Entre la poética y la narración
Hugo Hernández – Edición 452
En la narrativa cinematográfica habría que rastrear la imaginación, que si bien a menudo es sinónimo de fantástico o irreal, no es raro que en la pantalla se traduzca en verosimilitud, en apego a las coordenadas de la realidad
Claude Chabrol decía que hay dos clases de cineastas: los narradores y los poetas. Los primeros “quieren contar historias [y] no tienen una visión particular del mundo”; incluso si el realizador no tiene nada que decir y aunque sea “del todo carente de imaginación, puede revelarse como un formidable cineasta”. Esto es posible en virtud del buen manejo de la técnica y de la dramaturgia. Los poetas, por su parte, tienen una “visión del mundo”, pero en su afán vanguardista y su poca solvencia narrativa pierden el interés del público. Así, subraya Chabrol, “las peores películas de la historia del cine están hechas por poetas”. De la preferencia por los narradores dan cuenta la cartelera comercial y la Academia estadounidense, que impone la consideración de lo que es el mejor cine, desde una perspectiva industrial particular, por supuesto. De ahí que en la entrega del Oscar invariablemente se privilegien cintas narrativas convencionales sobre propuestas poéticas, cuando éstas son nominadas (como los casos recientes de El árbol de la vida y Boyhood).
Actualmente es difícil encontrar poetas puros; y, cuando los hay, ventilan su visión en propuestas narrativas. Aun involuntariamente, por otra parte, los narradores también esbozan una perspectiva. Así, en la narrativa habría que rastrear la imaginación, que si bien a menudo es sinónimo de fantástico o irreal, en el cine no es raro que se traduzca en verosimilitud, en apego a las coordenadas de la realidad… y en reglas o principios, lo mismo para poetas que para narradores. En los extremos caben:
Lars von Trier
Von Trier creció en un ambiente muy laxo. Acaso por eso, en todas sus películas, confiesa, se impone reglas. El origen de éstas cambia (las de Dogma se decidieron para concentrarse en las cosas para las que él es bueno, como los movimientos de cámara), pero siempre le ofrecen límites claros y redundan en una estética realista. Incluso cuando rompe con el naturalismo, como en Dogville (2003) —en la que los espacios no están delimitados por muros—, la historia funciona: ¿porque el espectador llena con su imaginación los huecos, o porque el cineasta es también un gran narrador?
Robert Bresson
En su libro Notas sobre el cinematógrafo, Robert Bresson propone una ontología del cinématographe y toma distancia con el cinéma, que tiene un pie en el teatro, con actores y puesta en escena (y se parece mucho al cine que hoy vemos en la cartelera comercial). En uno de sus aforismos propone: “Tu imaginación apuntará menos a los acontecimientos que a los sentimientos, queriendo siempre que éstos sean lo más documentales posible”. La imaginación busca la verdad de los sentimientos, y el cinematógrafo, emocionante, es pertinente para empujar narrativas diferentes.
Sidney Lumet
Lumet tiene una larga carrera (más de 50 años) y una extensa filmografía (más de 70 producciones entre largometrajes y series de televisión); sin embargo, sólo lleva crédito como guionista en cinco. No es tan sencillo encontrar su sello en los temas o el discurso, pero su pericia narrativa es inconfundible. En la clasificación de Chabrol, Lumet es un narrador por excelencia: se ejercita con soltura en diferentes géneros y sus propuestas son convincentes. Tal vez no sea un autor, pero para Spielberg es “uno de los mayores realizadores americanos”.
Ridley Scott
El caso del británico Ridley Scott es muy similar al de Lumet, y sólo aparece como guionista en dos ocasiones (en una trayectoria de cinco décadas): su primer cortometraje y la secuela de Blade Runner, actualmente en preproducción. Para su puesta en escena, tal vez el mejor calificativo sea “imaginativa” (ha dado forma a paisajes insólitos, a universos sorprendentes) y su puesta en cámara es notable (filma como pocos la acción, con elegancia y claridad); sin embargo, la visión del mundo que propone es voluble y rara vez es arriesgada o sorprendente.
Stanley Kubrick
Kubrick es una rara avis: es un gran narrador y un gran poeta. En general, sus propuestas caben en el cine clásico; formalmente es bastante solvente y su puesta en cámara alcanza grados de excelencia. La mayor parte de sus películas se inspira en novelas; sin embargo, en su filmografía aparece un discurso muy personal, con coordenadas inconfundibles que pasan por el humor, la forma de concebir al ser humano y el uso de la ambigüedad. Su sello prevalece incluso en Naranja mecánica (1971), una de las adaptaciones más fieles en la historia del cine. m.