El sueño de Tenoch
Alejandra Carrillo – Edición 481
Su éxito lo ha encaminado hacia horizontes más amplios, y la suya es ya una de las presencias más atractivas del cine mexicano de los últimos tiempos. Siempre vinculado a sus orígenes, el actor mexicano ha sabido aprovechar su notoriedad para llamar la atención sobre algunos de los problemas más urgentes que enfrentamos como sociedad.
Tenoch Huerta es el hombre del momento.
Sí, el actor mexicano de 40 años, nacido en el Estado de México, en uno de los municipios más precarizados del país, Ecatepec; el protagonista de películas y series televisivas en Estados Unidos, España y México, con personajes que van del capo de uno de los más grandes cárteles de la droga en el país hasta un joven activista desencantado de la huelga de la unam en 2000.
Portada de revistas y recurrente objeto de discusión en medios tradicionales y digitales, Tenoch no sólo es el rostro de una nueva generación de actores mexicanos que desarrollan proyectos cinematográficos diversos y bien recibidos por la crítica: también es la cara de un sector de la sociedad que utiliza sus plataformas para hablar abiertamente de racismo, de brutalidad policiaca, del movimiento feminista y, también, de las nuevas masculinidades.
No le tiembla la voz, no se calla, a pesar de que a veces ha sido blanco de escarnio durante días enteros en redes sociales. Confía en la juventud, en los movimientos sociales, defiende a los millenials y el lenguaje inclusivo. Tiene bien tomado el pulso de los asuntos que importan en la actualidad.
Es el hombre del momento que llegó a donde muchos no creían. Su historia la han contado medios como el periódico El País, las revistas GQ, Gatopardo, Expansión y hasta Quién, porque inspira a miles de mexicanos y, a partir del cliché del niño de origen humilde que llegó a las pantallas internacionales, los introduce en los temas que de verdad le importan, como la representación de los mexicanos en las telenovelas o las violencias contra las mujeres que vivimos todos los días en este país.
Su lucha está fuera y dentro de las pantallas. En diciembre de 2019, como les ocurre a muchas personas de piel morena en México, el empleado de seguridad de una tienda de la Condesa, uno de los barrios más snobs en Ciudad de México, persiguió a Tenoch Huerta.
Esto no fue un hecho fortuito. A pesar de que Huerta protagonizaba entonces varias películas y series transmitidas por Netflix, el guardia de seguridad pensó que estaba buscando robar. Cuando lo confrontó, le mostró que incluso las cámaras de seguridad habían estado siguiendo los pasos que daba en la tienda.
El actor denunció lo sucedido en su cuenta de Twitter, donde hoy en día cuenta con más de 115 mil seguidores (@TenochHuerta), y casi automáticamente, como ocurre con muchos de sus comentarios y opiniones, recibió un torrente de comentarios: “Resentido”, “Llorón”, “Así son las cosas, no hay que tomarlo personal”, seguidos de una serie de historias de personas morenas que han recibido el mismo trato en tiendas similares.
Al día siguiente, Tenoch fue protagonista de un reportaje que publicó El País sobre racismo en México, con el que dio comienzo una conversación que luego explotaría en redes sociales, y que pondría de manifiesto la negación de algunos sectores y los procesos que otros encaran en torno a este asunto que, pese a todo, cada vez está más presente en la discusión pública.
El nombre del actor ha sido trending topic en Twitter en varias ocasiones, algunas veces por chistes que no son bien recibidos o por comentarios polémicos; otras, por noticias sensacionales acerca de su carrera, como cuando se dijo que formaría parte del elenco de la saga de Marvel Black Panther. Pero siempre activa mensajes de odio racistas y clasistas, como los que en su momento también se desataron cuando Yalitza Aparicio fue nominada al Oscar a la Mejor Actriz por su participación en la película Roma, de Alfonso Cuarón.
Usuarios relacionados con ideologías de derecha —sobre todo, pero no exclusivamente— llaman “Tenoches” a otros usuarios que utilizan sus plataformas para denunciar violencias machistas, racismo y clasismo, y en general a quienes alzan la voz en contra de lo establecido, un término usado por el comediante e influencer Chumel Torres para referirse en un chiste a las personas indígenas. A partir de ello, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) organizó una charla donde el comediante estaría dialogando con varias de las voces más importantes sobre este tema en redes sociales, pero la presión pública —que reclamaba que el racismo no se debate ni se dialoga— ocasionó que esa actividad se cancelara.
La polémica duró días, y culminó con otra charla, esta vez organizada por la asociación civil Racismomx, titulada “El racismo no es un chiste”, en la que participaron Torres y Huerta, así como la actriz Maya Zapata, el escritor y académico Federico Navarrete y la escritora y activista Jumko Ogata. Ahí, Chumel Torres defendió la comedia y pidió disculpas, aunque de un modo más bien velado, a quien hubiera podido ofender. Dijo que había sido criado con el humor de la incorrección política.
Una de las frases más memorables de esa charla fue de Tenoch, quien dijo que él también había sido criado en ese discurso, pero que podía pensar un poco más. “Puedo empezar a cambiar mi discurso… nos pagan para crear discursos, así que podemos echarle un poquito más de ganas: pasar de la comedia fácil, donde se denigra a un grupo para hacer reír a otros. No debe ser así la comedia, ya estamos en el 2020 y tenemos que dar un paso más allá”.
Poco después, el programa que Chumel Torres tenía en HBO Latinoamérica fue cancelado. Cientos de sus seguidores, furiosos —de esos que acusan de pertenecer a la “generación de cristal” a todo el que reclama—, fueron en horda a las cuentas de Tenoch a insultarlo, como ya se les había hecho costumbre.
En esa charla y en muchas entrevistas, Tenoch ha reconocido que él mismo ha sido racista y ha sido clasista. También ha dicho que ha ejercido violencias machistas y su trabajo de deconstrucción empieza desde ahí, aceptando que lo ha hecho y que está mal. Comenzando por cambiar, como muchos mexicanos que han comenzado estas conversaciones en sus propias casas.
La diferencia es que su deconstrucción está en el ojo del huracán todos los días y cada paso en falso es motivo de burlas, de comentarios humillantes y categóricos. Hasta de amenazas de muerte.
“Yo creo que sí va haber resistencia”, me dijo en una entrevista en la que conversamos sobre la importancia de hablar de racismo en México.
“Sobre todo de la elite, porque basa su hegemonía y poder en la idea de que nacieron para mandar… Afortunadamente, la respuesta ha sido muy positiva de parte de la gente, aunque obviamente hay bots que me gané por mis posturas políticas contra la política de la derecha y los troles que me siguen insultando diciéndome ‘indio’, ‘naco’ o ‘negro’ o ‘resentido’ para asegurar que en México no hay racismo… Pero, honestamente, no me quitan el sueño”.
Buscar una voz
En marzo de este año, Tenoch Huerta terminó de filmar un largometraje en el que trabajó durante varios años, invitado por Andrea Martínez Crowther no sólo para actuar, sino también para codirigir y coproducir.
Para hacer realidad esta historia, ambos organizaron en 2020 una campaña de fondos en Kickstarter a través de sus redes sociales. En plena pandemia. Filmaron apenas en 2021, en la madrugada de las calles de Ciudad de México, con el fotógrafo mexicano Alejandro Mejía, ganador de la Rana de Oro en el Festival Camerimage 2020, en Polonia, que reconoce lo mejor de la cinematografía mundial.
Para el actor, este trabajo fue una puerta de entrada a una nueva faceta de su carrera, en la que ahora estará detrás de cámaras.
Cuando contesta la entrevista, Tenoch está en su auto, en Ciudad de México, en pleno rodaje.
Dice que éste es el proyecto de Andrea, un proyecto que le duele, que la toca, que la afecta: “Son sus experiencias las que está contando. A mí me invitó a subirme al barco. Ha sido complejo, desde platicar la historia, hacer la idea, las propuestas escénicas, las narrativas, dramáticas… Ahora bien, en el set quien tiene la batuta en una parte de las decisiones es Andrea; yo tomo parte de las responsabilidades que tienen que ver con construir dramáticamente ciertos momentos, guiar a Andrea en la actuación, esas cosas”, cuenta.
Para decirlo con una metáfora futbolística, Tenoch es el que puso el pase decisivo para que Andrea metiera el gol y contara su historia: la historia de una mujer que se enfrenta a una terrible pérdida, pero a través del amor, que la vuelve a sorprender, ahora en sus años maduros, logra reconstruirse a sí misma.
“Fue la oportunidad de aprender, de jugar en otra posición en la que me interesa estar, ahora más que antes. Antes me hubiera gustado dirigir; ya había tenido la intención de dirigir desde hace varios años, pero sentía que no tenía nada que decir. No tenía una voz ni un discurso personal real, y cuando no tienes nada que decir, lo que en realidad estás diciendo es: ‘Véanme’. Y a mí no me gusta el ‘Véanme’”.
Tenoch afirma que ahora sí tiene cosas que decir, y que, sobre todo, está aprendiendo a decirlas.
“Tengo la idea de dirigir una peli; de hecho, hay un grupo de productoras que han estado trabajando en un proyecto y, si todo resulta bien, podría terminar yo dirigiendo… Pero no puedo adelantar mucho porque aún no es una realidad. Hay muchas historias que me gustaría producir, otras en las que me gustaría actuar; tengo desde hace años el guion de un cortometraje de animación sobre los mitos y la creencia en los mitos, que me gustaría hacer. Tengo muchas cosas ahí, rondando todo el tiempo; te mentiría si dijera que quiero hacer un tipo de películas o hablar de un solo tema; son diferentes historias, diferentes perspectivas. Al final del día todo se resume en hacer cosas bonitas, crear belleza, una de las mejores cualidades del ser humano”.
En una entrevista previa le pregunté a Tenoch si su actitud contestataria alguna vez le había granjeado enemistades o le había cerrado puertas de proyectos importantes. Respondió que no, que en los lugares adonde él había querido entrar esas cosas no importaban, y que si me refería a Televisa o a alguna productora similar, de todos modos estaba vetado por haber salido de extra en TV Azteca hace años.
Lo dijo con tranquilidad, porque últimamente ha podido elegir los proyectos en los que se involucra, y éstos casi siempre están en las afueras de las dos grandes televisoras mexicanas.
En este momento de su vida, con las puertas de Hollywood al alcance de una de sus manos, y con sus propios proyectos en la otra, Tenoch mira el cine y la televisión desde otros ángulos.
“El problema, aunque desaparezcan los fideicomisos y los apoyos se obtengan a través de otros mecanismos, es que no se asegura que el año que entra existan esos fondos, y eso compromete la continuidad de muchísimos proyectos. Gracias a la continuidad de esos proyectos es que ha México ha tenido el boom del que ahora estamos gozando, y que ha hecho que plataformas como Netflix y Amazon vean a México no sólo como un lugar para producir, sino como una fuente de historias, de directores, actores, de staff, maquillistas, vestuaristas, drivers… Se están dando cuenta de que no necesitan importar gente desde Estados Unidos”, explica.
La diferencia entre los presupuestos y los volúmenes de producción de ambos países es abismal, y eso hace que en Estados Unidos haya más gente con más experiencia y con grados de preparación técnica más elevados. Pero en el plano creativo, y en cuanto a la resolución de proyectos, según Tenoch, la materia prima está aquí. Respondiendo a eso, los apoyos públicos deberían hacer hincapié en la continuidad.
“En México se sigue produciendo un montón, pero seguimos con el mismo problema de hace más de una década: que el único exhibidor en el país privilegia solamente un tipo de cine, el de Hollywood, y una misma narrativa, la de las comedias románticas que retratan un México que no se parece nada al nuestro.
“Me da risa cuando en las producciones alguien dice: Ciudad de México va a ser la protagonista de esta historia y todo sucede en la Condesa. La Condesa es una colonia muy bonita, pero es única, porque más allá de la Roma y la Condesa nada en la ciudad se parece: si tú te vas a las periferias, ninguna colonia se parece a la Condesa. Entonces esas producciones no están siendo plurales, están hablando de un finísimo segmento de la población de Ciudad de México, tan pequeño que no representa ni el 2 por ciento, y lo quieren presentar como el rostro de la ciudad, si no es que del país. Estas narrativas me parecen muy cortas de vista, muy miopes”.
Uno de los problemas que los creadores cinematográficos en México más señalan es el hecho de que la exhibidora más grande del país es también la que distribuye y promociona, y en ocasiones también produce. Es decir, tiene el campo, la semilla, los camiones, y controla el mercado, la cadena de producción completa.
A pesar de eso, México goza de buena salud cinematográfica. Tenoch está consciente de eso, sólo que a él no le interesan las comedias románticas que se producen en masa, inspiradas en las que se producen en Estados Unidos y que por eso funcionan a la perfección en barrios y colonias como la Condesa —o sus pares en Guadalajara: las colonias Americana, Providencia, Ladrón de Guevara y otros sitios como Puerto Vallarta y la parte más turística de Chapala.
“Me gustan las comedias románticas, pero no creo que en México las hagamos bien; hay algunas muy buenas, pero el grueso están mal hechas por motivos de idiosincrasia: la comedia romántica es una calca de las comedias románticas estadounidenses, que en la cultura anglosajona funcionan muy bien, son divertidas, porque tienen que ver con su idioma, con el ritmo de su habla, la forma en la que construyen, viven y hacen su mundo y sus ideas, pero cuando lo extrapolamos a México y a nuestra cultura, ya no jala.
“Una comedia romántica, de las que hemos visto por decenas en México, trata de hacerla en Cabeza de Juárez y no funciona; en los pueblos periféricos de Mérida, no va a jalar, porque idiosincráticamente no corresponde. Eso a mí no me interesa, no me interesa pretender que pertenezco a una cultura a la que no pertenezco. A mí me interesa hablar de mi cultura, de cómo la vivo y cómo la veo, de cómo construyo la vida a partir de mi experiencia personal en este país, desde donde yo crecí y con la perspectiva que la vida me dio”.
Pese a todo, Tenoch celebra la diversidad de visiones que impulsan directores como Carlos Reygadas y hasta Michel Franco, el director de la polémica cinta Nuevo orden.
“Se están haciendo muchas cosas en México: otras narrativas, otras formas, correctas e incorrectas, con un sesgo ideológico y racial, o no, pero sí hay una gran diversidad de narrativas y de maneras de construir. ¿Para qué copiar las narrativas de las historias que corresponden a los anglosajones?”.
“Quiero contar otras historias”
A la vista de los logros que ha cosechado y de este momento de franco ascenso en su carrera, le pregunté a Tenoch si alguna vez soñó con ser director o productor de cine en un país como el nuestro, y respondió que, para empezar, nunca soñó con ser actor.
“A mí me pasó por accidente”.
Es una historia que ha contado varias veces, y que comenzó cuando estudiaba periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Me volví actor porque mi papá me insistió; porque tuve un profesor, Carlos Torres Torrija, que me insistió; porque mi familia me animaba para participar en los castings, porque la vida y la colaboración, el cariño, el amor y la confianza de muchas personas me han puesto donde estoy. Yo soy producto de un colectivo, soy el resultado de la suma de esfuerzos de muchas voluntades y de muchas personas que me han puesto donde estoy.
“Yo no me hice a mí mismo; fueron mis decisiones, pero también mucha gente que se sumó a estas decisiones, y me parece una pendejada este individualismo de que si quieres puedes, visualiza y lo vas a lograr. ¡No! Si no tienes ahí a toda la banda, no; si yo no hubiera tenido unos padres que estaban juntos, un padre que trabajaba y una madre que se pudiera quedar en casa cuidando a sus hijos en un ambiente como en el que yo crecí, en una circunstancia como la que había alrededor de mi colonia y demás, no sé qué hubiera sido de mí. No sé si habría sido actor”.
Es decir, que el sueño es colectivo.
Lo cierto es que Tenoch Huerta nunca soñó con ser actor porque, cuando era niño, no había muchos actores en la pantalla que se parecieran a él, o con los que se sintiera identificado; no había muchos actores morenos, y cuando había, eran los que robaban, los que salían a violar, a secuestrar y, si acaso, a abrir la puerta de las casas como empleados del servicio, no en papeles protagónicos o que denotaran poder.
“No me vi reflejado en la pantalla. ¿Cómo iba a soñar con ser actor? Mucho menos director o productor… Más bien, la vida, las circunstancias, el día a día y la necesidad de contar otras historias son lo que me hace ambicionar contar otras historias. ¡Ya quiero ser útil a la sociedad!”, dice, entre risas.
Esto de la representación es un asunto del que ha hablado muy abiertamente, codo a codo con estrellas como Yalitza Aparicio o Joaquín Cosío, que se han ganado lugares en producciones internacionales, interpretando papeles con los que otros niños (los de la periferia, los que no viven en la capital, los que tienen la piel morena) podrán identificarse ahora. Otros niños que, con suerte, sí soñarán con ser actores.
“No fue sino hasta que vi a Luis Fernando Peña en Amarte duele, que era prieto, era de la Balbuena y estaba con la guapa de la película, y que además milagrosamente ni la violaba ni la golpeaba ni asaltaba a su familia. Luis Fernando Peña, con ese personaje, nos hizo soñar a un montón de banda, y nos empezamos a identificar”.
Protagonizar filmes en otros países, dirigir los suyos, impulsar a nuevas generaciones de actores y actrices con orígenes diversos. Ahora sí, Tenoch sueña mucho y sueña lejos.
“Pero creo que el único sueño, al final del día, es estar en paz: estar en paz con la vida, conmigo mismo, con mis decisiones, con la gente que me rodea, con lo bueno y lo malo; si lo encuentro en este medio, qué bueno; si lo encuentro en otro lado, pues ya será. Sueño con mis hijas, quiero verlas crecer, quiero verlas triunfar; no porque tengan que ganarle a nadie, quiero verlas sonreír al final de los días por tener unas buenas bases, quiero abrazar a mi familia, abrazar a mi gente. Estar sanos, estar tranquilos”.
Como Caro Quintero en Narcos: México, como Blue Demon en la película del mismo nombre, como Emiliano Zapata en la serie El encanto del águila o como Lupe Esparza en Días de gracia (el personaje que lo llevó a Cannes en 2015), Tenoch Huerta se ha posicionado como actor, pero también ha hecho oír su voz, que representa a los hombres mexicanos que se preocupan por su entorno y por la gente a su alrededor. A pesar de ser consciente del clima político en el que se encuentra y del escrutinio público del que es blanco todos los días, también ha usado sus plataformas para enviar mensajes de esperanza y compasión.
En una de las metáforas que utilizó, su maestro y mentor Carlos Torres Torrijas le dijo que su camino como actor no iba a ser nada fácil y que cuando un buen director lo metiera cinco minutos antes de que se acabara el partido, tendría que anotar el gol de la victoria.
Tenoch supo hacerlo. No falló. El balón cayó dentro de la portería y atravesó la red. El primer partido terminó y él fue la estrella del juego. El hombre del momento.
Si hubiera que definir un momento en su carrera, es el del siguiente partido y tiene la cancha completa, los 90 minutos para quitarle el aliento a los millones de espectadores, de su lado y del lado contrario, para dar el siguiente gran partido de su vida.