El empleo después del covid-19 no será igual (¿o sí?)
Gabriel Orihuela – Edición 476
La pandemia nos ha obligado a repensar nuestra forma de vida, especialmente en lo que concierne al trabajo. ¿En México existen las condiciones para que, luego de esta situación de emergencia, nos encaminemos a un horizonte laboral más justo?
A Mariana la obligan a ir a la oficina y a trabajar desde ahí con su propia computadora, que debe llevar desde su casa. A Juan Carlos le redujeron el sueldo a la mitad. A Estela la ponían en riesgo al mantenerla en la recepción de una oficina que operaba sin que su giro estuviera entre los considerados como “esenciales”. A las trabajadoras de la industria electrónica las despidieron, les rebajaron salarios y les quitaron prestaciones.
El cierre de la mayoría de las actividades económicas a causa del covid-19 fue el escenario para prácticas que muchos trabajadores califican como abusivas.
Por otra parte, los empresarios tuvieron que resistir las pérdidas del frenazo económico. Desde ahí, esperan que todo vuelva a la normalidad lo antes posible. Pero, ¿vale la pena volver a las condiciones prevalecientes antes de la pandemia? Muchos académicos creen que esta larga pausa podría ser el pretexto idóneo para pensar en una nueva dinámica laboral, una mejor relación entre patrones y trabajadores, en la que todos ganen.
¿Hay razones para el optimismo?
El tamaño del golpe
Entre marzo y mayo pasados, primeros meses de la pandemia en México, de los registros del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) desaparecieron de los registros un millón 30 mil 366 empleos formales (unos 11 mil 200 por día) y 7 mil 580 patrones se dieron de baja (unos 82 diarios).
En Jalisco, en ese lapso se perdieron 67 mil 642 plazas laborales (a un ritmo de 735 por día).
Carlos Villaseñor Franco, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana en Jalisco (Coparmex), estima que, en un panorama conservador, la economía estatal caerá 6 por ciento este año, lo que implica la desaparición de 120 mil empleos.
En mayo, el presidente Andrés Manuel López Obrador calculó el impacto en alrededor de un millón de plazas en todo México. Pero esta cifra ya fue superada. Entonces, ¿cuántas serán?
Depende a quién se le pregunte: el Bank of America previó una caída “masiva” de un millón 200 mil, mayor que en cualquier otra recesión del país.
El Banco Interamericano de Desarrollo plantea tres escenarios: en una crisis a corto plazo se perderían 738 mil empleos (esa cantidad ya fue rebasada). En una de largo plazo, habría un millón 400 mil trabajos menos. En una recesión prolongada desaparecerían 2 millones 600 mil.
Hasta mayo, en el imss había registrados casi 19 millones 600 mil empleos en el país. Pero ésos son trabajos formales. Muchos de quienes tenían una plaza y la perdieron irán a la informalidad, aunque ni siquiera ahí existe espacio para todos.
Por el confinamiento, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) no pudo realizar su tradicional medición de empleo formal e informal y la suplió por la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo. En ella, estima que en abril había 2 millones 100 mil personas desocupadas, 4.7 por ciento de la Población Económicamente Activa.
No es un problema sólo de México. La Organización Internacional del Trabajo y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) proyectan este año más de 11 millones 500 mil nuevos desempleados. De agravarse la contracción económica, la caída será mayor.
La Cepal estima que en 2020 la pobreza alcanzaría a 214 millones 700 mil personas y la pobreza extrema a 83 millones 400 mil. También se espera un aumento de la desigualdad en todos los países de la región.
Con todo, el desempleo no será el único problema para el país, considera Ignacio Román Morales, profesor titular en el Departamento de Economía, Administración y Mercadología del ITESO. Encontrar trabajo será un proceso más largo —actualmente es de cuatro semanas en promedio—. Además, es de esperar un aumento en el subempleo, “es decir, de gente que va a estar trabajando, pero menos horas de las que quisiera trabajar”, explica. A esto hay que sumar un incremento en la Población No Económicamente Activa, debido a que mucha gente perderá la esperanza de encontrar trabajo. Por ello, no se les contará como desempleados, lo que no implica que su situación sea buena.
Cuidado con lo que se añora
Antes de pensar en las medidas para volver a la normalidad en cuanto sea posible, hay que revisar cómo lucía ésta.
A pesar de los discursos gubernamentales y empresariales, tanto México como Jalisco vieron llegar el covid-19 en medio de una precariedad laboral que sólo empeoró con el arribo del virus.
“Se recibe [el covid-19] con un empleo precario que, obviamente, ha llevado hacia una informalidad laboral”, explica Christian Sánchez Jáuregui. El secretario ejecutivo del Instituto de Investigación en Políticas Públicas y Gobierno del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA) de la Universidad de Guadalajara (UdeG) agrega que el mercado laboral es, principalmente, para las personas con baja cualificación.
Otros problemas son el subregistro de salarios, es decir, reportar al imss que el trabajador gana un sueldo menor al real, y el uso de los servicios de subcontratación como una estrategia para incumplir los derechos de los trabajadores.
“Era un asunto de hecho, pero pasó a ser de derecho con la reforma laboral de 2012”, precisa Sánchez Jáuregui.
Daniela Jiménez, directora del Centro de Reflexión y Acción Laboral (Cereal), coincide en que la pandemia develó muchos de los problemas que ya existían en el sistema laboral.
En contraste, Villaseñor Franco, de la Coparmex, minimiza el impacto negativo de la subcontratación en el empleo estatal. “Tampoco dudo que existan empresarios que lo hagan, pero serían los menos”, considera.
También rechaza que haya un abaratamiento en el mercado laboral jalisciense. Sin embargo, las cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi muestra que éste ha sido un fenómeno notorio al menos en la última década.
El porcentaje de mexicanos que ganaban entre tres y cinco salarios mínimos en el primer trimestre de 2010 era de 20 por ciento; en el mismo periodo de 2020 fue apenas el 7 por ciento. Los que ganan más de cinco salarios mínimos cayeron de 9 a 3 por ciento en la década.
Por otra parte, en el primer trimestre de 2010, de los mexicanos sin empleo, 35 por ciento tenía educación media superior o superior. Para el primer trimestre de 2020 ya eran 51 por ciento. Éste es el único nivel educativo en el que el desempleo creció en la década.
En Jalisco pasa igual. Los trabajadores que ganan entre 3 y 5 salarios mínimos fueron de 22 por ciento, en el primer trimestre de 2010, a 10 por ciento en el mismo trimestre del año en curso. Fue peor la caída entre los que ganan más de cinco salarios mínimos: de 8 a 3 por ciento en la década.
Sólo tres de cada 100 jaliscienses ganan más de 18 mil 483 pesos mensuales. De la misma manera, en el primer trimestre de 2010, de los jaliscienses sin empleo, 30 por ciento tenía educación media superior o superior. Para el primer trimestre de 2020 ya eran 47 por ciento. “Estamos hablando de una precariedad que existe en nuestro mercado laboral y que tiene décadas”, explica Sánchez Jáuregui.
Entre el “ponerse la camiseta” y el abuso
Y muchos trabajadores han vivido esa precariedad de cerca.
Al dedicarse a la agroindustria, un sector esencial, la empresa en la que Mariana es gerente no detuvo operaciones durante la contingencia. Sin embargo, para esta joven directiva, obligar a los trabajadores a ir a la oficina es absurdo.
La empresa no tiene una ubicación propia, sino que renta un espacio de coworking —oficinas compartidas para profesionales independientes, teletrabajadores y emprendedores—. Mariana no puede trabajar en su computadora desde su casa, pero debe llevarla todos los días a un escritorio que su compañía renta.
“Aquí no hay ni una máquina ni un teléfono, nada. Todos venimos y trabajamos con laptop porque somos puestos ejecutivos; entonces, ¿a qué tendríamos que venir? ¿Por café?”, cuestiona.
Mariana no solamente se pone en riesgo al ir todos los días a una oficina en un centro comercial, sino que también expone a sus dos hijos y a su madre —mayor de 60 años, diabética e hipertensa, tres comorbilidades que aumentan la letalidad del covid-19—.
El caso de Mariana —cuyo nombre, como el de todos los trabajadores que participaron en este reportaje, se cambió para evitar represalias— dista de ser único. También podemos mencionar a Estela, responsable de una sucursal de una compañía dedicada a la subcontratación de servicios de administración de nómina y de seguridad privada. “En la oficina central sí tenían todas las medidas, tenían carteles diciendo que hay que lavarse las manos, usar cubrebocas; tenían todas las medidas necesarias, y en la oficina en la que yo estaba me dejaron olvidada: no me mandaron cubrebocas, no me dieron gel antibacterial”, relata.
A pesar de que no eran servicios esenciales —de los que podían operar durante la contingencia—, la oficina trabajó sin problemas. A eso había que agregar que la casa antigua en la que estaba ubicada es rentada por otros negocios, cuyos trabajadores también estaban en riesgo. Estela decidió renunciar.
El 12 de junio, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, anunció que los hoteleros y restauranteros de Puerto Vallarta podrían abrir áreas comunes, siempre y cuando observaran protocolos de seguridad y operaran a la cuarta parte de su capacidad.
Esto debió de ser un alivio para Juan Carlos. Tras egresar de la universidad, viajó a Vallarta, en donde consiguió un empleo en el departamento de mercadeo de un hotel que pertenece a una pequeña cadena nacional. Cuando llegó el covid-19, sus patrones empezaron a aplicarle “días solidarios”, un eufemismo para decir que sólo trabajaría siete u ocho días a la quincena y, por ende, no recibiría su sueldo completo.
“Aproximadamente desde la última semana de marzo nos mandaron a casa a hacer home office, y desde abril nos han estado descontando la mitad del sueldo”, explica. “Antes hicieron recortes de personal. De mi departamento corrieron a ocho personas, de las cuales creo que sólo a dos les dieron la liquidación completa”.
Como el trabajo en casa es imposible cuando no se tiene internet, Juan Carlos tuvo que viajar a Guadalajara y refugiarse en casa de sus padres. Con todo, esto no lo ha alejado de la sensación de que, como trabajador, él merece un mejor trato.
Pero las cosas se ven distintas a la distancia. Para Ricardo Barbosa Ascencio, presidente de la Comisión de Asuntos Laborales de Coparmex, en Jalisco ha habido un proceso de solidaridad entre empresas y trabajadores, en el que se ha privilegiado la salud de éstos.
“Me siento orgulloso, por lo menos en Jalisco, del diálogo que ha habido con el gobierno, del diálogo con el sindicato y la solidaridad entre trabajadores y empleadores para buscar puntos de acuerdo que la ley no prevé, para dar a cuenta vacaciones, tiempo por tiempo, reducción de jornadas, ajuste de condiciones de trabajo a fin de prevenir los despidos masivos”, dice.
Villaseñor Franco, presidente de ese sindicato patronal, comparte este punto de vista: “Hemos apoyado las iniciativas del gobierno para toda la comunidad de colaboradores en estado vulnerable, que son las personas mayores de 60 años, gente con padecimientos crónicos, como hipertensión y diabetes, que estuvieran en sus casas, resguardadas, pagándoles el 100 por ciento”, considera.
No todos se sienten tan positivos; no, por ejemplo, en la Coalición de Extrabajadoras(es) y Trabajadoras(es) de la Industria Electrónica Nacional (Cetien). Una de sus integrantes —nunca revelan sus nombres y, de hecho, cubren sus rostros con máscaras para evitar represalias— afirma que muy pocas empresas de este sector detuvieron operaciones, a pesar de que no todas realizaban actividades esenciales.
“Las prestaciones nos las redujeron, por ejemplo, en algunas empresas, a pagos del 50 por ciento del salario o pagos de sólo un salario mínimo”, dice. “También [hubo] suspensión de prestaciones como los vales y los bonos; suspensiones de servicios de transporte, servicios de comedor”.
Las empresas señaladas incluyen a cuatro gigantes del sector: Continental, Flex, Jabil y Sanmina. “Por ejemplo, en Sanmina y Flex”, denunció, “[se dio] la suspensión de la prestación del fondo de ahorro durante tres meses, que fueron mayo, junio y julio. A los trabajadores no les están descontando lo que semanalmente les descuentan por el fondo de ahorro y, obviamente, el patrón tampoco aportará lo que le corresponde”.
En general, la entrevistada denuncia prácticas como disminución de sueldos, descansos obligatorios a cuenta de vacaciones o sin salario, suspensión de prestaciones, cambios de turno como forma de presión y despidos sin liquidaciones completas.
Por eso ríe cuando se le cuenta de las negociaciones solidarias que mencionan los directivos de la Coparmex. “Ni siquiera nos toman en cuenta para esas medidas y quieren obligarnos a aceptarlas”, afirma.
Aún más: aunque las empresas han presumido medidas que permiten mantener la “sana distancia”, la representante de los trabajadores también rechaza esta versión.
“Casi todas las empresas tienen el mismo tipo de distribución en sus líneas [en las] que, entre trabajador y trabajador, no hay ni medio metro de distancia”, describe. “¿De qué nos sirve que la empresa esté diciendo que nos cuida poniendo gel por todas partes, dándonos cubrebocas y tomándonos la temperatura, si de todas formas en los pisos de producción estamos casi ocho horas ahí todos juntos; vamos al comedor todos juntos, hacemos enormes filas todos juntos?”.
No es la única voz en este tenor: “No pocas industrias siguieron trabajando sin ser esenciales, lo que compromete la vida de las personas, la vida de las trabajadoras y de los trabajadores, al tomar
decisiones que privilegiaron la producción”, explica Daniela Jiménez.
Hugo Mendoza, también investigador del Cereal, recuerda que hay casos en los que las empresas ocultaron que entre sus trabajadores había personas con síntomas de covid-19.
Ángel Guillermo Ruiz Moreno, maestro emérito de la Universidad de Guadalajara, con una carrera de más de 40 años en el ámbito del derecho laboral y la seguridad social, afirma que, si el gobierno federal hubiera declarado la emergencia sanitaria y no la contingencia sanitaria, la situación habría podido ser distinta: las empresas habrían reducido temporalmente sus sueldos a un salario mínimo, con lo que presumiblemente se hubieran evitado abusos. “Como no se hizo, todo quedó a la deriva de lo que cada quien quería hacer”, considera.
Por su parte, Flex afirma que su meta es preservar tantos empleos como sea posible y que las reducciones en salarios y bonos han respetado las leyes y regulaciones locales.
Continental destaca que operan con la aprobación del imss para los lineamientos sanitarios, que se alcanzaron acuerdos con representantes de los sindicatos y que los empleados que no trabajaron tuvieron una “mínima reducción” en sus percepciones.
“En ningún momento tuvimos una suspensión de pagos o cancelación alguna de prestaciones. Hasta el día de hoy no se ha hecho ni un solo recorte de personal en las plantas de Guadalajara”, se lee en su respuesta.
Hasta el cierre de este reportaje, ni Jabil ni Sanmina habían respondido a la solicitud de posición sobre los señalamientos de la Cetien.
El teletrabajo y el futuro del empleo
Mientras esto pasaba con personas que no tenían la posibilidad de trabajar desde sus casas, los que sí podían hacerlo se enfrentaban a otra realidad para la que tampoco estaban listos: el teletrabajo.
“La pandemia nos puso en un nuevo contexto y nos permitió ver que la confianza en el trabajo del otro tiene que ser una cuestión básica, más allá del cumplimiento en un espacio y con un horario determinado”, considera Paola Mercado Lozano, coordinadora de la Maestría en Gestión del Aprendizaje en Ambientes Virtuales del Sistema de Universidad Virtual de la UdeG.
“Ha habido casos en los que no estábamos preparados con equipamiento suficiente. Trabajar desde casa es tener una buena conexión a internet. Estas cuestiones tendrán que ser consideradas en un futuro”.
Posiblemente, el teletrabajo haya llegado para quedarse, por eso es importante pensar en la legislación que lo debe regir, coinciden Barbosa Ascencio, de la Coparmex, y el maestro emérito de la udeg, Ruiz Moreno. “Es un asunto de capacitación recíproca: del trabajador, para ser responsable, y lo ha demostrado, en el trabajo desde su domicilio, pero también del empleador para ser respetuoso de los momentos de no actividad”, señala.
Pero no son las únicas cuestiones en las que se debe reflexionar.
“Por ejemplo, el hecho de una contribución de las empresas con parte del pago de la luz, el pago del agua o generar condiciones adecuadas tecnológicas dentro de los propios hogares, pagados desde las empresas”, agrega Ignacio Román Morales, del ITESO.
Para Hugo Mendoza, del Cereal, el problema no es tener una nueva ley, sino hacerla efectiva: “Si quieren, mañana aprueban una ley para el teletrabajo; sin embargo, el problema en nuestro país ha sido la verdadera aplicabilidad y el seguimiento a la instrumentación de las leyes”, dice.
De hecho, el futuro del empleo debe ir más allá de la regulación del teletrabajo.
“Podemos hablar de un modelo de flexiseguridad en donde todos ganan: el gobierno paga capacitación, paga la formación que requiere el mercado laboral para que no quede a cargo del empresario; el trabajador, por su parte, invierte en adiestramiento para poder ser más cualificado”, propone Sánchez Jáuregui, de la UdeG. “Pero esto va acompañado de una seguridad social real, importante, que no descobija a los trabajadores e, incluso, en el momento en que están desempleados, llega el seguro de desempleo”.
En este sentido, hay ejemplos interesantes, como el danés o el holandés.
¿Modificar el sistema?
Como si pensar una nueva forma en la que se entiende el empleo no fuera una meta lo suficientemente ambiciosa, los expertos plantean otra: la necesidad de cambiar el sistema económico.
“Espero que ya nada sea igual. Y me queda claro que la gran enseñanza que nos va a dejar esta situación lamentable, el covid, es que no se puede continuar con la misma política”, expresa Sánchez Jáuregui.
Las empresas deben desempeñar un papel distinto, considera Miguel Ignacio Gallo Reynoso, director de la Escuela de Emprendimiento Social e Innovación de la Ibero Ciudad de México-Tijuana. Y ése no es el menor de los retos.
“¿Cómo hacer que lo social no sea solamente la promoción del pobre, sino que lo social sea la sensibilización del rico? ¿Cómo hacer que entre estos dos se dé el tejido que estamos queriendo lograr?”, cuestionó en su participación en el foro “Repensar lo social para afrontar la pospandemia covid-19”.
Empujar coberturas universales de salud debería ser parte fundamental de la agenda, agrega Daniela Jiménez. Mientras que la lista de Ignacio Román Morales es más larga: “Tendría que haber una lógica de flexibilidad, pero conforme una serie de condiciones previas fundamentales: seguro de desempleo, acceso a la seguridad social plena durante equis tiempo, aunque la persona sea despedida; poder contar con cajas o fondos de ahorro invariables para atender situaciones de contingencia”, propone.
La Cepal ha propuesto que los gobiernos den a sus ciudadanos un ingreso básico de emergencia durante seis meses para satisfacer necesidades básicas y sostener el consumo de los hogares.
El gran peligro es cambiar para quedar igual, manifestó en el foro citado Marcela Ibarra Mateos, directora del Laboratorio de Innovación Económica y Social de la Ibero Puebla: “Y que los cambios se limiten justo a estos acrílicos que ahora nos separan y que serían las iniciativas en aquellos países en donde ya regresaron a su nueva normalidad: acrílicos, canceles, cubrebocas. Tenemos el riesgo de que ésos sean los cambios y que no sea verdaderamente un cambio del modo de producción o del modo de vida que hemos llevado hasta ahora”, advirtió.
Ante la contundencia de los datos y de las denuncias, Daniela Jiménez también recomienda pensar en que la nueva normalidad podría no ser mucho mejor que la antigua: “El antes y el después sí tienen que pensarse y sí tenemos que cuidar que así sea y buscar esperanzas, obviamente. Pero también debemos tener cuidado de no romantizarlo”, advierte. .