Björk: más allá de la música
Iván González Vega – Edición 483
La artista islandesa ha ejercido una ambiciosa vocación experimental en sus más de cuatro décadas de trayectoria; su interés por la tecnología, la realidad virtual y la inteligencia artificial estalló en 2011 con su proyecto transmedia Biophilia, que se extendió a la educación y al activismo ecologista
Genialidad o excentricidad: al hablar de ciertos artistas queda la sensación de que hay que enfrentar este dilema con la inquietud de quienes temen confundir con tomaduras de pelo ciertas obras que en realidad son hitos en la historia del arte. Como no hay manera sencilla de distinguir lo genial, queda para el público el reto de animarse a experimentar lo que los artistas ofrecen. Lo saben muy bien los seguidores de esa incomparable estrella de la industria musical que es Björk, dueña de una carrera que la opondría a otras, como Madonna o Lady Gaga, pero autora, también, de una obra compleja que la coloca en terrenos muy distintos, excéntricos para lo que entendemos como pop contemporáneo.
En su carrera hay pruebas de sobra, y tal vez una de las más notables es la apuesta artística, tecnológica y educativa que hizo con el proyecto bautizado Biophilia, de 2011, y que afectó a su trabajo posterior: en aquel caso combinó aspiraciones de divulgación científica orientada a la conciencia ecológica y se lanzó de cabeza a la experimentación con tecnologías inmersivas, como la realidad virtual. No solamente compuso un disco de 10 temas con títulos alusivos a fenómenos científicos, sino que abrió la puerta a nuevas experiencias conceptuales como compositora, intérprete y, por supuesto, aventurera de su propio mundo audiovisual.
¿Es Björk una música genial? ¿Una autora, compositora, DJ y hasta actriz genial? A falta de una respuesta sencilla, es mucho más interesante observar su curiosa trayectoria, los caminos que ha escogido y el modo en que, con cada nuevo proyecto, su música pretende ir mucho más allá de la música.
El terrón de azúcar punk
Todo en Björk es poco común. La gran industria de la música pop no suele producir superestrellas venidas de ese pequeño país que es Islandia, cuya población apenas ronda los 360 mil habitantes. Ella es hija de la ecologista Hildur Rúna Hauksdóttir y del electricista Guðmundur Gunnarsson. El matrimonio se divorció cuando ella tenía dos años y la madre se mudó con la niña a una vida de comunas hippies, donde volvió a casarse, esta vez con el guitarrista Sævar Árnason, una gloria local del rock y el funk. Björk Gudmunsdöttir (Reikiavik, 1965) creció entre músicos y pronto se reveló dueña de un talento avasallador. Estudió en la escuela de música Barnamúsíkskóli, donde sostenía debates memorables con sus profesores sobre la pertinencia de los modelos académicos. A los 11 años cantó para una actividad escolar y la radio local le ofreció como premio una grabación que, a su vez, llamó la atención de un sello musical que le produjo un disco, compuesto principalmente con covers (su versión de “The Fool on the Hill”, de los Beatles).
Björk, su primer disco, fue grabado y lanzado públicamente cuando ella tenía 12 años, en 1977, y la convirtió en una especie de sensación infantil para el público de Islandia. La simpática niña de grandes cachetes y ojos rasgados de duende siguió estudiando, y pronto tomó una decisión obvia, bendecida por su familia, que se había involucrado en sus primeros pasos: buscar una banda. Se unió a algunas de la activa escena punk de Islandia en los ochenta hasta llegar, entre sus 16 y 18 años, a Tappi Tíkarras, cuya marca de identidad ya era la experimentación: punk rock mezclado con algunos elementos de jazz y funk.
Un rasgo de Björk adolescente es que empieza a escucharse su característica voz, famosa por un amplio registro y una especial intensidad en la que se combinan su dulzura de soprano y su entrenada capacidad como intérprete. Sin embargo, quizá quienes vean aquellos viejos videos se fijarán primero en su simpática imagen: Björk mide 1.63, pero siempre luce más bajita; parece que siempre está sonriendo, y uno no puede sino verla con ternura si además luce un vestido y un moño en la cabeza. El grupo grabó un ep e incluso el álbum Miranda, en 1983, y ese mismo año colaboró con el soundtrack de la película Nytt lif.1 Luego un productor local invitó a varios músicos a integrar la banda k.u.k.l., más orientada al rock gótico y que terminó haciendo una gira por Europa que fue clave para demostrar el potencial comercial del rock islandés. La banda se separó en 1986, Björk tenía 20 años y estaba embarazada y, el día en que su primer hijo nació, sus excompañeros de k.u.k.l. fundaron no sólo el sello productor Bad Taste, sino también el grupo The Sugarcubes.
Los “terrones de azúcar” son toda una banda de culto y durante años, sin duda, la agrupación más famosa salida de Islandia. Su primer disco, Life’s Too Good, llamó la atención de inmediato en Reino Unido, y con apoyo de sellos productores ingleses y estadounidenses, The Sugarcubes tuvo una primera vida marcada por giras internacionales y por elogios de estrellas como Iggy Pop o David Bowie. Su segundo disco (Here Today, Tomorrow Next Week, 1989) fue menos famoso, pero el tercero (Stick Around for Joy, 1990), y en especial su sencillo “Hit”, sellaron su éxito, coronado por una memorable labor como teloneros de u2 en una gira que los expuso ante 700 mil personas.2 Para 1992, cuando la banda se separó, Björk era ya bastante conocida, y se animó a hacer carrera en solitario.
Debut
Björk llevaba un tiempo trabajando en canciones propias e incluso las había mostrado a sus compañeros en Bad Taste, pero al final de The Sugarcubes decidió mudarse a Londres, donde trabajó con el famoso Nellee Hopper (productor de Massive Attack) para lanzar Debut en 1993, su primer álbum en solitario. A la importante proyección internacional que obtuvo siguió Post en 1995, que incluye el famoso tema “It’s Oh So Quiet”. Desde el primer momento, Björk se convirtió en una estrella a escala internacional, una joven reina de la poderosa mtv y una habitual de las listas de éxitos y los premios británicos y estadounidenses.
Si Debut y Post abundaban en combinaciones de géneros y temas que retaban incluso a la popular etiqueta de “música alternativa” de los años noventa, un lanzamiento siguiente reveló otro interés de Björk como música: Telegram (1997) fue un álbum de mezclas, remixes con ayuda de varios colaboradores que sirvieron para que la autora mostrara su interés por experimentar con su propio trabajo, aunque el resultado fuera menos comercial. Y si eso ya producía curiosidad, el siguiente disco de temas originales, Homogenic, también de 1997, subrayó el efecto: un álbum conceptual en toda regla, cuyo contenido se extendía a las presentaciones en vivo, sus videos y su fotografía.
La carrera como solista de Björk invoca a menudo un adjetivo específico: ecléctica. Señalada como gran artista pop, Björk es sinónimo de experimentación, vanguardia y espectáculo a gran escala, conjunto reflejado en rasgos tan diferentes como el complejo diseño de sus presentaciones en vivo o su singular sentido de la moda, que la ha llevado a lucir un recordado vestido en forma de cisne en el Festival de Cine de Cannes o a trabajar con el artista James Merry para dar forma a sofisticadas máscaras que recuerdan vulvas. Su música, en particular, parece orientada a cualquier posible hibridación de géneros y sonidos, producto de su vocación de investigadora del sonido: el dance, la electrónica y el glitch combinados con jazz, funk, punk y música clásica contemporánea. Su voz y su estilo de canto aportan además un carácter inconfundible a su trabajo, aunque al parecer le costó una operación por nódulos en 2012.
Contando desde Debut y sin considerar Telegram, Björk ha grabado nueve discos de estudio con canciones originales, hasta Utopia en 2017, y una buena lista de mezclas y versiones. Todos han atraído la subrayada atención de la crítica y del gran público: Vespertine, de 2012, el cuarto de esta lista, es un superventas y objeto de aclamación casi universal en donde sea que se busquen críticas y reseñas, y Björk lo ha expuesto como un recordatorio de su método de trabajo, que puede reclamar varios años. También fue el ejemplo que le permitió hablar de su situación como mujer en la industria: en 2015 ofreció una muy recordada entrevista en Pitchfork en la que ofreció detalles sobre su vida personal y su constante esfuerzo contra la atención desmedida que sus colaboradores varones recibieron en su propio trabajo. “Cada cosa que un hombre diga, tú tienes que decirla cinco veces. Tras haber sido la única chica en una banda por 10 años, aprendí del modo difícil que si iba hacer que mis ideas triunfaran tendría que fingir que eran ellos, los hombres, los que tenían las ideas […] Vengo de una generación en la que ése era el único modo de lograr cosas”.
Palmarés
Como superestrella de la industria musical, Björk es dueña de una larga lista de premios y marcas de ventas a lo largo de su carrera, que incluyen el premio en el Festival de Cine de Cannes como Mejor Actriz por la película Dancer in the Dark y la Orden del Halcón, la más alta distinción que otorga el Gobierno de Islandia. Como música, ha recibido 15 nominaciones en los premios Grammy; sus nuevos lanzamientos llegan casi por norma a ser disco de platino; para 2015 había vendido hasta 40 millones de grabaciones, según Billboard, y fue considerada una de las 200 personas más influyentes del mundo por la revista Time en 2015. A su vez, Rolling Stone la consideró en sus listas de cantantes y compositores más importantes.
El vestido de cisne
Busque usted cualquier lista con los peores atuendos de la historia de la ceremonia de los premios Oscar y siempre encontrará el famoso vestido de cisne de Björk, un sofisticado diseño de varios tipos de tela que representaba, literalmente, a un esponjado cisne con la cabeza reposando en el cuello y el pecho de la cantante islandesa.
Björk llegó nominada como intérprete y una de los autores del tema “I’ve Seen It All”, que fue parte de la película Dancer in the Dark (y que luego fue recogido en una nueva versión, cantada junto a Thom Yorke de Radiohead, en el disco Selmasongs). El puro vestido diseñado por el macedonio Marjan Pejoski ya causó sensación en la fiesta de Hollywood, particularmente afecta a los comentarios sobre moda, pero el asunto se volvió serio cuando Björk extendió su performance en la alfombra roja y comenzó a dejar huevos de avestruz ante la vista de las estrellas del cine y los fotógrafos.
Que rompiera con el protocolo fue apenas el comienzo, porque la crítica de moda la hizo pedazos. Pero el vestido se convirtió en un símbolo curioso y fue incluido en la exposición sobre Björk que el moma de Nueva York presentó en 2015, además de que la casa Valentino hizo años después su versión del diseño. O sea, pasó a la historia. Punto para Björk.
Aunque no queda duda de la autoridad de Björk como música, ya sea entre mujeres o entre varones, la artista sí ha vivido al menos un episodio de violencia, en el corazón de una de sus experiencias públicas más conocidas: la difícil relación que sostuvo con Lars von Trier, el polémico cineasta danés para el cual protagonizó la premiada cinta Dancer in the Dark, que le dio a ella el premio a mejor actriz del Festival de Cannes.
Aunque los rumores acerca de la mala relación entre ambos eran pasto de las publicaciones de espectáculos (Von Trier declararía después que “trabajar con Björk fue como intentar razonar con una terrorista”), en 2017 la artista y algunos de sus colaboradores más cercanos denunciaron que el cineasta había ejercido acoso sexual contra Björk durante aquel rodaje. Para entonces, Von Trier tenía cualquier cantidad de escándalos encima y acababa de estallar la tormenta que fue el movimiento #MeToo; sin menoscabo de lo anterior, algunos críticos recordaron que la excentricidad de Björk se extendía a su carácter y a sus dificultades para trabajar con otras personas.
La exposición internacional de Björk no dejó de crecer: el premio como actriz en Cannes y su nominación al Oscar por la canción “I’ve Seen It All”, su actuación en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, el nacimiento de su segunda hija en 2002, colaboraciones rechazadas y algunas pocas aceptadas con películas, un premio a la trayectoria otorgado por la Real Academia de Música de Suecia —compartido nada menos que con Ennio Morricone—, etcétera. Los discos Volta (2007) y Voltaic (2009) subrayaron su éxito (hizo una escala en Guadalajara en 2008). Quien observe hoy su discografía pensará que ha entrado en una pausa, porque su disco más reciente data de 2017, pero todo indica que Björk, ya rumbo a los sesenta de edad, no sabe dejar de trabajar.
Escuela
Biophilia, de 2011, es el séptimo disco de Björk integrado por temas originales; si los posteriores, Vulnicura (2015) y Utopia (2017) no fueran singulares por derecho propio, podríamos hablar del proyecto más excéntrico y ambicioso de la artista. Es como sigue: un proyecto multimedia que explora relaciones entre biología y tecnología con el afán de producir educación en ecología y crear conciencia sobre la crisis medioambiental del planeta. Funciona como disco, y los fans lo disfrutarán sin problemas, pero eso es sólo una fracción de la experiencia transmedial que procuró Björk.
En su lanzamiento fue producido junto con una app para tabletas iPad que tendría especial uso en el Programa Educativo Biophilia, que fue realizado junto con el Consejo Nórdico de Ministros y generó una campaña de experiencias educativas para niños de entre 10 y 12 años, aunque podía extenderse para estudiantes de ocho a 15 años de edad.
La idea fue que a los profesores, además capacitados para un modelo de trabajo horizontal con los niños, expusieran temas de biología, física y química a los alumnos a partir de actividades lúdicas inspiradas en los 10 temas del disco y de clases de apreciación musical. El tema “Crystalline”, por ejemplo, acompañaba una clase y la posterior actividad interactiva acerca de la formación de cristales en la naturaleza y su importancia como síntoma de la buena salud de determinados ecosistemas. En los países en donde se desarrolló el Programa Educativo Biophilia, además se presentó una exposición interactiva ideal para profundizar en los temas, de modo que la observación personal apoyada por las herramientas de tecnología permitiera apreciar la riqueza del mundo natural. Y hay que seguir explicando cosas.
Porque, igual que los demás temas del disco, Björk produjo cada canción con base en los motivos científicos que la inspiraron. El famoso corte “Thunderbolt” está basado en compases que pretenden emular las frecuencias con que los truenos golpean la Tierra (los “golpes” eléctricos de la canción fueron generados con bobinas de Tesla, de hecho). Otro tema se inspira en los movimientos de las placas tectónicas; uno más incluye letras confusas y tempos arbitrarios que pretenden evocar el fenómeno de la materia oscura; uno, el romántico “Virus”, aprovecha la historia de una relación abusiva, en la que una persona “parasita” a su pareja como hacen los virus en los organismos vivos: “La pareja perfecta, tú y yo, / me adapto, contagiosa, / tú te abres, me das la bienvenida. / Como una llama que busca explosivos, / como la pólvora necesita una guerra, / me cebo en ti, eres mi huésped”.
¿Cómo representar todo esto? Björk ha explicado que el proyecto pasó por etapas diversas que incluyeron posibles escenificaciones e incluso una película Imax 3d con el director Michel Gondry, hasta que entendió que no podía tratarse de un proyecto con ella como protagonista. “Esto no puede hacerse a escala humana; es acerca del sonido”. Y en ese terreno tuvo otros problemas que atender: las canciones iban pidiéndole estructuras de tempo, beats y compases diferentes, y las tecnologías que iba encontrando en apps para tabletas le dieron nuevas posibilidades. Luego tuvo que convocar a biólogos, matemáticos, programadores de nuevas apps, etcétera. (Un artículo de la revista Wired en 2011 recoge la historia de la producción de Biophilia, y una marca en específico aparece, hay que decirlo, en cada momento: Apple.)
Como proyecto artístico transmedia, Biophilia no dejó de extenderse a plataformas diversas, y aun generó una exposición digital en el Museo de Arte Moderno (moma) de Nueva York. En 2014, el museo de hecho incluyó la app de Biophilia en su colección permanente, como primer material de ese tipo sumado a ese catálogo. La curadora Paola Antonelli produjo las siguientes multicitadas líneas: “Björk no ha cesado nunca de experimentar y sorprender. La naturaleza multidimensional de su arte, en el cual el sonido y la música son la columna vertebral, pero nunca los límites, de performances multimedia que incluyen diseño gráfico y digital, arte, cine, ciencia, ilustración, filosofía, moda y más, es un testamento de su curiosidad y deseo de aprender y hacer equipo con diversos expertos y creadores […] Con Biophilia innovó la forma en que la gente experimenta la música al permitirle participar en hacer y producir la música y sus audiovisuales, en lugar de sólo escuchar de forma pasiva”.
Como experiencia piloto, el Programa Educativo Biophilia fue aplicado por cinco años en los ocho países de la región nórdica, con materiales traducidos a los ocho idiomas de la región y más de cuatro mil estudiantes atendidos en diferentes escuelas. Cuando Islandia presidió el Consejo de Ministros regional, en 2014, propuso mantener la colaboración abierta entre gobiernos para impulsar cursos permanentes en diferentes niveles escolares. Sus resultados están descritos en la web biophiliaeducational.org y pretenden dar cuenta del éxito del modelo educativo.
Realidad virtual
La tecnología cobró un papel especial en el trabajo de Björk desde entonces. Vulnicura, su disco de 2015, se vio acompañado de una exposición inmersiva en 360° llamada Björk Digital, y la idea era escucharlo al tiempo que cada persona vivía una experiencia de realidad virtual. Desde Biophilia experimentó con instrumentos nuevos o modificados como la reactable,9 una mesa con una interfaz que permite que varias personas produzcan sonidos en simultáneo. Su gira de 2019, Cornucopia, jugaba con el concepto de teatro digital para cada concierto. Y, en particular, está el proyecto bautizado Kórasafn, un proyecto de inteligencia artificial que permite interpretar fenómenos del ambiente (el vuelo de los pájaros o una puesta de sol) para modificar archivos digitales que Björk fue guardando durante sus años de trabajo (principalmente grabaciones de coros) y producir, así, nuevas composiciones, que luego pueden ser interpretadas.
En su vida, la singular artista islandesa mantiene su ritmo imparable de trabajo, con conciertos virtuales en épocas de coronavirus o el aviso de que está participando en una nueva película; se divorció del padre de su segunda hija y tuvo que pelear para conservar su custodia; su hijo ya adulto ha tenido que aclarar ante la prensa ciertas desafortunadas declaraciones acerca de que es mejor compositor que su madre; ella participa en diversas actividades filantrópicas y de apoyo a campañas ecologistas. Tiene sus propias dinámicas de redes sociales (por años estuvo activo el filtro de Instagram para ponerse máscaras como las que luce desde el estreno de Utopia) y comparte su propia lista de música para plataformas streaming.
Nadie puede decir cómo sonará su próximo disco: aunque sus millones de fans esperan volver a escuchar su aguda voz, quizás explote más sus tonos graves, que se le revelaron después de la operación por nódulos. Quizá dé un paso nuevo en su búsqueda de combinar tecnología y música y descubra una nueva forma de proponer la experiencia inmersiva que espera que sea el sonido que ha encontrado. Miles la llaman genia, y otros tantos simplemente excéntrica. En 2021 cumplirá 56 años, y lo único que cabe esperar de ella es una nueva sorpresa. .
Notas al pie
1. “Sperglar”, una de sus canciones.
2. The Sugarcubes en la televisión española, 1988.