En defensa de la literatura infantil
Gonzalo Jáuregui – Edición 449
Ante un panorama adverso, principalmente debido al desinterés de las instancias educativas oficiales, quienes trabajan en México por la promoción del hábito de la lectura entre los niños saben que éstos deben tener a su alcance una oferta rica y enfocada en la realidad que los rodea, para que conozcan el mundo en que viven y lleguen a estar en condiciones de interpretarlo y tomar mejores decisiones
En 2014, Petra Ediciones fue premiada en la Feria de Bolonia como la mejor editorial infantil de América Latina. Los expositores y los asistentes a este evento apreciaron la propuesta de Petra, que se impuso a Ediciones el Naranjo, de la ciudad de México; a Pallas Editora, de Río de Janeiro; a Editorial Amanuta, de Santiago de Chile, y a Tragaluz, de Medellín. Ese mismo año, el libro A cada quien su casa, de Chiara Carrer, publicado por Petra, recibió el Premio Caniem-Mérito Editorial 2014 en la categoría de Libros para Niños.
Fue un buen año para esta editorial tapatía, fundada en 1990 por Peggy Espinosa.
En el catálogo 2015 de la Feria de Bolonia se le describe como una editorial que publica bellos libros de fotografía, arte, ficción y no ficción, hechos por innovadores autores y artistas que incitan a los niños y a los adultos jóvenes a observar, evaluar, interpretar, entender y recrear el mundo. Sus publicaciones están basadas en la creencia de que el valor de percibir, descifrar y entender su entorno depende en gran medida de las experiencias de la infancia.
Sin embargo, Peggy Espinosa dice que 2015 ha sido un año difícil para la editorial. Sus libros no están en muchas librerías. No entran. Es difícil. Petra está en la red Educal, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), y en el Fondo de Cultura Económica (FCE). En la librería tapatía Leelefante y en Catarina, de Cuernavaca. Pero Petra está en México, país en el que, según la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), sólo 1.6 por ciento de las librerías está especializado en literatura infantil.
Ilustraciones de Alarma: renunció el bufón, con texto de Vivian Blumenthal e ilustraciones de Jors, publicado por Petra Ediciones.
Petra está, además, en una ciudad en la que, de 2000 a 2014, las librerías se redujeron de 857 a 482, según la Dirección de Padrón y Licencias municipal (el dato comprende el total de las librerías generales, más las de segunda mano y aquellas que operan anexas a otros giros, como tiendas departamentales); en un estado en el que, de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Hábitos y Consumo Culturales, elaborada por el Conaculta en 2010, seis de cada diez personas nunca han pisado una librería; en un universo editorial en el que, según el Directorio de Editores de Libros 2015, de 239 editoriales, sólo 91 indicaron tener ediciones para niños y jóvenes.
Petra es un ejemplo de éxito y de resistencia, de pujanza y de congruencia. Ha sabido sobrevivir contra todo. Sigue vigente a pesar de todo. Y recientemente se anunció que Peggy Espinosa sería reconocida este año en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con el Homenaje al Mérito Editorial.
A mediados de los años ochenta, Espinosa participó en Libros del Rincón. Esta iniciativa, impulsada por Marta Acevedo, llevó a las primarias públicas del país los libros para niños hechos por la Secretaría de Educación Pública (SEP) que sólo se distribuían en pocas ciudades del país y se vendían en librerías y puestos de periódicos. Espinosa cayó en cuenta de que se podían hacer cosas importantes y que no estaban cubiertas por la industria editorial, que vivía un boom con la creación de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), evento organizado por el Conaculta que este noviembre cumple 35 años. Así que pensó en hacer libros distintos que fueran interesantes para los niños, que abrieran ventanas y construyeran otro tipo de pensamiento. Hizo lo que dijo y siguió avanzando.
En los libreros de la editorial, ubicada en un pequeño departamento del poniente de la ciudad, está el cuento El guardagujas, de Juan José Arreola; está Cómo construir un volcán, ilustrado por Vicente Rojo y con textos de José Emilio Pacheco, Bárbara Jacobs, Alberto Blanco, Coral Bracho y José-Miguel Ullán; está la Lotería fotográfica mexicana, de Jill Hartley. Sobre la mesa ante la que platica Espinosa está Dientes, un reciente título de la autoría de Antonio Ortuño y Flavia Zorrilla: un libro que no es dulce, pues trata de la vida real; un libro que, según el escritor tapatío, busca disparar en los niños el conocimiento del cuerpo por medio de la historia de una niña que pierde un diente.
Al igual que Petra, hay otras editoriales que buscan seducir a los niños con sus creaciones. Entre ellas están Amaquemecan, Artes de México, Constantine Editores, Ediciones Castillo, Ediciones el Naranjo, Ediciones Tecolote, Editorial 3 Abejas, Libros para Imaginar, Méndez Cortés Editores, Norma, Santillana, Nostra Ediciones, Océano Travesía y SM, además de FOEM, CIDCLI, la Dirección General de Publicaciones del Conaculta y el Fondo de Cultura Económica.
Lecturas reales
Francisco Hinojosa considera que los datos son engañosos. Para él, la producción de libros puede elevarse exponencialmente si el gobierno compra ejemplares para el programa Bibliotecas de Aula, de la sep. Pero esa medida está frenada. Este año, resalta, ni siquiera hubo convocatoria. Y en los que sí ha habido, disminuyó la capacidad del gobierno para comprar libros.
En una nota que se publicó en El Economista el 26 de noviembre de 2014, el presidente de la Caniem, José Ignacio Echeverría, urgió a modificar la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, ya que desde 2010 no se ha podido instrumentar. Compartió que en 2012 la sep gastó 33 pesos por alumno en libros de bibliotecas escolares y de aula. En 2014 esa cifra disminuyó a cinco pesos con 40 centavos y en 2015 ni quisiera hubo una partida presupuestaria específica para actividades de promoción de la lectura y el libro.
Hinojosa, autor de La peor señora del mundo, un hito de la literatura infantil mexicana, afirma que el mercado de libros para niños está en un buen momento. Dice que los niños que tienen entre cinco y doce años son los que más leen, pero nadie los cuenta. En su opinión, la cantidad de lectores ha crecido en los últimos años. Esta situación se debe a la publicación de libros como Harry Potter y al hecho de que, desde hace 25 años, los temas de los libros para niños han cambiado.
El narrador señala que cuando el fce comenzó a publicar la colección A la orilla del viento, en 1991, los escritores se dieron cuenta de que los niños podían leer algo más que historias de príncipes, princesas, castillos y duendes. Podían aprender de la diversidad sexual, del abandono, del divorcio y de la muerte.
En su libro Los grandes libros para los más pequeños, Joëlle Turin destaca que la vida de los niños, que por mucho tiempo se consideró limitada, se reconoce actualmente como con una actividad creativa especialmente rica. Señala que los trabajos de los investigadores Paul Harris y Alison Gopnik han comprobado que los niños recurren continuamente a la imaginación, a los cuentos y al juego en su afán de crear ficciones. Tienen la capacidad de construirse mundos imaginarios y extravagantes. Pero la crítica literaria precisa que los libros que se comparten con los niños deben abordar temáticas difíciles, como las desapariciones, de las que se habla en Camino a casa (FCE, 2008), de Jairo Buitrago y Rafael Yockteng.
“El niño vive en la misma estructura social que las personas adultas. Su historia personal está enraizada en esa pertenencia. Es importante proponerle una perspectiva para abordarla, ya sea por uno u otro camino alterno, teniendo como motor dramático a personajes que viven las reveladoras contradicciones de nuestro tiempo. Las representaciones demasiado idealizadas encierran al lector en un juego de espejos preestablecido. Entonces la manera de explicar el mundo tal como es —tierno y violento, hermoso y loco a la vez— le abre camino a la reflexión, a las preguntas, a la emancipación y a la experiencia”.
Petra es una editorial que busca que sus lectores tengan esta reflexión. Que paladeen otro tipo de temas, de historias, de imágenes. Fue premiada por este esfuerzo. Pero sus libros casi no están en las librerías.
Imágenes del libro No hay tiempo, de Anne Crausaz, publicado por Petra Ediciones (2013).
Promotora de lo irreverente
Yademira López Barragán parafrasea al filósofo Jorge Larrosa: “La experiencia de la lectura se da cuando te dispones a escuchar el texto y a modificarte”, dice con voz fuerte, convencida.
Yademira tiene formación teatral. Su relación con la literatura infantil inició a finales de los años noventa, cuando empezó a buscar cuentos para niños a fin de adaptarlos al teatro de títeres. Le costó trabajo encontrar historias. Sin embargo, un día un amigo le prestó una antología en la que leyó textos de cubanos, colombianos y argentinos. El descubrimiento la enganchó: en 1999 comenzó a trabajar en una escuela llamada Huellas, donde promovió la lectura entre niños de maternal y preescolar. Poco después se encargó de hacer recomendaciones a los maestros, pues identificaba las lecturas que les agradaban a los niños.
En 2005 condujo De Pico Picorendo, un programa radiofónico de contenidos para niños que ahora se llama La Catarina y se transmite por Radio Vital. Yademira ha sido narradora oral en los festivales Papirolas y fil Niños. Ha colaborado con el Fondo de Cultura Económica y con las editoriales Santillana, Norma y Progreso narrando cuentos de sus colecciones. También ha trabajado con la coordinación de Bibliotecas de la Universidad de Guadalajara, en la impartición de cursos de capacitación para personal bibliotecario con la propuesta de Lectura en Voz Alta y Narración Oral.
Los textos que selecciona esta promotora de lectura tienen que ver con la provocación, con los marginales, con el malestar, pero también con la esperanza. Le gustan los personajes rechazados y las estrategias que utilizan para salvarse, aunque a veces ni la imaginación se lo permita. Recuerda, por ejemplo, al personaje del cuento “El hombrecillo vestido de gris” (1978), de Fernando Alonso, que habla del sistema, de la robotización. Reconoce que la selección de libros que comparte con los niños tiene que ver con sus inquietudes y con su postura ante la vida. Promueve las obras de los autores que están del lado de los niños. Esos libros le han dado muchas satisfacciones.
Cuando asiste a la sala de lectura Prometeo, que forma parte del Programa Nacional Salas de Lectura del Conaculta y que tiene lugar en la escuela primaria pública Aurelio Ortega, observa lo que pasa con los niños cuando leen. Ha estado en colegios, en escuelas públicas y en barrios. Ha visto cómo los niños se dejan encantar con las narraciones y con la literatura infantil: la provocadora, la irreverente, la que rompe todos los esquemas. Se ha dado cuenta de que los niños ya no quieren castillos, ni princesas. Les gusta que Roald Dahl se burle de la Cenicienta y que ésta termine con el Mermeladero y no con el príncipe.
Cuenta que en la sala de lectura los niños se sorprenden cuando leen El libro de las cochinadas (adn editores, 2005), de Juan Tonda, Julieta Fierro y José Luis Perujo, porque en su casa viven una simulación, están reprimidos, les gritonean, deben ser obedientes, calladitos. En la sala de lectura los libros están de su lado. Les dan la posibilidad de modificarse, de conocer otros pensamientos, les dan las herramientas para proyectarse, decidir y elegir.
En una antología de textos clásicos para niños que la sep publicó en 1924, José Vasconcelos se quejaba de la petulancia con que los mayores juzgaban el cerebro infantil. Más recientemente, en el libro Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura (fce / sep, 1999), la investigadora francesa Michèle Petit señala que la lectura fue una actividad prescrita, coercitiva, para someter, para controlar a distancia, para aprender a adecuarse a modelos, inculcar identidades colectivas, religiosas o nacionales. Aduce que por ello parece que algunos añoran una lectura que permita delimitar, moldear, dominar a los jóvenes.
Yademira ha tenido que hablar con padres que no quieren que sus hijos lean historias de monstruos: papás cerrados. En algunas escuelas ha visto la simulación de la lectura, cómo sólo se incentiva la lectura de textos que no provocan. Comenta que libros como Camino a casa, en el que se habla de las desapariciones con una poética excelente, ofrecen a los niños experiencias estéticas que les permiten acceder a la otredad. Los niños se acercan al libro y ven ilustraciones de un barrio jodido, parecido a los que hay en su ciudad. Ven fotografías de desaparecidos, como las que muestran a las familias de estas personas en la ciudad.
Yademira dice que las historias de marginales funcionan con los niños porque ellos también lo son, y considera que las carencias más evidentes están en las casas: en las escuelas hay libros, la oferta de publicaciones para niños ha crecido, se ha diversificado. Pero falta que los niños lean en casa.
Las salas de lectura tampoco atraviesan un momento favorable. De 2013 a la fecha, el Programa Nacional Salas de Lectura se ha debilitado en Jalisco. Cuando asumió el cargo el gobernador Aristóteles Sandoval, la Secretaría de Cultura estatal contabilizó 218 espacios. En julio pasado, los trabajadores de la Red Estatal de Bibliotecas comprobaron que en todo el estado sólo funcionaban 125.
Tessie y los libros
Tessie Solinís comenzó a trabajar en cuestiones de promoción de la lectura en 2003, cuando se encargó de dar de alta el acervo bibliográfico que se compró para el Trompo Mágico Museo Interactivo. Ese año escribió su primer libro, Inés tres pies (CIDCLI), que se editó un año más tarde y que fue seleccionado para formar parte de las Bibliotecas de Aula, con un tiraje de 85 mil ejemplares.
Solinís es encargada del área que fomenta la lectura en niños y jóvenes de la Biblioteca Pública del Estado Juan José Arreola. Sentada ante una mesa de esta área, que tiene 30 mil libros, dice que en su experiencia como escritora —es autora de 14 libros— y como promotora de lectura ha visto que los niños que llegan al piso 1 se interesan por la ciencia y por los dinosaurios. No quieren a Caperucita ni al Lobo Feroz. Como su personaje Inés, lectora de nueve años que elige tres de sus libros favoritos para hablar de ellos, los niños quieren conocer el mundo que los rodea, quieren entenderlo, y la literatura les ofrece la oportunidad de hacerlo.
“A mí me gustan mucho los libros que están hablando de cuestiones ambientales, económicas. Las editoriales se han volcado a publicar temas que son de trascendencia social. Hablan sobre la migración, sobre la desigualdad, sobre problemas de nutrición, sobre la violencia. Me gustan los libros que son enunciados en positivo, que permiten que el niño no pierda la esperanza ante temas que son desalentadores. No me gustan los libros de valores. No se tiene que escribir así para los niños. De pronto eso es peligroso porque los padres, cuando van a la librería, buscan un libro donde se hable de los hermanos que se pelean, para que sus hijos ya no se peleen, tratando de adoctrinarlos. Nosotros como adultos, como formadores, como padres de familia, tenemos que acompañar al niño y buscar lo que el autor quiso comunicarnos. Tal vez el autor quería hablarnos de cosas específicas, mucho más profundas. Los libros que dan ese discurso son los que valen la pena, son los que forman al ser humano”.
Tessie dice que escribe literatura infantil porque le interesa emitir un discurso que ayude a los niños a tener herramientas para enfrentarse al mundo desde la esperanza y la alegría. Le gusta hablar de las diferencias, eso puede contribuir a que los niños sepan que hay otras formas de pensamiento. Un niño que lee es un sujeto crítico que cuestiona su realidad, que identifica las cosas bellas de la vida y que forma un perfil específico con base en lo que ha leído.
Una visión, un sueño, de Santos Motoaopohua de la Torre de Santiago y Elisabeth Foch (2006).
Literatura infantil doctrinaria y moralizante, un lastre
En el siglo XX, la literatura infantil en México tuvo un fuerte toque doctrinario, moralizante, que fue un gran lastre en el ámbito de las prácticas lectoras, afirma Carol Johnson, maestra en Literatura Infantil y Juvenil por la Universidad Autónoma de Barcelona.
La promotora de lectura lamenta que se haya perdido la rica tradición oral que había en el país, responsable en buena medida del desarrollo de los primeros lectores. Los niños aprendían la poesía del lenguaje gracias a las canciones de cuna que les cantaban sus padres, de las rimas, las rondas, las retahílas y las adivinanzas.
Carol, quien junto con su esposo Juan Nepote abrió en Ciudad Granja la librería Casa de Letras, que está dirigida al público infantil pero tiene un especial interés en la divulgación de la ciencia, coincide en que la literatura infantil tiene que atreverse a darles a los niños en qué pensar. Dice que hay libros que ayudan a los niños a entender contextos sociales y que desatoran nudos inconscientes que no vemos.
Portadores de la palabra
El Cuarto Encuentro de Lectores, organizado por el ITESO y por Letra Uno, convocó a una multitud que el 2 y 3 de octubre pasados tuvo acceso a presentaciones de libros, charlas, cuentacuentos, talleres y conciertos.
Mónica Márquez, una de las coordinadoras, comenta que este año se buscó que los niños no sólo fueran receptores de literatura infantil, sino que en espacios como El Jardín de la Lectura pudieran leer cualquier libro, ser los portadores de la historia, que llevaran la palabra.
Dice que una de las áreas más importantes de Letra Uno busca instrumentar la lectura por placer en los niños. En esta organización están convencidos de que si el encuentro entre un niño y un libro se da de manera afectiva, hay más oportunidades de que se fortalezca el gusto por la lectura.
El trabajo de quienes integran Letra Uno comenzó en Guadalajara hace más de una década. En 2011 se constituyó como una asociación civil y hoy en día está conformada por 33 personas, cuyo objetivo es impulsar entre niños, jóvenes y adultos el gusto por la lectura, entendida como una herramienta para la vida.
Márquez añade que una de las iniciativas más fuertes para incentivar la lectura entre niños es el proyecto Abracadabra Día de las Palabras, en el que buscan espacios en las escuelas públicas, a las que llega un equipo de talleristas que trabajan con la música, el teatro y la oralidad; durante todo un día, los niños llevan a cabo actividades de lectura y escritura por placer. En la actualidad esta iniciativa se realiza en ocho escuelas públicas, que han visitado seis veces en 2015. m.
Diez clásicos contemporáneos
De la selección de los mejores 100 libros para niños del último siglo, hecha por Bookstart en 2013, una pequeña muestra de títulos para niños y adolescentes:
:: Gorila, de Anthony Browne (Fondo de Cultura Económica).
:: Ahora no, Bernardo, de David McKee (Alfaguara).
:: Vamos a cazar un oso, de Helen Oxenbury (Editorial Juventud).
:: Un oso llamado Paddington, de Michael Bond (Noguer).
:: La verdadera historia de los tres cerditos, de Jon Scieszka y Lane Smith (Scholastic).
:: Skelling, de David Almond (Ediciones Castillo).
:: Las brujas, de Roald Dahl (Alfaguara).
:: Los Incursores, de Mary Norton (Blackie Books).
:: Luces del norte, de Philip Pullman (Ediciones B).
:: El libro del cementerio, de Neil Gaiman (Roca).