Elliot Page: no tiene miedo

Elliot Page: no tiene miedo

– Edición 480

La estrella de películas como Juno y X-Men se proclamó transgénero y reavivó la conversación sobre la población que expresa esta identidad; su historia recuerda que muchas personas logran tomar tal decisión tras un difícil proceso íntimo, y que no todas sortean de igual forma la violencia y el odio en su contra

En 1975, el tenista estadounidense Richard Raskin cambió de identidad: expuso que era mujer, pidió que la llamaran Reneé Richards y se dispuso a seguir con su vida. Sus años de profesional no sirvieron para evitar el escándalo: la Asociación de Tenis siguió considerándola varón y le impidió participar en el grand slam femenil, ella demandó y la Suprema Corte de Justicia le dio la razón. Pronto fue una de las top 20 y conquistó un tercer lugar en el Abierto de 1979. Richards, quien hoy tiene 86 años, fue muy recordada cuando en 2016 el Comité Olímpico Internacional proclamó que cualquier deportista transgénero del mundo puede competir sin necesidad de que se haya sometido a una operación de cambio de sexo, aunque con ciertas condiciones.

No es que antes no hubiera personas transgénero en el deporte y en cualquier otro campo de la vida humana: es que, convencionalmente, ni se les reconoce ni se les permite hacerse visibles. Como ocurrió con Richards, hoy es común que una persona famosa consiga que los medios cuenten su historia menos como escándalo y más como conquista. Caitlyn Jenner, antes el atleta Bruce; Chelsea Manning, antes el soldado Bradley; Laverne Cox, nominada a un Emmy por su actuación en la serie Orange is the New Black… o hace unas semanas la doctora Rachel Levine, nominada como subsecretaria de Salud de Estados Unidos.

Fuera de los reflectores, la lucha es claramente terrible. La identidad transgénero está en el corazón de la violencia y el odio en todo el planeta. El Observatorio de Personas Trans Asesinadas documentó 3 mil 664 asesinatos de personas transgénero en el mundo entre los años 2008 y 2020, y 528 de ellos, uno de cada siete, fueron cometidos en México. Al mismo tiempo, también en nuestro país se postula a personas transgénero como candidatos a puestos de elección popular (y hay partidos políticos acusados de aprovecharse de esta regla de equidad, cómo no).

En ese mundo, un famoso más declaró su identidad trans y se convirtió en tema de conversación en diciembre de 2020: Elliot Page, nacido Ellen Page, quien había sido desde la infancia una respetada y popular actriz de Hollywood, a menudo mencionada entre “las más sexis” y quien se había declarado homosexual años antes. Y su caso reavivó la conversación y las controversias, por supuesto, pero también la posibilidad de que algunas personas se hagan preguntas que no se habían hecho.

Mouth to Mouth, 2005

Dulce

Elliot Page nació el 21 de febrero de 1987 en Halifax, Canadá, hijo de un diseñador y una maestra. A los 10 años apareció en la película para la televisión Pit Pony como la hija menor de una familia de principios del siglo XX. Lucía ojos miel claros, enormes cachetes y una encantadora sonrisa. Pit Pony se convirtió en serie y luego Page pasó por comerciales, más televisión y cine, con su dulzura natural como tarjeta de presentación. En 2005 su nombre resonó en Hollywood a causa de un crudo thrillerHard Candy, en donde interpretó a una adolescente decidida a castigar a un adulto acosador de menores.

Hoy toda una cinta de culto, Hard Candy produce repulsión o simpatía. Sin embargo, dejó clara la valía actoral de Page, al medirse ante el experimentado Patrick Wilson en un duelo en el que sorprendía con su diversidad de recursos: su personaje es una “cazadora” de depredadores sexuales, en apariencia vulnerable y frágil pero, en realidad, astuta hasta lo maquiavélico. Era, como el título de la cinta, una combinación de dulzura y violencia, un papel inverosímil en el que otras actrices habrían hecho el ridículo. Page lo hizo funcionar, y la película es memorable sobre todo por el solvente trabajo de los dos intérpretes.

Caracterizado, a los 18, como una muchacha de 14 años que emplea su sexualidad como cebo para la presa, Page tuvo que cargar con su permanente aire infantil como un rasgo clave de su imagen (además, mide apenas 1.55 metros de altura). En recorrido paralelo al de su personaje en Hard Candy, parecía tan sólo una guapa y tierna actriz promesa, cuando en realidad estaba por conquistar Hollywood en poco tiempo. Tuvo que ir paso por paso.

En Mouth to Mouth (también de 2005) interpretó a una adolescente que se une a un culto radical hasta que, en ese camino a la adultez, su propia madre la sigue con agresiva inmadurez. Se hizo más popular en 2006 al aparecer en la saga de superhéroes X-Men como la casi infantil Kitty Pride, parte de los muchachos protegidos por los mutantes de Marvel (repitió el papel en 2014 en la entrega Days of the Future Past). Y en 2007 interpretó a una chica de 15 que busca a su hermano menor en un viaje de pesadilla en The Tracey Fragments, un drama experimental casi por completo a su cargo.

2007 fue un año importante, pues otras dos películas ratificaron su lugar en Hollywood. La primera fue An American Crime, sobre el atroz caso real de un ama de casa que, durante varias semanas en 1965, mantuvo cautiva y torturó hasta la muerte a una joven de 16 años, con la complicidad de su familia y otras personas. Con Catherine Keener como protagonista, Page interpretaba a la víctima, la tristemente célebre Sylvia Likens, y fue, de nuevo, indispensable para darle sentido de verdad a la violencia de la película: contenida y moderada incluso en los momentos más explícitos, es tan hábil al ilustrar la inocencia de la joven como al mostrar su valentía y resistencia.

Juno, 2007

La tercera cinta de aquel año fue Juno, su triunfo como actriz de primera línea, con la cual logró ser nominada al Óscar y a los premios más importantes del cine internacional. De nuevo, su aura infantil: interpretó a una joven de 16 años en medio de un embarazo no deseado. Pero, en lugar de ser melodrama de reflexión acerca de la maternidad adolescente, Juno es una comedia sobre el derecho a elegir, que echa mano de elaborados diálogos (y una famosa estética indie) para subrayar la inteligencia y la madurez de la protagonista frente a la indecisión y los miedos de los adultos que la rodean.

Como le era habitual, Page fue el factor clave para la coherencia de la película. Su carisma y su precisión le dieron naturalidad a su sofisticado personaje: tenía que ser mordaz pero agradable, tierna pero valiente, culta pero aún necesitada de educación. Page lo logra sin reproche, con la eficiencia de los artistas que hacen que ese trabajo parezca fácil (y ante monstruos de la actuación como Allison Janney y JK Simmons): Juno es cool y divertida, pero también humilde y consciente de las consecuencias de sus decisiones. Más que una heroína juvenil que siempre tuviera razón o estuviera enojada, es una chica brillante dispuesta a seguir creciendo.

Era el año de la extraordinaria Marion Cotillard en la biopic sobre Edith Piaf La vie en rose, así que Page se quedó sin el Óscar, pero su trabajó lideró las conversaciones aquel año y multiplicó su presencia pública. Con apenas 20 años, se había hecho un sitio propio en Hollywood y en los circuitos independientes, que nunca ha dejado, y en adelante se ocuparía de proyectos de todo tipo, como la comedia sobre el roller-derby Whip It (2009) dirigida por la actriz Drew Barrymore, hasta el taquillazo Inception (2010), de Christopher Nolan.

Últimamente es figura habitual de Netflix, que produjo y transmite sus películas Freeheld (2015) y Tallulah (2016). Su papel reciente más conocido es el de Vanya en la serie de la misma plataforma The Umbrella Academy, basada en el cómic de Dark Horse y que ya prepara su tercera temporada.

Qué significa ser transgénero

La complicación más truculenta para quien quiere entender por qué hay tantas letras en las siglas LGBT+ consiste en la comprensión de que el sexo y el género no son lo mismo, que son independientes entre sí y que no siempre coinciden. La idea es inaceptable para muchas personas, que casi siempre protestan porque, dicen, una condición como la de Elliot Page “no es natural”.

El concepto transgénero se refiere a una persona que decide que el sexo que le fue asignado al nacer no expresa su identidad de género: puede que, por nacer con genitales de varón, se le haya asignado desde siempre identidad de varón, pero ella no se siente cómoda con tal atribución. Ojo: el problema no es su cuerpo, sino su identidad: cómo se define.

Así, hay que entender que transgénero no es un “tercer” género, porque, a diferencia del sexo biológico, los géneros no son sólo dos, sino que cada persona decide acerca de sí misma.

Tampoco es una manifestación de orientación sexual: una persona trans con cuerpo de mujer puede no identificarse con las convenciones del género femenino, pero eso no la obliga a que sólo la atraigan las mujeres.

Y tampoco es una forma de anticipar que una persona se someterá a una reasignación quirúrgica o a terapias hormonales (en todo caso, quien decide la transición es llamado transexual): alguien transgénero puede expresar su identidad de diferentes formas y no sentir nunca necesidad de modificar su cuerpo.

Asustado

Hoy, el activismo a favor de la población LGBT+ es un rasgo decisivo en la actividad pública y la vida personal de Elliot Page; para el actor, sin embargo, fue un camino largo.

El hito mejor recordado tuvo lugar cuando, el Día de San Valentín de 2014, a los 26 años, asistió a una conferencia en Las Vegas orientada a defender los derechos de los jóvenes de esta comunidad. Al hablar allí, en público, se reveló homosexual: “Estoy aquí porque soy gay y porque quizá puedo hacer una diferencia, para ayudar a otros a tener tiempos más sencillos y esperanzadores. Estoy cansado de esconderme, de mentir por omisión. Más allá de mí, siento una obligación personal y responsabilidad social”.

Su “salida del clóset” lo definió, pero él evitó que se convirtiera en un cliché. Una conversación con la revista Flare revela que se sentía, sencillamente, sin ningún temor: “Crees que estás en una posición en la que dirás: ‘Estoy emocionado por ser gay, ya no tengo problema con eso, no me avergüenza’, pero no es así […] Creo que simplemente estaba asustado de que la gente lo supiera. Me sentía raro cerca de la gente gay; me sentía culpable por no ser yo mismo”.

Poco después, en una entrevista con el conductor Stephen Colbert, subrayó su conciencia de ser “una persona gay privilegiada” aludiendo a la violencia que padece una persona gay común. “Me siento agradecido de sentirme como me siento, en comparación con cuando estaba en el clóset […] me sentía triste, es tóxico, y desearía que nadie tuviera que vivir así”. En 2019 volvería con Colbert a denunciar que Hollywood mostraba cambios, pero demasiado lentos, y para señalar con mucha dureza la homofobia del entonces vicepresidente Mike Pence, conocido por obstaculizar la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

The Tracey Fragments, 2007

Antes de sacudirse el miedo y hablar con tal autoridad, el camino fue llevando a Page —paso a paso— lejos de la imagen dulce y no poco sexualizada que representó por años (petite beauty, la describían). Además de actuar papeles adultos, se involucró en proyectos que le permitirían colaborar con la representación y la visibilidad LGBT+. Uno de ellos fue la serie documental Gaycation (2016), que produjo y condujo durante dos temporadas para el canal Viceland y que exploraba las culturas gay del mundo. Junto con su amigo, el curador de arte Ian Daniel, Page documentó sitios y voces como la del homófobo político Jair Bolsonaro, hoy presidente de Brasil.

Uno de los proyectos más elocuentes de esa faceta de Page es la película Freeheld, de 2015 (que recibió muy malas críticas, todo hay que decirlo). La cinta cuenta la historia real de Laurel Hester, una policía estadounidense con cáncer que hereda su pensión a su pareja, Stacie Andree, pero descubre que las autoridades les niegan tal derecho por no estar casadas. El caso fue relevante para la lucha por los derechos de los ciudadanos homosexuales y mereció un documental en 2007, con el mismo nombre, filmado por la directora Cynthia Wade.

Elliot Page procuró desde 2008 los derechos para filmar una cinta de ficción y siete años después, además de interpretar a Andree, al lado de Julianne Moore como Hester, apareció como una de las productoras.El proyecto, pues, quedó consumado justo en la época en que él decidió revelar su orientación sexual. Varias veces explicó el respeto que le merecía Andree, una persona poco afecta a la exposición pública y, tras su experiencia con Hester, volcada al activismo por los derechos LGBT+. Andree lo acompañó al estreno en el Festival de Toronto y posó con él en la alfombra roja (las fotografías le recuerdan a todo el mundo cuán bajito es Page).

Los retos laborales no han sido menores. En una entrevista con la revista Elle, en 2016, por ejemplo, Page subrayó la pregunta obvia acerca de verse encasillado en papeles de personas homosexuales. “Todavía hay ese doble estándar. Pienso en todas las cosas que he hecho en películas: drogué a un tipo, torturé a alguien, me convertí en estrella del roller-derby de la noche a la mañana. Pero ahora, que soy gay, ¿no puedo interpretar a una persona heterosexual?”.

Más gravemente, en 2017, durante las manifestaciones contra la violencia machista identificadas con la frase Me Too (Yo también), publicó un post en el que reveló cómo el director de X-Men: The Last Stand, Brett Ratner, la agredió en 2006, cuando tenía 18 años, frente a sus compañeros de trabajo, con este comentario dirigido a otra mujer del equipo: “Deberías cogértela para que ya se dé cuenta de que es gay”. Ella no había asumido su homosexualidad, ni en privado ni en público.

Desde entonces, Page ha hablado varias veces sobre la homofobia y la violencia que atestiguó y sufrió en su carrera. Se había vuelto una persona diferente, un adulto comprometido con los derechos LGBT+. Y si durante su adolescencia y su juventud había evitado dar detalles sobre su vida personal, en 2017 hizo pública su relación sentimental con la bailarina Emma Portner, con quien se casó al año siguiente. Recién en enero de 2021, la pareja reveló que va a divorciarse; apenas el mes anterior, Page había hecho otra revelación.

Elliot Page Instagram

Afortunado

El post apareció el 1 de diciembre de 2020 y, dado que fue colgado por alguien famoso, se viralizó con asombrosa velocidad: se trataba de un comunicado en sus propias cuentas. Page, hasta entonces llamado Ellen, anunciaba: “Soy trans, mis pronombres son él/elle (he/they) y mi nombre es Elliot. Me siento afortunado de estar escribiendo esto. De estar aquí. De haber llegado hasta este momento de mi vida”.(“They” es habitualmente el pronombre para la tercera persona del plural en inglés pero, en muchos casos, es aceptado como un pronombre neutro en singular; algunos hispanoparlantes proponen traducirlo como “elle”.)

La aceptación de uno mismo es uno de los grandes logros íntimos de una persona LGBT+: en sociedades que rechazan la conducta, la sexualidad y la visibilidad de quienes se alejan de las normas, un problema común es cuestionar la identidad propia como defectuosa, fallida o transgresora, hasta llegar a la violencia contra uno mismo. En la cuenta de Medium Empowered Trans Woman, por ejemplo, la autora Cassie Brighter cuenta su recorrido y recuerda que 41.2 por ciento de los seres humanos trans intenta suicidarse alguna vez. “Al diablo, ¡yo no…!, aunque ya sé cómo lo intentaría”, escribe.

La literatura académica suele revisar la relevancia de que la persona transgénero encuentre acompañamiento entre las personas que la rodean: son comunes los esfuerzos por visibilizar, por ejemplo, los casos de niños trans que reciben el respaldo de sus padres. En medio del durísimo juicio popular contra estas familias (el reproche básico es que un niño es “incapaz de elegir”, un comentario que, como mínimo, según los defensores de los derechos trans, evidencia la confusión entre sexo y género), las historias reflejan siempre la ventaja de que la persona se acepte a sí misma.

Casos así subrayan el largo camino que queda por caminar a la población transgénero, ya no digamos para conquistar el pleno respeto a sus derechos, sino tan sólo para que se les reconozca: para que quienes no los entienden se permitan siquiera identificarlos. El drama es, por supuesto, el rechazo a la idea de que puede haber muchas identidades de género, casi tantas como personas hay en el mundo. “No es natural”, se lee repetidamente en las redes sociales en torno a Elliot Page: “Ya no entiendo: ¿es mujer, es lesbiana o se siente hombre?”. “Éstos ni saben lo que quieren”.

Elliot Page Instagram

En el sitio web Transgendermap (“mapa transgénero”) una mujer trans ofrece información básica. La sección “Autoaceptación” expone cómo la condición trans es equiparable a otros rasgos de personalidad menos controversiales —por ejemplo, ser demasiado alto—, pues en el fondo implica estar en paz con la identidad propia. Y eso no es exclusivo de la gente trans: aceptarse a sí mismo es un reto para cualquiera.

“Hacer una transición de género es un regalo que poca gente conocerá”, asegura la autora. “Es una oportunidad para descubrir quién eres de verdad y para aceptar todo sobre ti: lo bueno y lo malo. Si no puedes aceptar quién eres, es más difícil para otros aceptarte, y más difícil para ti aceptar a otros”.

Así que la historia de Elliot Page parece, en realidad, cercana a la de muchas otras personas trans: construir paso a paso el camino, no hacia una proclamación pública —muchos esperan que Page se “arrepentirá” de haberse subido a una “moda”—, sino hacia una verdad que cada persona debe explicarse a sí misma. Por eso, su mensaje del 1 de diciembre está dirigido a quienes padecen la extrema gravedad de la transfobia: “todas las personas trans que lidian con acoso, desprecio por sí mismas, abuso y amenazas de violencia a diario: los veo, los amo y haré todo lo posible para cambiar este mundo para mejor”.

Aun si se le reprochan sus privilegios, su historia parece la de una persona que ha avanzado por ese recorrido con cautela, bastante más cuidadosamente que en su de por sí ejemplar oficio de construir personajes para el cine. “Por fin amo quien soy. Amo ser trans. Y amo ser queer. Y mientras más me acerco a mí mismo, más abrazo a quien soy, más sueño, más crece mi corazón y más florezco”.

Elliot y Emma Portne. Foto: Elliot Page Instagram

Su discurso de 2020 acerca de reconocerse transgénero mostró mucha más confianza que la de aquel video en el que luce nervioso mientras se proclama gay. Ese día su voz resonó con fuerza, mientras agradecía a los jóvenes que lo escuchaban y a las personas que lo habían ayudado en el largo camino transitado paso a paso. En el post de hace unas semanas volvió a dar gracias, pero también pidió paciencia: a unos días de cumplir 35 años, y pese a toda su fama y su visibilidad, admitía que le quedaba mucho por hacer. Como cuando, en 2014, dijo que para recorrer tanto camino primero tuvo que vencer su propio miedo.

Si él aceptó ese rasgo de sí mismo, quizás otras personas trans volverán a escucharlo, y también querrán vivir sin miedo.

La libertad y la consolación

Por Pedro A. Reyes, SJ

Desde la perspectiva de la espiritualidad ignaciana, la afirmación de la identidad de una persona constituye un derecho que merece, por parte de quienes están alrededor, el mismo reconocimiento que debemos a todos los dones con que Dios nos abre caminos.

San Ignacio está convencido de que el Creador está comunicándose con su criatura personal e íntimamente, de modo que la pregunta por la plenitud que la vida puede alcanzar —la capacidad de encontrar cómo florecer y cómo dar vida a otras personas desde la propia identidad—, es resultado de ese diálogo personal e íntimo, en el que no se pueden dar como presupuestos criterios de “naturaleza” o de “orden social”. Así, una persona que va descubriendo en la constitución de su identidad una incomodidad constitutiva con las identidades de género que se le asignan —nociones que le imponen como modeladoras de su personalidad y de su relación con las demás personas—, tiene derecho a expresar esa incomodidad y a tomarla como punto de partida para encontrar formas mejores de comunicarse y relacionarse consigo misma, con los demás, con los ámbitos del mundo en el que se mueve y con Dios. Ese derecho dimana de la comunicación constante con quien es la fuente de su vida plena y de su florecimiento más libre.

El reconocimiento de esa comunicación tiene que ver con el reconocimiento de la capacidad de discernir y conocer la propia consolación y, desde ella, distinguir lo contrario a ella. Si la consolación se entiende, según Ignacio la propone, como el indicador del camino que Dios ofrece a cada persona para conocerse como oportunidad de bendición, del don que Dios está dando para mostrar su bondad en la vida del mundo y de la misma persona, entonces la consolación es también la que mejor deja conocer a la persona cómo situarse en ese mundo y cómo definirse en sus búsquedas y sus relaciones, en un proceso que no se termina en un momento. Hay consolaciones que se proponen con tales fuerza y profundidad que permiten establecer lugares fundamentales para esa construcción de sí y de las propias relaciones —lo que llamamos identidades—, pero, aunque eso ayuda a dar cierta estabilidad y gozo en la vida, sigue siendo un trabajo constante la escucha y la atención a la consolación, a fin de ver lo que nos pide en cada momento y en cada paso, sin perder de vista que la consolación suele venir recogiendo la vida anterior, encontrando sus hilos fundamentales de esperanza y gozo, y poniéndola en un fluido continuar con lo que la vida va proponiendo hacia el futuro.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

El contenido es responsabilidad de los autores. Se permite la reproducción previa autorización del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO).

Notice: This translation is automatically generated by Google.