Elogio de lo repetible
Juan Nepote – Edición 492
ChatGPT es el robot mejor entrenado en el campo del machine learning, capaz de generar textos que simulan la redacción humana a partir de la combinación —“caleidoscópica”, podríamos decir— de bases de datos prácticamente infinitas
En el interior de los caleidoscopios habita una sutil paradoja: esa maravilla visual que nos ofrecen, aparentemente única, esconde la materia prima de la que se nutre la ciencia, que no es lo irrepetible, sino lo frecuente y ordinario.
En un solo instante, los tradicionales caleidoscopios —formados por un sencillo cilindro con tres espejos y un conjunto de pequeños objetos de formas y colores variados— nos transportan del mayor asombro posible hasta el hartazgo más rutinario. “El que no haya pasado horas de horas mirando las maravillas de un caleidoscopio ignora unos de los placeres más grandes de la vida. El caleidoscopio es un ensueño de jardines condensados, es una redoma de peces y de estrellas amaestradas”, decía Vicente Huidobro, intuyendo que cada colorida escena cuyo nacimiento atestiguamos dentro de estos dispositivos ópticos es casi única, casi irrepetible. Porque resulta casi imposible calcular la cantidad de combinaciones cromáticas que pueden generarse cuando giramos este pequeño artilugio que, si cuenta con unas 20 piezas y lo rotamos unas 10 veces cada minuto, pondrá ante nuestros ojos una serie de combinaciones geométricas que no se repetirían —en caso de que fuéramos inmortales— en unos 500 mil millones de años. Y, sin embargo, ese figurado infinito no nos resulta tan atractivo como para mantener la vista dentro de un caleidoscopio por más de dos o tres minutos, porque rápidamente nos hartamos, saturados por la repetición de los esquemas compositivos que ahí se forman.
Marcel Schwob afirmó que “El arte es lo contrario de las ideas generales, no describe sino lo individual, no desea más que lo único”. Pero en el quehacer científico, lo único no es tan provechoso como aquello que se puede repetir obteniendo los mismos resultados. Los científicos buscan regularidades, comparan, miden y consiguen identificar patrones, establecen teorías, fórmulas, modelos descriptivos. la ciencia es una herramienta para hacer el mundo inteligible, a partir de lo que se puede duplicar, imitar, y no de lo irrepetible.
Aquel deseo de lo “individual” y lo “único” del que hablaba Schwob se ha puesto en entredicho con el impresionante proyecto que el laboratorio de inteligencia artificial Open AI presentó públicamente a finales de 2022, su ChatGPT, el robot mejor entrenado en el campo del machine learning, capaz de generar, en una fracción de segundos, textos que simulan la redacción humana, a partir de la combinación —“caleidoscópica”, podríamos decir— de bases de datos prácticamente infinitas, con unos 175 millones de parámetros, en su versión actual, y que representa un desafío contundente a nuestra noción de la originalidad y de lo único. A base de comprender la repetición de patrones, la ciencia y la tecnología han localizado algo supuestamente irrepetible en nosotros: el iris, que varía su tamaño para regular la cantidad de luz que ingresa al ojo, y cuyas combinación y distribución de colores representan un patrón aparentemente único en cada persona, razón por la cual son el más seguro identificador de cada humano habitante de este planeta. Quizás a eso se refería Jacob Bronowski con aquello de que “La ciencia no es otra cosa que la búsqueda de unidad en la desconcertante variedad de la naturaleza, o más bien en la variedad de nuestra experiencia”.