Breve elogio a la rutina

Breve elogio a la rutina

– Edición 507

Hay rutinas simples, como “desayunar tacos al vapor un martes nomás porque no teníamos ganas de ensuciar los trastes recién lavados”. Foto:

Salud por las rutinas que le dan oportunidad a las sorpresas, porque sin ellas no nos sorprendería nada. Váyanlo sabiendo.

“Yo siempre busco cómo escapar de la rutina, porque la rutina es la muerte”, declara alguien mientras toma la foto de su platillo en el lugar más exótico que pudo encontrar y la sube a sus redes sociales. Lo que no sabe es que lo dice porque todavía no se le empiezan a morir esas rutinas que le dan sabor a la vida y que no notamos hasta que están muy lejos de nuestro alcance, cuando ya no pueden volver.

Una vez pensé que la única razón de nuestras vidas era hacer algo nuevo todo el tiempo. Conocer un sitio, probar nuevos ingredientes, escuchar discos de músicos que no tenía en mi lista, básicamente vivir lo que subimos a Instagram antes de que existiera Instagram. Andaba buscando el siguiente gran estremecimiento.

Hasta que comencé a lamentarme por la ausencia de las cotidianidades de mi vida. Como ir al mercado con mi madre a gastarnos lo de la comida de esa quincena en cerezas, papas fritas y tres quesos diferentes. Desayunar tacos al vapor un martes nomás porque no teníamos ganas de ensuciar los trastes recién lavados, ir a las tiendas de un centro comercial a probarnos ropa que no íbamos a comprar. Y otras actividades de lo más mensas y hasta olvidables, pero que durante mucho tiempo me hicieron sospechar que así era sentir el famoso miembro fantasma, ese que ya no tienes aunque tu cuerpo jure que te está doliendo: yo sentía el súbito pánico de que estaba llegando tarde a casa para hacer de nuevo lo que haríamos esa tarde.

Los seres humanos somos tan animales de costumbres que me sorprendí extrañando las rutinas feas, como ir a diferentes farmacias en un día buscando el analgésico más fuerte, pero no tan fuerte como para causar adicción, para una desahuciada por el cáncer. Me sentí nostálgica por los turnos de la noche en el bar con mi mejor amiga y los compañeros, en medio del humo del cigarro encerrado, la música en todo lo alto y unos cien comensales bien borrachos peleándose por un espacio para recargar la espalda y no caerse. Es más: hasta suspiré varias veces al acordarme de las jornadas en el periódico ante una computadora de 1999, un mouse sospechosamente grasoso y cuernitos de chocolate de la máquina expendedora menos confiable de la ciudad.

A mí me llegan y me dicen que las rutinas no son buenas, que hacen daño, que dan pena y que se acaba por llorar, yo contesto que entonces no saben de qué están hablando, porque lo que tienen en su vida no es la constante presencia de un continuo que nos ayuda a mantenernos sanos y anclados a la tierra con la fuerza de la gravedad —pero la gravedad que importa, que nos atrae por el calor de una mano, al menos, que se siente encontrada en medio de la noche quieta—, sino un laberinto que se construyó a partir de su estúpido miedo a tener algo siquiera ligeramente estable, malditos psicópatas. Salud por las rutinas que nos llenan de chistes privados, puertos a dónde llegar hasta en los momentos más turbulentos, aromas y sabores que nos regresan a casa en un instante; rutinas que le dan oportunidad a las sorpresas, porque sin ellas no nos sorprendería nada. Váyanlo sabiendo.

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MAGIS, año LXI, No. 507, septiembre-octubre de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de septiembre de 2025.

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