Cuando el cine se ve en el espejo del circo
Hugo Hernández – Edición 461
El cine es el circo de hoy, incluso si ya no es el espectáculo ni el distractor por antonomasia, pues la pantalla casera y la que se porta en la palma de la mano le hacen mucha competencia.
Para el realizador de origen griego Constantin Costa-Gavras, quien ha hecho del cine una herramienta de reflexión política, una película “no es una escuela; también es un espectáculo”. Sin embargo, en el llamado cine comercial predomina el espectáculo. Costa-Gavras “tiene fe en los hombres” y espera que, “así como van hoy al circo”, llegará el día en que “necesiten ver otras cosas”. A juzgar por lo que se puede apreciar en la cartelera comercial, ese día no ha llegado: el cine es el circo de hoy, incluso si ya no es el espectáculo ni el distractor por antonomasia, pues la pantalla casera y la que se porta en la palma de la mano le hacen mucha competencia.
El cine, sin embargo, ha reflexionado sobre diferentes “circos”, en diferentes ámbitos, principalmente en la política y en la televisión. El cine clásico produjo numerosas películas de romanos en las que se exhibían los afanes del Estado para aletargar a la gente; algo similar puede verse en propuestas posteriores, que abordan la televisión como un circo a domicilio. Así lo sugiere The Truman Show: Historia de una vida (1998), escrita por Andrew Niccol y dirigida por Peter Weir, que denuncia el cinismo de los productores de TV y también critica al espectador: el ser humano, acaso el único ser de la creación que procura y celebra que lo “cuenteen”, que evade su circunstancia al seguir con avidez las circunstancias de vidas ajenas.
No abundan las películas que critican al circo (algunas, incluso, al criticarlo lo emulan; algunas no son muy buenas). Son escasas, pero las hay…
Ben-Hur (1959)
William Wyler
Las de “romanos” constituyen un subgénero que hoy vive en el olvido. Sin embargo, hace décadas dio carta de naturalidad al circo de la antigua Roma, con sus habituales Césares, guerreros y esclavos. Ridley Scott lo escenificó con virtud en Gladiador (2000), pero Ben-Hur sigue siendo el hito (del que hace poco se hizo un refrito). La escena de la carrera de cuadrigas sigue resultando un espectáculo aparte: montaje y cámara generan hondas emociones. En la sala oscura se da entonces una puesta en abismo: el cine es el circo moderno donde se ve el circo original.
La muerte en directo (La mort en direct, 1980)
Bertrand Tavernier
En un futuro cercano no hay decesos por muerte natural. Hasta que aparece una mujer que padece un mal terminal. La televisión quiere dar cuenta de su proceso, pero ella se niega. Sin embargo, se contrata a un hombre cuyos ojos son una cámara y el show del título comienza. ¿Hay un espectáculo mayor —y una paradoja más funcional— que la muerte de alguien que nos resulta cercano y nos conmueve, pero en realidad no nos importa? Este asunto no es extraño al arte, que nos involucra en la suerte de seres ficcionales… y que puede ir de lo encomiable a lo mezquino.
Escándalo en la Casa Blanca (Wag the Dog, 1997)
Barry Levinson
Barry Levinson ha explorado los mecanismos del poder en más de un ámbito. En esta cinta sigue a un presidente de Estados Unidos desacreditado por un escándalo. Para mejorar su imagen se crea entonces una guerra de la que ha de salir vencedor. Para el ciudadano estadounidense común, nos dice la cinta, la política es un espectáculo; y la pasión es proporcional a la intriga. Como sugiere Saul Bellow al inicio de su novela Ravelstein: “Cualquiera que quiera gobernar el país tiene que entretenerlo”. ¿Aun sin ingenio, como Mr. Trump, el campeón del exabrupto?
Los Juegos del Hambre (The Hunger Games, 2012)
Gary Ross
El morbo de ingresar a la intimidad del otro —de sujetos a menudo anodinos y, necesariamente, exhibicionistas— explica en buena medida el éxito del reality show en tv. Crear una competencia es indispensable para aumentar la emoción. Así lo confirma Los juegos del hambre, que antes de transitar al cine fue un best seller. La historia se sustenta en la necesidad más básica, la supervivencia, y mediante una aventura predecible busca orientar a los jóvenes. Al final, el espectáculo es rutinario y la cinta emula lo que critica: lucra con el circo.
La dictadura perfecta (2014)
Luis Estrada
Luis Estrada ha explorado y ha explotado dos aristas de la realidad mexicana que conviven en la connivencia: la televisión y la política. Aquí exhibe a un gobernador corrupto que, para limpiar su imagen, contrata a una corporación de la pantalla chica. La tv nacional no tiene empacho en funcionar como distractor, pues no sabe de ética: los políticos son una buena fuente de ingresos. Estrada se aleja de la sutileza y nos remite de forma burda a eventos conocidos. Apuesta por la parodia simplona, y el resultado es un mal chiste. ¿Como la realidad nacional?
Para saber más
:: Pan y circo: reportaje en video sobre el Mundial de Argentina.
:: “Bread and Circuses. How We Are Distracted from Reality by Modern Media” (en inglés).
:: “America’s Bread and Circus Society” (en inglés).