo palestino”, lo cual nos permite establecer un paralelismo histórico con varios eventos ocurridos durante la primera mitad del siglo XX.

La palabra genocidio
Poco antes de invadir Polonia en septiembre de 1939 y dar así inicio a la Segunda Guerra Mundial, cuestionado por la inminente matanza de civiles, algunos de sus generales increparon a Adolf Hitler y le hicieron ver que las acciones que estaban por emprender serían catalogadas como crímenes de guerra, aludiendo a la masacre de los armenios llevada a cabo por los Jóvenes Turcos del Imperio Otomano a inicios del siglo XX. La respuesta del Führer fue contundente: ¿quién recuerda hoy a los armenios?
Hitler consideraba a los polacos un pueblo inferior (tanto judíos como no judíos) y logró diezmar a su población a lo largo de la guerra, con el fin último de hacerse de su territorio, asunto del cual también fueron partícipes los soviéticos, como puede verse en el caso de la masacre de 22 mil oficiales y prisioneros (de guerra y comunes: profesores, artistas, investigadores e historiadores) llevada a cabo en Katin, en la que ambos Estados se inculparon mutuamente hasta que la verdad salió a la luz. Durante la Segunda Guerra Mundial, alrededor de seis millones de polacos fueron asesinados.
Fue la masacre de armenios perpetrada por los Jóvenes Turcos del Imperio Otomano a inicios del siglo XX la que llevó a Raphael Lemkin (1900-1959), un abogado polaco exiliado en Estados Unidos tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, a acuñar el término genocidio en 1944, en concordancia con la limpieza étnica emprendida por la Alemania de Hitler, de la cual la Shoah —el Holocausto judío— formó parte. El trabajo de Lemkin fue la semilla que dio pie a la creación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, aprobada por la onu el 9 de diciembre de 1948.
Los eventos anteriores, sin embargo, no fueron los únicos genocidios del siglo XX, como reportó Omar Bartov, profesor de Estudios del Holocausto y los Genocidios de la Universidad de Brown, uno de los primeros académicos en terminar de aceptar que lo que Israel estaba cometiendo en Gaza no eran meros crímenes de guerra, sino un genocidio con todas sus letras. En un ensayo aparecido en The New York Review of Books el 24 de abril de 2025 y titulado “Infinite License” (“Licencia infinita”), Bartov, judío que vivió en un hogar sionista en Israel, antiguo soldado de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF), retomó el genocidio que los alemanes llevaron a cabo en sus territorios del África del Sudoeste (lo que hoy es Namibia), en el que asesinaron a entre 24 mil y 100 mil miembros del pueblo herero, además de a 10 mil miembros del pueblo nama. Por otro lado, y en resumen, Bartov explica que la memoria del Holocausto ha sido perversamente evocada para justificar tanto la erradicación de Gaza como el silencio notable con el que dicha violencia ha sido encarada.
Un mes después, en una columna de opinión del New York Times titulada “I’m a Genocide Scholar. I Know It When I See It” (“Soy un experto en genocidio. Lo sé cuando lo veo”), Bartov concluye que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza, y reconoce la demanda emprendida por los sudáfricanos, así como los reportes de Albanese y la declaración de Amnistía Internacional al respecto, además de rescatar nuevamente la historia de Lemkin y el acuñamiento del término, prontamente adoptado hacia finales de la Segunda Guerra Mundial.
Perspectiva y posicionamientos internacionales
En el marco de la más reciente Asamblea General de la ONU, llevada a cabo en su sede en Nueva York durante la semana del 22 de septiembre de 2025, varios países se sumaron al reconocimiento del Estado Palestino, a casi dos años de iniciado el conflicto más reciente entre Israel y Palestina: Australia, Gran Bretaña, Canadá y Francia. Sumados, son 155 de los 193 miembros de la ONU los que reconocen a Palestina: 80 por ciento. En México, y durante su conferencia matutina diaria, la presidenta Claudia Sheinbaum declaró que el genocidio debía detenerse, usando dicha palabra por primera vez en su administración. Estados Unidos, por su parte, no se ha sumado a dicho reconocimiento y la administración del presidente Donald Trump continúa cercana al gobierno de Benjamin Netanyahu, con la idea de hacer de Gaza un paraíso de bienes raíces, la “riviera del Oriente Medio”, según el mandatario estadounidense declaró en febrero de 2025.
Un par de meses antes de la reciente Asamblea, en julio de 2025, Albanese había presentado su quinto informe como Relatora Especial, titulado “De una economía de la ocupación a una economía del genocidio”, mismo que le granjeó una condena por parte de Estados Unidos y Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, quienes dijeron que la Relatora sería sancionada económicamente. “¿Sanciones en mi contra? Un ataque en el corazón del multilateralismo”, dijo Albanese, además de tachar el asunto de técnicas mafiosas. Y ya en la antesala de la Asamblea, el 16 de septiembre pasado, la Comisión Internacional Independiente de Investigación del Territorio Palestino Ocupado, incluidos Jerusalén Este e Israel (establecida el 27 de mayo de 2021, dada la evidente crisis de derechos humanos en la región), concluyó: “Es claro que hay una intención de destruir a los palestinos en Gaza a través de actos que reúnen los criterios establecidos por la Convención del Genocidio”. En su cuenta de X, Albanese relata que, tras dicha determinación y en una rueda de prensa después de la conferencia, le preguntaron si estaba feliz de que los resultados de sus investigaciones habían sido confirmados. “Definitivamente no”, escribió. “Desearía haber estado equivocada. Desearía que un genocidio no siguiera teniendo lugar, a 18 meses de mi reporte, sin un final ni responsabilidad a la vista”.

Lo que no se nombra no existe
Hay que recordar que Francisco, el primer Papa no sólo jesuita sino también latinoamericano, hablaba a diario con el padre Gabriel Romanelli, párroco de la iglesia de la Sagrada Familia de Gaza, un refugio además de un templo —aunque quizás una y otra cosa sean lo mismo—. Lo hizo hasta el último de sus días, sin imaginar que, meses después de su muerte, dicha iglesia sufriría un ataque por parte de las idf en el que hubo tres personas muertas, dos de ellas mujeres, además de seis heridos, incluido el propio Romanelli. En su libro La speranza non delude mai (La esperanza nunca defrauda, Mensajero, 2024), escrito para el Jubileo de 2025, Su Santidad Francisco dice:
En Oriente Medio, las puertas abiertas de naciones como Jordania o Líbano siguen siendo la salvación para millones de personas que huyen de los conflictos en la zona: pienso sobre todo en los que abandonan Gaza en medio de la hambruna que azota a sus hermanos palestinos ante la dificultad de hacer llegar alimentos y ayuda a su territorio
Según algunos expertos, lo que está sucediendo en Gaza tiene las características de un genocidio. Debería ser investigado cuidadosamente para determinar si encaja en la definición técnica formulada por juristas y organismos internacionales.
A la fecha en la que concluyo este texto, más de 68 mil personas han sido asesinadas en la llamada Guerra de Gaza: 66 mil 045 palestinos y mil 983 israelíes. También han sido asesinados 217 periodistas y trabajadores de medios de comunicación, 120 académicos, 224 trabajadores de auxilio humanitario (179 de ellos parte de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo —unrwa, por sus siglas en inglés—). De los palestinos asesinados, se calcula que 80 por ciento son civiles.
Lo que no se nombra no existe.
Y vaya que Francesca Albanese lo ha nombrado, no lo ha dejado de nombrar, en tiempo y forma.
El clamor de la Santa Sede
Por Magis Redacción
Prácticamente desde que fue electo, el papa León XIV ha colocado la tragedia de Gaza en el centro de sus mensajes públicos. En apenas unos meses, sus intervenciones han sido una llamada constante a detener la violencia, aliviar el sufrimiento de la población civil y reabrir caminos de diálogo. En un contexto marcado por la devastación y la incertidumbre, la voz del obispo de Roma se ha levantado como un recordatorio de la dignidad inviolable de toda persona y de la urgencia de la paz.
El 11 de mayo de 2025, en el primer domingo de su pontificado, León XIV apareció en la ventana del Palacio Apostólico para dirigir el rezo del Regina Cæli. Allí expresó su conmoción por la situación y pidió con vehemencia: “Me entristece profundamente lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza: ¡que haya un cese inmediato del fuego! Que se proporcione ayuda humanitaria a la población civil golpeada, y que todos los rehenes sean liberados“. Ese mismo día, en un mensaje posterior titulado “¡Nunca más la guerra!”, insistió en la urgencia de que la violencia no siga devastando vidas.


Diez días más tarde, en la Audiencia General del 21 de mayo, renovó su llamado. Con palabras breves y directas señaló: “La situación en la Franja de Gaza es cada vez más preocupante y dolorosa. Renuevo mi sentido llamado para que se permita la entrada de ayuda humanitaria digna y para que cesen las hostilidades, cuyo desgarrador precio lo pagan los niños, los ancianos y los enfermos”.
El 26 de junio, al dirigirse a la Reunión de Obras para la Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO), amplió el horizonte de su reflexión. Aludió a varios conflictos abiertos, pero incluyó a Gaza como símbolo de la deshumanización que genera la guerra: “Nuestros corazones sangran cuando pensamos en Ucrania, en la situación trágica e inhumana en Gaza y en Oriente Medio, devastado por la propagación de la guerra”. Y agregó con tono grave: “Es preocupante ver que la fuerza del derecho internacional y del derecho humanitario parece ya no ser vinculante… Esto es indigno de nuestra humanidad”.
Durante el Jubileo de la Juventud, en Tor Vergata, el 3 de agosto, el Papa se dirigió a miles de jóvenes reunidos para el rezo del Angelus. En ese contexto evocó a sus contemporáneos que viven en medio del horror: “En comunión con Cristo […] estamos más cerca que nunca de los jóvenes que sufren […] Estamos con los jóvenes de Gaza. Estamos con los jóvenes de Ucrania, con los de toda tierra ensangrentada por la guerra […] donde los conflictos no se resuelven con armas sino con el diálogo”.
A finales de agosto, en la Audiencia General del día 27, León XIV hizo suyas las palabras de los patriarcas de Jerusalén. “Hoy renuevo un fuerte llamamiento tanto a las partes involucradas como a la comunidad internacional, para que se ponga fin al conflicto en Tierra Santa, que ha causado tanto terror, destrucción y muerte”, dijo. Su exhortación incluyó reclamos precisos: “Pido que todos los rehenes sean liberados, que se alcance un alto el fuego permanente, que se facilite la entrada segura de ayuda humanitaria y que el derecho humanitario sea plenamente respetado —especialmente la obligación de proteger a los civiles y las prohibiciones contra el castigo colectivo, el uso indiscriminado de la fuerza y el desplazamiento forzado de poblaciones”. Concluyó encomendándose a María, Reina de la Paz, como intercesora para reconciliación “en esa tierra tan querida para todos nosotros”.


El 17 de septiembre, en una nueva Audiencia General, sus palabras se dirigieron de manera explícita al pueblo palestino: “Expreso mi más profunda solidaridad con el pueblo palestino en Gaza, que sigue viviendo con miedo y sobreviviendo en condiciones inaceptables, expulsado —una vez más— de sus tierras”. Reiteró su convicción sobre la dignidad de toda vida humana: “Toda persona tiene siempre una dignidad inviolable, que debe ser respetada y protegida”. Y retomó sus constantes llamados: “Renuevo mi llamado a un alto el fuego, a la liberación de los rehenes, a una solución diplomática negociada y al pleno respeto del derecho internacional humanitario… para que pronto amanezca una aurora de paz y justicia”.
Pocos días después, el 21 de septiembre, de nuevo en el Angelus, advirtió que “no hay futuro basado en la violencia, el exilio forzado o la venganza”. Frente a la multitud congregada en la plaza de San Pedro resumió el núcleo de su mensaje: “La gente necesita paz; quienes realmente aman a la gente trabajan por la paz”.
A lo largo de estos meses, además de sus intervenciones públicas, el Papa ha enviado telegramas, sostenido llamadas telefónicas y recibido a líderes políticos, reafirmando la necesidad de un alto el fuego permanente y de la solución de dos Estados. En un telegrama tras un ataque a la parroquia de la Sagrada Familia en Gaza, su voz se hizo presente una vez más: “El Santo Padre renueva su llamado a un cese inmediato del fuego y expresa su profundo deseo de diálogo, reconciliación y paz duradera en la región”. El pontificado de León XIV apenas comienza, pero ya ha mostrado una línea clara en torno a Gaza: denuncia sin titubeos la deshumanización provocada por la guerra, reclama la vigencia del derecho internacional y sostiene, con insistencia, que sólo la paz y el diálogo ofrecen un futuro posible. En su voz se escucha no sólo el eco de una tradición de la Santa Sede que apuesta por la mediación y la justicia, sino también el clamor de millones que ansían que termine la violencia en la tierra que tres religiones consideran santa.