Arte hecho con la gente
Denisa Tomkova – Edición 457
La vida social es el espacio en el que están cobrando forma algunas de las manifestaciones artísticas más relevantes de este tiempo. En todo el mundo, el trabajo de los creadores tiene cada vez más que ver con la participación del público. Se trata de una perspectiva que resignifica tanto al arte como a la vida
En 1992 el artista tailandés Rirkrit Tiravanija cocinó y sirvió gratis arroz con curri a todos los asistentes de la Galería 303 de Nueva York; la intervención artística Untitled (Free/Still) (Sin título [libre/estático]) tenía la intención de crear una experiencia en la que el encuentro y la interacción de los comensales se convirtieran en sí mismos en la obra de arte. En 1994, el colectivo austriaco de artistas WochenKlausur realizó el proyecto Shelter for Drug-Addicted Women (Albergue para mujeres drogadictas), que consistió en una docena de paseos en barco en el Lago Zúrich, a lo largo de ocho semanas, en los que los que políticos, periodistas, sexoservidoras y activistas de la ciudad de Zúrich eran invitados para conversar; a partir de las conversaciones, se logró la renta de una casa como albergue para las mujeres, financiado por donativos privados y por el sector público, que se hizo cargo de dos terceras partes de los gastos. Y, en 1999, el artista español Santiago Sierra, radicado en la Ciudad de México, realizó una de sus obras más famosas: 250 cm Line Tattooed on 6 Paid People (Línea de 250 cm tatuada sobre 6 personas remuneradas), en la que tatuó una línea en las espaldas de seis jóvenes cubanos desempleados, quienes ganaron a cambio 30 dólares cada uno. El trabajo de Sierra se enfoca en la explotación laboral que resulta de la economía capitalista global y la división entre el norte y sur; en sus performances, a menudo emplea a grupos de personas vulnerables (prostitutas, drogadictos, desempleados, vagabundos, inmigrantes ilegales, entre otros). Estos son tres ejemplos icónicos de las artes participativas o el arte socialmente comprometido que se asocian con el fenómeno del arte relacional.
Los conceptos de arte participativo, arte socialmente comprometido, prácticas sociales o arte colaborativo han adquirido gran popularidad en los últimos años, y su notable proliferación alrededor del mundo no sólo nos habla de la importancia de la participación en el arte, sino que también debe verse como parte de un fenómeno más amplio y, por ende, relacionado con el creciente interés en la participación pública, los nuevos movimientos sociales y el activismo a escala global. Como lo explica el historiador del arte Grant Kester: “Vemos una interlocución persistente con sitios de resistencia y activismo, así como el deseo de trascender las definiciones actuales del arte y lo político”.[1]
Aproximadamente una década después de estos hitos en el arte, las prácticas del arte colaborativo y socialmente comprometido no sólo se han convertido en elementos centrales de la producción del arte y las discusiones que giran a su alrededor, sino que han desempeñado un papel en la determinación y el reflejo de configuraciones globales. Como tales, estas prácticas fueron el tema principal de la conferencia Art and Politics Reloaded. The Right to the City(Arte y política recargados. El derecho a la ciudad), realizada en junio de 2016 en Lisboa, donde participaron artistas, activistas, teóricos del arte, historiadores del arte y antropólogos internacionales, entre ellos Grant Kester, de la Universidad de California en San Diego, y Gregory Sholette, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, quienes ofrecieron conferencias magistrales. Uno de los objetivos principales de la conferencia era examinar, desde una perspectiva multicultural, la dimensión “global” de las prácticas artísticas colaborativas, con miras a confrontar el discurso dominante occidental (Europa Occidental y Estados Unidos) y generar una discusión acerca de las prácticas colaborativas como respuestas a los procesos de dominio y emancipación alrededor del mundo.
Arriba: En 1999 el artista Santiago Sierra tatuó una línea de 250 centímetros en la espalda de seis personas, que recibieron un pago por ello. Abajo: Free/Still, de Rirkrit Tiravanija, en la galería 303 de Nueva York. El artista convirtió el espacio en un salón donde se cocinaba y servía arroz y curri a los visitantes
Arte para entender el mundo
Carlos Garrido Castellano, organizador de una de las mesas de discusión, explica la necesidad de “pensar en las prácticas artísticas socialmente comprometidas y colaborativas desde un marco alternativo, así como de intentar abrir el debate, abordar casos de estudio menos visibles y desafiar la centralidad de artistas y procesos canónicos”.[2] Esto constituye el reto, también en la discusión y en las narrativas construidas a partir de las prácticas del arte. Por ejemplo, por tradición, las prácticas vanguardistas estadounidenses y europeas se han visto como las predecesoras de las prácticas artísticas socialmente comprometidas, y han sido referencia casi obligatoria en todas las discusiones e historias. Sin embargo, el arte socialmente comprometido es un fenómeno global, y hay que analizarlo como tal. Garrido plantea dos motivos para ello: en primer lugar, porque estas prácticas artísticas nos ayudan a entender, no solamente el mundo del arte, sino el mundo en general; y, en segundo lugar, porque están dando forma a algunos de los momentos más interesantes de las historias del arte de muchos territorios y porque socavan las limitaciones y exclusividades que por tradición se asociaban a las prácticas dentro y fuera de las instituciones del arte.[3]
Al hablar del mundo actual del arte y la cultura, Sholette utiliza la metáfora materia oscura, una masa invisible prevista por la teoría del Big Bang que, a pesar de su invisibilidad y su constitución desconocida, abarca hasta 96 por ciento del universo. “Incluye las prácticas improvisadas, amateurs, informales, no oficiales, autónomas, activistas, no institucionales y auto organizadas: todo trabajo que se hace y circula a la sombra del mundo del arte formal. De una parte se podría decir que emula la materia oscura cultural por rechazar las demandas de visibilidad del arte establecido, y otra gran parte no tiene más remedio que quedar invisible”.[4] Sin embargo, en años recientes, la “materia oscura ha comenzado a brillar”, porque muchos artistas “conscientemente eligen trabajar en los márgenes del arte convencional motivados por el deseo de hacer crítica social, económica y política”.[5]
Por un lado, ha habido más iniciativas artísticas y de activismo alrededor del mundo, provenientes de la llamada “materia oscura” que opera en los márgenes del mundo artístico convencional. Pero al mismo tiempo ha habido una respuesta a estas tendencias por parte del mundo del arte convencional. Sholette muestra que “los principales museos están destinando parte de sus presupuestos a la producción de proyectos efímeros y participativos que tienen el beneficio adicional, en un ambiente de estrechez financiera, de costar relativamente poco, de no requerir ni almacenamiento ni mantenimiento y de generar un interés en el público que al parecer ya no generan las exhibiciones estáticas”.[6] Las instituciones organizan bienales de arte socialmente comprometido y comunitario, como la 7ª Bienal de Berlín,curada por el artista polaco Arthur Zmijewsli, o la Bienal de Liverpoolen 2015, que abordó la cuestión del arte participativo con el tema “¿Artes comunitarias? Aprendiendo del legado de las iniciativas sociales de los artistas”.
Existen varias organizaciones y comunidades internacionales que abordan temas y proyectos de arte comunitario, como Creative Time Summit(Cumbre de Tiempo Creativo),un congreso anual organizado en Nueva York y dedicado a la comisión de proyectos de arte público que se relacionen con la justicia social. Los organizadores declaran: “Nos comprometemos a presentar arte importante para nuestros tiempos y a involucrar a públicos amplios que trasciendan barreras geográficas, raciales y socioeconómicas”.[7] Otro ejemplo es The International Community Arts Festival (El Festival Internacional de las Artes Comunitarias, ICAF),creado en 2001 cuando, en los Países Bajos, los conceptos diversidad cultural y participación en las artes empezaban a aparecer en las políticas públicas y los debates culturales del país. Sin embargo, los fundadores del icaf tenían raíces en las academias de teatro radicalizadas y politizadas de fines de los años sesenta y principios de los setenta del siglo XX, por lo que el festival se enfocaba en colaboraciones recíprocas entre artistas entrenados y comunidades, “que tienen que ver directamente con sus vidas y el mundo en el que viven”.[8]
Imágenes del Festival Internacional de Artes Comunitarias (ICAF, por sus siglas en inglés), realizado en 2014 en Rotterdam, Holanda.
Está también Make Art with Purpose (MAP) [Hagan Arte con Propósito], una comunidad internacional que se involucra con las prácticas del arte socialmente comprometido a través de un centro virtual de recursos para proyectos creativos que pretenden transformar al mundo. Janeil Engelstad, fundadora de la organización, explica su misión: “Promovemos modelos de producción de arte que se basan en la concientización e incluyen ideas para el cambio ambiental y social positivo”.[9] E incluso el prestigioso Premio Turner de Gran Bretaña fue otorgado en 2015 a Assemble, un colectivo londinense que trabaja transversalmente en los campos del arte, el diseño y la arquitectura para crear proyectos en conjunto con las comunidades que los usan y habitan.
Además de esto, el arte participativo ya tiene sus propios premios: uno es el Premio Internacional de Arte Participativo,fundado en 2009 en Bolonia por la comunidad artística al final del mandato de Silvio Berlusconi. El premio se creó para financiar y estimular la producción de arte que tuviera como meta desarrollar el sentido de pertenencia a una comunidad y trabajar con ella para incrementar la sensibilidad hacia el bien común.[10] Y, por otro lado, el Premio Leonore Annenberg de Arte y Cambio Social, otorgado por Creative Time desde 2009. Entre los distinguidos con este galardón está Rick Lowe, que lo ganó en 2010 por su proyecto Row Houses (Vivienda Subsidiada),comenzado en 1993 en el distrito Northern Third Ward de Houston, y quien ha creado casas para madres solteras y sus hijos, espacios residenciales para artistas que deseen crear nuevos proyectos junto con la comunidad local, centros de salud y jardines comunitarios en una de las comunidades afroamericanas más antiguas de la ciudad.
¿Por qué están tan interesadas las instituciones artísticas en prácticas que surgieron como críticas sociopolíticas a las instituciones? Sholette cree que la falta de financiamiento público, así como la ausencia de un discurso o partido realmente de izquierda, dificultan una independencia total del mundo institucional del arte. En consecuencia, las prácticas artísticas socialmente comprometidas están listas para “dejar de operar en la periferia del mundo del arte convencional donde han vivido durante décadas, para ser acogidas hoy en día con cierto grado de legitimidad institucional”.[11] De modo que el asunto ya no es tan blanco y negro, y ya no se puede hablar simplemente de las buenas intenciones de artistas que han sido “cooptados por instituciones malévolas”.[12] Sholette incluso argumenta que “el arte contemporáneo es simultáneamente su vanguardia y su realismo social”.[13] Esto ilustra las razones detrás de la proliferación masiva de las prácticas artísticas socialmente comprometidas en años recientes: por un lado, han servido como crítica a las instituciones y como emancipación para muchas comunidades marginadas alrededor del mundo; sin embargo, la popularidad y el reconocimiento que han ganado en el mundo convencional del artese debe a su institucionalización.
La vida social como medio de expresión
El arte socialmente comprometido no es sólo un fenómeno reciente; ha existido desde hace décadas, pero sus genealogías son complejas e intrincadas. La historiadora y crítica Claire Bishop argumenta que tres inquietudes han motivado la participación en el arte desde la década de 1960: la activación de la audiencia, la redefinición del concepto de autoría de una obra y el interés por la comunidad. Estas inquietudes vienen siendo los vínculos históricos del arte socialmente comprometido de la actualidad. Desde otra perspectiva, Sholette ve los inicios del arte comunitario en los años setenta, cuando el Consejo Británico de las Artes en el Reino Unido comenzó a canalizar apoyo hacia artistas que se desempeñaban en espacios públicos. No obstante, la diferencia es que hoy en día la tendencia apunta hacia la coreografía de experiencias sociales. Sholette y Blake Stimpson, en su obra Collectivism After Modernism (Colectivismo después del modernismo),afirman: “Este [nuevo colectivismo] no significa ni retratar las formas sociales ni luchar en el ámbito de la representación, sino involucrarse con la vida social como producción, involucrarse con la vida social misma como medio de expresión. Este nuevo colectivismo implica el poder espectral del pasado del colectivismo en la medida que se desarrolla completamente dentro del poder hegemónico del capitalismo global”.[14] Lo que se entiende hoy por “colectivismo” son las acciones o iniciativas sociales colectivas en forma de manifestaciones públicas en la calle o en el mundo digital (el colectivismo de la Nueva Economía) como una comunidad imaginada situada en la internet. El Nuevo Colectivismo, como lo entienden ellos, reintroduce el viejo estandarte vanguardista “El Arte en la Vida”, por tanto, el aspecto de las prácticas artísticas colaborativas es parte esencial de la interpretación actual del colectivismo.
En Europa Central-Oriental (República Checa, Eslovaquia y Polonia), una región gobernada hasta 1989 por el comunismo de tipo soviético y separada de Europa Occidental por la Cortina de Hierro, la diferencia principal entre el arte no oficial del periodo comunista y las prácticas actuales de arte socialmente comprometido es que la versión contemporánea utiliza la vida misma como su medio de expresión y su medio de producción. La historiadora del arte checa Pavlína Morganová argumenta que “El Arte Acción de la década de 1960, tanto en el territorio checo como en el resto del mundo, consistía principalmente en acciones colectivas. La forma dominante era claramente el acontecimiento, que, con su espontaneidad, apertura y acento en involucrar al espectador, se acomodaba muy bien al espíritu de la época”.[15]
Yo veo estas acciones colectivas en espacios públicos como los antecedentes del actual arte socialmente comprometido, dados su carácter colaborativo, su interés en la gente por encima de los principios formales de la estética y su enfoque en crear comunidad. La comunidad que estos artistas creaban se producía en condiciones no oficiales, tenía un carácter privado y constituía a la vez la audiencia y la beneficiaria de la obra de arte, al incluir tácticas minimalistas o acciones artísticas basadas en gestos sencillos y formas de comportamiento tomadas de la vida cotidiana, como la de hacer fila afuera de una tienda.[16] Un ejemplo de esto es la obra de 1976 Line Leaving Store (Fila saliendo de una tienda), del colectivo artístico polaco Akademia Ruchu, en la que actores recreaban en forma de “espejo” una fila afuera de una tienda del otro lado de la calle.[17] Este tipo de acciones eran muy performativas y lúdicas, repetían gestos cotidianos sencillos y los contrastaban con el ambiente en el que se encontraban.
Sin embargo, en el contexto poscomunista de la región, el arte socialmente comprometido con tintes políticos es un fenómeno reciente. La expresión “arte comprometido” antes de 1989 se refería al arte que seguía los cánones del Partido Comunista, por tanto, tenía una connotación negativa en la región y se asociaba con el arte oficial apoyado por el Estado. Por consiguiente, en el contexto de Europa Central-Oriental las obras de arte que hacían comentarios políticos y sociales tomando la vida misma como medio de expresión, empezaron a surgir alrededor de 2004, cuando estos países entraron a la Unión Europea. Aparecieron nuevos temas, tales como la integración de la ue, la migración, la apertura de fronteras, la identidad nacional, la gentrificación, la ecología, el capital privado y el desempleo. Los artistas empezaron a crear arte socialmente comprometido, al igual que los artistas en todo del mundo, porque las cuestiones actuales son globales y universales.
Imágenes de la pieza Vendedor de Lágrimas (2014), de Łukasz Surowiec y Alicja Rogalska
Un ejemplo patente de este tipo de proyectos es Vendedor de Lágrimas (Skup Łez), 2014, realizado por dos artistas polacos, Łukasz Surowiec y Alicja Rogalska, en la ciudad de Lublin, Polonia. El escenario para el proyecto era una sección de la ciudad con altos índices de desempleo y de exclusión socioeconómica, repleta de tiendas de empeño y prestamistas abusivos, en un espacio especialmente diseñado que permitía a la gente producir y vender sus lágrimas en aproximadamente 25 euros por cada tres mililitros. El proyecto duró solamente cuatro días en vez de los ocho planeados, porque se agotaron los fondos. El caso puede compararse con la obra de Sierra, Línea de 250 cm tatuada sobre 6 personas remuneradas, ya que Surowiec y Rogalska también se enfocaron en la explotación económica como tema central. Como explica el antropólogo Roger Sansi a propósito del trabajo de Sierra, “su trabajo pone de manifiesto el mecanismo de autoría artística en el arte participativo como una forma de explotación… el intercambio de bienes también constituye una ‘relación social’”.[18] El potencial del proyecto no está en la transformación de la sociedad o de la economía en Polonia. Los artistas afirman que la población de Lublin “no tiene trabajo y necesita vender sus pertenencias en tiendas de empeño para cubrir sus necesidades. ¿Por qué las pertenencias vendidas no pueden ser lágrimas? Vender lágrimas es un gesto simbólico. Pagamos por algo que no tiene precio, que es íntimo y privado. Los desempleados tienen muchas razones para llorar, y se les puede pagar por estas lágrimas si deciden colaborar con el proyecto de arte”.[19] Uno de los participantes dijo: “Vivimos en una sociedad de comercialización total. El proyecto demuestra que uno puede sacar provecho hasta de las lágrimas. Pero llorar es una labor realmente difícil. Ha sido lo más difícil que he hecho hasta ahora”.[20] El proyecto fue blanco de fuertes críticas por beneficiarse de la pobreza de otros, y porque los organizadores no estaban ayudando realmente a la gente. Los artistas respondieron: “Lo que hacemos es ético. Volteamos el mecanismo de comercializar y deshumanizar a una persona. Estamos comprando, simbólicamente, la tristeza causada por una situación social particular y, por tanto, constituye una forma de crítica social”.[21] El antropólogo polaco, Tomasz Rakowski, quien estuvo presente a lo largo del proyecto, utilizó un método de entrevista con los participantes a fin de averiguar en qué medida se habían involucrado y el acto de llorar por dinero.[22] La gente lloraba para cuidar a sus hermanos menores, para arreglar su departamento, para apoyar a sus parejas y a sus hijos, etcétera. Uno de los participantes confesó: “Cada uno de nosotros viene acá con su propio proyecto. Cada quien puede escoger qué ofrecer”.[23]
A pesar de todas las discusiones acerca de la democracia directa y la participación ciudadana, son cosas que paradójicamente están ausentes en nuestra vida cotidiana. De ahí la importancia del diálogo, también propuesto por Kester en su obra Dialogical Aesthetics (Estética Dialógica)como parte fundamental del cambio social y del éxito de las prácticas artísticas socialmente comprometidas.[24] Los proyectos artísticos socialmente comprometidos generan un discurso indudablemente importante y tienen potencial para plantear preguntas acerca de cuestiones sociales y para suscitar una voluntad de cambio. En cuanto a lograr alguna forma de cambio social, los proyectos nos obligan a involucrarnos con otros y generar un diálogo. m.
[1]Grant Kester, artículo editorial en field Journal for Socially-Engaged Art Criticism,primavera de 2015, field-journal.com/issue-1/kester
[2] Carlos Garrido Castellano en conversación por correo electrónico, julio 2016.
[3] Ibid.
[4] Gregory Sholette, Marxism and Culture: Dark Matter: Art and Politics in the Age of Enterprise Culture,Pluto Press, Londres, 2010.
[5] Ibid.
[6] Gregory Sholette, “Delirium and Resistance after the Social Turn”, en field Journal for Socially-Engaged Art Criticism, primavera de 2015, field-journal.com/issue-1/sholette
[7] creativetime.org/about
[10] “International Award for Participatory Art”, en C.R.I.S.I., 30 de julio de 2013, crisiproject.wordpress.com/international-award-for-participatory-art
[11] Gregory Sholette, “Delirium and Resistance… ”.
[12] Ibid.
[13] Ibid.
[14] Blake Stimpson y Gregory Sholette, “Introduction,” en Collectivism after Modernism. The Art of Social Imagination after 1945, University of Minessota Press, Minnesota, 2006, p. 13.
[15] Pavlína Morganová, Czech Action Art, Karolinum Press, Universidad Carolina, Praga, 2015, p. 79.
[16] El arte polaco de la década de 1970 ha sido investigado por el historiador del arte polaco Łukasz Ronduda, Polish Art of the 70s, Centrum Sztuki Współczesnej Zamek Ujazdowski, Varsovia, 2009, p. 349.
[17] Idem.
[18] Roger Sansi, Art, Anthropology and the Gift, Bloomsbury Academic, Londres, Nueva York, 2013.
[19] Łukasz Surowiec y Alicja Rogalska en Joanna Bielecka-Prus, Łukasz Surowiec y Alicja Rogalska, Skup Łez, Rewiry, Catalogue of Socially-Engaged Art Centre Rewiry, Lublin, 2013-2014, p. 128.
[20] Ibid., p. 130.
[21] Ibid., pp. 130-131.
[22] Tomasz Rakowski, “Społeczna droga donikąd. Skup Łez jako zbiórpytań właściwych”, enSkup Łez, Rewiry.
[23] Ibid., p. 131.
[24] Grant Kester, Conversation Pieces: Community and Communication in Modern Art, University of California Press, Estados Unidos, 2004; Grant Kester, The One and the Many: Contemporary Collaborative Art in a Global Context, Duke University Press, Estados Unidos, 2011.
[25] Shifra M.Goldman, The Dimensions of the Americas. Art and social change in Latin America and the United States, University of Chicago Press, Chicago, 1994, xvii.
[26] Tatiana Flores, Mexico´s Revolutionary Avant-Gardes. From Estridentismo to ¡30-30!, Yale University Press, New Haven-Londres, 2013, pp. 21, 266, 277–278.
[27] Luis Camnitzer, Conceptualism in Latin American Art: Didactics of Liberation, University of Texas Press, 2007.
[28] Ibid., pp. 44–58.
[29] Ibid., p. 2.
[30] The Avant-Garde Artists Group, “Tucumán Arde”, en Art and Social Change: A Critical Reader, Tate- Afterall, Londres, 2007, p. 162.
[31] Luis Camnitzer, Conceptualism in Latin American Art, p. 68.
[32] Ibid., p. 74.
[33] bit.ly/Alfredo_Jaar
[34] Olivier Debroise, “Genealogía de una Exhibición”, en La era de la discrepancia: arte y cultura visual en México, 1968-1997, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2006, p. 26.
[35] James Oles, Art and Architecture in Mexico, Thames & Hudson, Londres, 2013, pp. 366–367; Camnitzer, Conceptualism in Latin American Art, p. 2.
[36] Álvaro Vázquez Mantecón, “Los Grupos, una reconsideración”, en La era de la discrepancia: arte y cultura visual en México, 1968-1997, pp. 194–195.
[37] Benjamin Shepard y Stephen Duncome, “Mayan Technologies and the Theory of Electronic Civil Disobedience”, en Art and Social Change: A Critical Reader, Tate Afterall, Londres, 2007, pp. 325–331.
[38] Cuauhtémoc Medina, “Mutual Abuse”, en Mexico City: An Exhibition About the Exchange Rates of Bodies and Values, PS1 Contemporary Art Center, Nueva York, 2002, pp. 42–45; cfr. Claire Bishop, Artificial Hells: Participatory Art and the Politics of Spectatorship, Verso, Londres, 2012.
[39] Rubén Gallo, New Tendencies en Mexican Art. The 1990s, Palgrave-Macmillan, Nueva York, 2004, pp. 10–17.
[40] Claire Bishop, Artificial Hells…, p. 246.
[41] Cfr. Nato Thompson, Living as Form. Socially Engaged Art from 1991-2011, Creative Time Books, Nueva York, 2012, pp. 121–122.
[42] Afra Mejía, en entrevista por la autora, 15 de marzo de 2017.
[43] Claudia Lía Bang, “El arte participativo en el espacio público y la creación colectiva para la transformación social. Experiencias actuales que potencia la creatividad comunitaria en la ciudad de Buenos Aires”, en Creatividad y Sociedad 20, septiembre de 2013, pp. 7-13, creatividadysociedad.com/numeros/cys20.html
[44] Ana Amado, “Arte participativo. El trabajo como (auto) representación”, en Signifição, 2010, pp. 89-92.
[45] Editorial, “Cronología del Conflicto en Oaxaca”, en El Universal, 30 de octubre de 2006, eluniversal.com.mx/notas/384529.html
[46] Olga Margarita Dávila, entrevista por la autora, conferencia vía Skype, 23 de noviembre de 2013.
[47] Amnistía Internacional, “Reporte México 2016/2017”, consultado el 27 de marzo de 2017, amnesty.org/es/countries/americas/mexico/report-mexico; Janet Cacelín, “La guerra contra el narco cumple 10 años en México y las cifras de violencia no dan tregua”, en Univision, consultado el 27 de marzo de 2017, univision.com/noticias/asesinatos/la-guerra-contra-el-narco-cumple-10-anos-en-mexico-y-las-cifras-de-violencia-no-dan-tregua
[48] Cfr. Cuauhtémoc Medina, ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, rm, México, 2009.
[49] lozano-hemmer.com
[50] Pedro Rendón, “Tejen indígenas para denunciar violencia y sanar heridas”, en Universidad Iberoamericana, 2da Semana de Género, Arte y Diversidad, 21 de marzo de 2017, ibero.mx/prensa/indigenas-mexicanas-denuncian-la-violencia-con-tejidos
[51] Afra Mejía, idem.
[52] bit.ly/Torolab_Tijuana
[53] pedroreyes.net
[54] Cuauhtémoc Medina y Ana Longoni, “La era de la discrepancia: aristas de un hito polémico. Conversación de Ana Longoni con Cuauhtémoc Medina”, en Desacuerdos 5, 2009, p. 219.
[55] Cfr. Olivier Debroise y Cuauhtémoc Medina, La era de la Discrepancia….
[56] bit.ly/mujeres_creando
[57] Cfr. Blake Stimson y Gregory Sholette, eds., Collectivism after Modernism: The Art of Social Imagination after 1945, NED-New edition, University of Minnesota Press, Minneapolis, 2007; Olivier Debroise y Cuauhtémoc Medina, La era de la discrepancia...