Andar en las nubes: hipótesis

Ejemplo de un servidor para almacenamiento de información en la nube. Foto: pixabay.com

Andar en las nubes: hipótesis

– Edición 474

Tal vez no sea circunstancial que ahora internet nos ofrezca “nubes” virtuales para “subir” nuestros archivos de textos, imágenes y videos, en vez de almacenarlos en dispositivos hardware. Nubes que, en realidad, son servidores en la casa de alguien

Quizá las nubes sean de los pocos lugares que nos quedan fuera de la maquinaria capitalista de producción incesante de valor, que hace de nuestros cuerpos y nuestras mentes engranajes con propósitos definidos e ineludibles. Andar en las nubes se trata de una desviación del deber, todo mundo lo sabe. Una fuga del espacio-tiempo que, se supone, hemos de pasar frente a una computadora, dentro de una oficina o en una cadena de montaje. El trabajo de la maquinaria no se limita a los tiempos laborales, sino que se engrana directamente con el tiempo a bordo del transporte público, o con cualquier “tiempo muerto” (en la sala de espera del médico, en la fila del banco o en la taza del baño, por ejemplo), gracias a la magia del wi-fi y los teléfonos “inteligentes”.

Si andar en las nubes supone una fuga suave y progresiva hacia las ideas más inútiles, la “navegación” en redes sociales desde la ventana del celular consume fácilmente los nervios. Por un lado, debido al profundo compromiso que se llega a tener como usuario de las populares plataformas de contestar a toda publicación o comentario insensato u ofensivo que se despliega en el timeline de Facebook o de Twitter; por otro, a causa de la profusión de noticias terribles que corren como desagües de miseria, algunas de las cuales se repiten y se repiten, que nos alteran y nos deprimen, convenciéndonos a veces de que eso es mucho mejor que ignorar la actualidad nacional de feminicidios, desapariciones forzadas y despojos territoriales… Lo que aún no tenemos muy claro es si tal saturación de información en nuestra visión y nuestro cuerpo durante buena parte del día nos esté ayudando efectivamente a resolver algunos de los miles de problemáticas sociales y ambientales que nos aquejan en el barrio-global, y que la mayoría de nosotros en realidad solamente consumimos. Y no es que no nos afecten: es que la velocidad de las imágenes y la información apenas deja tiempo para asumir esas afectaciones y actuar en consecuencia.

Tal vez no sea circunstancial que ahora internet nos ofrezca “nubes” virtuales para “subir” nuestros archivos de textos, imágenes y videos, en vez de almacenarlos en dispositivos hardware. Nubes —se rumora en la misma red— que, en realidad, son servidores en la casa de alguien, que ocupan espacio físico y están al alcance de la intromisión de quienes ahí los tienen. Las ideas y las imágenes que pudieran flotar en el aire de los tiempos perdidos en el camino de la casa a la chamba, aligerando el cuerpo cuando no hay obligación de atender tareas específicas, pretenden ser capturadas por esa maquinaria etérea de procesamiento de datos que nos devuelve publicidad, series audiovisuales y cantidades ingentes de imágenes e intenciones de voto. Que ningún pensamiento se desperdicie.

Afortunadamente, las nubes parecen seguir siendo el lugar de las personas en situación de calle, a quienes, por cierto, los vecinos biempensantes de los barrios residenciales y los gobiernos empeñados en la “limpieza social” suelen culpar por la “inseguridad” de “sus” calles… Una última hipótesis es que la sumisión a la producción y el consumo capitalista para poder ser una “persona de bien” de la “clase media” implica el desprecio de quienes se niegan cada día a formar parte de la cadena de montaje de la fábrica total que es la vida en las metrópolis: el desprecio de quienes prefieren seguir andando en las nubes. Como las adolescentes que no han sido atrapadas por la luminosa ventana a la dimensión global. Como los enamorados que aún prefieren pensarse y suspirar viendo las nubes arriba, antes que dejarse controlar por el WhatsApp; o como los “pachecos” perdidos en melodías psicodélicas que se dan el lujo de desconectarse eventualmente de tan sórdida realidad.

MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

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