Tres cajas de cartón cargadas de Historia (con mayúscula)
Había una vez un pequeño armario en la Ciudad de México donde vivían encerrados un montón de brigadistas internacionales, bravas mujeres malagueñas, temibles soldados bajo las órdenes de un general gallego llamado Francisco Franco, republicanos andaluces, gitanos, catalanes y vascos que se oponían a su ilegal levantamiento y hasta un poeta de apellido García Lorca. Todos eran de color blanco y negro y nadie se ocupaba de ellos. Hasta 2007.
Aunque parezca una historia de ficción o el argumento de un guión hollywoodense poco creíble, el caso del fantástico viaje de La Maleta Mexicana es absolutamente verídico.
Vamos primero a París. Estamos a mediados de los años 30. Tres excelentes amigos (y mejores fotógrafos) exiliados de sus respectivos países —Hungría, Alemania y Polonia— deciden ir a España a documentar con sus cámaras la Guerra Civil que ha desatado un general rebelde, Francisco Franco, con ayuda de un amigo alemán: Adolfo Hitler.
Robert Capa, Gerda Taro y David Chim Seymour no lo sabían, pero este trabajo se convertiría en piedra angular del fotoperiodismo, un testimonio de valor incalculable para la humanidad, el retrato de una época en la que miles como ellos —Hemingway, por nombrar a alguien— confiaban en que podían detener el fascismo europeo.
De los cientos de fotografías que este trío tomó entre 1936 y 1939 en distintos puntos de la geografía española, hubo cuatro mil 500 negativos que Capa se vio obligado a entregar a su amigo Csiki Weiss en París para poder huir más ligero de los nazis. Era judío.
La maleta (tres cajas repletas de rollos) viajó a Francia, luego a Marruecos y, en 1942, cayó en manos del general mexicano Francisco Aguilar González, embajador de México en Francia. Según las investigaciones, Aguilar González nunca tuvo plena conciencia del valor de aquel paquete, que terminó en manos del cineasta mexicano Benjamín Tarver después de heredarlo de una tía que había sido amiga cercana del general. Durante años, Tarver mantuvo los negativos guardados en un armario de su hogar en la capital mexicana.
Por causas no aclaradas todavía, fue hasta 2007 cuando Tarver decidió contactar a Cornell, hermano de Capa, quien envió “la maleta” al International Center of Photography de Nueva York. Este centro restauró los negativos de nitrato y difundió el contenido de La Maleta Mexicana en exposiciones itinerantes y una vasta investigación disponible en línea.
Quienes han reseñado las exposiciones de estas fotografías, por ejemplo la que tuvo lugar en 2011 en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, afirman que “la joya de la corona” son unas imágenes del poeta Federico García Lorca fechadas en agosto de 1936, probablemente las últimas que se le tomaron antes de que las tropas franquistas lo fusilaran ese mismo mes.
El periplo de La Maleta Mexicana es tan rico en personajes y situaciones rocambolescas que ya dio pie a un documental, titulado La maleta mexicana, dirigido por Trisha Ziff. En el filme, diversos historiadores e intelectuales hacen una revisión de lo que significa el trabajo de Capa y compañía: tres republicanos, tres antifascistas que jamás dudaron en colocar sus cámaras en la primera línea de combate para inmortalizar el rostro de España contra la dictadura que se le venía encima.
“Aquellos hombres creían que las fotos podían cambiar el mundo. A veces lo consiguieron. Las fotos que tomaron cambiaron lo que ocurría en el mundo”, dice el documental.
Y aquí seguimos, emocionados al ver estas fotografías de la Guerra Civil española. m
Proyecto de Conservación y Restauración de La Maleta Mexicana, Centro Internacional de la Fotografía.