¿Es más cara la ignorancia?

¿Es más cara la ignorancia?

– Edición 433

El dinero influye notoriamente en el avance de la ciencia y la tecnología, pero también ocurre el proceso contrario: el quehacer tecnocientífico (re)encauza las rutas del dinero.

Parece ser que, en uno de los muchos arrebatos que tuvo Bernardo Houssey —fisiólogo argentino, primer científico latinoamericano premiado con un Nobel—, gritó (o escribió, o quizás haya hecho las dos cosas al mismo tiempo): “La ciencia no es cara. Cara es la ignorancia”.

Y es que la investigación, desde tiempos de los antiguos filósofos naturales, ha tenido un costo, digamos, relevante. Por eso, la mayor parte de los grandes descubrimientos ha surgido al amparo de mecenas, monarcas, gobiernos, universidades. Sin embargo, es evidente que ni el acceso a mayores recursos financieros representa la garantía de obtener mejores resultados ni la ausencia de grandes inversiones se traduce en resultados nimios: para mandar a la Luna al primer humano —y traerlo de vuelta—, Estados Unidos costeó el Programa Apollo, de unos 150 mil millones de dólares actuales; en contraparte, el celebérrimo físico alemán Albert Einstein cambió de forma sustancial el curso de la historia (no sólo de la ciencia) a principios del siglo XX, mientras ganaba un salario de burócrata que difícilmente llegaba a los 3 mil 500 francos suizos de entonces.

De manera que el dinero influye notoriamente en el avance de la ciencia y la tecnología, pero también ocurre el proceso contrario: el quehacer tecnocientífico (re)encauza las rutas del dinero. Por ejemplo, la Comisión Europea ha confirmado que destinará mil millones de euros para un conjunto de investigaciones en torno al cerebro humano y otra suma igual al estudio del grafeno. Dos mil millones de euros para comprender ese relativamente pequeño órgano donde nacen las ideas y los nombres del universo entero y para conocer la capacidad del que posiblemente sea el material con mayor potencial tecnológico. Esto se explica si nos detenemos a pensar que la salud (el bienestar del cerebro) y la cibernética (en cuyo devenir el grafeno jugará un rol determinante) son fuentes casi inagotables de riqueza financiera.

La importancia del conocimiento y la invención para producir dinero es clara para naciones como Estados Unidos, China, Japón, Alemania o Corea del Sur, donde se gestionan las inversiones más fuertes en investigación y desarrollo, o para India, Brasil o Turquía, que apalancan su crecimiento en sólidas apuestas por la ciencia. “En los países tercermundistas no tenemos ciencia porque hablamos de apoyar la ciencia, en lugar de apoyarse en la ciencia”, alega Marcelino Cereijido. Pero tampoco olvidemos que mientras  mayores son las cantidades de dinero invertido, se adquieren más compromisos externos, casi siempre perversos: el rendimiento —en términos administrativos— se convierte en prioridad; a la ciencia se le exigen resultados inmediatos, muchas veces imposibles, y los científicos descuidan problemas importantes para atender aquellos susceptibles de convertirse en negocios que multipliquen lo invertido.

¿Vale la pena gastar dinero en ciencia y tecnología? Ruy Pérez Tamayo recuerda que en el Eclesiastés encontramos una pista: “En la mucha sabiduría hay mucha molestia: y quien añade ciencia, añade dolor”. En otras palabras, la ignorancia es la madre de la felicidad.

Y la felicidad —en todas partes nos lo recuerdan— no tiene precio. m

 

Elementos para documentar el pesimismo o para amaestrar el optimismo

:: La ciencia como calamidad. Un ensayo sobre el analfabetismo científico y sus efectos, de Marcelino Cereijido (Gedisa, 2012).

:: Knowledge, Network and Nations. Global Scientific Collaboration in the 21st Century (Royal Society, 2011)

:: “Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México” (Conacyt, 2011; revisar a partir de la pág. 150) 

:: “Informe General del Estado de la Ciencia y la Tecnología” (Conacyt, 2010)

:: Acerca de Minerva, de Ruy Pérez Tamayo (Fondo de Cultura Económica, colección La ciencia para todos) 

MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

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