Capadocia: La realidad que supera la ficción

Capadocia

Capadocia: La realidad que supera la ficción

– Edición 404

Capadocia: la realidad que supera la ficción

Capadocia (producida por Argos) es la primera serie mexicana que transmite este canal por cable. También es el terreno donde se enfrentan dos proyectos antagónicos: el humanitario, que busca la rehabilitación de las mujeres, y el empresarial, que se basa en la corrupción y busca beneficiarse de la mano de obra barata de las internas

1).
Durante seis horas, la cárcel para mujeres del DF se convierte en una carnicería. Cuando el grupo especial de la policía capitalina toma las instalaciones y sofoca el motín con agua a presión y gases lacrimógenos, encuentra rejas quemadas, turbas de internas descontroladas, paredes y pisos salpicados de sangre, cuerpos de mujeres acuchilladas, descuartizadas, baleadas, entre ellos, el de una mujer que pende del techo, crucificada.

La lideresa de la rebelión, La Bambi, ha tomado como rehenes a varios niños, a sus madres y a las presas embarazadas, y permanece escondida en el área de maternal. Al día siguiente de estos hechos, el jefe de gobierno del Distrito Federal anuncia la inauguración de una nueva prisión para mujeres: será la primera privatizada del país y el nuevo modelo “humano” de sistema penitenciario.

Este experimento llamado Capadocia, cárcel ficticia que cada semana toma vida en una serie televisiva transmitida por HBO Latinoamérica, comenzó este 3 de marzo pasado. Las internas que ahí viven tras rejas tecnificadas son vigiladas día y noche mediante cámaras desde un cuarto de control; se alimentan con comida “de juguete” parecida a la de los aviones; son forzadas a confeccionar la ropa interior de una firma prestigiada, se les somete con toques eléctricos, se les da atención psiquiátrica y pueden recibir una sola visita familiar por semana.

Capadocia (producida por Argos) es la primera serie mexicana que transmite este canal por cable. También es el terreno donde se enfrentan dos proyectos antagónicos: el humanitario, que busca la rehabilitación de las mujeres, y el empresarial, que se basa en la corrupción y busca beneficiarse de la mano de obra barata de las internas. Cada domingo por la noche los televidentes se sumergen en esa realidad paralela que viven 11 mil mujeres en las cárceles mexicanas, y son testigos también de las fallas, los vicios y la corrupción del sistema de justicia mexicano, y de la vida de una sociedad que se ensaña con sus mujeres cuando delinquen o son sospechosas de haberlo hecho. Por la pantalla lo mismo podemos ver a un góber precioso que a un legislador que agradece por “dos botellas de champaña”; jueces, abogados y coyotes corruptos, custodios sádicos o empresarios sin escrúpulos.

En Capadocia viven mujeres encarceladas por defenderse de una violación o por robar un bote de leche y un paquete de pañales en un supermercado. Una firmó un documento por orden de su jefe y ahora paga una condena de 22 años por fraude; otra ha sido culpada del homicidio de su mejor amiga que tropezó en las escaleras de su residencia; alguna se echó la culpa del choque de su esposo, otra envenenó a sus hijos y falló en su suicidio; una más vendía drogas para mantener a unos niños enfermos. Los nombres no importan: podrían llamarse Lorena Ríos, Guadalupe Vilchis o Beatriz Castelán. El lugar tampoco: lo mismo podrían vivir en Capadocia que en el penal de Santa Martha Acatitla.

2).
Beatriz Castelán tiene 26 años, es coqueta, le gusta llevar sombra azul en los párpados que combine con el color de su uniforme. Está casada y tiene dos niñas. Desde hace año y medio forma parte de las dos mil internas que viven en el penal femenil de Santa Martha Acatitla, en el DF.

En los pasillos de la prisión hay un letrero que invita a clases de zumba; se puede ver a dos ancianas que pasean tomadas de la mano; a una mujer que empuja una carreola con su bebé. Se escucha una cumbia, se ve en una pared un cartel con la oración al Divino Preso y más adelante un corazón con los nombres “Isabel y Rosa”. Y hay rejas, muchas rejas. Hasta el fondo, en uno de los patios Beatriz participa en un torneo de tochito. Está sonriente, activa. Lo mismo sugiere jugadas que echa porras a sus compañeras (“¡Muy bien, equipo, muy bien!”, grita a coro).

El deporte se ha convertido en su método de fuga. La hace olvidar la doble reja que la rodea, el alambre de púas que corona el enrejado, las puertas con candados, las policías que custodian el espacio, las luces que detectan cualquier movimiento y la pared gris que rodea todo el perímetro. “Es muy bueno jugar. Olvidas que estás en este lugar, piensas que estás en tu casa, no piensas en el encierro”, dice esta joven que lleva el número uno en la camiseta. “Lunes, miércoles y viernes yo me voy de aquí en el juego, la convivencia. Este compañerismo me hace salir un poco del encierro, olvidarme de todo. Hay veces que quiero que dure más el partido para que pase más rápido el día.”

Beatriz repite de memoria la vida rutinaria que lleva en Santa Martha: “Te paras, pasas lista, tomas desayuno, tomas clases, otra vez tomas lista, todo se repite: A las 7:00, ‘el candadazo’ para que nos paremos; a las 8:00, las listas; 8:15, las brigadas de limpieza; a las 9:00 la escuela; a las 10:00 el desayuno. Después me acuesto y me lavo. A las 2:00 la lista. De 2:00 a 4:00 entreno, después me subo a bañar; a las 6:00, clase de básquet, a las 7:00 aeróbicos, 7:30 baile de zazazá; a las 8:00 paso lista. Descanso, ceno y se acabó el día. Me duermo a las 10:00”. Dice que está presa por un delito que no cometió: un amigo pasó por ella en un auto, la policía los detuvo y resultó que el vehículo era robado.

Sentada en un macetero, como espectadora, está Érika Nohemí Gómez, una mujer de 32 años que abraza un perrito rosa de peluche. Lleva dos años en Santa Marta y le faltan 40. Llora cada vez que sus hijas la visitan. Les pregunta cómo han estado, si han hecho su tarea, cómo se han portado, las abraza, no las suelta. “Cuando se van lloro mucho y siento muy feo. Nunca me había separado de ellas, las extraño mucho, siempre pienso nada más en ellas, siempre recuerdo a mis bebés”, dice sin dejar de mirar el partido.
 
Érika está en la cárcel por el homicidio de una sobrina de un año y diez meses: “Yo la cuidaba y se me cayó de la silla y se pegó en el tocador. Muerte crónica: se le hicieron moretones por todos lados, de pies a cabeza, estallamiento de vísceras. Traté de salvarla y la perjudiqué más; ya no se pudo hacer nada, no sabía de primeros auxilios. Quién sabe cómo se me cayó. Vengo confesa”.

Los custodios interrumpen la entrevista. Dicen que sólo tengo permiso de hablar con las deportistas y me obligan a borrar las fotos que tomé de las paredes del penal tapizadas con las cobijas que las internas cuelgan para que se aireen. Me llevan con la capitana del equipo de tochito, Guadalupe Vilchis, quien era bailarina de ballet en la vida normal.
Tiene 23 años y una niña de cinco años a la que tal vez vuelva a ver cuando cumpla su condena. Para entonces, ella habrá alcanzado la mayoría de edad.

Guadalupe cuenta que la confundieron con una joven que cometió un secuestro, que la evidencia con la que la inculparon es la foto de una mujer parecida a ella. Tiene la esperanza de que la liberen pronto: “Éste es como otro mundo: dejas un mundo para meterte a otro y tienes que acoplarte a las nuevas reglas. Dejar una vida para empezar otra. Acá es demasiada tristeza, pero lo que más afecta es estar sin hijos. Puedes estar sin pareja, porque acá sabes que el esposo se va, que siempre, siempre, siempre, encuentra a otra mujer. Para ellos es más fácil renunciar y buscarse a otra, y te quedas sin tu familia, sin tus hijos. Pero me doy ánimos por mi hija, porque ella me espera”.

Sumados, los casos de Beatriz, Guadalupe y Érika concuerdan con las estadísticas nacionales: 96% de las mujeres en encierro son mamás con un promedio de tres hijos. Nueve de cada 10 reclusas no reciben visita conyugal. Sus esposos o novios ni siquiera realizaron los trámites para compartir la intimidad.

La discriminación también se sufre tras las rejas. En México funcionan 455 cárceles, de las cuales 13 son para mujeres y 236 son mixtas. En estos últimos penales, los hombres tienen acceso a talleres, áreas verdes, servicio médico y gimnasio; mientras que las mujeres viven en patios anexos. En algunos estados de la república todavía hay cárceles con cuartos generales con un solo baño para todas las internas. Ellas viven en el espacio que sobra.

De las 205 mil personas presas en México, casi 11 mil son mujeres. Según las cifras, 70% de las que viven en prisiones mexicanas, tiene entre 18 y 35 años; 70% tiene como nivel máximo de estudios la primaria y 20% es analfabeta.
Capadocia está inspirada en la historia de estas 11 mil mujeres olvidadas. En la serie se les ve llorar: de emoción cuando vuelven a ver un perro, de desesperación cuando piensan en suicidarse por estar apartadas de sus hijos. Se les ve conmoverse hasta las lágrimas cuando escuchan a Denise de Kalafe cantar Señora el 10 de mayo, o cuando cuentan al psicólogo sus historias: “Yo sólo quería un celular chiquito…”, “Mi jefe me pidió que firmara unos papeles, y firmé…”, “Yo sólo quería que mi bebé se callara…”.

 

3).
Capadocia se inspiró en personas reales. Algunas de las mujeres que prestaron sus historias a los actores y guionistas de la serie viven en la cárcel de Santa Marta Acatitla: “(Capadocia) es ficción, pero la mayoría de los casos son reales. Todos, todos, todos esos personajes están inspirados en personajes que han tenido vida en la realidad. Y nos quedamos cortos con la ficción”, dice la coproductora de Argos, Verónica Velasco, quien desde hace 20 años tenía la idea de realizar la serie, cuando era reportera para Univisión y entrevistó a Sara María Aldrete, una joven acusada de narcosatanismo, con quien estableció una relación de amistad que ha perdurado hasta la fecha. Por ese contacto, por sus investigaciones periodísticas y por la serie judicial que conducía para TV Azteca (Expediente 22:30 Cámara y Delito), siempre ha estado cerca del tema de las cárceles.

Hace quince años propuso a TV Azteca realizar una serie policiaca, pero no hubo eco. Hace ocho, la gente de HBO aceptó su oferta. Y en marzo pasado se consolidó el sueño. Al escuchar hablar a Verónica Velasco uno advierte el mismo discurso del personaje de la doctora Teresa Lagos, la abogada especialista en derechos humanos que representa la conciencia crítica dentro del universo de corrupción de la cárcel.

—¿Por qué habrían de importarnos más sus derechos que los de las víctimas, profesora? —le pregunta un alumno a la doctora en una de las escenas de la serie.
Teresa Lagos, el personaje interpretado por Dolores Heredia, responde con una fuerte dosis de realidad:

—Algunas han delinquido con premeditación, pero hay otros casos. No quiero con esto decir que todas sean víctimas inocentes, pero una buena parte de las internas que viven en las cárceles de nuestro país están presas por errores administrativos, por fallas en el sistema de justicia, porque no tienen mil pesos para pagar una multa. Históricamente la sociedad ha castigado con dureza a sus mujeres. No le perdonamos a nuestras madres, a nuestras hermanas o a nuestras hijas lo que sí les perdonaríamos a los hombres de nuestra familia. La sociedad pone encima de la mujer una responsabilidad que no pedimos. Se espera de nosotras sometimiento, abnegación y la renuncia a los deseos porque a un hombre se le ocurrió que la familia es la base de la sociedad y que la mujer es la base de la familia. Pero, ¿qué pasa cuando a la base le quitas la base?

En la vida real, desde su oficina en una zona de bodegas de la ciudad de México, Verónica Velasco dice: “Por los mismos delitos a las mujeres se les castiga más que a los hombres, tiene un mayor castigo social; no entra la figura de una mujer que pueda delinquir. Somos más severos a la hora de culpar. A las mujeres se les castiga doblemente, aunado al abandono familiar y social que sufren. A la hora que se le castiga, la familia entera se destruye, a ella le depositamos el rol de cohesionadora de la familia, de base social, pero cuando la madre es alejada, si no hay abuelos o un familiar que la sustituya, el padre no se hace cargo. Hay una fractura: si vemos que hay más mujeres involucradas en delitos, hay más familias rotas, y por el abandono en que se encuentran, los hijos acaban finalmente muertos o en asuntos de drogas o de delincuencia”.

Velasco sueña con que Capadocia sea el pretexto para que los mexicanos reabran el debate sobre el sistema de justicia y penitenciario, para reflexionar sobre lo fácil que es cometer un delito, sobre la sanción social a las mujeres, sobre las personas que sin estar en la cárcel viven presas. Sobre si hay otras vías para rehabilitar a los que delinquen además de refundirlos en la cárcel. “¿Cuántas veces no hemos estado en situaciones como las de Capadocia, a punto de situaciones parecidas que ocurren a todo ser humano”?, cuestiona la productora.

4).
En la serie televisiva se entrelazan tres historias centrales: la de Lorena (Ana de la Reguera), un ama de casa modelo hasta que comete un error que la lleva a la cárcel; la de Federico (Juan Manuel Bernal), representante de la empresa que quiere aprovecharse de la mano de obra barata de las prisioneras; y la de Teresa Lagos (Dolores Heredia), quien lucha por el respeto a la dignidad de las reclusas y su rehabilitación. “Es una historia que está ocurriendo, no es una ficción, no ocurrió el siglo pasado ni hace 20 años, ocurre ahora”, dice Dolores Heredia en entrevista para MAGIS.

La actriz opina que deberíamos preocuparnos por los vínculos familiares que se pierden cada vez que una mujer es encerrada en la cárcel, por los desmembramientos de familias que esto provoca. Al retomar la pregunta que su personaje plantea al inicio de la serie: “¿Qué pasa si a la base le quitamos la base?”, responde: “Hay una afectación muy fuerte para la sociedad”. A Heredia le gusta su personaje y lo define como “el puente entre el afuera y el adentro, una mujer que cree en la justicia, en la rehabilitación de estas mujeres, una luchadora entregada, y una mujer con contradicciones, como todas, que se entrega en momentos a su trabajo, desatiende su casa”.

—¿Si usted fuera directora de un penal para mujeres en la vida real, ¿qué modificaciones haría?

—Creo que ayudaría mucho para que mantuvieran un vínculo estrecho con las personas que están afuera y seguramente trabajaría para que se crearan programas, formas de evitar la delincuencia. Muchas de las mujeres están dentro por robos menores, o incluso por delitos que no cometieron, por una mala administración, por una cantidad de cosas insignificantes. Entonces, es todo el sistema el que se tiene que revisar”.

5).
Terminó el partido de tochito. Es hora de aterrizar en la realidad y de que las internas del penal regresen a su rutina. Han llegado a su fin las porras, la convivencia en las mesas dispuestas para picnic, la hora de visita y el juego.

Guadalupe, la ex bailarina, quisiera seguir hablando sobre su vida actual, pero los custodios nos rodean y presionan con la mirada. Se sorprende cuando le digo que en la televisión se transmite una serie que se ocupa de la vida de mujeres como ella. Pregunta si también las presas de la ficción son tan jóvenes como las que viven en la cárcel real. En eso me hace notar lo obvio: la mayoría de las mujeres que tengo alrededor y las que he visto tienen entre 20 y 30 años. Son el futuro sin futuro. La base de una sociedad a la que le quitaron la base.

Cuando termina de hacer sus preguntas sobre Capadocia, Guadalupe suspira y dice que ojalá la serie ayude a los jueces a reflexionar un poco más antes de sentenciar a inocentes, para evitar encierros injustos como el suyo, y a que la gente se dé cuenta de lo que ocurre en la prisión.

Los visitantes nos retiramos custodiados. Pasamos rejas, puertas, paredes, pasillos, puestos de inspección y más rejas. Durante este trayecto, el funcionario encargado de las actividades deportivas en las cárceles del DF presume que Santa Marta Acatitla es la mejor cárcel de Latinoamérica, que no hay corrupción y que las presas viven felices.
No puedo dejar de contrastar esta afirmación con las historias de Guadalupe, Érika y Beatriz, y con los artilugios a los que han recurrido para administrar la angustia, para hacer llevadero el eterno pendiente por sus hijos, el miedo a dejar de recibir la visita del esposo y el juicio de una sociedad que no perdona a sus mujeres. m.

1 comentario

  1. Ana de la reguera es una de
    Ana de la reguera es una de mis actrices favoritas. Tiene una belleza muy llamativa y original, además de ser hermosa, su taleto la ha llevado a ser protagonistas de exclentes producciones. Actualmente es Lorena en Capadocia de HBo, una serie que no me pierdo!!!

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MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

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