Breve elogio de los amantes
Joaquín Peón Íñiguez – Edición 466
Según la filosofía oriental, erradicar el deseo produce paz, pero en mi condición de hombre occidental, creo que no tanta como ejercerlo. A veces olvido que el deseo, esa cubeta agujereada, es una de las formas más potentes del idealismo
Me he ido resignando a la idea de que toda persona es un Frankenstein discursivo. Llegamos al mundo vacíos, desorientados, luego engullimos treinta temporadas de una comedia romántica y el sentido pareciera revelársenos unívoco, como un pastelazo en la cara. El supuesto individualismo es un colectivismo disfrazado. Todos somos, por lo tanto, un Quijote soslayado por algún idealismo. Muchos salen a la calle pensando que la vida será como en Friends, y sucesivamente son vapuleados por las aspas del molino.
Una forma sencilla de analizar el discurso en la narrativa consiste en prestar atención al devenir de los personajes, fijarse en si fueron compensados o penalizados por sus decisiones, cómo y en razón de qué. Pocos arquetipos han sido tan castigados por la ficción como el de los amantes. Si me dejara llevar por la cartelera, pensaría que se trata de criminales de guerra. Si por Netflix fuera, estaría convencido de que la tensión dramática de una vida consiste en tener o no un amante —o en obtener más poder—, pero sospecho que el drama está en otra parte. A veces me pregunto cómo sería el amor si los músicos cantaran un amor libre, en vez de un amor romántico.
Los amantes, a pesar del guiño etimológico, no profesan el amor, sino el deseo. No firman contratos ni cuentan con la bendición de la Iglesia, pero salvan matrimonios. No comparten su economía ni se deben mayores cuidados, pues cada quien puede cuidarse sólo (y amanecer sólo también). La seducción saca lo mejor de ambos. No se celan, se gozan; no se controlan, se liberan; no se poseen, se lamen los sobacos y se chupan los pies. Son irresponsables, nada se deben salvo el placer. “Sólo los necesito cuando me desdoblo en dos”, escribe Elena Medel. “Las mejores cosas tienen una novedad que no puede / ser superada y las cosas viejas como el amor viejo se mueren y se pudren”, escribe Dorothea Lasky.
Según la filosofía oriental, erradicar el deseo produce paz, pero en mi condición de hombre occidental, creo que no tanta como ejercerlo. A veces olvido que el deseo, esa cubeta agujereada, es una de las formas más potentes del idealismo, y entonces me siento como caballo de hipódromo, persiguiendo una zanahoria atada a mi cabeza.
El amor libre. Eros y anarquía, compilado por Osvaldo Baigorria
El deseo, en este libro sensato, pasa a ser asunto político, ético y económico. Bakunin, Malatesta, Goldman y una docena de pensadores más se enfilan para defender el adulterio, la camaradería amorosa, las comunas, la pluralidad de los afectos y la absoluta, imprescindible, la nunca negociable libertad. Mientras tanto, al matrimonio, en el mejor de los casos, lo tildan de inmoral.
Escoria, Isaac Bashevis Singer
Una pareja de casados en Argentina entra en crisis tras la muerte de su hija. Él, con afán de reencontrarse consigo mismo, decide viajar a Varsovia, su Ítaca, tras muchos años de no hacerlo. En vez de darle cuerda a la memoria y sanar las heridas, el protagonista se verá superado por su condición, como suele suceder con los personajes del humor negro y, orientado por el deseo, se sorprenderá enmarañado entre calamidades y peripecias.
This Is How You Lose Her, Junot Díaz
Esta colección de relatos escritos en spanglish gira en torno al deseo, el amor y la pérdida. La infidelidad, cometida por hombres atrapados en el constructo del latin lover, a costa incluso de sus afectos más preciados, es otro tema reiterado. La prosa de Junot es hipnótica, pero más allá del trance nos aguardan pertinentes reflexiones acerca de algunos de los temas más discutidos en estos años: clase, raza, migración y género.
La pampa imposible, David Miklos
La historia se maneja en dos tiempos: un hombre conversa con su esposa en la cocina mientras recuerda el último verano de su infancia, en la casa de campo de su familia. La novela se inscribe en el tópico beatus ille, que exalta las virtudes de la vida en el campo en contraste con las de la ciudad. Sin embargo, lo que más interesa es el despertar de la sexualidad masculina, que se muestra natural y cultural, inocente y potencialmente desastrosa.
Doce poemas para amantes
“Consejos a las mal casadas”, de Bernardo Soares; “Nave de tontos”, de Charles Simic; “Sobre las antiguas ideas”, de Dorothea Lasky; “Manifiesto nalgaísta”, de Efraín Huerta; “I Will Survive”, de Elena Medel; “Antistrofa”, de Gerardo Deniz; “Los cómplices”, de Gonzalo Rojas; “Famous Blue Raincoat”, de Leonard Cohen; “Dime, vencedor rapaz”, de sor Juana; “Gratitud”, de Wisława Szymborska.