El derecho a desconectarse del trabajo
Gabriel Orihuela – Edición 462
Pese a que está garantizado por las leyes, el derecho a descansar a menudo es infringido por empleadores que dan por hecho que sus trabajadores deben estar disponibles a todas horas
El teléfono volvía a sonar. Al otro lado, la jefa de Laura, primero; luego, las hijas de la jefa. No paraban de hacer preguntas. Laura tenía menos de un año de laborar en el departamento de mercadotecnia de esa empresa fabricante de globos, pero ya estaba acostumbrada a que su jefa la buscara a todas horas, todos los días, para encargarle asuntos de la compañía y personales casi en la misma proporción. Pero esta vez era distinto: hacía apenas tres horas que había tenido a su primer hijo. Aun así, el teléfono no dejaba de sonar.
“Me estaban marque y marque: que unos boletos de avión, que dónde estaba cierta información de la empresa”, cuenta. “Me hablaban sus hijas y yo les decía: ‘De verdad, acabo de parir hace tres horas’, y todas: ‘Ah, felicidades. Oye, pero ¿me podrías checar estos boletos de avión?’”.
La explotación por parte de su jefa no se detenía ahí. Las leyes mexicanas les otorgan a las mujeres 84 días naturales de incapacidad por maternidad. La intención de Laura era tomarse la mitad antes del parto y la otra mitad después, pero su directora tenía otros planes.
“Le avisé a mi jefa y, obviamente, mi jefa así de: ‘No, no me puedes abandonar. No puedes dejar tu trabajo. Yo no puedo estar sin ti, no puedo hacer las cosas sin ti, espérate tantito más’”, recuerda Laura (nombre ficticio utilizado por temor a represalias).
“Duré hasta que un día me empiezan a dar las contracciones y le dije: ‘Señora, sabe qué, deme permiso de faltar a la fábrica porque siento contracciones’, y me dijo: ‘Sí, no te preocupes, puedes faltar’. Y ya fue cuando tuve a mi bebé, o sea, pedí permiso, me relajé y empecé trabajo de parto”.
Luego de tener a su bebé, lo único que evitó que trabajara durante la cuarentena fue que otra directiva de la empresa pensaba que la presencia de Laura implicaba un riesgo para la compañía.
“Me dijo: ‘¿Sabes qué? Yo no concuerdo con la idea de que estés aquí en la empresa chambeando, para mí esto es un problema porque, si tú te caes, si tú tienes un accidente, el problema va a ser para mí”, narra. “Te tengo chambeando, sé que eres un riesgo para esta empresa y, si te pasa algo, te saco al primer hospital y aquí no estuviste”.
Para Laura es extraño recordar así el nacimiento de su bebé, pero no fue un asunto aislado, pues sus jefes la podían contactar en cualquier momento por medio de los dispositivos que la empresa le dio: “La hora de salida era hasta que mi jefa se fuera. Hasta que ella se fuera, tú te podías salir y cuando salías, obviamente [debías llevar] tu ‘grillete’, tu BlackBerry, tu celular y tu iPad para estar checando pendientes. Aparte de que salías tarde, en el ínter de que ibas manejando a tu casa, llegabas y ya tenías el mensaje inmenso: ‘¿Puedes checarme esto?’”.
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Exhaustos, mal pagados… y disponibles
El de Laura no es un caso único. Cada vez es más común que los trabajadores pasen más tiempo conectados a su empleo, mucho más de su jornada laboral. Entre los factores que explican esta situación están el temor a perder el empleo, una cultura de la competencia malentendida y el avance en el uso de dispositivos electrónicos.
“Se supone que la tecnología es una herramienta que nos debe ayudar para hacernos la vida mejor, pero nos la complica”, explica el coordinador del Doctorado en Derecho e investigador de la Universidad de Guadalajara, Ángel Guillermo Ruiz Moreno. “La tecnología nos ha hecho vivir en una especie de esclavismo contemporáneo. Es lo más frecuente que a las 11 o 12 de la noche, a mí, por ejemplo, me diga alguien que al otro día tengo que hacer algo, o que cómo resuelvo una situación que se complicó”.
De acuerdo con el más reciente Estudio de Hábitos de Usuarios de Internet en México 2017, poco más de la mitad de los cibernautas (52 por ciento) permanece conectada las 24 horas del día. En promedio, cada usuario de internet está en la red ocho horas con un minuto y 47 segundos al día.
Este documento de la Asociación Mexicana de Internet muestra que nueve de cada 10 cibernautas tienen un teléfono inteligente; que seis de cada diez pagan un plan de datos y que ocho de cada diez se conectan desde su casa.
Enviar y revisar correos electrónicos es la segunda actividad más popular en internet, sólo por debajo del acceso a las redes sociales.
De los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es en el que más horas se trabaja al año: 2 mil 255. El promedio de este club de naciones desarrolladas es de mil 763 horas, que también quedan lejos de las mil 363 horas del país en el que menos tiempo se labora: Alemania.
Según las leyes de nuestro país, una jornada laboral no debe pasar de las ocho horas y se debe descansar al menos un día a la semana. Sin embargo, en el tercer trimestre de 2017, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía reporta que 10 millones 43 mil 900 trabajadores laboraban más que esas 48 horas semanales, cifra que equivale a 28 por ciento de quienes trabajan, es decir, tres de cada 10 personas laboran más de lo que la ley permite.
Para completar el cuadro, el salario promedio de los mexicanos es el más bajo de los miembros de la OCDE: equivale a 15 mil 311 dólares al año, muy lejos de los 28 mil 434 dólares de Chile, el otro latinoamericano en la lista, y aun más de los 62 mil 636 dólares de quien encabeza el ranking: Luxemburgo.
Trabajadores en modo avión
El año pasado, más de uno de cada tres trabajadores franceses activos (37 por ciento) reconocía utilizar a diario una herramienta del trabajo fuera de su horario laboral, según el diario español El País. Ante este escenario, Francia fue la primera nación en generar un nuevo derecho: el que tienen sus empleados a desconectarse.
A partir del 1 de enero de 2017, cada empresa con más de 50 empleados debe negociar con sus trabajadores cómo los dejará descansar fuera del horario laboral, sin la obligación de que reciban o respondan correos electrónicos o mensajes de texto de sus patrones.
La legislación francesa parece más una carta de buenas intenciones: no hay sanciones reales y, en caso de que las negociaciones entre las partes no lleguen a un acuerdo, la empresa es la que lleva mano para poner las condiciones de desconexión.
Con todo, las leyes laborales francesas ya reconocían el derecho al descanso. Los correos electrónicos excesivos, las llamadas en fin de semana o los mensajes de texto continuos son elementos que ayudan a probar casos de acoso laboral ante los tribunales.
Además, varias empresas han dado ya pasos para forzar a unos y otros a desconectar, sin esperar cambios en las leyes. En Alemania, Volkswagen impone a parte de sus empleados un bloqueo al acceso a su correo electrónico en su teléfono móvil entre las 18:15 y las 7:00 horas. En Francia, la telefónica Orange llegó a un acuerdo en el que pide a sus empleados prever un tiempo de no uso de su correo electrónico, indica el rotativo español.
“Han documentado las consecuencias y vieron que era necesaria esta política por los costos que esto ha representado. También hay una visión de calidad de vida en Europa, es un componente central, un indicador de avance en la sociedad”, indica Arturo Juárez García, profesor investigador del Centro de Investigación Transdiciplinar en Psicología de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).
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¿Y en México?
En contraste, en México la legislación no determina específicamente algo parecido al derecho francés a desconectarse.
“No está regulado absolutamente nada de este equilibrio empresa-familia o calidad de vida; creo que estamos todavía en pañales”, explica Alejandro Navarro, director de la Asociación de Relaciones Industriales de Occidente (ARIOAC), que agrupa a expertos en recursos humanos de 300 empresas de la región.
Para Ruiz Moreno, experto en derecho laboral y seguridad social, es complicado que las leyes puedan prever y regular todas las situaciones en las que puede violarse la necesidad de desconexión de los trabajadores. Sin embargo, sí considera necesario promover este tipo de políticas entre los patrones. “No sé si sea la Ley Federal del Trabajo el lugar para ponerlo, pero sí, cuando menos, hacer políticas públicas para que se respete al otro, para que no se le pueda ordenar o pedir que haga un trabajo a deshoras”, indica.
“Aquí estamos ante un tema de índole moral o ético: un empleador que explota —porque eso se llama explotación humana— a sus trabajadores y no les permite las típicas ocho horas para trabajar, otras ocho para estudiar, para la distracción y todo, y las otras ocho horas para dormir, me parece que simple y sencillamente no es una empresa socialmente responsable”, señala. “Estamos hablando de un tema ético, moral, cultural, un tema de educación, de buenos modales, de civismo, de civilidad, es más: de humanidad”.
Eso sí, para el abogado, el marco legal actual sería suficiente para pelear el derecho a la desconexión de los trabajadores mexicanos. “A mí, con todo y palomitas [de recibido y visto en el WhatsApp], yo no conozco tu mensaje porque a lo mejor ni lo escuché, nomás vi que llegó el mensaje y no lo escuché, y eso puede ser una prueba”, en caso de que un patrón despida a su trabajador argumentando que no siguió instrucciones que se le enviaron por medios electrónicos fuera de horario laboral.
Ruiz Moreno recomienda a los trabajadores que hagan respetar su derecho al descanso, estipulado en el artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.
Culpar a la víctima
Pero convencer a los trabajadores de que ejerzan sus derechos será complicado. No sólo hay un desconocimiento de la legislación, sino que existe una cultura que hace sentir a los trabajadores responsables de su mala situación, advierte Luis Ignacio Román Morales, profesor investigador del Departamento de Economía, Administración y Mercadología del ITESO.
El economista recuerda que, hasta los años ochenta, las crisis económicas en México estaban relacionadas con la inflación. Así, un trabajador que no podía comprar un producto por los altos precios, culpaba por ello al gobierno o a los productores y a los comerciantes. En contraste, las crisis recientes, sobre todo a partir de la de 2008, no se relacionan con la inflación, sino con la precarización del empleo, es decir, los bajos sueldos y las prestaciones inexistentes.
Aunque el resultado es el mismo —que al trabajador no le alcanza lo que gana para comprar lo que necesita—, el culpable actual de esa situación es otro: el propio trabajador.
“Lo que se dice desde el discurso tradicional es que no eres productivo, no entras en la calidad total, no estudiaste lo que debiste haber estudiado; que lo que sabes es lo que no está demandando el mercado, que no tomaste la capacitación”, señala. “Terminamos por culpabilizar a la víctima de su propia desgracia y generamos un ambiente hasta de depresión psicológica masiva, y en esas circunstancias, con más razón, cuando llegas a conseguir el trabajo, no levantas un dedo para protestar”.
Explotados, pero contentos
A pesar de este entorno, los trabajadores mexicanos reportan altos grados de satisfacción laboral en las encuestas que se levantan al respecto, destaca Juárez García, de la UAEM. “El trabajador promedio dice: ‘Tengo un trabajo en medio del desempleo, ¿de qué me quejo? Tengo mi salario, estoy bien’. La aspiración ha disminuido, por eso la gente se conforma más con menos condiciones de trabajo favorables’”, agrega.
Se reconozca o no, la carga de trabajo actual y el hecho de estar conectado al trabajo prácticamente todo el día son factores que fácilmente pueden provocar estrés laboral: la reacción que puede tener un individuo ante exigencias y presiones que no se ajustan a sus conocimientos y capacidades y que ponen a prueba su capacidad para afrontar la situación, según una definición de la Organización Mundial de la Salud.
“Quienes tienen estrés laboral, tienen 30 por ciento más posibilidades de morir por enfermedad del corazón que quienes no lo tienen”, indica Juárez García.
Un avance
La buena noticia es que, poco a poco, permea una cultura de respetar el equilibrio empresa-familia-calidad de vida, afirma Navarro, de la ARIOAC.
“Las empresas grandes, trasnacionales, las empresas de clase mundial, tienen mayor interacción en el mercado mundialmente; entonces, traen algunas estrategias interesantes y son las pioneras que van permeándolas”, dice, si bien “la pequeña empresa está todavía lejos de poder obtener esta información”.
El problema es que 75 por ciento de los trabajos en México es generado por una empresa pequeña, según la la Encuesta Nacional sobre Productividad y Competitividad de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas 2015.
“A mí me han invitado: ‘Oiga, doctor, queremos que nos dé un curso porque están estresados estos trabajadores’. Cuando empiezo a explorar un poquito, resulta que la jornada promedio de los empleados ahí era de 16 horas seguidas”, señala Juárez García.
Con todo, Navarro destaca la Norma Oficial Mexicana 035, con la que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social pretende establecer los elementos para identificar y prevenir los factores de riesgo psicosocial y promover un entorno organizacional favorable en los centros de trabajo; esta norma busca también obligar a los patrones a, entre otras cosas, atender los actos de violencia laboral.
La norma aún no se publica en el Diario Oficial de la Federación. En lo que eso sucede, a quienes se encuentren en una situación parecida a la de Laura, únicamente les quedará pelear por su derecho al descanso (con los riesgos que eso puede suponer para conservar sus empleos), o bien apelar a la humanidad de sus jefes. m.