“Excelentísimos señores académicos”: Francisco Toledo
Dolores Garnica – Edición 436
Francisco Toledo cumplió 73 años y sigue siendo el mismo mono de Kafka, el que, ya sabio, no termina de encontrar. Cuando comenzó su trabajo profesional, en México ya la escuela del muralismo lucía caduca y cansada, y ya la Ruptura intentaba abstraer el universo.
“Me hacéis el honor de presentar a la Academia un informe sobre mi anterior vida de mono”, dijo el mono de Kafka en el relato con el que desde hace más de 15 años se identifica Francisco Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1940). Quizás el artista más importante de México, el creador que ha sabido encontrarse y distenderse fuera y dentro de su cultura con la gracia del mono salido de la selva que termina iluminando con su sabiduría, Toledo es uno de pocos de nuestra historia del arte que han creado su propia escuela y su movimiento, su propio tiempo y su estilo.
Imagine, señor académico, que usted nació en el sureste oaxaqueño donde “mi padre era zapatero y mi madre mataba cerdos. La familia de mi madre tenía más dinero que la de mi padre. La gente decía que había sido el demonio el que le había dado el dinero a mi abuela, metido en una cesta donde poder guardarlo, y cada vez que el demonio bajaba del monte para hacer la compra, mi abuela le daba carne de cerdo, y se lo cobraba del dinero que había en la cesta”. Una mágica comunidad zapoteca que llenó de historias a un niño que a los 14 años dejó segundo de secundaria y llegó a la capital, Oaxaca, a estudiar Bellas Artes en la Universidad Autónoma Benito Juárez, la misma que le concedería en 2007 un doctorado honoris causa. El chico que después se fue a la ciudad de México, al Taller Libre de Grabado, y que después conoció a Rufino Tamayo, quien lo acogió y lo mandó a París a estudiar con Stanley Hayter, el inglés que ya dejaba el surrealismo por el expresionismo abstracto y la seria experimentación gráfica. Imagine vivir absorbiendo todo eso con tan sólo veintitantos años.
Este año, Toledo cumplió 73 y sigue siendo el mismo mono de Kafka, el que, ya sabio, no termina de encontrar. Cuando comenzó su trabajo profesional, en México ya la escuela del muralismo lucía caduca y cansada, y ya la Ruptura intentaba abstraer el universo. En medio de este remolino, con técnicas, soportes y procesos contemporáneos, Toledo alcanzó a vislumbrar que en sus raíces encontraría el material perfecto para buscarse a sí mismo, y así surgió una avalancha de imágenes plagadas de leyendas, animales, hombres-animales y animales que quieren ser hombres. Animales animados y hombres vueltos animales, sapos en bicicleta, lobos notarios, alacranes calientes o cocodrilos encimados: una explosión constante, única y ejemplar de imaginería, leyenda, sarcasmo, sátira, erotismo, crítica e independencia. El camino artístico de Toledo es dictado por él mismo, su evolución es constante y su exquisito estilo nunca caduca y jamás decepciona. Creó un universo entero que sabe ser fácil para todos, pero que también resulta complejísimo para la academia. Es un mundo de aquí, de Oaxaca, de Europa y el pasado y el presente dictado por su lógica, donde el cuento y la realidad se revuelven para mostrarnos que no estamos solos durante el sueño.
Toledo es reconocido por su dibujo, su grabado, su pintura y su escultura, y también en estos soportes sabe jugar y transformarse en muchos Toledos: su dibujo suele tentar la sencillez y la fragilidad; su gráfica, la experimentación casi minimalista; su pintura resulta una manera única de expresionismo casi estridente, y su escultura parece más construida que esculpida. Mencionar aquí el paso del tiempo en su obra resultaría imposible, pero cómo olvidar el sarcasmo al inscribirse en el Programa Pago por Especie de Hacienda y entregar sus ya famosos Cuadernos de la mierda: 27 tomos y mil 500 imágenes.
Toledo es personaje, aunque muchas veces huye a los adjetivos políticos y sociales. Explica hasta el cansancio que sólo ha hecho lo que tocaba hacer, y por eso fundó el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, el Taller Arte Papel Oaxaca, el Centro de Artes de San Agustín, el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el Jardín Etnobotánico, la Fonoteca Eduardo Mata y otras tantas instituciones culturales en su estado. En 2005 obtuvo el premio Right Livelihood por su esfuerzo en la defensa del patrimonio cultural, pero, como el mono de Kafka, siempre ha elegido la libertad y la autonomía, intentando escurrirse entre los matorrales. “No es la opinión de los hombres lo que me interesa; yo sólo quiero difundir conocimientos, sólo estoy informando. También a vosotros, excelentísimos señores académicos, sólo os he informado”. m
En la web
:: Página oficial.
:: Ensayo de Santiago Espinosa de los Monteros.
Para leer
:: Pinocho, de Francisco Toledo (Conaculta, 2012).
:: ¿Hacia dónde van los animales? 21 poetas dialogan con el arte de Francisco Toledo (Almadía, 2010).
:: Francisco Toledo (Latin American Masters, 1991).
Para ver
:: El informe Toledo, documental de Albino Álvarez. México, 2010, 87 minutos.