Vida Yovanovich: la fotógrafa que cocinaba a fuego lento
Enrique González – Edición
A mí, por lo menos, me resulta imposible. Cada vez que me topo con las fotografías de Vida Yovanovich (nacida en Cuba, pero que vive en México desde 1956, cuando llegó al país con siete años) no puedo evitar pensar en las mujeres que conozco: mi abuela, mi madre, alguna que otra pareja, mis amigas…
Y luego, después de pensar en nombres concretos, pienso en conceptos algo más abstractos: libertad, soledad, vejez, maldad, bondad, justicia o miedo. Siempre que me vuelvo a topar con las espléndidas, crudas y profundamente humanas fotografías de Yovanovich, surgen preguntas como: ¿Sería capaz de sobrevivir en una cárcel? ¿Llegaré a viejo? ¿Todos los que están en una prisión se lo merecen, o simplemente les faltaron influencias y dinero? ¿Dónde están nuestros límites como seres humanos?
Como parte del Festival Cultural Universitario, parte de la obra de Yovanovich –responsable de proyectos que suelen tardar años en terminarse por el alto nivel de involucramiento que alcanza con sus fotografiados, entre ellos Soledades sonoras, Abismo de ausencia y 27 años, 8 meses, 14 días– se puede ver en la Galería Jardín del ITESO. Además, la artista hablará con los universitarios en una Aula Abierta que tendrá lugar en el Auditorio A, el 4 de noviembre.
Con el pretexto de su visita al ITESO, Yovanovich habló vía telefónica desde la Ciudad de México sobre su obra, motivaciones artísticas y proyectos a futuro.
La paciencia y el genuino interés que tienes con las personas que fotografías, ¿de dónde provienen? ¿Así eres cuando no tienes una cámara en las manos, paciente e interesada por lo que pasa a tu alrededor?
Sí, creo que sí soy paciente e interesada por lo que está a mi alrededor, por eso soy fotógrafa. Pero en general, creo que si me describieras, soy una persona muy activa, camino muy deprisa. Camino tan deprisa que hubo una vez que estaba yo en Chiapas, y estuvo genial, porque yo caminaba por un lado de la banqueta y desde el otro lado una persona me gritó: “¡Oye! ¿Adónde está el fuego?”. Cuando estoy en mi trabajo, es un espacio muy mío en el que empiezo a sentir y a circular con una lentitud que, cuando hago mi vida normal, la de todos los días, no la siento.
¿Qué pensabas, cómo te sentías cuando abandonabas un asilo o una cárcel luego de haber convivido con esas mujeres que después ibas a presentar al mundo con tus fotografías?
Con las mujeres en el asilo sentía muchísima tristeza; hubo momentos que ni siquiera fotografiaba. Me costó muchísimo trabajo ese proyecto en especial, por muchas cosas que estaban pasando alrededor de mi vida y directamente con mi madre y la enfermedad…
Con las mujeres en la cárcel salgo enojada, salgo enojada con el sistema, con la situación, con la injusticia hacia las mujeres [todas encerradas por el homicidio de sus maridos]. Pero no son sentimientos que me congelen y no me permitan trabajar; regreso, y regreso, y regreso. Esto te va a sonar ridículo, pero yo creo que en alguna de mis otras vidas yo debo haber sido una interna, porque entro a las cárceles y me siento como en casa, y si tú les preguntaras a ellas [a las reclusas], también les sorprende mi comportamiento, mi tranquilidad, y sobre todo la aceptación de todas ellas hacia mí.
¿Cómo convives con la desesperanza, con la rabia, con la depresión a la que puedes enfrentarte?
El simple hecho de abordar alguna de estas realidades, significa que no nos estamos quedando estáticos.
Su siguiente proyecto fotográfico, apoyado por el Sistema Nacional de Creadores y gestado apenas hace un par de meses, gira en torno al tema del aborto. Yovanovich no entiende que aún exista un sistema jurídico y social que penalice a las mujeres que decidan tomar una decisión de esta índole.
“Es increíble que vivamos todavía en un mundo y en un tiempo donde la mujer no pueda decidir sobre su propio cuerpo, es una cosa tremenda. Y está además la poca información que existe para las niñas, para las mujeres jóvenes, las mayores. En el aborto todo está alrededor del pecado, de la injusticia, de un asesinato… y eso no es cierto”.
De cuando llegas a México a ahora, ¿qué cambios apuntarías como los más relevantes en el rol de las mujeres en México?
Eeehhh… creo que aunque ha habido muchísimos cambios, creo que yo me meto a estos proyectos porque siento que ha habido muy pocos avances. Tengo mujeres en la cárcel que se echan la culpa por sus hombres, porque creen que el hombre va a regresar a verlas, a sacarlas, a ayudarlas, y el hombre ya no regresa. Tengo mujeres que son intimidadas por sus parejas ellos estando dentro y ellas fuera. Esa es una parte muy dura de la realidad de la mujer.
Con el amplio abanico de posibilidades que te ofrece México, ¿cómo decides los temas en los que trabajas?
Mi trabajo siempre ha tenido las mismas constantes: el abandono, el rechazo, la soledad, el paso del tiempo y el encierro. Las empecé a fotografiar hace muchísimos años, sin darme cuenta que en ese entonces empezaba yo una espiral que me lleva hasta el día de hoy, 30 años más tarde, metida en estos mismos temas, y no te podría decir por qué. Pienso que los artistas que trabajamos con algo que tenemos que decir, como yo, algo hay dentro que se vivió físicamente o que se transmitió a través a lo mejor de la sangre, algo que me ha empujado a hacer lo que hago. Es lo que hago para aportar a la sociedad… creo en lo que hago.
Las fotos que ilustran este post pertenecen a la serie Soledades sonoras, y están tomadas del sitio web de la Fundación Pedro Meyer.