Dejad que los niños se acerquen a la comida
Kaliope Demerutis – Edición 457
La propuesta es reservar un momento en la semana para entrar con los infantes a la cocina, tener una receta sencilla que les permita descubrir y experimentar con ingredientes nutritivos, trabajar en equipo y enseñarlos a limpiar después
¿Quién de niño no fue obligado a comer algo que no le gustaba? Seguramente más de alguno de nosotros escuchó un enérgico “¡No te levantas de la mesa hasta que te lo termines!”. Al asociar los alimentos a los regaños y a las obligaciones, muchos niños han crecido odiando las verduras y evitando la comida saludable. Quizá con el afán de hacer comer al niño más negado, a alguien se le ocurrió ofrecer variedades artificiales de antojos; lo que habría que investigar es en qué momento la comida procesada se volvió protagonista de los menús infantiles: nuggets, salchichas, pizzas grasosas llenas de embutidos de baja calidad, bebidas azucaradas, papas fritas… Como suena: una lista aterradora, si lo que deseamos es que los infantes estén bien nutridos.
Cuando se es padre, hay que luchar contra la inercia de la cultura de los menús infantiles en las fiestas, las tienditas de la escuela, el supermercado y los restaurantes.
Dicen por ahí que se predica con el ejemplo a la hora de criar niños, que “educar a un hijo es educarse a uno mismo”; entonces, en el asunto de la alimentación, los padres debemos sacudirnos la pereza y el desgano por comer bien, si deseamos que nuestros pupilos adquieran buenos hábitos alimenticios. Si se crece en una familia en la que se goza la comida, se cocina saludable en general —en ocasiones se valdrá caer en las tentaciones de las botanitas y cometer pecados culinarios—, muy probablemente los pequeños podrán contagiarse por el gusto del buen comer. Sin obligarlos a probar, sin heredarles prejuicios, sin saturar de sal o azúcar sus comidas, intentando evitar todo lo industrializado.
Conviene invitarlos a participar en la elaboración de la comida, apartar algo de los ingredientes para que jueguen, se diviertan y vivan un momento de motivación sensorial al conocer las texturas de la comida, los colores y sabores: esto podrá contribuir a que se acerquen de manera sana a la comida. Un poquito de esfuerzo traerá buenos resultados, aunque al final debamos limpiar la cocina —¿cómo vamos a comparar un momento de limpieza del caos con lograr sembrar el gusto por cocinar y probar buenos alimentos?—.
La propuesta es reservar un momento en la semana para entrar con los infantes a la cocina, tener una receta sencilla que les permita descubrir y experimentar con ingredientes nutritivos, trabajar en equipo y, de paso, enseñarlos a limpiar después.
Texturas
Las masas son una buena opción para que los más pequeños disfruten cocinando y luego comiendo lo que prepararon. Intente hacer una receta para preparar a mano una masa y permítales jugar con ella.
Colores
Una actividad en la cocina para conocer verduras y frutas menos comunes puede ser buena idea. Llevar camotes, berenjenas, coliflores, colecitas de Bruselas. Aprovechar los colores de las frutas y las verduras para hacer figuras en charolas, aderezarlas y luego comerlas. Usar el rallador casero para las verduras de colores vivos, moldes para galletas y picar frutas o usarlas completas (fresas, moras, uvas, kiwis, zanahorias, betabeles). Pueden hacer paisajes, caras y aderezar con miel, yogur o vinagretas; coronar con semillas.
Sabores
Hay que procurar probar las cosas sin sabores añadidos: si desde la infancia se prueban el agua natural y la leche solas, seguramente no hará falta endulzar para disfrutar.
Comida en familia
Por ejemplo, hacer masa para pizza en casa o comprar bases para pizza o pan pita, tener lavados y cortados varios ingredientes de su gusto (pimientos, champiñones, tomates, aceitunas, lo que se le ocurra), una salsa simple de jitomate y queso rallado: cada quien arma su pizza a su gusto, haciendo figuras o combinando colores. Pueden repartirlas al final, dejar que los niños jueguen con la masa, compartan y prueben su creación.
Receta para hacer base de pizza
700 gramos de harina (si es integral, mejor).
2 cucharaditas de sal.
2 cucharaditas de azúcar.
2 cucharadas de aceite de oliva.
2 cucharaditas de levadura en polvo.
350 ml de agua.
Revuelva los polvos, forme un volcán con ellos dejando un hueco del tamaño de su mano en el centro. Añada los líquidos y amase hasta que la mezcla se despegue de sus manos y la sienta elástica, que no se rompa cuando la estire suavemente, como si fuera una licra. Tenga paciencia, el proceso se lleva unos 25 minutos. Luego haga bolitas de 100 gramos y alíselas con un rodillo, rociando con harina para que no se peguen. Una vez aplanadas como tortillas grandes, póngalas sobre un comal o métalas al horno, previamente calentado a 180 grados centígrados.
Para conocer
Jamie Oliver, el famoso chef del Reino Unido, saltó a la fama por sus programas en televisión, pero ha ido más allá y se ha convertido en un “activista gastronómico” por impulsar varias campañas, entre ellas la que procura llevar comida sana a las escuelas de su país. Él afirma que “si los niños reciben una educación básica sobre alimentación, si aprenden a cultivar y a cocinar, digamos, unos diez platos, tendrán las herramientas básicas para propiciar ese cambio. Con su poder como consumidores informados, con una creciente apuesta por productos de temporada, locales y ecológicos, podrán forzar al mismo tiempo los cambios necesarios en la industria de la alimentación”.