El “ciudadanismo” y sus metáforas huecas
Héctor Eduardo Robledo – Edición 449
“Activista” se vuelve la palabra hueca del momento y se pretende Caballo de Troya de la política institucional, formando parte de la estratagema para mantener el statu quo. En cualquier caso, el “activismo” no se dice, se actúa.
La psicología social se ocupa de explicar que esa unidad existencial que entendemos como persona, individuo consciente, es la confluencia de los significados compartidos que tejen el mundo que nos es común (Mead). No es que haya unos sujetos que construyen el mundo mientras interactúan, sino que los sujetos emanan de ese mundo común de significados que palpita en las relaciones sociales. ¿Qué es entonces lo que nos separa? ¿Qué es eso que se interpone entre unas formas de vida y otras, que nos dificulta tanto decir “nosotros”, para afrontar problemas que nos son comunes? (Garcés).
Se interponen obstáculos, como las carreteras y los muros que cercan cada día más las ciudades. Y las pantallas de los dispositivos “de comunicación” que limitan las magnitudes del encuentro entre nuestros cuerpos. Pero también se interponen vacíos. Vacíos que cobran las formas más insólitas porque se insertan en eso que nos es más común: el lenguaje.
Palabras que se vacían de significado a fuerza de repetición y de prácticas que las sostengan más allá del habla. Quizá los ejemplos más obvios sean “libertad”, “democracia” e “igualdad”, porque no vemos que eso exista por ninguna parte; sin embargo, continúan saturando los medios informativos, las declaraciones políticas legales y los buenos deseos ciudadanos.
“Activista” se vuelve la palabra hueca del momento y se pretende Caballo de Troya de la política institucional, formando parte de la estratagema para mantener el statu quo. En cualquier caso, el “activismo” no se dice, se actúa. “Ciudadano” siempre se ha referido a un sujeto privilegiado minoritario —que vive en las ciudades, no en el campo (Lizcano)— y ha terminado en el nombre de un partido político que se pretende “movimiento”, tratando de vaciar a toda costa aquellas metáforas que tienen potencia colectiva. “Movilidad”, palabra favorita del activismo ciudadano de moda, también es puro vacío porque nunca dice quién se mueve ni entre qué puntos, dando lugar, por ejemplo, a una política “pública” de bicicletas en una ciudad de 2 mil 700 kilómetros cuadrados, donde más bien urge transporte colectivo de calidad.
Producir esos vacíos de significado es una de las formas más efectivas del poder, y para reducirlos haría falta propiciar relaciones heterogéneas y alianzas inéditas, por ejemplo, entre conductores y usuarios de transporte colectivo: sujetos cotidianamente enfrentados —y de cuyo enfrentamiento alguien se beneficia—, pero interdependientes de forma
ineludible. ¿Qué es, entonces, eso que los separa? En buena medida, la parafernalia mediática que genera la estigmatización de los conductores, obviando sus condiciones laborales opresivas; pero también la retórica ciudadana que, mientras pregona que todos somos iguales, oculta las necesidades que son comunes a la mayoría. m.
Para pensar
:: El Hombre-Camión, documental de Caracol urbano (2013).
:: Un mundo común, de Marina Garcés (Bellaterra, 2013).
:: Metáforas que nos piensan. Sobre ciencia, democracia y otras poderosas ficciones, de Emmánuel Lizcano (Traficantes de Sueños, 2006).
:: Espíritu, persona y sociedad, de George Herbert Mead (Paidós, 2002).