Entre el rencor y la culpa
Hugo Hernández – Edición 501
El tema del abandono ofrece posibilidades extraordinarias para reflexionar con respecto a los afectos ausentes, sobre el terror que supone encarar el mundo sin el apoyo de los que nos trajeron al mundo
El abandono es un tema presente en numerosas películas, con perspectivas, ambiciones y alcances varios. A menudo la partida de un padre es el punto de partida: este deja a sus hijos en manos de familiares, en particular de la madre, como en la mexicana Las abandonadas (1945), de Emilio Indio Fernández. Es, asimismo, frecuente el abandono materno (asunto manido y maniqueo infaltable en las telenovelas mexicanas), de lo cual da cuenta La hija oscura (The Lost Daughter, 2021), ópera prima de Maggie Gyllenhaal, que exhibe los fantasmas de una mujer que se fugó con un amante y dejó a sus hijas. Abundan, además, la historia de niños que quedan al cuidado de alguna institución, como en Broker (2022), película coreana dirigida por el nipón Hirokazu Koreeda.
En más de un caso, los abandonados encaran al progenitor irresponsable; en otros, no tienen esa posibilidad y deben lidiar y especular acerca de las razones que pudieron moverlo o moverla. En la mayoría de los casos, este asunto ofrece posibilidades extraordinarias para reflexionar con respecto a los afectos ausentes, sobre el terror que supone encarar el mundo sin el apoyo de los que nos trajeron al mundo (como el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley). Pero también hay espacio para la exposición de motivos del que abandona, para exhibir la culpa que lo habita. En todos los casos, el abandono es un asunto que deja una marca de por vida: los rencores y las culpas contribuyen a hacer del mundo un espacio más hostil y más frío, a alimentar la desconfianza en uno mismo y en los otros, a incrementar la infelicidad.
Los olvidados (1950), de Luis Buñuel
La cinta, que se inscribe en el estilo del neorrealismo italiano, abre con un narrador que menciona a los niños que viven en la miseria en las grandes capitales: Nueva York, París, Londres. La historia, “basada en hechos de la vida real”, acompaña a un grupo de niños y jóvenes que sufren el abandono de padres y madres, quienes a su vez son, hasta cierto punto, el resultado del abandono social. La solución, escuchamos en la narración, habrá de venir de las “fuerzas progresivas”. Más de 70 años después, estas siguen sin aparecer.
El verano de Kikujiro (Kikujirô no natsu, 1999), de Takeshi Kitano
Masao tiene nueve años y vive con su abuela. Al llegar el verano decide ir a buscar a su madre, quien partió tiempo atrás con el pretexto de buscar trabajo. En el viaje lo acompaña Kikujiro, un mafioso gruñón y aparentemente indiferente. La aventura reserva contrariedades y mucha emoción. Kitano, quien da vida a Kikujiro y es también autor del guion, entrega una película sobria que ofrece sensibles dosis de calidez, a la que contribuyen de buena forma las músicas de Joe Hisahishi (colaborador de cabecera de Kitano y de Hayao Miyazaki).
El color del paraíso (Rang-e khoda, 1999), de Majid Majidi
A sus ocho años, Mohammed ha aprendido a encontrar la forma de contrarrestar los efectos de la ceguera: hace un uso extraordinario de los otros sentidos y manifiesta una notoria sensibilidad. Su futuro, sin embargo, no luce luminoso, pues su padre busca casarse por segunda vez y para él, el niño es un obstáculo. Su abuela, entonces, lo cobija. Majidi da cuenta de la fuerza de la niñez —y los niños en el cine iraní son verdaderamente niños—, que en su inocencia le dan color a un mundo que no es precisamente el paraíso.
La gran belleza (La grande bellezza, 2013), de Paolo Sorrentino
Al cumplir 65 años, Jep Gambardella comienza a hacer una revisión de su vida en Roma, adonde llegó décadas atrás y en donde ha vivido con frivolidad y gozado de cierta celebridad. Entonces se hacen presentes el desagrado y el desasosiego acumulados, y va encarando la superficialidad de su existencia. Reconoce esencialmente las consecuencias que ha tenido el abandono de sus ambiciones e ideales juveniles. Y en un escenario de gran belleza, y empujado por algo que cabría calificar como sabiduría, redescubre al joven que fue.
La ballena (The Whale, 2022), de Darren Aronofsky
Charly vive con un tremendo sobrepeso (alrededor de 270 kg), que da testimonio del sufrimiento de su espíritu. Su movilidad es muy limitada, pero come con desmesura. Su cuerpo —al que alude, hasta cierto punto, el título, que también hace referencia a Moby Dick— es del tamaño de su culpa; es la consecuencia del abandono… en el que dejó a su hija cuando era una niña. Con valiosas dosis de humor, el asunto se inscribe en el terreno moral y nos permite entender a un ser humano que en esencia es bondadoso, pero que hizo algo pernicioso.
Para saber más
:: Los olvidados, película completa.
:: Texto de Octavio Paz sobre Los olvidados.
:: Summer, tema de Joe Hisaishi.
:: Entrevista a Takeshi Kitano.
:: Entrevista con Maggie Gyllenhaal.
:: Textos míos sobre La ballena y La gran belleza (un poco de autopromoción).