HISTORIAS REDONDAS 9
Eduardo Quijano – Edición
¿AHORA COMIENZA EL JUEGO?
Ahora comienza el vibratto. Sinfonía de exacerbada intensidad se escucha en el latir futbolero. Después del gruñido visceral, la mitad de los convidados va al destierro. Mientras la nobleza del futbol se pasea anestesiada, viejas plegarias anuncian: desventurados los que pretendan repetir sus cancioncillas desabridas, ellos extraviarán el camino.
Los convocados buscan hebras y certezas para anudar la gloria. El primer acto de la Copa del Mundo cierra en un encabritado ambiente de decepciones, ardores y sorpresas. Se extraña cierta intensidad, se añora a los solistas magníficos, se reclama la calidad a cuentagotas. El más mesurado de los aficionados se indigna por la falta de faros que marquen el rumbo. Es poco, muy poco para un hambre de cuatro años: ¿cuántos equipos,? ¿el naranja, la roja, la verdeamarhela? ¿Acaso dos o tres juegos con algo de magia?. Lo demás , el aturdido trajinar de selecciones mediocres o sin liderazgo. Una competición plagada de sombras. Futbol discreto, apenas tibio en pleno verano. Emociones vagabundas que atravesaron fantasmales partidos manchados por la indolencia. Al término de la primera fase, el Mundial africano nos deja una retahíla de asombros, partidos con calculadora y dos llagas dolientes para el recuerdo: Francia e Italia.
Los finalistas del Mundial anterior están fuera. El anfitrión con su inacabable concierto de vuvuzelas mira con el rostro desencajado desde la tribuna.
Igualadas en la medianía, con encuentros que prometen despertarnos, comienzan las batallas definitivas. En esta zona los sobresaltos serán mortales de necesidad Es el momento esperado por los cuatro sudamericanos y dos de CONCACAF para sacudir a sus pueblos con la fiesta del futbol. Es la oportunidad de España -contra mi querida Portugal- de conocer su real tamaño; el espacio para que Brasil -si supera a la selección chilena de Marcelo Bielsa- regrese a su sitio. Y por ahí, un equipo pequeño, plagado de vicios y sin timón, un conjunto empeñoso y chato que viaja en las alas de la ilusión, ése es el nuestro, el Tri. Tiene enfrente al equipo de Messi. El reto parece sólo superior a sus capacidades, nunca imposible. Salvo el crack del Barcelona, el resto de los chicos de Maradora son absolutamente terrenales.
MORIR DE NADA
El campeón, caminando en un solo pie, sin rostro ni identidad, pronto encontró el crepúsculo. El mundo del futbol escupe con rabia acumulada a la squadra azurra sancionando su amargo anonimato. Aquí quedó el pusilánime cuerpo en que se convirtió el monarca. De la mala nostalgia uno guarda el sabor de futbol a nada que los italianos mañosamente administraron durante decenios. Algunos incluso lo disfrutamos. En aquellos tiempos la grandeza del catenaccio fue una austeridad maliciosa, convocó a defensivas delicuenciales pero inexpugnables, tuvieron sus equipos nombres de divos y el don de la reciedumbre con goleadores rotundos. Decir Italia era nombrar al futbol como un sistema de artimañas, un juego sin adjetivos ni florituras, a ratos dueño de una grandeza simple y humana, como los desplantes de un bravucón suertudo.
Pero la Italia de hoy se cayó a pedazos. Su futbol ajeno al balón imaginó ganar hasta sin jugar. Demasiado descaro incluso si te llamas Italia. Los rentistas de la calamitosa tacañería y del golpe seco hoy cargan con la vergüenza de la ruina. Fue un adiós que no dió espacio para mayores dramas pero escandaloso en la vitrina de las emociones futboleras.