Carol Johnson gana el Premio Nacional de Fomento a la Lectura 2013
Enrique González – Edición 438
Después de una rotunda derrota ante un grupo de 25 jóvenes de las Fuerzas Básicas de las Chivas, esta egresada del ITESO decidió no tirar la toalla. Cambió de táctica, replanteó el curso y ganó el galardón en la categoría «Otros espacios educativos».
La madre del saber es la lectura. Ahí está el prolegómeno decisivo de la vida.
Juan Cruz, escritor y periodista español
El primer tiempo fue desastroso para Carol Johnson, una férrea promotora de la lectura en México que egresó de la carrera de Psicología del iteso hace una década. No defendió, no atacó, no supo descifrar al rival que tenía enfrente y éste sencillamente la goleó. Era el último trimestre de 2011.
El terreno de juego fue el Taller de lectura y redacción I y II, de la escuela Educare, en Zapopan, y el rival, un conjunto de 25 adolescentes de primero de preparatoria (edad promedio: 15 años) que, al formar parte de las Fuerzas Básicas de las Chivas, deben estudiar secundaria y preparatoria. Así, Carol se preparó para enfrentarse a los muchachos. “Me sentía totalmente armada, reuní todos los documentos habidos y por haber en torno al futbol, muchos textos de Villoro, de Valdano, crónicas. Mi esposo [el escritor Juan Nepote] me ayudó mucho, porque yo nunca he tenido gran afición por el futbol. Junté todo lo que, me pareció, podrían ser lecturas interesantísimas para ellos”. Pero se equivocó rotundamente. “Ellos ni siquiera me oyen, ni siquiera me ven. Son 25 muchachos gigantescos y con caritas de niños, con una apatía total por todo lo que tenga que ver con la lectura”. El colmo llegó cuando un portero, de la nada, se volteó y le soltó un: “No me joda”. No pudo más: luego de tres meses de lucha infructuosa, renunció.
Una de las últimas cosas que hizo antes de renunciar fue pedir que le narraran las razones por las que querían ser futbolistas. Cuando las leyó, dice, “acabé hecha un mar de lágrimas. Me di cuenta de que había subestimado por completo su esfuerzo. Ellos tenían tantos prejuicios sobre la lectura como yo tenía prejuicios sobre la vida de un futbolista, que es una vida de muchísima renuncia, de muchísima exigencia. Son muchachos de 15 o 16 años que tienen un sueño, un objetivo claro, y eso es muy valioso, más allá de mis inclinaciones o no al futbol”, recuerda, emocionada. Entonces, decidió regresar.
Para ese “segundo tiempo” elaboró junto con ellos un glosario futbolístico, supo sacarle provecho al uso de smartphones y tabletas, aprendió qué eran “la cantera”, “las visorías”, “los penales”, las “concentraciones”. Contrató a un crack: Francisco Hinojosa —uno de los escritores y promotores de lectura mexicanos más admirados por Carol— y su libro Pinches chamacos. “Lo leí, y al final, en medio de un silencio sepulcral, lo único que me dijeron fue: ‘¿Me lo vuelve a leer?’, y tuvimos dos o tres clases en las que lo único que hicimos fue leer y volver a leer el mismo texto. Es un cuento en apariencia chistoso y simpático, pero que toca una realidad muy fuerte de unos niños, con un lenguaje coloquial muy directo, al estilo de Hinojosa”, rememora Carol. Todo esto lo puso por escrito en el documento Entre la lectura y el futbol, que le valió para ganar el Premio al Fomento de la Lectura México Lee 2013, en la categoría “Otros espacios educativos”.
A decir de Carol, “debemos desmitificar esa mentira de que ‘En México no se lee’. ¿De verdad no se lee? Sí tenemos índices bajos de lectura, pero no es que no se lea en absoluto, se leen otras cosas, se participa de otra forma”.
Ella encuentra poco útiles ciertos indicadores del Programa Nacional de Lectura que se han aplicado a escuelas primarias y secundarias, entre ellos, el conteo de palabras y la comprensión lectora. “Es la menos especificada, porque, ¿cómo sabes si comprendieron? Es lo más difícil de saber. Además, lo que ellos comprenden no tiene que ser lo que yo comprendo”.
La experiencia con los jóvenes futbolistas de Chivas le sirvió para borrar todo atisbo de duda y ratificar que su vocación y su pasión pertenecen enteramente a las aulas. “Muchos de mis alumnos me preguntan: ‘¿Por qué estás aquí, sí te gusta dar clases? ¿Por qué nos aguantas?’ Y les respondo: ‘¡Pues porque me gusta!’”. m