HISTORIA REDONDAS 8
Eduardo Quijano – Edición
La nación salió de recreo. Los festejos patrios (no a causa de la dispendiosa burocracia gubernamental y su bicentenario) comenzaron cuando el Chicharito Hernández se quitó a Lloris y la empujó. Tan tristes hemos estado, en el agobio de la sangre y la desesperanza, que ese descarado arrebato se convirtió en nuestra gran fuente de alegría. Hernández la promesa debutante y la personalidad del Cuau, crack de barrio en su despedida, bastaron para sacar al país a cantar a la calle. Cuando Cuauhtémoc con un disparo preciso anotó el penal, una Francia sin alma nos entregó su acta de defunción. Hasta ese momento, sin brillar ni hacer daño, el TRI había mandado a placer en cada zona, superando a unos galos cuya inoperancia rayaba en la desfachatez. Los hechos lastimosos del desplome francés circulan en el planeta del futbol como el histórico castigo al noble prestigioso: un punto sin goles. Es decir, la cabeza en la guillotina.
¡Impostores! Es la condena de la prensa a los bleu. ¿Dónde quedó Francia?…¿ cuándo empezó a tocar fondo, a desaparecer? nunca se supo. Tal vez, en la empecinada necedad del técnico que sentenció su destino. Repito explicaciones tan obvias como inútiles: que se ahogó en el medio gas Ribery; que se derrumbó en el ciego fatalismo de artilleros incapaces hasta hoy de marcar en el torneo, que ignoró su propia biografía.
Forges en El Pais, junio 17 de 2010
Un respiro. Rafael Márquez funcionó como el resorte que el conjunto requería; experiencia y capacidad para no enfangarse en los eternos merodeos. Aguirre reaccionó y los relevos cumplieron la tarea con oficio. México, aún con lo hecho, pudiera estar en medio de ninguna parte si el martes en el Palacio Deportivo Real Bafokeng de Rustenburg no justifican con temple y concentración la ilusión de sus compatriotas. El sin fin de ecuaciones para seguir adelante tiene como común denominador la más digna de las exigencias: el futuro lo tienen en sus pies y en su inteligencia.
El fútbol -como el país-, que los jóvenes quieren para imaginar un mañana mejor, aún no existe. Hay, dirán algunos, una escandalosa injusticia en la democracia de las posibilidades, pues nada está aún resuelto todavía. En medio de lo indescifrable, una certeza contagia de fe: el rectángulo de la cancha es redondo.