Entrevista con Jonh Gledhill. “La migración es una válvula de escape”

Ex braceros

Entrevista con Jonh Gledhill. “La migración es una válvula de escape”

– Edición 396

Ex braceros

Los crecientes flujos migratorios de mexicanos hacia Estados Unidos tienen su origen en las oportunidades que México ha perdido, y con las peores consecuencias de su deficiente modelo de desarrollo: desde la pobreza y la corrupción hasta el crimen organizado y el narcotráfico. Pero, además, para este antropólogo especializado en comunidades indígenas michoacanas, el racismo estructural impide una verdadera reforma en beneficio del país entero

Las últimas gotas de una reciente lluvia descansan sobre hojas otoñales, se diluyen en el pavimento de la calle, y resbalan sobre el taxi que para frente a un edificio victoriano. Baja John Gledhill, doctor en Antropología Social, quien estudió en este mismo departamento en la Universidad de Oxford hace más de 30 años. Estas tres décadas de su vida las ha dedicado principalmente a estudiar comunidades en México. Su estancia más reciente en nuestro país fue en El Colegio de Michoacán de 2001 a 2003. Durante esa temporada realizó trabajo de campo en Ostula, en la costa michoacana. Sus investigaciones tienen un marcado interés histórico, que ayuda a entender ciclos y transformaciones de conceptos y comunidades, flujos migratorios e influencia de políticas gubernamentales. Con una sonrisa que delata su corazón latino, accede a hacer la entrevista en español.

¿Las transformaciones sociales del último siglo se deben a la migración rural a las ciudades?
Depende de la región de México, porque gran parte de la migración es a ciudades en Estados Unidos, y dentro de esa migración hay variaciones. Algunos buscan lugares rurales, y por eso la red de migración mexicana en Estados Unidos se ha extendido a lugares donde antes no había mexicanos, aunque mucha gente va a las ciudades. En la ciénaga de Chapala, la primera región donde trabajé, el aspecto irónico de la reforma agraria fue que la gente que no consiguió o no quiso tierra migró a la ciudad de México en los años cincuenta, y se convirtió en clase media. Y los que se quedaron y migraron a Estados Unidos están en peores condiciones. Pero depende del segmento de la población. En uno de mis dos estudios más recientes, en una zona cañera, venía gente que hablaba náhuatl a cortar caña, y los adultos no dominaban el español. Sus hijos sólo estaban juntando dinero para tomar un autobús a Tijuana y escaparse a San Diego para trabajar en casas y jardines.

¿Cómo han cambiado los flujos migratorios?
Hay varios flujos migratorios: básicamente hay una migración desde el sur y hacia el norte. Sobre todo los indígenas más marginados están tomando los lugares abandonados por indígenas un poco menos marginados, que se van a Estados Unidos. Tengo información sobre padrones de migración de todas las familias a partir de los años treinta. Pero hijos o nietos de los primeros que se fueron a la ciudad de México ya están en Estados Unidos. Esta generación, que estaba más o menos y tenía su empleo estable, sufrió un deterioro. Hay toda esta frustración de las generaciones recientes que no han logrado el tipo de movilidad social de otras generaciones. Y la informalización ha crecido de una manera impresionante. De esta manera, toda la economía urbana está afectada.

Malentender estos flujos migratorios, ¿afecta a las políticas públicas?
La migración internacional ha sido una válvula de escape que ha resuelto históricamente muchos de los problemas políticos del país. Yo estudié mucho el sinarquismo originalmente, porque hubo una presencia sinarquista dentro de las comunidades también ligadas al cardenismo, y de ahí las peleas. Noté esto nada más al ver el número de muertes en las familias. Pero creo que se calmó la tensión, porque después del fracaso de la reforma agraria cardenista, siguió el caciquismo y aun gente que apoyaba la reforma agraria quedó decepcionada por el periodo de Alemán, por la retirada del Estado del campo, etc. La posibilidad de irse a Estados Unidos, sobre todo para esas capas mestizas de la sociedad, y emigrar, tuvo un impacto político muy importante. Fue clave para estabilizar la situación política de México, que era la región donde todavía había más decepción con todo el proceso revolucionario y más peligros de movimientos de la derecha organizada. La derecha casi ganó las elecciones varias veces en este periodo.

¿Han cambiado las condiciones de los migrantes?
Pese al fin del programa bracero, las condiciones en que se podía migrar en la década de los sesenta y setenta, fueron mejores. Eso otra vez rescató al Estado del desastre de la estatización y, de nuevo, con las políticas neoliberales y sus impactos sociales, que ya es el hecho económico más importante en términos del balance exterior del país, ha evitado muchos problemas. Las condiciones podrían cambiar por primera vez en cien años, porque yo creo que el muro fronterizo sí implica la posibilidad de que se pudiera reducir el flujo migratorio por lo menos de las personas pobres que no tienen redes o infraestructura muy fuerte para facilitar su migración. En los últimos años ha habido más dificultades para mucha gente. Las comunidades que han estado apegadas a la migración por tantas generaciones, todavía pueden manejar esas molestias. Pero con las nuevas generaciones el debilitamiento de las condiciones de trabajo podría tener un efecto político drástico.

Estas comunidades que ya son trasnacionales son ejemplo de la complejidad global, ¿cómo se organizan cultural y políticamente?
Hay comunidades trasnacionales y otros que han dejado de serlo por el hecho de que la gente ya no puede volver con regularidad. Es preocupante porque cuando yo empecé a trabajar en Michoacán había muchísimos ranchos en que la gente tenía el derecho de permanecer legalmente en Estados Unidos, pero de todos modos muchos tenían familiares todavía viviendo en el campo y todo el mundo regresaba por lo menos para pasar la Navidad en su pueblo. Ya esos pueblos están totalmente abandonados. Ya no hay nadie viviendo, ni por meses, en esas zonas. Sí ha habido una emigración más fuerte en las comunidades pobres indígenas que he estudiado últimamente. Los jóvenes se van a Estados Unidos cuando se casan y es imposible volver. Si logran pasar la frontera sin morir o sin sufrir un desastre total, no van a volver por diez años. Ya casi no hay contacto y en muchos casos no hay remesas tampoco porque están en lugares tan desfavorables en el mercado de trabajo.

¿Cómo conviven culturalmente las comunidades trasnacionales?
En una ciudad como Zamora, por ejemplo, no hay una familia de cualquier clase social que no tenga familiares en Estados Unidos; y eso sí se ha convertido en un tipo de situación trasnacional. Pero hasta cierto punto la gente se queja de que lo que se importa de Estados Unidos son vicios de la juventud y se preocupa por el tipo de sociedad en que viven en un lugar tan conservador socialmente como Zamora. Porque, aunque Zamora, por un lado tiene rasgos estadunidenses, todavía es una ciudad muy católica, donde las costumbres sociales, las convenciones y etiquetas sociales son aún muy mexicanas. Se pueden observar ciertos cambios entre la juventud en todas las clases sociales, pero hasta la fecha no son drásticos.

¿Y del otro lado?
Varias cosas están cambiando en el nivel social. La movilidad social de las familias urbanas está en aumento en todo el sistema, tanto en México como en Estados Unidos. Entonces este modelo clásico de colonias de paisanos del mismo lugar, ya se aplica menos que antes. Todavía existe este tipo de concentraciones de gente, pero hay más movilidad, hay más gente viviendo con personas desconocidas, y por eso hay más interacción entre mexicanos y no mexicanos, otros latinos y otros grupos sociales. Hay ansiedades de los migrantes de que sus hijos vayan, no a perder su identidad, pero sí a caer en errores de varios tipos, como drogadicción o violencia. Muchas veces se expresa todo el asunto como una cuestión de cultura, pero creo que es más por el ambiente social que existe en los lugares donde viven en esas ciudades de California.

En estas presiones para la migración y de las clases sociales en México, ¿qué papel juega el racismo?
Claro que todavía hay un racismo estructural en el sistema de justicia. Por ejemplo, en Chiapas, en el trabajo de Alejandra Navarro Smith, se nota que se leen los cargos en español y la gente no entiende, así que es un desastre. La justicia no funciona para muchos mexicanos y claro que no puede funcionar si la gente no entiende el idioma y no hay nadie para defenderla. Y se nota este tipo de problema en todos lados. En el distrito donde estaba trabajando con los cañeros veía que los mayores de 50 años de edad no querían salir de sus galerías al pueblo porque tenían vergüenza, porque se sentían ser víctimas de una discriminación, de la mirada de la gente, de ser rechazados. Los jóvenes sí, porque dominaban mejor el castellano y podían pasar por mestizos. Para ellos era menos difícil. Pero todo este grupo sufría un racismo bastante abierto. 

 

¿Esto explica que el gobierno mexicano no tenga políticas de discriminación positiva?
Bueno, tiene una mezcla. Un ejemplo es la situación que se ha desarrollado en el caso de Baja California con los migrantes predominantemente mixtecos. En este caso, el gobierno de Fox ha permitido la autoidentificación como indígena, que no existía antes en México, que por un lado es un avance (de cierta manera). Los funcionarios son personas con trayectorias destacadas de militancia independiente en el movimiento indígena en Oaxaca. Entonces, el Estado está dando empleo a personas que antes criticaban al Estado y siguen con una posición crítica; no son personas totalmente cooptadas, están organizando a los trabajadores y fomentando su autoidentificación como indígenas. Nada más que el problema es que la identidad indígena es el pretexto para que los patrones ofrezcan salarios más bajos y condiciones peores a esa gente, dicen: “están acostumbrados, son inditos”. Entonces uno debe preguntarse por qué el gobierno está formando a indígenas para que se defiendan mejor (para su capacitación), en lugar de aplicar las leyes laborales que todavía existen. Es muy interesante que apliquen este modelo más en las zonas rurales que en Tijuana, y se olviden que hay tantos indígenas viviendo y trabajando en Tijuana y no tienen las mismas preocupaciones.

Y en su opinión, ¿el racismo estructural explica la falta de disposición al diálogo en casos como los de Atenco, Michoacán u Oaxaca?
Sí, sobre todo en Atenco; aunque esa gente no es indígena sino sólo aliada de los zapatistas, además del aspecto de venganza en contra suya. En la última violencia había dos ejes: un eje era la presencia de esas mujeres indígenas vendedoras de flores. En este caso sí hay un racismo obvio en el trato que recibieron, sobre todo el perfil público de su líder sindical como una mujer fuerte. Pero en todo el trato del operativo policiaco, era obvio que todos los rebeldes fueron convertidos en el mismo tipo de personalidad que el indígena: que se feminiza a los hombres y se viola a las mujeres. Pero esto es algo que he notado también en Michoacán, cuando la policía judicial se despliega en esas operaciones, que son básicamente políticas. Muchas veces tienen pretextos ligados al narcotráfico, pero cuando hay fines políticos

¿Qué opina del desarrollo de México durante el tiempo que lleva estudiándolo?
Me siento un poco triste de que la situación actual. El desarrollo de México en los últimos 30 años ha sido muy decepcionante. El país ha perdido muchas oportunidades y creo que no es posible estar muy contento con un modelo de desarrollo que casi no cubre las necesidades de crear empleos para las nuevas generaciones, que no está disminuyendo la desigualdad social sino aumentándola. En mi último trabajo de campo estaba trabajando en la zona donde se procesa la mayor parte de la cocaína que se transporta a Estados Unidos. La población indígena no tiene nada que ver con este negocio. Para ellos es solamente una molestia porque aumenta el nivel de violencia y tienen mucho miedo de todas esas cosas. El mes pasado (septiembre 2006) en Michoacán murieron 50 personas en estas guerras de narcotráfico. En todos lados hay este tipo de violencia.

Yo llevé a un grupo de estudiantes de El Colegio de Michoacán en su recorrido anual y pasamos por Lázaro Cárdenas, después fuimos a una fiesta en Ostula, en la costa, y nos hospedamos en el hotel que era propiedad de un ex presidente municipal que encabezó un movimiento muy importante. Empezó un movimiento para derechos indígenas (él era mestizo); tenía sus propios motivos y no era un santo, pero fue asesinado en un asunto ligado con el narcotráfico. Un niño de 12 años podía entender lo que estaba pasando. Pero sigue como misterio total. Ningún periódico puede nombrar nada. Si hay una muerte es imposible explicar. Y si las cosas van a seguir así, no será posible reformar el sistema de justicia, el sistema político, nada. Y realmente eso sí me causa mucho dolor y pena, porque es una cosa que siempre queda fuera del trabajo académico: no vamos a mencionar el narcotráfico, el crimen organizado y esas cosas. Yo he escrito varios artículos breves que intentan traer esos temas al análisis político de México porque es absurdo no hablar de esas cosas. Pero por otro lado, sí me escandaliza, porque es muy difícil resolver estos problemas. Yo he conocido a gente que ha sufrido esta violencia, y tener una administración pública sana en estas condiciones es dificilísimo. Creo que todo el problema depende de tener una política económica que funcione para el pueblo y no sólo para pequeños intereses que ya viven en Miami. El muro fronterizo implica la posibilidad de que se pudiera reducir el flujo migratorio, por lo menos de las personas pobres que no tienen redes o infraestructura muy fuerte para facilitar su migración m.

MAGIS, año LX, No. 501, septiembre-octubre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de septiembre de 2024.

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