Las neuronas del disfrute

Las neuronas del disfrute

– Edición 432

La manera en que ha evolucionado nuestro cerebro lo ha dotado de una característica fundamental: cierta sección donde ocurren múltiples interconexiones neuronales que nos provocan una sensación de placer a partir de una amplísima diversidad de experiencias; desde participar con interés en una conversación hasta pulir con las suelas del zapato la pista de baile.

Suena a lugar común, pero no está de más recordarlo: el cerebro es un misterio. A pesar de todo, sigue siendo un misterio. Entre otras razones, porque se trata del único órgano que se estudia a sí mismo, como lo ilustra el empeño del doctor francés Paul Broca —uno de los pioneros de las neurociencias en el siglo XIX—, cuyo placer por el estudio sistemático de la anatomía cerebral lo condujo a formar una singular colección de cerebros humanos, en la que también está incluido (aún) el cerebro del propio Broca, conservado en su respectivo frasco.

La manera en que ha evolucionado nuestro cerebro lo ha dotado de una característica fundamental: cierta sección donde ocurren múltiples interconexiones neuronales que nos provocan una sensación de placer a partir de una amplísima diversidad de experiencias; desde participar con interés en una conversación hasta pulir con las suelas del zapato la pista de baile, pasando por paladear el sabor de un pescado bien marinado o la textura de un memorable jugo de mandarina. Se trata de una comunicación de ida y vuelta entre las regiones del cerebro encargadas del pensamiento racional con aquellas vinculadas a las conductas emocionales. Esas veleidosas sensaciones de placer son —con mucha probabilidad— el determinante más poderoso de nuestro hacer cotidiano: comportarse de forma solidaria o egoísta, faltar al trabajo o cumplir rigurosamente los reglamentos; copular, alimentarse, dormir… cada acción echa a andar procesos mentales que producen ciertas dosis de placer —diferentes en intensidad y calidad— que se convierten en el impulso básico para aprender y repetir determinados comportamientos para la supervivencia. Por eso, el biólogo argentino Diego Golombek se pregunta: “¿Somos una más de las funciones del cerebro?”.

 

El goce estético

El cúmulo de experiencias que tenemos a lo largo de la vida le va dando forma a nuestras sensaciones placenteras. Es decir, el placer también se aprende. Las vivencias relacionadas con el arte son vitales para alimentar el placer: escuchar música, ver pinturas, fotografías o esculturas, acudir al teatro o a la ópera, son acciones de gran calidad emocional que pueden llegar a trascender la experiencia cotidiana —en un arrebato que demanda toda nuestra energía física y mental— y transformarse en manifestaciones puntuales del placer: se acelera el ritmo cardiaco, se tensan los músculos, los vellos de los brazos se levantan, somos felices.

 

Mañana será otro día

¿Dormimos porque estamos cansados o porque nos gusta descansar? Según como se vea, la respuesta podría ser la misma: reponerse de la fatiga cotidiana resulta esencial para la supervivencia, así que el cerebro nos tienta con la insalvable y placentera sensación que nos produce el dormir. Dormimos porque nos representa un placer, que no es sino un recordatorio de nuestro cerebro para destacar la necesidad de dormir. Además, hay pruebas de que el sueño estimula químicamente algunos procesos cerebrales útiles para sobrellevar las experiencias dolorosas previas, o bien, para reforzar la capacidad de memoria y regular el humor.

 

Panza llena, corazón contento

El placer es aprendizaje. Así como se puede moldear el goce estético, también es posible formar los mecanismos de recompensa del cerebro que premia las conductas que favorecen la sobrevivencia. En la dilatada historia de la evolución humana han quedado vestigios que regulan las sensaciones placenteras que nos producen los alimentos: entre los primeros homínidos no era sencillo conseguir sabores dulces, por lo que aún ahora estos sabores nos parecen tremendamente placenteros, lo mismo que las grasas, cuya gran concentración de calorías era una valiosa dotación de energía para las actividades diarias.

 

Camino corto al placer

El proceso evolutivo del cerebro nos ha permitido ser menos primarios: hemos inventado mitos, alfabetos, sistemas numéricos. Pero en los senderos cerebrales del placer también hay atajos: las drogas, mientras permanecen sus efectos en el organismo, intensifican notable y velozmente las sensaciones placenteras. Aunque hay un riesgo: la adicción a ellas, que activa con fuerza la demanda de recompensa en el cerebro, que reacciona adaptando su tolerancia. Si la dosis se incrementa, la dependencia al estímulo intensificado se dispara, y la rica variedad de fuentes de placer que en un principio tenía el organismo queda reducida únicamente a las drogas.

 

El roce de la piel

A pesar del olvido al que la relegamos constantemente, la piel es el órgano más extendido de nuestro cuerpo, un primer filtro para relacionarnos con la realidad. Quizá no tengamos al tacto en el mismo rango de valores que a la vista o al oído, incluso al olfato; sin embargo, es el primero de nuestros sentidos de percepción en desarrollarse y no deja de funcionar, regularmente, hasta nuestra muerte. Además, la piel es una fuente inagotable de placer: las estimulaciones táctiles son elementales para el crecimiento y el sano funcionamiento cerebral. m

Para leer

:: Cavernas y palacios, de Diego Golombek (Siglo XXI, 2011).

:: Razón y placer, de Jean-Pierre Changeux (Tusquets, 1997).

:: El error de Descartes, de Antonio Damasio (Crítica, 2010).

 

En la web

:: The Frontal Cortex, blog de Jonah Lehrner.

::Libros de la colección La Ciencia para Todos en versión electrónica:

De neuronas, emociones y motivaciones, de Herminia Pasantes.

Las sustancias de los sueños, de Simón Brailowsky.

MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

El contenido es responsabilidad de los autores. Se permite la reproducción previa autorización del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO).

Notice: This translation is automatically generated by Google.