ELOGIO DE LA LAVADORA
Eduardo Quijano – Edición
a Elsa Tenreiro, en sus ochenta mayos
Cuando era niño mis abuelas y mi madre lavaban la ropa en “la batea”. Puedo recordar las palanganas de agua hirviendo, el jabón y la lejía y todos aquellos complicados movimientos para blanquearla. Cuando husmeaba en torno a sus tareas, me atraía el chasquido de las telas, el vigoroso frotar de sus manos, la vuelta al agua limpia de las piezas, siempre su frente sudorosa, el cuerpo inclinado en una peculiar disposición al esfuerzo y el vapor apenas visible que emanaba de todo su cuerpo. Dedicación y sacrificio en un proceso fatigoso y largo que la humanidad había delegado en las mujeres: había que lavar la ropa. Naturalmente en invierno, el agua fría le causaba un agudo dolor de uñas. Está lavando fue una respuesta invariable sobre la ubicación de mamá en casa. Ahora sé lo que significaron (y lo que significan para millones de mujeres) tantas horas atendiendo esta labor imprescindible. Ahora sé lo que importaba el aire en la azotea agitando la ropa limpia de sus siete y hijos y su marido. Sí, ahora uno la mira en casa y no piensa nunca en lo que significa para las mujeres. Hans Rosling hace un convincente alegato sobre la necesidad imperiosa de que las mujeres cuenten con este artefacto “mágico”. Puede ser discutible su posición, pero permite pensar sobre el asunto.
Cuando llegó la lavadora, mamá tuvo tiempo para jugar con nosotros, leernos el periódico, salir a caminar o al parque y enseñarnos muchas cosas. Y llevarme al cine.
(Nota: Al video se le puede poner subtítulos)
1 comentario
Estimado profesor, tanto el
Estimado profesor, tanto el video como sus comentarios me emcoionaron profundamente, hizo que recodara lo que viví en mi niñez. Estoy muy de acuerdo con los puntos de vista del científico sueco. Gracias por tratar estos temas cotidianos que otros ignoran
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