De la India a México: un intercambio de alta tecnología
Gabriel Orihuela – Edición 442
La demanda de ingenieros en la industria de la alta tecnología ha traído gran número de indios a la ciudad de Guadalajara. Más allá de los beneficios que su presencia aporta a las organizaciones en las que trabajan, su estancia en la ciudad es una oportunidad para vernos desde otra perspectiva cultural.
Los tapatíos son amables y solidarios. Sorprende su cultura vial, sobre todo el respeto al peatón. Además, lo liberal de su sociedad es destacable. ¿No lo cree? Pregúntele a Sreekanth, Sai Prasad y Sandeep.
Estos tres jóvenes indios llegaron a Guadalajara para trabajar en las empresas de tecnologías de la información —principalmente Tata Consultancy Services y, en menor proporción, IGATE— y se han incorporado a la vida de la ciudad.
De ellos, Sreekanth es el recién llegado. Tiene sólo dos semanas en la ciudad. Éste es su primer viaje de trabajo y apenas se está acomodando en una tierra de la que sólo había escuchado sobre el tequila y su comida.
“Pensé que es un buen país, me puse feliz de venir”, cuenta sentando en el sillón de la casa que comparte con otros cuatro colegas en Zapopan. “Me gusta la atmósfera, la gente es muy buena; me gusta interactuar con la gente, la naturaleza de la gente y su cultura”.
Tal vez por su edad, o tal vez porque su estadía será de apenas un año, pero entrar a su casa es igual que entrar a la de cualquier grupo de jóvenes en la ciudad. El lugar es grande y una larga habitación es suficiente para hacer de sala, comedor y cocina, sin ningún adorno característico en las paredes, ninguna bandera, ninguna imagen. Si hay algo de nostalgia por su tierra, no se nota.
Lo distinto es, claro, que en la tableta que está sobre la mesa, la voz de la radio habla en hindi, lo mismo que todos ellos, aunque pronto cambian al inglés cuando quieren que me entere de lo que están diciendo.
La entrevista se hace en domingo y el ritmo es claramente de descanso. Es mediodía y comienzan a preparar comida —no queda claro si es un almuerzo tardío o una comida tempranera—, mientras Sreekanth se sienta y cuenta que cuando su familia se enteró de que viajaría al otro lado del mundo, literalmente, sólo le recomendaron que cuidara su salud.
“Me pidieron que aprendiera sobre su cultura, cómo viven, cómo usan la tecnología”, dice mientras los otros trabajan en la cocina aunque, atentos, sugieren algunas respuestas.
La Embajada de la India en México estima que el número de indios que viven en el país ronda los dos mil. De ellos, casi la mitad está en la ciudad de México, y el resto en ciudades como Guadalajara, Monterrey, Cuernavaca, Cancún y Querétaro. La comunidad está diversificada de acuerdo con su vocación, incluidos los ejecutivos de negocios, académicos, científicos y gente de negocios.
Entre ellos está Sreekanth, quien en los dos fines de semana que ha estado en la ciudad —sus días de descanso—, ya conoció la avenida Chapultepec y hace planes para ir a lugares turísticos cercanos a Guadalajara. “Como el pueblo de Tequila, que es muy famoso”, dice.
Relajados, sus compañeros bromean y su tono de voz va subiendo. De pronto, uno de ellos coloca algo en la sartén: el aroma del curry invade el lugar. Da la impresión de que a unas cuadras no está López Mateos. Que no suenan las campanas que llaman a misa. Que en la esquina no venden tacos de carnitas. Que están más en casa.
Tequila, comida y mafia
Sandeep, que tiene dos meses en la ciudad, ya probó —y aprobó— los tacos y los tamales. También el tequila para el que, además de un very good y una sonrisa, tiene un pulgar arriba que refuerza un claro lazo entre dos culturas.
La comida no ha sido problema para estos nuevos visitantes: en los mercados venden todas las verduras que acostumbran comer, y el arroz y otros ingredientes se encuentran sin problemas en las tiendas departamentales, coincide Sai Prasad.
Antes, Sreekanth había pedido orientación sobre los platillos típicos. Puso atención sobre el mole y el pozole, y luego investigó qué era este último platillo a través de Google. En el terreno culinario, la familia y sus conocidos pueden estar tranquilos por la primera experiencia de Sandeep en el extranjero. Aunque de manera muy cuidadosa, y sólo después de advertir que no pretende ofender a nadie, señala que la imagen de inseguridad del país sí fue un factor de preocupación. “Me dijeron: ‘¿Por qué quieres ir a México? No es un país seguro’. No quiero ofender, te estoy diciendo lo que me decían”, dice mientras insiste con un gesto de manos conciliador.
Cuando le pregunto a Sai Prasad qué le dijeron sus familiares cuando les comentó que vendría a México, se ríe como recordando algo, pero la respuesta es: “Cosas generales; si vas a otro país definitivamente te van a decir que tengas cuidado, que mantengas tus límites, que trates de ayudar, cosas así”.
Luego de la preocupación inicial, los padres de Sandeep le dijeron que si quería venir, viniera. Y lo que se encontró fue un país en el que la infraestructura vial es muy similar a la del suyo, pero la cultura al usar la calle es distinta. “Ustedes le dan el paso a quienes van caminando. Eso es algo que me gusta mucho de la gente de acá. Creo que [en India] tenemos que aprender eso”, dice. “He aprendido algo de sentido del tránsito al venir aquí”.
También encontró una ciudad llena de personas para las que es importante ayudar, aunque ellos no hablan casi nada de español, y sus interlocutores casi nada de inglés.
“Aunque no te entiendan, tratan de ayudar, y hasta que te ayudan se van […] tratan de ayudarte incluso con señas”. Esa amabilidad le está ayudando a aprender sus primeras palabras en español.
“He aprendido algunas palabras, como los números, y saludos como hola, adiós, buenos días porque, otra cosa, aquí en México la gente, aunque no los conozcas, si te los cruzas te dicen ‘Hola’ y te sonríen amablemente; eso me gusta de aquí”, dice Sandeep.
Joseph Devendranath Ramavarapu es desarrollador de software en la empresa TATA. Desde hace seis meses viven en Guadalajara, en donde permanecerá, junto con su esposa, según sus proyectos laborales.Su estancia podría durar uno o dos años. Las imágenes de este reportaje fueron tomadas durante su día de descanso.
Aprender… y enseñar
Pero el proceso de aprendizaje es mutuo. La principal razón por la que sus empresas envían a estos jóvenes a México es precisamente para que ayuden con el desarrollo de sus contrapartes mexicanas.
“No nomás indios llegan en este caso, también llegan europeos y llegan americanos, pero lo más importante es que ellos ayudan a desarrollar talento aquí en México”, explica el presidente de la sede Occidente de la Cámara Nacional de la Industria Electrónica y de Tecnologías de la Información, César Castro.
“Hay que darles más experiencia a los chavos [de México], hay que darles más soporte, y creo que la gente que está llegando trae la experiencia”.
De esta manera, se busca reproducir un proceso que ya ocurrió en la industria de la manufactura electrónica, cuyas empresas fueron originalmente desarrolladas por directivos extranjeros, fundamentalmente estadunidenses.
“Llegan ingenieros o ciertos niveles ejecutivos, están uno o dos años; entonces, le dan el know-how a la gente, y muchos directores ya son mexicanos, o técnicos ya son mexicanos”. Con todo, esto no exime a la entidad de la urgencia de formular estrategias paralelas para crear los cuadros ingenieriles que requieren los proyectos en el país, reconoce el representante de la industria.
Uno de cada cuatro alumnos mexicanos de educación superior estudia una carrera de ingeniería y tecnología, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública. Además, el crecimiento en la matrícula en este tipo de estudios del ciclo escolar 2000-2001 al 2013-2014 (65 por ciento), apenas ha sido menor al del total de las licenciaturas (68 por ciento).
Aún así, 24 por ciento de las ingenierías en este ciclo escolar es sensiblemente menor a 37 por ciento de las carreras económico administrativas, lo que implica que la sorpresa es que haya empresas que quieran venir a un país en el que no hay suficientes recursos humanos, consideró Alonso Castillo Pérez, director de la División de Electrónica y Computación del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI) de la UdeG. “No tenemos la gran producción de ingenieros de la India: no es nada extraño que esas empresas [desarrolladoras de software] se tengan que proveer desde allá”.
Aunque la proporción de ingenieros parece alta, aún está dominada por las ingenierías tradicionales —como la industrial, la civil y la mecánica— y no por las que se enfocan en la alta tecnología. El diagnóstico que hace Castillo Pérez es muy claro en el número de aspirantes a ingresar a la UdeG en el calendario 2014 “B”: de los 5 mil 271 que buscaron entrar al cucei, sólo 611 querían hacerlo a la Ingeniería en Computación; 244 a Comunicaciones y Electrónica y 308 a Informática. En contraste, en la Zona Metropolitana de Guadalajara, 4 mil 452 querían entrar a Medicina; 2 mil 36 a Derecho; mil 465 a Enfermería; mil 256 a Psicología; mil 193 a Contaduría y mil 21 a Administración.
En este fenómeno, el miedo a las matemáticas es fundamental. Por desgracia, en México se sigue enseñando de manera absurda, como una serie de problemas por solucionar. Por el contrario, se debe mostrar como la ciencia moderna que es, para que los estudiantes sepan su verdadera importancia. “Si a un muchacho la matemática no lo ha hecho sentir inteligente, no lo ha hecho sentir valioso, ¿cómo se le puede pedir que le guste?”.
A pesar de todo, Palacios considera que la generación de ingenieros en Jalisco es una ventaja competitiva que sigue siendo un atractivo para las inversiones. De hecho, en noviembre planea encabezar una gira a la India para visitar empresas de alta tecnología.
En opinión del académico, el otro problema es el bilingüismo, un ideal que en México nunca se ha cumplido. En esto coincide José Palacios, secretario de Desarrollo Económico de Jalisco: “Lo que nosotros estamos pidiendo a todas las universidades es que es importantísimo, sobre todo en las ingenierías, que tengan por lo menos el idioma inglés y, si son políglotas, todavía mejor”.
“Lo que estamos haciendo es tratar de remar contracorriente: yendo a las prepas para convencer a los estudiantes, sobre todo a las mujeres; hacer centros educativos bilingües. Es toda una lucha”, señaló. Mientras, Tata Consultancy Group (TCS) está haciendo lo propio para generar sus cuadros. La compañía de servicios de software más importante en India, y una de las diez más grandes del mundo, cumplió el año pasado su primera década de operaciones en México.
Cuatro años después de la apertura de sus oficinas en la ciudad de México, inauguró en 2007 su Centro de Entrega Global en Guadalajara y, un par de años después, en Querétaro. Actualmente ya tiene dos instalaciones en la capital tapatía.
“Muchos factores hacen de México un eslabón muy importante en la estrategia de expansión de tcs en la región; entre ellos, la cercanía en distancia y husos horarios con Estados Unidos, la estabilidad política y económica, y un alto nivel de sus profesionales universitarios”, se lee en la página web de la empresa, que no respondió a la solicitud de una entrevista para este reportaje.
Según reportes periodísticos publicados en El Economista y en El Informador, este año la empresa tiene alrededor de cinco mil personas en las tres ciudades —mayoritariamente mexicanos y la mitad en Guadalajara—y estima que para 2015 pueden llegar a los siete mil.
IGATE Global Solutions Mexico, la otra empresa india del sector con operaciones en Guadalajara, emplea a medio centenar de personas en sus instalaciones tapatías, desde las que ofrece sus servicios a sus clientes de América del Norte.
“Es una estrategia de Tata, igual que ha sido de otras compañías internacionales, el traer gente que está acostumbrada a un clima laboral específico, a la forma en que ellos laboran, y traérselos cuando tienen una nueva planta, porque saben normalmente los procedimientos internos y cómo hacer las cosas, sobre todo que estamos hablando de aspectos técnicos”, dice José de Jesús Urzúa, profesor del área de Negocios Internacionales del Centro Universitario de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Guadalajara.
“Es más fácil trabajar con personas que saben y que están acostumbradas a un clima determinado y, después, ya capacitada, la gente de otro país se incorpore a esto, que llegar a capacitar y entrenar gente en cosas muy específicas, sobre todo en estos aspectos intangibles, como serían las culturas laborales”.
Pero la mayoría de los indios que vienen al país ni siquiera alcanzará los cuatro años que se requieren para que las autoridades mexicanas otorguen la residencia permanente, señala Rocío Alejandra Cortés Dueñas, subdirectora de Regulación Migratoria de la delegación en Jalisco del Instituto Nacional de Migración.
“A lo mejor, si son familias muy jóvenes que no tienen todavía hijos, pueden tener hijos mexicanos que tal vez crearán otro tipo de raíces en el país, pero son pocos los casos. Son familias que ya ingresan como tales, niños chiquitos, a lo mejor; pero los mismos trabajos les generan oportunidades en otros países y no alcanzan los cuatro años que nosotros pedimos como mínimo para generar una residencia permanente”, dice.
“En realidad, por el tipo de empleo, lo que hemos visto es que es un promedio de familias jóvenes, pero que ya vienen concluidas, por así decirlo: ya tienen sus dos hijos, normalmente, y no son familias muy extensas. Hay muchos que vienen en una edad más joven, que vienen solteros”.
En sus días de descanso, Joseph y su esposa suelen reunirse en un parque con un grupo de amigos de distintas nacionalidades para jugar volibol.
Diferentes pero iguales
“Las relaciones entre la India y México han sido siempre amables, cálidas y cordiales, ya que se caracterizan por el entendimiento mutuo, el crecimiento del comercio bilateral y la cooperación integral”, se lee en la página web de la Embajada de la India en México.
“Ambos son grandes economías emergentes, con prioridades y limitaciones similares en el desarrollo social y económico; asimismo, cuentan con sistemas democráticos, laicos y pluralistas, y también comparten la visión del mundo en general”.
Pero diferencias sí hay. Por ejemplo, se estima que en México, en julio de 2014, había poco más de 120 millones de habitantes, lo que pone al país en el lugar 12 en este rubro en el mundo; la India ocupa el segundo sitio, sólo por debajo de China, con más de mil 236 millones de personas. Es decir, en un territorio que es 67 por ciento más grande que el mexicano, viven diez veces más personas.
La edad promedio en ambos países es muy parecida, y ronda los 27 años, aunque la expectativa de vida es superior en México, con 75.4 años contra 67.8 de los indios, según el libro de datos de la CIA.
Otro parecido es que ambos son países que apoyan fuertemente sus economías en las remesas enviadas por ciudadanos que han emigrado. Según el Banco Mundial, el año pasado los envíos de dinero hacia el mundo en desarrollo aumentarían en 6.3 por ciento para llegar a 414 mil millones de dólares y en 2016 alcanzarían los 540 mil millones.
India y China representan casi un tercio del total de las transferencias hacia los países en desarrollo. Los principales receptores de remesas registradas oficialmente en 2013 son India (con aproximadamente 71 mil millones), China (60 mil millones), Filipinas (26 mil millones), México (22 mil millones), Nigeria (21 mil millones) y Egipto (20 mil millones). Otros países destinatarios importantes son Pakistán, Bangladesh, Vietnam y Ucrania.
En materia económica hay diferencias importantes: el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) indio en años anteriores ha superado incluso 10 por ciento, como en 2010; si bien en 2012 fue de 4.7 por ciento. En México creció 5.1 por ciento y 3.8 por ciento, respectivamente en esos años, de acuerdo con el Banco Mundial.
“Es evidente que tienen muchos problemas, no los niegan, pero con estas tres orientaciones de sus metas —tolerancia, democracia y educación—, ahorita la India tiene más o menos mil 200 millones de habitantes y más de 450 millones son de clase media. Con estos tres ejes de trabajo sacaron adelante a la clase media”, afirma Xavier Orendáin Martínez Gallardo, cónsul honorario de la India en Guadalajara.
Y aunque la expectativa promedio de edad escolar es de un año más en México (13 años de estudios) que en la India (12 años), el enfoque de generación de ingenieros que se ha dado en aquella nación se ha convertido en un ejemplo para el mundo. “Los indios se han puesto una meta en la educación, que es la excelencia, sobre todo en las ingenierías; no ves muchos abogados, no ves muchos administradores: India es el país que más ingenieros e ingenieras capacita al año”.
El reporte “Ingeniería: temas, retos y oportunidades para el desarrollo”, publicado en 2010 por la unesco, coincide con esa visión: “En los últimos años, India ha registrado crecimientos del pib de entre 8 y 9 por ciento, debido sobre todo a las tecnologías de la información”, se lee en el texto.
“Esto puede correlacionarse con la creciente disponibilidad de un grupo de talento joven y confiado. De ser un importador de varios bienes y receptor de ayuda, India se ha convertido en exportador de bienes terminados y servicios, y ha ofrecido apoyo a naciones menos desarrolladas. La globalización ha abierto oportunidades para India, como la subcontratación de servicios de tecnología de la información e ingeniería dentro del país”. Dentro y fuera del país, Tata e IGATE son muestra de ello. Pero los parecidos van más allá de las necesidades y situaciones económicas, dice el investigador Urzúa. “Tenemos algunas cosas muy en común entre la comida mexicana y la comida hindú, que no crearían un choque tan fuerte, culturalmente, al final de cuentas: frutas tropicales, el clima, las especias, el chile”.
“En general, los indios y los mexicanos somos más parecidos de lo que a simple vista parece. Nuestra cosmovisión, nuestra manera de ver la vida, la familia, la religión —aunque sean religiones diferentes—, la comida, el respeto a los adultos, la manera de divertirnos, hasta los chistes; somos mucho más parecidos los indios y los mexicanos que, por decir algo, los mexicanos y los americanos [estadunidenses]”, coincide Orendáin Martínez Gallardo.
Con excepción del idioma —de hecho, los tres recomendaron a sus paisanos aprender lo básico del español antes de venir a México—, Sreekanth, Sai Prasad y Sandeep tampoco notaron un gran choque cultural, aunque sí se extrañaron de dos situaciones: Sandeep dice que a los tapatíos no les gusta ir muy apretados en el camión, algo a lo que ellos están acostumbrados. La otra costumbre que les llamó fuertemente la atención la pone Sai Prasad sobre la mesa: debido a las tradiciones de su país, las mujeres de la India suelen cubrirse prácticamente todo el cuerpo, aunque algunas no estén de acuerdo.
“En India debes seguir algunas tradiciones particulares (…), aquí hay más libertad, es decir, en India no ocurre esto”, explica. Al comentarles que es extraño que señalen que ésta es una sociedad liberal por la forma en la que visten las tapatías, pues Guadalajara tiene fama de ser un lugar conservador, todos se ríen: “Entonces, ¿cómo será la gente de la ciudad de México?”.
Mientras, estos jóvenes tienen planes de disfrutar el país: quieren ir a Cancún, Puerto Vallarta y otras playas; seguir admirando a las hermosas mexicanas, escaparse a la vida nocturna que ofrece la ciudad, conocer la cultura, aprender más español —Sreekanth pregunta por escuelas para extranjeros— e, incluso, en el caso de Sandeep, aprovechar una oferta de deportes extremos y ecoturismo que no tendrá cuando regrese a su país.
Al acabar las entrevistas, ellos son los que preguntan: ¿Es insegura la ciudad? ¿Qué platillos les recomiendo? ¿Es la primera vez que hablo con gente de India? ¿Qué me pareció?
Les digo que creo que el conocimiento de las culturas puede ser enriquecedor para todos, y me quedo deseando que alguna vez seamos los liberales, solidarios y ciudadanos civilizados que ven estos jóvenes que vienen del otro lado del mundo. m.