
¿A qué clase pertenecemos? Antes la cosa estaba más o menos clara: uno se ubicaba según el papel que desempeñara en la organización social y de acuerdo con lo que poseyera (o le faltara).
¿Cómo saber a qué clase se pertenece?
Mientras la organización de la sociedad podía ser, tranquilizadoramente, comprendida en función de la propiedad privada y de las relaciones con los medios de producción, la cosa estaba más o menos clara: uno se ubicaba según el papel que desempeñara en esa organización y de acuerdo con lo que poseyera (o le faltara). Hubo otros tiempos en que la pertenencia a una clase u otra estaba dada por razones menos consistentes: el derecho divino o la mera fatalidad —como en las sociedades de castas, que asombrosamente siguen existiendo—.
Pero hoy entran en juego otros factores: el acceso a la educación o a las tecnologías de la información, las movedizas fronteras de género, la adopción de hábitos culturales o la adhesión a ideologías de todo signo y la posibilidad de entrar en contacto con quienes piensan como uno, etcétera. Nos iguala cada vez más el hecho de ser cada vez más distintos. m.
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