Educar (y vivir) por competencias
Olivia Penilla – Edición 429
En el mundo globalizado ha habido un auge de modelos educativos que suelen pensarse de forma pragmática: una educación que busca formar profesionistas que puedan ejercer de manera eficaz y eficiente en cualquier lugar del mundo.
Foto: http://quintogradomav.wordpress.com/apuntes-para-maestros/
Aunque el concepto de competencia tenga que ver con rivalidad, también hay otra acepción del término relacionada con adquirir habilidades para resolver problemas en lo cotidiano. Así, educar por competencias puede tratarse de una enseñanza integral que no se limita a la acumulación de conocimientos, sino que considera habilidades, actitudes y valores mediante los cuales se posibilita la vinculación de la escuela con la vida laboral.
En el mundo globalizado ha habido un auge de estos modelos educativos, que suelen pensarse de forma pragmática: educación por competencias que busca formar a los mejores profesionistas para que puedan ejercer de manera eficaz y eficiente en cualquier lugar del mundo. Esto puede llevar a nociones utilitarias y descontextualizadas, al margen de las dimensiones ética y política del asunto, según las cuales resultaría que sólo hay una manera de “ser el mejor” para cualquiera de los oficios. Pero no es lo mismo trabajar aquí que allá, y ni siquiera en la misma disciplina o en la misma industria. Dado que en un mismo fenómeno coexisten circunstancias e ideas contradicto rias y complementarias, pensar que la educación por competencias se limita a vincular con los empleos o a desarrollar actitudes es un error de simplificación.
Pero, comprendida desde la complejidad que supone, la educación por competencias es al mismo tiempo pensar en lo local y en lo global; resolver el aquí y el ahora, para desplazar los saberes hacia el futuro; es situarse en la propia disciplina para construir desde todas las demás.
En mi experiencia como profesora en el Departamento de Psicología del ITESO, he tenido que pensar en las competencias que mis alumnos debieran adquirir, comprendiéndolas y desarrollándolas a partir de mi propia vivencia; concretamente, con las Prácticas de Aplicación Profesional (PAP), en los últimos semestres de las diferentes carreras, en las cuales existen diversos programas desde distintos enfoques teóricos que comparten un objetivo general: responsabilizar al estudiante de su propia formación, en un escenario real y con una orientación colaborativa.
Esto posibilita que los estudiantes se acerquen, desde su propia subjetividad, a una realidad que los interpela, y al encuentro de equipos de trabajo ya constituidos (otras subjetividades), con los que construyen alternativas de respuesta; así, a partir de esta experiencia, pueden cuestionarse sobre el ser y el deber ser, sobre hacer el bien y lo que significa ser el mejor. Esta apuesta avanza en el camino de una educación por competencias que se ancla en el espíritu ignaciano. Es en esta tradición que la educación por competencias no descuida la reflexividad ante las dimensiones ética y política, y que se co-construyen nuevas maneras de ejercer el propio oficio y la vida misma. m
Para leer
:: “Del ‘Cuerpo-Máquina’ al ‘Cuerpo Entramado’”, de Denise Najmanovich, en Campo Grupal, 30, Buenos Aires, diciembre de 2001.
:: Educar en la era planetaria. El pensamiento complejo como método de aprendizaje en el error y la incertidumbre humana, de Édgar Morin, Emilio Roger Ciurana y Raúl Domingo Motta, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2002.