Clasificar para comprender
Juan Nepote – Edición 447
Los científicos comparan para comprender. Observan, miden, clasifican, nombran: partículas elementales, moléculas, células, tejidos, órganos, especies, familias, poblaciones, sistemas, galaxias, cúmulos…
Una de las mayores virtudes de la ciencia es su capacidad de organización. “Hacer ciencia es primero observar y luego comprender”, reconoce el físico catalán Jorge Wagensberg; “observar es encontrar lo diferente entre lo igual y comprender es encontrar lo igual entre lo diferente”. De manera que los científicos comparan para comprender. Observan, miden, clasifican, nombran: partículas elementales, moléculas, células, tejidos, órganos, especies, familias, poblaciones, sistemas, galaxias, cúmulos…
Materia viva, materia inerte
La voluntad científica de clasificar el universo tiene una larga historia en la que destacan dos personajes: un médico sueco de nombre Carl Linnæus, autor de Sistema natural en tres reinos de la naturaleza, según clases, órdenes, géneros y especies, con características, diferencias, sinónimos, lugares, en 1735,una elegante exposición de su esquema de nomenclatura binomial para nombrar a cada ser vivo mediante un término latino escrito en letras mayúsculas para indicar su género, más un complemento que corresponde a la especie descrita, en letra minúscula; los géneros los reunió en familias, las familias en clases, las clases en tipos y los tipos en reinos, de acuerdo con sus características comunes.
Otro ejemplo de clase y orden lo puso el ruso Dimitri Ivánovich Mendeléiev hacia 1869, con su Principios de química, donde devela las claves para comprender la materia inerte: “las propiedades de los cuerpos simples se encuentran relacionadas con sus pesos de manera periódica”. Lo más sorprendente del sistema clasificatorio de Mendeléiev es su precisión para anticipar la existencia de elementos que aún no habían sido descubiertos en su época; el galio, el escandio o el germanio, por ejemplo, se conocieron hasta varias décadas después.
Evolución de clase
Pero otra cualidad fundamental de la ciencia es su perfectibilidad: toda verdad científica es vigente sólo mientras se construye otra más precisa o completa. Y los sistemas de clasificación respetan esa condición: al conjunto de tres estados de la materia que memorizamos en la primaria, ahora debemos sumar un cuarto: plasmático (junto con otros estados que no se producen de manera natural en nuestro entorno, como el condensado Bose-Einstein y el condensado fermiónico), y aquel viejo Sistema Solar con nueve planetas al que cantamos con infantil entusiasmo, ha quedado reducido a ocho, luego de la expulsión de Plutón.
Pero una de las renovaciones más interesantes de nuestra clasificación del universo es la de los llamados “cinco reinos de la naturaleza” (Plantæ, Animalia, Fungi, Protista y Monera), porque algunos analistas de la evolución de la tecnología —como Kevin Kelly— advierten que debemos agregar el Technium, ya que han encontrado que, por inesperado que parezca, la tecnología parece comportarse de manera similar a la de un organismo primitivo y cambia con vida propia a partir de un potencial infinito de combinaciones.
“Cuando se clasifica algo es que ya se dispone de toda una teoría de ese algo”, asegura Wagensberg. m.
Para saber más
:: En Vidas sintéticas. Una aproximación revolucionaria la ciencia, la historia y la mente (Tusquets, 2012), Ricard Solé revisa el comportamiento evolutivo de la tecnología.
:: Este memorable visor permite comparar las escalas de los objetos en el universo, desde lo invisible al ojo humano hasta lo inconmensurable.
:: ¿Malos recuerdos personales con la tabla periódica de los elementos? Este video llamado Chemical Party será de mucha ayuda para cambiar nuestra imagen de la química.
:: Conferencia TED donde Kevin Kelly, el gran defensor de la existencia de un sexto reino en el universo, llamado Technium, “cuenta la épica historia de la tecnología”.