El capitalismo convierte a las personas en mercancías
Omar García – Edición 459
Marla Conrad y José Luis González, SJ, trabajan en las fronteras norte y sur de México, respectivamente, en medio de la crisis humanitaria que representa la migración hacia el norte del continente americano. Recientemente estuvieron en el ITESO para conversar acerca de cómo enfrentan la discriminación contra los migrantes. Él busca la sobrevivencia de los que llegan, y ella quiere esperanza para los que dejan México
La fotografía que se proyecta en el auditorio D del ITESO muestra la piel de un hombre adolorido, marcada entre cenizas y la carne viva. Se percibe el contorno de un par de letras. Luego, una voz confirma el horror: “A este hombre lo marcaron con los mismos herrajes con los que se marca el ganado”.
Querían enseñarle que, como es centroamericano y cruza por México hacia el norte, lo tratarían como animal.
Otra fotografía. Es una barda donde está escrito el siguiente mensaje: “Amigo migrante, te informamos que tienes prohibido quedarte en esta población, así como circular por sus calles en busca de ayuda, por lo que debes seguir tu camino. Evita ser deportado. Atentamente: pueblo en general”. La barda está en el municipio de Acatlán, Oaxaca.
Una fotografía y ya: tres bultos, tres cobijas, tres cadáveres. Tres niños.
Dos eran de Honduras y uno de El Salvador. Tenían 10 años. Los encontraron en la costa de Chiapas. Eran migrantes que buscaban reunirse con sus padres en Estados Unidos. Quizá sea una fotografía desconocida, pero que retrata la miseria y el olvido. Una que no obtuvo los likes suficientes para “viralizar” los sentimientos que provoca el infierno.
Migrantes centroamericanos en su paso por Ixtepec, Oaxaca, a bordo de los vagones del tren conocido como La Bestia. Su objetivo es llegar a la frontera con Estados Unidos para ingresar al vecino país del norte.
Da la impresión de que Donald Trump nos hace sentir como si los mexicanos estuviéramos dentro de una caja de cristal polarizada. Y ahí, agazapados, temerosos de su discurso, sólo asomamos la cabeza para ver lo que queremos y no lo que necesitamos.
Desde esa caja enfocamos la mirada sólo hacia el exterior. Sin darnos cuenta, los mexicanos podemos estar pudriéndonos por dentro, entre la xenofobia y la discriminación. Pudriéndonos, como la piel de ese hombre centroamericano que alguien decidió quemar.
Éstas son las historias con las que conviven las dos personas retratadas en estas páginas, que recientemente se encontraron en el iteso para hablar de horror y esperanza. De nuevos caminos para enfrentar la indiferencia que existe sobre la migración. Marla Conrad y José Luis González, SJ, se reunieron para contar su experiencia. Él busca, en la frontera sur de Chiapas, la sobrevivencia y la dignidad para los centroamericanos que cruzan la frontera hacia Estados Unidos. Mientras, ella trabaja en la frontera norte, en Nogales, Sonora, con la esperanza de que las personas vivan en un mundo sin fronteras.
El sistema que nos cosifica
Hay que decirlo como es: vivimos en un mundo donde el dinero es el rey. Lo que importa es la rentabilidad, la productividad, la eficiencia, el capital. Es precisamente este sistema, el capitalismo, lo que hace que las personas nos convirtamos en productos, en mercancías.
Y en eso coinciden los participantes en la mesa Migración, Deportación y Refugio: Crisis Humanitaria en las Fronteras de México. Ella es la coordinadora de Incidencia de la Iniciativa Kino para la Frontera, en Nogales, y él es un jesuita que coordina el proyecto Frontera Comalapa, en Chiapas.
¿Cuáles son los estereotipos contra los que están luchando?
José Luis González, SJ (JLG): Creo que el primero es que [los migrantes] son delincuentes: la estigmatización de todos los migrantes. Lugares donde antes no se daba esto y ahora va creciendo de manera inexplicable. Lo que yo digo es que en la frontera sur hay una historia de hospitalidad, una tradición de ayuda, de recibir migrantes, en ambos lados de la frontera. En los años ochenta se recibió a miles de migrantes y familias guatemaltecas refugiados. Pero ahora está creciendo la hostilidad popular, y éste es un estereotipo muy importante.
Marla Conrad (MC): En la frontera norte siempre está el migrante como un delincuente que viene a pedir dinero, que roba, que quita el trabajo… aunque sólo en ciertas ciudades. Como en Caborca, Sonora, es algo muy pronunciado, mucha xenofobia. Ha sido muy difícil para las agrupaciones o asociaciones que trabajan con los migrantes… sobre todo en el llamado que se hace a las comunidades para solidarizarse.
En Nogales es como un tema más invisible [para la población]; y creo que eso nos ha ayudado a tener algo de suerte en poder incentivar a las personas dentro de la Iglesia para que salgan a apoyar. En Nogales, aunque es una ciudad fronteriza, por alguna razón el tema de la migración es bastante desconocido.
Arturo Medina, de 22 años, perdió el brazo derecho luego de caer de La Bestia mientras viajaba desde Honduras con rumbo a Estados Unidos.
Mencionaban en su charla que deberíamos reflexionar sobre todo el sistema; incluso que el capitalismo está convirtiendo a las personas en productos, máquinas de trasiego.
JLG: Sí, lo que le interesa al capital es la mano de obra. Y eso quiere decir que si el capitalismo puede prescindir de la familia del migrante, pues no le importa. Hace unos 10 años nosotros hicimos un estudio en la Riviera Maya para una Casa del Migrante, y el estudio decía que en los siguientes 10 años —que son los que ya pasaron—, las empresas turísticas de la Riviera Maya, en Cancún, Playa del Carmen y todas esas zonas, necesitarían unas 200 mil personas para mano de obra. A la planificación que hace el capitalismo no le importa si esas 200 mil personas van acompañadas de otras 800 mil, que son su esposa o sus hijos. Tampoco le importa dónde van a ir a estudiar, dónde van a ir a curarse si se enferman, en qué hospitales o clínicas. No. Eso no le importa al capitalismo, porque sólo le interesa el migrante, la mano de obra. Incluso, al decir “mano de obra”, sólo decimos que le interesa la mano, es decir, no le interesan ni la cabeza ni el brazo ni el estómago. Es verdad: el capitalismo es el sistema que cosifica, y sólo le interesan las personas que producen, lo material. No le interesa la persona completa, ni su alma ni su espíritu ni sus emociones ni sus relaciones sociales. Sólo la mano de obra. El capitalismo convierte a las personas en mercancías.
MC: Al migrante, desde que sale de su casa, y si logra cruzar y encontrar trabajo en Estados Unidos, en cada momento de su viaje se le trata como mercancía. Su cuerpo es deshumanizado, se convierte en pura mercancía…
JLG: Perdón que interrumpa, pero es que ustedes en México tienen una imagen muy buena de esto, del migrante como mercancía. Y es que, en cualquier país del mundo, o por lo menos en Europa, pues uno ve que en los trenes las personas van adentro y arriba van maletas o mercancías. Pero aquí, en La Bestia, las mercancías van adentro y las personas van como pueden, agarrándose por fuera, arriba de los vagones, como si fueran mercancías, aguantando el sol o la lluvia, tratando de llegar a donde, además, no los quieren, porque los cosifican; y eso para mí es la imagen más fuerte.
Una migrante salvadoreña carga a su hijo mientras se esconde del crimen organizado entre los arbustos en las inmediaciones de Huehuetoca, Estado de México.
Crear un mundo sin fronteras
La historia reciente de México no se entendería sin el apoyo que ha ofrecido el Estado frente a las crisis humanitarias que se han generado, principalmente, a causa de los conflictos bélicos. Así, por ejemplo, hay personas que tienen entre sus antepasados a españoles que llegaron a nuestro país huyendo del franquismo y su guerra civil. O qué decir de la comunidad de cubanos refugiados por la revolución que antecedió a Fidel Castro. O los argentinos que huyeron del peronismo, los chilenos y sus dictaduras…
Pero los mexicanos también somos refugiados. Vivimos en medio de un conflicto bélico silencioso, casi tan voraz como el de Siria, de acuerdo con los últimos reportes (El Universal, 9 de mayo de 2017). Aun así, perduramos también frente a un sistema económico que aplasta las esperanzas de una vida digna. Y, sin embargo…
¿Qué se puede hacer desde Guadalajara, un lugar de origen, destino y, sobre todo, un sitio de paso para muchos migrantes? Ustedes viven estas experiencias desde dos puntos fundamentales, las compuertas de entrada y salida.
JLG: Bueno, es que ahora ya cualquier parte es un punto de paso para el migrante. Pero también de retorno, de destino, de origen —hoy en día, Guadalajara es una ciudad de origen de la migración mexicana hacia Estados Unidos—. Yo creo que en cualquier punto podemos estar trabajando por una migración que tenga garantizado el derecho a migrar y a no migrar, que tenga condiciones humanas de dignidad, que las personas decidan. Y que vayamos caminando hacia un mundo sin fronteras. Esto no se puede hacer de la noche a la mañana: las fronteras a veces son necesarias para evitar guerras, por ejemplo. Pero lo cierto es que tenemos que caminar hacia un mundo donde tampoco haya guerras, y creo que vamos caminando para ello.
MC: Hay muchos ejemplos que se dieron hoy [en la conferencia] de la ciudadanía que sale para solidarizarse y dar albergue. Nosotros también hemos trabajado dentro de muchas iglesias en Estados Unidos, porque hay muchas iglesias que ayudan y dan albergue. Como iglesia, adoptan a una familia hasta que se resuelve su problema de asilo, le ayudan a buscar trabajo, a buscar un abogado, o le proporcionan apoyo psicológico. Y así hay iglesias que se comprometen para dar ese apoyo. Esos ejemplos que hemos visto en diferentes partes, de solidaridad, son importantes. Es algo que no se brinda desde el gobierno, sino desde la comunidad; creo que es algo que podemos aprender.
Activistas y migrantes centroamericanos durante una manifestación en Monterrey, Nuevo León, en mayo de este año, para crear conciencia sobre el fenómeno migratorio entre México y Estados Unidos.
Mencionaron en la conferencia el caso del niño sirio Aylan Kurdi, de tres años, ahogado en la playa, y cómo esa fotografía ocasionó que volteáramos a ver masivamente la crisis humanitaria que se está viviendo en Europa. ¿Cuál es el reto, en materia discursiva, para que los mexicanos volteemos a ver el problema de la migración?
JLG: Creo que hace falta conectar con las emociones. El ser humano tiene, en el fondo, una idea de fraternidad, ésa es su tendencia natural. Pero hace falta conectar con las emociones más profundas y más humanas. Y yo creo que la foto de Aylan Kurdi cobró eso, y por eso se trata también de sensibilizar a los medios de comunicación, para que esto provoque una avalancha de ayuda. Por lo menos en la frontera sur hay una avalancha de gente pidiendo refugio, llegando así: masivamente.
MC: Algo interesante que puede pasar en México es que ahora muchas personas migrantes están eligiéndolo como lugar de destino. Que todo el discurso empiece a cambiar, porque, a través de su historia, México se ha visto mayormente como un sitio de tránsito hacia Estados Unidos. Y eso va a cambiar, sobre todo ahora que van a estar llegando migrantes para quedarse. Sin duda será un tema polémico, pero creo que podríamos hacer algo útil con esa polémica, es algo bueno. Y muchas personas se van a apasionar, pero es mejor que se discuta, que haya posiciones, porque eso sensibiliza. En el discurso que se ve, esa polémica ayuda porque se puede hablar para entender los temas de migración. En el lado de México, lo que yo he visto es que, después de la llegada de Trump, hay más interés por el tema, por lo que iba a pasar con los mexicanos. Ya hay algunos medios que quieren saber qué es lo que sigue después de la deportación, porque anteriormente sólo se hablaba del muro. Ahora ya hay un interés sobre lo que se tiene que hacer desde acá.
Oficiales de migración durante un operativo para buscar migrantes indocumentados en Zapopan.
Una oportunidad desde Guadalajara
En la parte final de la conferencia, Alberto Ruiz Pérez, sacerdote encargado del templo de Nuestra Señora del Refugio, tomó la palabra. Explicó que en su parroquia se ofrece ayuda humanitaria a migrantes que pasan por el corredor ferroviario que cruza las Juntas, en la zona del Cerro del Cuatro. Que la ayuda que llega de los vecinos es insuficiente, sobre todo, porque en los últimos meses el problema se ha complicado. Se refirió a lo que pocos han querido ver: la crisis humanitaria ha hecho que los mexicanos se sientan, y sean, refugiados en su propio territorio.
Es por eso que la Casa del Migrante que él administra comenzará una nueva labor en las próximas semanas: se harán adecuaciones en su infraestructura para abrir paso a la Casa del Refugiado. “Hemos querido abrir la Casa del Refugiado porque desde el año pasado se vio la necesidad de atender otro tipo de situaciones, de personas que ya no pueden ir a Estados Unidos o ya no quieren ir, pero no quieren regresar a Centroamérica para no perder la seguridad que no tienen en sus países de origen, porque muchas veces sufren amenazas de muerte”.
No sólo se atenderá a centroamericanos. Desde principios de año han comenzado a recibir a mexicanos: ya hay dos casos de mexicanos deportados que no quieren regresar a sus estados de origen.
“Algo que me ha sorprendido es que, a partir de enero [de este año], han estado llegando personas, para pedirnos refugio siendo mexicanos”. El párroco dice que algunos se enfrentan con la dificultad de no tener un documento que avale su nacionalidad. Muchos ni siquiera tienen un acta de nacimiento que refrende que son mexicanos. “Esas personas me dicen que no quieren regresar porque no tienen a dónde llegar, que quieren quedarse a trabajar en Guadalajara”.
José Luis González, SJ, y Marla Conrad abordan las posibilidades que tienen los habitantes de Guadalajara.
Lidya Diego Mateo muestra la fotografía de su hija, Nora Morales Diego, que desapareció en México mientras cruzaba el país con rumbo a Estados Unidos. Cada año, cerca de 60 madres de Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala recorren el país en la Caravana de Madres Centroamericanas para tratar de encontrar a sus familiares desaparecidos.
¿Qué es lo que tienen que hacer los gobiernos locales y estatales para atender ese asunto y para que no se conviertan sólo en una sucursal del Instituto Nacional de Migración, que se dedica a deportar y a replicar la política de Estados Unidos?
JLG: Deben trabajar a través de la legislación. En los ámbitos local y estatal hay cosas interesantes que se están haciendo en otras partes, como en la Fiscalía Especial de Delitos contra el Migrante, donde un migrante en Chiapas puede acudir, aunque no tenga documentos, a denunciar agresiones. Otra cosa es cómo funciona, porque creo que podría ser mejor, pero bueno… Hay experiencias buenas a nivel municipal y a nivel estatal.
Yo creo que la incidencia en cambiar las políticas y las leyes a favor del migrante, no sólo es a nivel de países. Nosotros en Nicaragua tuvimos una experiencia buena de cómo los comités de familiares de migrantes lograron una ordenanza municipal en Chinandega a favor de la migración. O sea, en políticas locales hay mucho que trabajar.
MC: Yo también soy más de la idea de que debemos enfocarnos en las políticas locales, porque ahí podemos incentivar un cambio mayor a nivel de país. Pero lo que es importante es ver cuáles son los lugares adonde están llegando las personas y el trato que reciben ahí. Hay dos tipos de lugares: un lugar donde los policías los extorsionan o los levanta el crimen organizado, o un lugar donde se les puede defender desde la comunidad. La pregunta es: ¿qué lugar queremos ser?
¿Qué papel tiene la espiritualidad en esta lucha que hacen?
JLG: Es básico, es un motor que me sobrepasa y me da energía. No quiere decir que para mucha gente sea igual, también hay mucha gente que es muy solidaria que no funciona desde la fe. Pero, para mí, y para mucha gente que yo conozco, la fe es el motor.
MC: Sí, para nosotros es la Luz. Si quieres ser como Jesús, realmente debemos hacer ese ejercicio: reconocer a Jesús en el migrante, porque Jesús también vivió esta vida. Y para nosotros, esa espiritualidad nos llena, porque es servir a Jesús, es un ejercicio importante. Es transformar. m.