Dogma y otros acercamientos naturalistas
Hugo Hernández – Edición 443
Para “purificar el cine”, Dogma 95 impuso un “voto de castidad” que mandaba: rodaje en locaciones, con sonido y luz ahí presentes, con cámara en mano, en color, sin filtros ni “alienación temporal”.
Desde sus inicios, el cine estableció con la realidad una relación ineludible. De ello dan cuenta los teóricos. En los años veinte, Rudolph Arnheim creía que el encuadre, en blanco y negro y dos dimensiones, le permitía ir más allá del “registro mecánico” y aspirar al estatus de arte. A finales de los cincuenta, Marcel Martin subraya que es un arte figurativo y transfigurativo: si da la impresión de realidad, la cámara no se limita a copiar. Edgar Morin, a principios del siglo XXI, anota que, si bien conjuga objetividad y subjetividad, ha sido intransigente “sobre el respeto hacia las apariencias reales”.
No obstante, a cien años de su nacimiento se había instalado la artificialidad, se había impuesto el espectáculo. A esta tendencia se opuso en 1995 un grupo de combativos daneses, que propuso una vuelta al naturalismo, al registro sin maquillaje. Nacía así el Dogma 95, que para “purificar el cine” impuso un “voto de castidad” que mandaba: rodaje en locaciones, con sonido y luz ahí presentes, con cámara en mano, en color, sin filtros ni “alienación temporal” (como flashbacks); prohibía seguir algún género cinematográfico y anotar el nombre del realizador en créditos.
Antes y después han aparecido acercamientos naturalistas, como el del iraní Abbas Kiarostami y el mexicano Carlos Reygadas, que incluso trabajan con actores no profesionales y a menudo alcanzan cierta crudeza. Y el cinéfilo —y más de un festival— lo agradece.
Los idiotas (Idioterne)
Lars von Trier, 1998
Un grupo de jóvenes se reúne en una finca rural con el objetivo de llevar a cabo un “experimento social”: hacen visitas al pueblo cercano comportándose como retrasados mentales y, de esta forma, alteran el orden establecido e imponen a la sociedad un espejo incómodo. Los idiotas es el segundo título Dogma y, en ella, Lars von Trier va de la comedia a la tragedia con solvencia. El ánimo naturalista no elude pasajes de sexo explícito y subraya las desavenencias de la convivencia; muestra cómo la sociedad es un buen proyecto para el mal.
Italiano para principiantes
Lone Scherfig, 2000
Premio del Jurado en Berlín
En una pequeña ciudad danesa coinciden los destinos de un exfutbolista, un encargado de hotel y una peluquera. Todos comparten frustraciones y son compañeros en clases de italiano. En éste, el Dogma 12, la danesa Lone Scherfig imprime dosis de agudeza y humor que son provechosas para explorar el desasosiego que subyace a la tranquilidad de un lugar donde aparentemente no pasa nada. Ante tanta película Dogma que registra el desencanto, se agradece la calidez que la realizadora imprime y hace ver que en la naturaleza humana también cabe un poco de belleza.
Festen, la celebración (Festen)
Thomas Vinterberg, 1998
Premio del Jurado en Cannes
En ésta, la primera cinta con un certificado Dogma, seguimos la reunión de una numerosa familia para celebrar el 60 aniversario del patriarca. El hijo mayor tiene una sorpresa para él… y una serie de revelaciones para los demás, que es bastante desagradable. Thomas Vinterberg hace una denuncia de la sordidez que cabe en la alta burguesía. Los preceptos del Dogma prueban que quitar el maquillaje al estilo provoca que las apariencias caigan, como la máscara del festejado. La propuesta funciona a las mil maravillas: al final dan ganas de vomitar.
El sabor de las cerezas (Ta’m e guilass)
Abbas Kiarostami, 1997
Palma de Oro en Cannes
Un hombre conduce por parajes terregosos. No sabemos por qué, pero busca a alguien. Luego descubrimos su propósito: piensa suicidarse. Pero en Irán el suicidio acarrea penurias a la familia y, para evitarle problemas, necesita que alguien lo entierre. Con un estilo austero, el iraní Abbas Kiarostami exhibe en la aridez del paisaje la aridez del alma del que perdió la voluntad de vivir. Pero aun con el aura realista, se trata de una puesta en escena y el director no tiene empacho en mostrarla. El naturalismo es, así, una herramienta tanto como un truco.
Luz silenciosa
Carlos Reygadas, 2007
Premio del Jurado en Cannes
En el amanecer fue la luz. Se tomó su tiempo, pero hizo retroceder las tinieblas. Y lo que hace visible no es del todo feliz, pero cabe el milagro. Así arranca esta cinta, que Carlos Reygadas filmó en una comunidad menonita de México. En ella acompañamos a un hombre que falta a sus votos matrimoniales y se enamora de una mujer de los alrededores. La familia y los vecinos están consternados, pero la naturaleza es más bien indiferente. No obstante, el cineasta mexicano consigue que la luz —que en el principio fue natural— aspire a dimensiones espirituales.
Para ver.
:: Naturaleza y muerte sin Dogma: Prólogo de Melancolía, de Von Trier.
:: Carlos Reygadas y la naturaleza domesticada… hasta cierto punto. Inicio de Post Tenebras Lux.
:: El cine según Reygadas. Habla sobre trabajar con actores no profesionales.
:: De Reygadas, Éste es mi reino (corto incluido en Revolución).
:: El sabor de las cerezas, completa.
Para leer.
:: Del cine-ojo a Dogma 95: paseo por el amor y la muerte del cinematógrafo documental, de Margarita Ledo (Paidós Ibérica, 2004).